3
B.
Esa noche cené—encerrada en mi cuarto para evitar a Sam—y luego me fui a dormir. Apagué las luces, cosa que me resultó extraño ya que nunca lo hacía. Le temía a la oscuridad, no sabía el porqué, pero le temía.
De repente oí unos golpes a mi puerta. Me estremecí.
—¿Quién es?—pregunté.
—Soy yo, B, ¿no me recuerdas?—dijo una voz en la oscuridad.
—¿Quién eres?—pregunté.
Sentí un escalofrío que me recorría el cuerpo.
—¿Acaso no me recuerdas?—volvió a decir.
—¡No!¿quién eres?—insistí.
—¿Cómo puedo decirte quién soy si ni siquiera te recuerdas a tí misma?—su voz me era familiar, sin embargo no podía ver su rostro, la oscuridad reinaba en la habitación.
—¡Vete de aquí!¿quién eres?¿quién te dejó entrar?.
—B, soy yo, mi infelicidad es culpa tuya, ¿recuerdas lo que hiciste?, sólo recuerda...
—¿Qué?, ¿Culpa mía?, ¿de qué hablas?, ¿quién eres?.
—Sólo recuerda... Y verás—
de repente sus manos me tomaron por los pies, empecé a sacudirme y a patear para liberarme de su agarre.
—¡Sueltame!—grité mientras forcejeaba.
—Sólo recuerda...
—¡Suéltame!¡no recordaré nada!¡no quiero!¡suéltame!
—¡B!¡calma, calma!¡soy yo!¡soy Sam!—me dijo preocupado mientras me tomaba por los hombros, ¿todo había sido un sueño?¿de quién era esa voz?¿qué hacía Sam allí?.
—¿Sam?-dije confundida, entre lágrimas y con la voz quebrada, él me las secó con las yemas de los dedos y me sonrió con dulzura—¿Sam...?.
—Ya no llores, estoy contigo, ¿si?—estaba paralizada sin poder explicarme aquella extraña pesadilla.
Estaba asustada, hasta que de repente sentí como él se arrimaba más cerca de mí y me rodeó con los brazos. Puesto que él era más alto que yo apoyó la barbilla sobre mi cabeza.
—Ya no llores, ¿qué sucedió, preciosa?¿quieres hablar de ello?—negué con la cabeza, él me hablaba con tanta calma y dulzura que era fácil olvidarse de lo que me abrumaba. No intenté librarme de sus brazos, me sentía en paz, era realmente confortable.
Era increíble como este guapo muchacho, que conocía hacía tan sólo unas semanas, me hacía sentir, era increíble como sabía comportarse en cada situación, cuando necesitabas reír él lo hacía, cuando estabas triste y asustada era dulce, tierno y consolador, realmente no comprendía porqué me sentía así, cualquiera lo hubiera echado con tan sólo verlo en su habitación, porque aunque llevábamos casi un mes viviendo bajo el mismo techo seguía siendo un desconocido, o un simple conocido. Esa noche se quedó conmigo hasta que pude volver a dormir, luego se fue a dormir a su cuarto ya que cuando desperté, por la mañana, él ya no estaba.
—¿Sam?—le dije, me levanté de la cama y empecé a buscarlo por toda la casa. No lo encontré, sólo hallé una nota que decía: "volveré en un rato, tengo asuntos que resolver, te dejé el desayuno listo. No te rías. Espero que te guste. Sam".
Sobre el desayunador encontré un plato de porcelana con unos panqueques medio quemados con crema batida y una fresa.
«Todo un cocinero.»
Pero el desorden que había hecho al cocinar era más hermoso que su dulce voluntad—estoy siendo sarcástica por si no se nota—puse lo ojos en blanco y me reí por lo bajo, tomé el plato y comí su dulce intento de desayuno.
Estaba muy aburrida de estar en la casa sola, así que me decidí y salí. Me puse unos jeans oscuros y una camiseta que dejaba al descubierto mis hombros, ropa que me había regalado Sam hacía una semanas. Recuerdo ese momento:
—Espero que te quede.
—¿Qué quieres decir?¿que estoy gorda?—bromee con una falsa expresión de molestia, su cara se transformó en una llena de preocupación, estaba en apuros, no sabía qué decir.
—¡No, no!—Tartamudeó—quise decir que espero que sea de tu talla, no digo que estés gorda, tampoco digo que seas tan delgada, es decir estás bien—empezó a hablar rápido y yo a reír—¡No te rías!... No lo digo por nada malo, me encanta tu risa, tienes una risa hermosa y contagiosa y...
—Está bien, Sam, ya entendí—dije entre risas, él suspiró aliviado.
—A veces no entiendo a las mujeres—suspiró, continuó luego de hacer una pausa—
¿sabes?, se me acaba de ocurrir una idea fantástica.
—Escucho—recuerdo que ese día llovía mucho, él llegó de la universidad tan mojado que por un momento pensé que el mar se le había venido encima, apenas lo obligué a que fuera a tomar un baño caliente, ya que que podía enfermarse. Él me obedeció pero antes me dejó el montón de bolsas rosadas en el suelo. Cuando acabó nos pusimos a mirar lo que había dentro.
Era ropa. Para mí.
—Hagamos un desfile de moda—no pude evitar estallar en carcajadas.
—¿Es en serio?—dije aún entre risas, él me sonrió de esa manera peculiar con la que sólo me sonreía a mí, no es que me creyera especial o algo así, pero era algo que sólo lo hacía conmigo, esa sonrisa dulce mientras sus ojos brillaban...
—¿Qué?, de acuerdo, puedes decir que no tuve infancia y que soy una nena, pero ¡vamos!, será divertido—asentí y empecé a modelar la ropa que me había traído de una manera graciosa.
—¡Camina bien!¡ni mi tatara abuela muerta camina así, mujer!—bromeó, yo lo fulminé con la mirada—de acuerdo... No dije nada—dijo fingiendo estar asustado, yo sonreí. Así pasamos toda aquella tarde de lluvia y truenos.
Tomé el autobús que me llevaba a la ciudad. Mientras miraba por la ventana me puse a pensar y a recordar esa absurda pesadilla sin sentido. Le temía a la oscuridad, pero ¿por qué?.
《Ya no llores, estoy aquí—volvió a decir aquella extraña voz femenina en mi mente—todo estará bien, estoy aquí, ¿de acuerdo?.》
Me esforzé. Con todas mis fuerzas, cerré mis ojos, puse la mente en blanco... ¡ya!.
Había logrado capturar un recuerdo. Una joven enojada, llena de ira y tristeza, una joven resentida, con lágrimas escurriéndose por sus mejillas. Esa joven era yo, no sabía porqué lloraba y me sentía de esa manera, sólo sabía que en ese momento me sentía atrapada en una gran nube oscura de la cual no había escapatoria, recordé entonces que no podía dormir con las luces apagadas porque la oscuridad me recordaba cómo me sentía en ese momento, me hacía sentir sola, con miedo y resentimiento, pero no sabía que había pasado en ese momento para que me sintiera prisionera de mí misma.
Saliendo de mis pensamientos oí a una niña y a su madre discutiendo a mi lado.
—¡Mamá por favor!.
—Blair, ya sabes que hay muchos gastos, no podemos pagarte las clases de ballet.
—Sólo será por un mes, mamá,¡por favor!—rogaba la niña.
—Lo siento, Blair, ya te dije que no—luego siguieron hablando, pero para eso ya me había bajado del autobús.
Ese nombre... Se me hacía familiar, ¿pero de dónde?... Blair... ¿Será qué...?. Algo que chocó contra mí me sacó de mis pensamientos.
—Oh lo siento mucho, linda, ¿te encuentras bien?—me dijo la muchacha que llevaba una pila de papeles y sobres, una cartera colgada de su hombro izquierdo y un teléfono celular en la mano derecha.
—Estoy bien, gracias-me sonrió.
—¡Espere un momento, pedazo de imbécil!—le gritó a su teléfono que estaba en una llamada—disculpa, linda, estaba muy atareada, sólo mírame—me dijo apenada, enseñándome todo lo que llevaba encima.
—Descuida, todo está bien, ¿necesitas ayuda?—le ofrecí.
—No es necesario, hago esto cada día.
—Déjame ayudarte—insistí, ella me entregó la cartera y algunos papeles y me sonrió, tenía una sonrisa muy bonita, castaña, ojos verdes, y llevaba puesto una falda negra y un chaqueta del mismo color, tenía pinta de ser secretaria o algo así.
—Oh, disculpa, ¿dónde están mis modales?, soy Hanna—se presentó luego de unos minutos.
—B—le dije, ella se detuvo y me miró.
—¿B?, ¿es una especie de apodo o algo así?.
—Una larga historia.
—Aquí es—me dijo mientras se detenía en la puerta de un gran edificio.
—¿Aquí trabajas?—le pregunté, ella asintió.
Hanna me invitó a pasar al edificio.
—¿Qué es esto?—le pregunté mientras dejaba las cosas sobre un escritorio en una gran oficina.
—Esta es la editorial kiss red, libros de romance, ¿patético cierto?—la miré confusa—el amor es patético—aclaró—¿y bien?¿dónde trabajas?.
—No trabajo—ella me miró boquiabierta.
—Qué afortunada. Aquí trabajo día y noche como una esclava.
—¿Por casualidad no están buscando empleados?—ella asintió y sacudió la cabeza hacia atrás para acomodar su cabello.
—Pero nadie quiere trabajar aquí. Todos le temen a la gran dueña de este lugar, y no exagero, es realmente aterredora.
—¿Y yo podría trabajar aquí?—le pregunté, se acercó más a mí y me tomó de las manos.
—¿Una chica tan frágil como tú estaría dispuesta a trabajar como una esclava—miró a ambos lados antes de continuar, cuando lo hizo fue en susurros—para esta bruja?—reí instantáneamente.
—Claro que sí—dije aún entre risas.
—¡De acuerdo!, yo misma puedo ayudarte en eso, cariño. Debes darme tu currículum, ¿lo traes aquí por casualidad?—me dijo ubicándose detrás del mostrador donde había un ordenador en el que empezó a cliquear rápidamente.
—No tengo—le respondí con sinceridad.
—Debes estar bromeando, ¡eres más distraída que mi ex, mujer, eso que ni siquiera se acordaba de su cumpleaños!—reí, divertida—de acuerdo te ayudaré a hacer uno, necesito que me des tres referencias por lo menos.
—Este...—no sabía qué decirle, ¿qué debía decir?¿que no recordaba ni siquiera mi nombre?, podría tratarme como una loca desquiciada.
—¿Sabes qué necesitas?—me dijo al notar mi dudosa expresión—un buen batido de frutas—tomó un bolso negro que estaba escondido debajo del mostrador, salió, me tomó del brazo y continuó—
vamos allá, mi turno ya terminó.
Fuimos a un café en el que todo era muy rústico, y además de vender café servían batidos de frutas. Ella pidió dos batidos de fresa y yo la miré para decirle que no tenía con qué pagar, ella me guiñó un ojo.
—Yo invito, cariño—me dijo con una dulce sonrisa—bien, ahora cuéntame de tí.
—Es una larga historia...
-Adoro las historias-me interrumpió-y tengo todo el tiempo del mundo para oírte, y estoy segura de que tú también, corazón-le sonreí, y le conté todo acerca de mí, le conté que había perdido la memoria y que no recordaba ni siquiera mi nombre, por eso me llamaban B,-de hecho sólo Sam lo hacía-que no sabía de dónde venía y porqué me embriagué tanto aquella noche en la que Sam llegó a mi vida, le conté que estaba viviendo con él y por poco escupe todo su batido en mi cara.
-Y... ¿Ya durmieron juntos?-me dijo con una sonrisa pícara. Abrí los ojos como platos.
-Claro que no-le dije, la miré y negué con la cabeza.
-Sólo estoy bromeando, B-dijo entre risas, le sonreí-volviendo al tema del empleo, pues, necesitas tener un currículum, diremos que no tienes referencias, que este es tu primer empleo y yo te ayudaré con mucho gusto.
-¡Muchas gracias, Hanna!-me levanté de mi asiento, me acomodé a su lado y le dí un cálido abrazo-Disculpa, fue la emoción-le dije una vez que me separé de ella, me miró con sus grandes ojos verdes y me devolvió el abrazo.
-Cuando quieras... Amiga.
Esa tarde intercambiamos números de teléfonos-yo tuve que darle el número de la casa porque no tenía un celular-, para estar en contacto. Fue la tarde más divertida que tuve desde... Pues desde que recuerdo. Luego de tomar los batidos fuimos a ver como ella se probaba ropa, y aunque no compré nada me divertí muchísimo con las cosas que decía Hanna cada vez que se cambiaba de prenda.
-¿Qué te parece?-me preguntó, llevaba puesto un vestido rojo con escote redondo, la espalda descubierta y que se amoldeaba al cuerpo, y sinceramente se veía divina, ¿es que todo le quedaba bien?
-Me encanta, te ves hermosa-le respondí con aprobación.
-¿Hermosa como para ir a ver a mami o hermosa como para conseguir novio?-reí instantáneamente.
-¿Las dos?-respondí con algo de duda, divertida.
-Entonces llevaré otro-dijo y se adentró al probador nuevamente, yo rodé los ojos y me reí de nuevo.
Volví a casa a eso de las seis y media de la tarde.
-¿Sam?-lo llamé para comprobar que estaba en casa. Como no oí nada decidí buscarlo.
La puerta de su habitación estaba entreabierta y de allí salía una luz tenue.
-¿Sam?¿estás aquí?-lo llamé en un susurro-¿Sam?-me detuve en seco, estaba sentado en el suelo, con la cabeza gacha, apoyado contra el lateral de la cama. Me puse en cuclillas a su lado.
-Sam, ¿te sientes bien?-levantó la cabeza y me miró.
Sus ojos azules estaban enlagunados a causa de las lágrimas, había algunas gotas rojas sobre la alfombra, me estremecí al saber que esas gotas eran su propia sangre que emanaba de sus antebrazos.
-¿Sam que...?
-Lo siento, B-me dijo sollozando-yo no fui lo suficiente fuerte...
-Shh, no te culpes-le dije con calma-iré a buscar el botiquín y mientras te curo me contarás qué pasó, ¿de acuerdo?-el asintió, luego se sorbió la nariz y yo salí corriendo para buscar el botiquín de primeros auxilios.
Quería sentirme la heroína que lo salvara... ¿Qué tan abrumador era lo que lo consumía y lo que lo había obligado a, casi, cortarse las venas como en una película de adolescentes?
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