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Abrí la puerta con mero cuidado esta vez, de todos modos ya había cometido lo que había cometido, asomé la cabeza y salí con lentitud mirando a mi víctima, su cuerpo yacía frío en el suelo sus ojos estaban volcados y... No, no era cierto.

—¿Te hice daño? —«Por supuesto que le hiciste daño» dije para mis adentros.

—No te preocupes, fue un accidente —sus palabras podían servir de consuelo, sino tuviera un chorro de sangre saliendo de su nariz.

—Estás sangrando —casi grité —. Debo llevarte a la enfermería antes de que te desmayes o incluso —Me llevé las manos a la boca— ... Mueras. Me convertiría en una asesina, iré a la cárcel por años.

—No seas exagerada —rió mientras limpiaba la sangre con las mangas de su camiseta—. Sólo son unas pocas gotas de sangre, suele pasar.

Traté de convencerlo por más de dos minutos de que fuéramos a la enfermería, tenía que cerciorarme de que estaba fuera de peligro o que todos sus huesos estaban en el lugar correcto, pero el muy macho se negó rotundamente. Lo acompañé hasta la parada de buses, era lo mínimo que podía hacer tras haberlo casi matado.

—Si llegan a preguntar en casa que te ha pasado, diles que te golpeaste con una puerta —reí.

—Es lo que acabo de hacer —arqueó las cejas —; pero no les diré quién lo hizo —guiñó un ojo.

«Claro que se ha golpeado con una puerta, tú lo hiciste ¿lo olvidaste?» me grité.

Mis mejillas se calentaron exageradamente, haciéndome sentir como estúpida.

—Espero verte mañana, "chica de la puerta" —gritó antes de que las puertas del bus se cerraran detrás de él.

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