II

Salí de la habitación rumbo a donde estaban todos. Cuando iba llegando escuche una melodiosa risa, y mientras me iba acercando se oía la voz de una niña, al llegar vi la silueta de una ninfa, el cabello se desparramaba por sus senos y tenía la estatura promedio, me quedé en silencio viendo la escena, ella tenía a Nicolás contra uno de los bancos haciéndole cosquillas y él no paraba de reír, los adultos presentes se quedaron callados en cuanto se dieron cuenta que estaba allí viendo todo, la niña subió la cabeza y se dio cuenta que estaba observando, rápidamente se alejó de Nicolás, sonrojada y con la mirada en el suelo.

Bien, Erick te tiene miedo, me dijo mi subconsciente, que desde que había llegado aquí no cesaba de reprocharme la mayoría de las cosas que hacía.

Me acerqué a paso lento ante todos y me quedé viendo a la niña, no superaba los 17 años, quizás tenía 15, sin embargo era muy hermosa. Su piel era tan blanca como la de una muñeca mayólica, de ojos verdes como aceitunas, tenía el cabello tan negro como el alma de Lucifer, y tan corto como la vida. No era tan alta ni tan baja, y su cuerpo dejaba ver que era toda una señorita.

¡Erick por Dios! ¿Qué es lo que estás pensando? Me reprocha nuevamente mi subconsciente.

—Tranquila, no te voy a reprochar nada —me acerqué a ella—¿Cómo te llamas?

—Per...perdón padre, mi nombre...es...bueno es... Alejandra —dijo, tratando de esconderse detrás de una mujer muy parecida a ella, que por lo visto era su progenitora.

—Bueno Alejandra, mi nombre es Erick y estoy a tu servicio. No te preocupes, no le veo el problema a que juegues aquí, de hecho me gusta ver que sean felices y no que le temen a la iglesia o a Dios —dije mientras me alejaba —. Bueno ahora sí acepto conocer el lugar, cuando gusten señores y señoras. Nicolás, Alejandra ¿nos acompañan?

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