31
Habíamos charlado sobre cualquier cosa, desde autos hasta las cosas que solíamos hacer antes de ir a dormir. «¡Oh, Marcos! Amo pasar estos momentos contigo»
La campanilla nos asaltó aquel momento, «Odio el timbre, lo odio».
—¿Nos vemos al final de clases? —sonrió.
—Por supuesto —le sonreí de vuelta.
Caminamos hasta el pasillo donde nos separaríamos, «No me dejes Marcos». El aula estaba parcialmente vacía, uno o dos gatitos la ocupaban.
[...]
—¡Buenos días, clase! —saludó el señor Evans.
—¡Buenos días, señor Evans! —respondimos al unísono.
Dejó su maletín sobre el escritorio e inmediatamente clavó la vista sobre nosotros.
—A ver, saquen sus cuadernos —dio un fuerte aplauso causando un fuerte ruido —. Quiero ver sus lindos sistemas de ecuaciones.
Todos sacamos nuestros cuadernos, por primera vez me sentí segura de mí. El señor Evans miraba sigilosamente nuestros cuadernos, merodeando por las filas.
—Ya veo que algunos de ustedes no han realizado la asignación —dijo arrugando el ceño —. Tuvieron dos días para ello, ¿Qué hicieron en el fin de semana? No me digan, ya sé: se fueron a la playa o quizás estuvieron con sus noviecitos —hizo un movimiento extraño con sus cejas.
—Nada que ver señor Evans —dijo Rose desde atrás —. Me pasé el fin de semana recostada en mi cama —sorbió la nariz —, aún estoy toda resfriada.
—Esa no es una excusa válida, Rose —dijo tomando una hoja en blanco de su maletín —. Cada uno vendrá a resolver un problema quien no venga al pizarrón lo anotaré aquí y tendrá serios problemas.
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