13

Sam.

Habían pasado dos semanas ya desde aquella noche que revivió mis esperanzas de amar. Ahora quería dormir junto a ella cada noche, sentir el calor de su cuerpo, y dejar que su aroma a rosas invadiera mis sentidos.

  Tenía que hacer algo por ella, quería que se volviera más cercana a mí. ¿Jamás has sentido ese cosquilleo en el pecho que te hacía sonreír y brincar de alegría?, ¿qué rayos significaba?. Todas esas preguntas retóricas invadían mi mente, mientras miraba el blanco cielo raso de mi habitación.

Acostado sobre mi cama, pensaba en las grandes cosas que podría hacer por ella, porque de verdad quería hacerlo, entonces comenzaría por algo pequeño. Bajé el interruptor de la luz de noche que indicaba que estaba encendido, entonces, animado y emocionado, cerré los ojos.

  A la mañana siguiente los cálidos rayos del sol me abrazaron y me obligaron a abrir los ojos. Al ver que ya era de día, di un bote y me levanté de la cama. Me dirigí al baño de mi habitación, y contemplé mi reflejo en el enorme espejo sobre el tocador. Cepillé mis dientes lo más rápido que pude, me di un último vistazo en el cristal y salí de allí rápidamente. Corrí hasta la puerta de su habitación, que por suerte estaba entreabierta, para comprobar si B seguía dormida. En efecto allí estaba, acurrucada entre las cobijas, entonces cerré la puerta con cuidado y haciendo el menor ruido posible. Giré sobre mi propio eje y me dirigí a la cocina para prepararle el desayuno.

Tomé los ingredientes necesarios para hacer wafles, lavé mis manos, y entonces recordé que a nadie le gustaban los desayunos quemados.

  —Recuérdame que tengo que aprender a cocinar sin quemar nada en el intento—me dije a mí mismo.

Entonces  fui en busca de la ayuda de Lisa. Golpee su puerta.—varias veces de hecho—Nada. Insistí y no se oyó más que sus ronquidos y murmullos detrás de las puertas. Entonces seguí tocando la puerta, esta vez causando ruidos molestos.

  —¿Qué quieres?—me dijo, abriendo la puerta de mala gana.
  —Tu ayuda—le dije y la tironee del brazo, obligándole a ir a la cocina a rastras. Le expliqué que quería prepararle el desayuno a B, pero que era un completo inútil con la cocina. Entonces se burló un buen rato de mí y luego me ayudó a preparar los wafles para B. Mientras ella cocinaba, yo preparaba la mesa, preparaba jugos de frutas, galletas, una jarra con leche fresca, donas y demás delicias.

  —Entonces... ¿que tal están?—le pregunté a Lisa, que le dio un mordisco a uno de los wafles.
  —Deliciosos—dijo con un gesto de placer.
  —Gracias por ayudarme, Lis
—le agradecí sonriendo de lado.
  —¿Ayudarte?, ¡pero si yo lo he hecho todo, tú sólo te quedaste mirando!—espetó con las manos sobre la cintura.
  —De acuerdo—dije, poniendo los ojos en blanco.
  —¿Y qué esperas, estúpido?, anda—me animó.
Puse unas rosas que había tomado del jardín y las coloqué dentro de un florero en el centro de la mesa, entonces me dirigí a su habitación con una bandeja repleta de galletas.
Al llegar a la puerta, apoyé mi oído sobre la puerta. No se oía nada. Toqué dos veces. Nada. Entonces decidí entrar por mi cuenta. Casi pierdo el equilibrio, pero logré bajar la perilla de la puerta con el codo, le pegué con la cintura de costado y entré, luego cerré la puerta con el pie.

  —¿B?—dejé la bandeja sobre
La cómoda.

No se oía ni un murmullo. Me acerqué lentamente al baño para ver si se encontraba allí, la puerta estaba entreabierta, entonces con cautela y sumo cuidado la abrí lentamente. Asomé la cabeza, el baño de las habitaciones contaba con un pequeño hall, luego de doblar en una esquina se encontraba el retrete, el lavamanos, un armario dentro de la pared, y la tina, rodeada por unas cortinas de baño blancas, como todo el lugar. Me recordaba a la nieve, completamente blanco, a excepción de unos jarrones de colores que mi madre había puesto de decoración junto al lavabo de cada uno de los baños.

  —¿B?, ¿estás aquí?—dije dejando atrás el pequeño hall. Ella estaba parada en frente del lavabo, contemplando su reflejo en el espejo.
  —¿Estás bien?—le pregunté, acercándome con cautela.
  —Sí, disculpa—dijo pestañando y moviendo la cabeza de un lado a otro, luego me miró por el espejo y me sonrió, le devolví la sonrisa. Luego volteó.
   —Ya he preparado el desayuno—logré decir.
  —Sam—dijo, hice una mueca para decirle que la oía
—he recordado otras cosas.
   —¿De veras?, ¡eso es... increíble!—finjí con una sonrisa. Ella asintió con la cabeza—¿y qué has recordado?
  —Mañana es mi cumpleaños.
  —Oh, vaya—dije—entonces haremos algo especial para ti—continué, sonriendo.

¿Mi misión?, hacerla feliz y demostrarle lo importante que era en mi vida.

B.

—También sé que tengo un hermano llamado Luke, y que siempre hemos vivido con mi abuela, Sarah—era increíble como los recuerdos y nombres estaban llegando a mi cabeza como una lluvia torrencial.
  —¿Y qué me dices de tus padres?—me preguntó el chico de ojos azules como el océano. Fruncí el ceño, confundida.
  —No lo sé, de ellos no recuerdo absolutamente nada. Es como si todo recuerdo de ellos se hubiera borrado—sentí una opresión en el pecho, entonces coloqué mi mano allí en un puño.
  —¿Qué sucede, B?—interrogó rápidamente al observar mi gesto.
  —No es nada, Sam, descuida—le sonreí, pero él aún me miraba con preocupación.
  —¿No recuerdas dónde viven tu hermano y tu abuela?.
  —No, ¿porqué?—algo en sus ojos se apagó en ese instante.
  —Porque no quiero que te vayas—dijo finalmente. Un electrizante cosquilleo me recorrió el cuerpo, desde mi pecho hasta todas mis extremidades.

¿Qué podía decir?, lo más lógico sería que cuando recordara de dónde venía, me fuera de allí, recuperara mi vida, mis recuerdos, pero Sam sólo sería un recuerdo más. Después de todo sólo era un muchacho que me había ayudado cuando todo se perdió para mí, no tenía sentido que tengamos relación alguna luego de que recordara todo, ¿no?.

—El desayuno está listo—anunció una dulce voz femenina desde la puerta. Lisa.
  —Buenos días, Lisa—le dije con una sonrisa.
  —Buenos días, Blair.
  —Vamos a desayunar—dijo Sam, cabizbajo.

Bajamos las escaleras hasta el comedor y para mi sorpresa un delicioso desayuno me esperaba sobre la mesa. Había frutas, jugos, galletas, tocino, wafles, leche, donas, cereales, pan recién horneado, y muchas, muchas cosas más, esto era digno de un rey.

  —Wow—dije, sorprendida.
  —Maravilloso, ¿no es cierto?—Me dijo Lisa sin dejar de admirar la mesa del comedor en toda su gloria. Sam estaba en silencio, mientras servía tres vasos de jugo de naranja. Tomé asiento en una de las sillas y me serví dos wafles en mi plato de porcelana, les puse un poco de crema batida encima y un par de fresas.

—Sam, debo aplaudirte por esta maravilla—dijo Lisa, cortando el silencio.
  —Sam ¿tú hiciste todo esto?—pregunté, sorprendida.
  —Claro, estuvo desde muy temprano haciendo este desayuno tan glorioso—respondió Lisa por él, seguía callado, devorando sus wafles sin omitir sonido alguno.
  —Oh, casi lo olvido—dije con la boca llena—hoy comienzo a trabajar, iré a alistarme así acabo de desayunar tranquila
—dije, mientras limpiaba las comisuras de mis labios con una servilleta de tela blanca—ya regreso—me levanté de mi asiento, Sam seguía en silencio. Sabía porqué estaba tan callado: no quería que me fuera, él me había tomado cariño, era como su mejor amiga o algo así para él, se notaba cuanto le importaba. Sam Jenner, el apuesto don Juan, el que era muy malo en la cocina, me había recibido en su casa, me había traído ropa, siempre buscaba la manera de hacerme reír y había hecho este glorioso desayuno sólo para mí, porque sabía cuanto amaba la  comida y los pequeños detalles.

No podía verlo triste porque sabía que algún día me tendría que marchar, simplemente no podía, por más que quisiera recordar y volver a mi vida, había algo que me aferraba a Sam, a su pueblo y a la vida que conllevaba ahora con él, pero no sabía qué.

  —Por cierto—le dije cuando pasé por al lado suyo—bonito pijama de conejitos—le di un puñetazo amigable en el hombro, casi escupe los wafles que tenía en la boca, pero noté como sonrió de lado.

Fui a mi habitación, me vestí, cepillé mi cabello y me maquillé un poco, pinté mis labios de un rosado oscuro y bajé al comedor nuevamente para terminar con mi desayuno. Luego Sam se ofreció a llevarme al trabajo y comencé mi carrera como modelo de una manera feliz y con entusiasmo, siendo él mi fotógrafo personal.

¿Mi misión?: hacerlo feliz y demostrarle lo importante que era en mi vida ahora.

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¡Hola a todos!, sí ya lo sé, tienen derecho a matarme porque estuve casi un mes sin actualizar, pero como la gran mayoría sabe, estoy trabajando en dos editoriales y pues en ambas hay un concurso de por medio. Además mi vida no está ayudando en nada lamentablemente, no me encuentro bien, tengo muchas cosas en la cabeza y mucho que me aflige, así que con todas mis ganas y fuerzas logré actualizar un capítulo más, no es el mejor pero bueno, aquí les dejo este capítulo y espero poder estar bien muy pronto, recen por mí, pidanle al universo o lo que sea, gracias a toda esta comunidad hermosa, creo que sin ella todo sería más difícil para mí, así que les deseo lo mejor mis queridos lectores.

¡Nos leemos la próxima!.

♡¡Besos de Dinosaurio!.♡

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