V
Al salir de mi habitación me encontré con las personas que me habían ido a buscar.
—Listo padre —dijo una de ellas viéndome fijamente.
—Cuando gusten —dije empezando a caminar.
Cuando salimos me di cuenta que el pueblo, o bueno el parque había cambiado, todo estaba decorado y se escuchaba música tradicional del país, habían distintos puestos de comida y muchas cosas más, sin contar con que el parque estaba lleno de gente.
Caminé hacia un puesto de comida, tenía hambre y no iba a desaprovechar probar comida tradicional, en cuanto la compré me dispuse a caminar y ver que había. En uno de los lugares había unas artesanías que llamaron mi atención, me quedé un buen tiempo viendo cada una de ellas y las personas que lo vendían muy amablemente me explicaban lo que preguntaba, de un momento a otro oí un escandalo y como todos los demás, trataba de ver que sucedía. ¡Que grata sorpresa la que encontre! La chica del escándalo era Alejandra, quien se encontraba peleando con un muchacho unos años mayor, creo que tenía veinte años, me empecé a acercar y vi como la tenía sujetatada por el brazo, ella intentaba separase de él sin poder lograrlo, la rabia empezó a brotar de mí. Me acerqué enfurecido y hablé lo más costes posible.
—Caballero, ¿no ha entendido que la señorita no lo quiere cerca? —dije, soltando a Alejandra del agarre de aquel hombre.
—¡Oh! Pero mira a quien tenemos aquí, a un simple mojigato, que lo que tiene en los pantalones no le sirve, ¿o me equivoco padre?
—dijo, dándome una mirada de odio puro.
—Erick, mucho gusto, ahora sí me disculpa — dije, dándome la vuelta —¿Alejandra vamos?— le extendí mi mano.
—Sí...si padre vamos —acepto, titubeando, sosteniendo mi mano.
Empezamos a caminar y las personas que estaban allí se quedaron viendo como nos retirabamos del lugar, la verdad era que solo tenía un lugar en mente y era la seguridad de la iglesia, así que me dirigí allí con ella.
Cuando entramos cerré la puerta con llave y ella se sentó en los primeros bancos a llorar, ¿qué más le podía pedir yo a la vida esta noche? ¿Qué me cayera un rayo y me matará? Mañana los comentarios no se harían esperar, eso era seguro, tome aire y el valor que tenía, me acerqué a ella y me senté a su lado, el silencio que había entre los dos era incómodo, no tenía la capacidad de hablar y ella tampoco.
Después de varios minutos de silencio ella hablo.
—Padre perdón por lo que vio allá afuera —dijo, con la cabeza baja.
—No importa, pero, ¿estás bien? ¿Quién era él? ¿Y por qué te estaba haciendo daño? —dije tratando de controlar mi rabia.
—Se supone que es mi novio, si padre, estoy bien. Él estaba haciendo daño porque me dijo que me acostara con él, pero yo no queria— una lágrima resbaló por su mejilla.
Eso me partió más el corazón, ¿quién se creía él para hacerle daño solo por no queres acostarse con él? ¿De dónde había salido ese poco hombre? Millones de preguntas rondaban mi cabeza, pero si quería estar en paz conmigo y con ella lo mejor era callar y no decir nada, saque mi pañuelo y se lo extendí.
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