28⚡ No todos somos suertudos como el Solangelo

Desde que aprendí a contestar mi edad, utilizando mis pequeños dedos del tamaño de un gusano africano, siempre he escuchado a mi madre decir: "¡No hagas eso!", junto con un dedo amenazante que me apuntaba el rostro o manos sosteniéndome el brazo con tanta fuerza que me quedarían marcas hasta después de tres días. A veces, Percy las vería y se pondría tan furioso que rompería un plato. Pero no haría nada, obedeciendo a mis órdenes sobre no entrometerse. Mi padre también tenía sus propias restricciones para mí, pero ese es un tema para otro día. ¡Guarden cita para la próxima sesión!

No odiaba a mi madre, pero siempre que pensaba en ella, no podía rememorar ningún recuerdo bonito de una madre cariñosa junto con su amado hijo. Solo podía escucharla pronunciar, con voz severa y ojos fríos: "¡No comas de esa forma!" "¡No vistas de esa forma!" "¡No hables tan fuerte!" "Habla como un chico decente, no demasiado alto, no demasiado bajo, no seas grosero, no seas muy dócil". ¡Y fue esto!, ¡esto último sobre hasta cómo debería hablar!, lo que más me irritó.

Así que en un arrebato de revolución, especialmente en mi época rebelde adolescente, ¡como un acto de venganza!, me deshice de todo filtro y moderación en mi forma de hablar. Me convertí en Lindsay Lohan de un "Viernes de Locos". Empecé a ser más ruidoso. Tuve una etapa emo e incluso me tiñé el cabello negro con ayuda de Percy, y él se tiñó un mechón azul que preservó hasta estos días. Fui Colorido con mis groserías y aproveché cada oportunidad para avergonzarlos contando a sus amistades cada ocurrencia que se pasaba por mi mente. Con el tiempo, esto se volvió un hábito bastante recurrente hasta que finalmente, se volvió parte de mi esencia.

Por lo que a veces podría descubrirme contando algo más de lo debido, dejándolo salir todo como una nube de tormenta demasiado llena para seguir aguantando, como si fuera un orador en medio de un público interesado (lo que era una ilusión, por supuesto). Este, era uno de esos momentos, siendo yo un boca floja total.

—Y tiene unos ojos preciosos que si te piden saltar al cañón, ¡tú saltas! ¡Sin paracaídas! Y sus labios, te juro que sabían a chocolate, dulces de almendras y cerezas, todo en uno, y una vez que lo pruebas simplemente enloqueces, ¡como un puto águila robando conejos, simplemente no puedes parar de devorar esa exquisitez aunque tu vida corra peligro!

—Entiendo —respondió Lucas, el roadie del grupo.

—Pero no es sólo increíblemente adorable, también es jodidamente sexy, como un Percy más joven y de pelo marrón, o sea, no es que se parezca a Percy, pero ambos tienen la misma carita tierna de: "Soy muy lindo para cometer maldades, pero acabo de matar a un vecino, ¿me ayudas a enterrarlo en tu patio trasero?" O algo así, tú entiendes de lo que hablo.

—Claro.

—¡Y su trasero! OhporDios. ¡Deberías verlo para creer. Espera... no, no deberías verlo. De hecho, si le echas un solo vistazo, incluso de refilón, te mato, ¿oíste? Te mato. —Dicha mi amenaza, solté un largo suspiro y continúe—: Pero, sabes, resultó que nuestro amor es imposible. Sí, muy triste. Y no, no puedo contarte el motivo o podrías enviarme a la cárcel. No es que desconfíe de ti Lucas, pero... Tú entiendes.

—Sí —respondió Lucas, a través de dientes apretados—. Pero lo que no entiendo, Jason Grace, es por qué diantres estás contándome tus amoríos fallidos, ¡justo cuando me estoy duchando! ¡Y con tu pene metálico al aire!

Miré a mi desnudo amigo, de pie bajo la regadera, mientras el agua seguía fluyendo sobre su cuerpo que por cierto no estaba nada mal, pero, no era mi tipo. Ni gordo ni flaco, Lucas lucía como el típico hombre sedentario que se pasaba jugando videojuegos todo el día (porque lo hacía) mientras la comida chatarra se le acumulaba en una pequeña barriga con mucho vello oscuro hasta la entrepierna (no estaba mirándole el pajarito a propósito, estaba todo al descubierto, ¿ok?) Su pelo teñido en morado estaba lleno de espuma, y había detenido el masaje en su cuero cabelludo para enviarme una mirada huraña.

Yo estaba de pie enfrente del inodoro, con los shorts abajo, y valga la redundancia, expulsando fluido dorado.

—Oh —solté con cierto letargo, y luego, rápidamente expliqué—: Es que Leo estaba usando el baño de abajo, y como lo vi comiéndose unos tacos con picante y frijoles en el almuerzo... —suspiré melancólicamente—. Hay muchas formas de partir de este mundo, mi querido amigo, pero: "Intoxicado con metano del culo de tu baterista hasta morir". No es un buen encabezado para una estrella de Rock legendaria.

Las estrellas deberían morir épicamente, excepto que la mayoría lo hacía por una sobredosis de drogas. En mi caso, esperaba morir como un héroe, quizás salvando a mis amigos de un villano atroz o asfixiado entre las nalgas de... Detuve esa línea de pensamientos antes de que me pusiera erecto delante del roadie.

—Como sea —murmuró Lucas después de un tiempo, volviendo a su labor de enjuagarse el pelo. El aroma a Shampoo inundó la habitación, junto con el jabón de vainilla—. Entonces, ¿descubriste que eras gay?

—Nop —respondí. Finalizada la expulsión, y con una mano sobre mi miembro, procedí a utilizar la vieja técnica del: "El Helicóptero" para deshacerme de las últimas gotas y finalmente, devolverla dentro de mis pantalones.

Lucas volvió a detenerse, observándome con una mezcla de confusión y diversión.

—¿Bisexual?

—Ni pansexual u otra variante. ¡Nada de etiquetas para mí! —exclamé girándome hacia él, colocando las manos en las caderas como un superhéroe—. ¡Etiquetarse es limitarse! Como si pudieras elegir ser ese "algo" y solo puedes ser "eso" y nada más. ¡Quiero amar a una mujer! ¡Quiero amar a un hombre! Solo quiero ser libre para amar y no necesito una cadena con nombre, o ser clasificado como una vaca para luego ser metido a un corral separado de otros como si fuese diferente.

Lucas abrió los labios, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, algo de shampoo entró en sus ojos y lo hizo gruñir de dolor y molestia. Pronto, alcanzó el borde de su toalla para secarse.

—Lo estás pensando demasiado —masculló débilmente, con ojos rojos.

—¿Por qué las personas siempre buscan sentirse únicas y diferentes? Hablan sobre igualdad: "Todos somos iguales". ¡Pero seguimos siendo clasificados! —continué con mi diatriba, propulsado por la inspiración y el coraje—. Somos separados entre ricos y pobres. Hermosos y feos. ¡Bisexuales y pansexuales! ¡Debes ser elegante o rudo! ¡Abogado o cantante de rock! ¿Por qué debería elegir? ¡Quiero ser todo eso y más! ¡Quiero ser el abogado del diablo y también cantarle metal!

—Jason...

—¿Por qué a todo el mundo le interesa si soy gay o no? ¡¿Qué les importa?!

—Jason... —Lucas pestañeó mecánicamente—. Respira, ¿estás bien?

Solo después de tomar cuatro inhalaciones, me calmé. Y la molestosa voz de mi madre gritándome: ¡No puedes hacer eso!, se calló, devolviéndome a la realidad.

—Ya, lo siento. Hablé demasiado otra vez, un día de estos seré cancelado, ¿no es así? —chasqueé la lengua con molestia.

—Tranquilo, yo te entiendo —dijo Lucas, lavándose las nalgas y más allá donde sólo puedes verlo con un espejo—. No quieres ser restringido dentro de una caja de zapatos que no te permita ver el horizonte. Tampoco me gusta cuando mis amigos me dicen que no puedo hacer un cosplay de Miku Hatsune solo porque soy hombre, o sea, ¿qué les pasa?

—¡¿Cómo se atreven? —espeté indignado—. Yo creo que te verías genial con un cosplay de Miku. Tienes bonitas piernas, la falda te quedaría genial.

—¿Tú crees? Tengo estrías en los muslos —suspiró Lucas, mirándose las piernas con tristeza.

—Ni se notan, amigo. Pero puedes exfoliar esas partes con café o azúcar. Y luego le pones cremita.

—¿En serio? Voy a intentarlo.

Luego de otro rato hablando sobre cremas para la piel y la injusticia hacia los cosplay varones siendo catalogados como "trapitos", cuando querer lucir hermosa y delicada como tu personaje favorito no tenía nada que ver con el travestismo.

En fin, salí del baño, e inmediatamente visualicé a Percy, parado en medio del pasillo, con la oreja pegada a la puerta de la habitación de Nico. Su semblante era todo concentración. Mi cabeza se echó para atrás por la sorpresa, y a continuación, empecé a caminar hacia él, casi de puntillas, atrapado por el secretismo de la situación.

A mitad de camino, Percy reparó en mí, y rápidamente alzó un dedo sobre sus labios en señal de silencio.

—¿Qué estás haciendo? —susurré apenas llegué a su lado, con las cejas en alto.

—No oigo que estén haciendo música —musitó, luego me miró muy serio— ¿Crees que estén follando?

Le di un golpecito en la parte trasera de su cabeza. Percy soltó un quejido, y finalmente se enderezó y desistió de su intento por oír gemidos obscenos o los sonidos inconfundibles del papapa. Me enfrentó con una expresión enfadada. Mi mejor amigo, como era costumbre, andaba casualmente sin camiseta, presumiendo de sus tatuajes y sus abdominales bien trabajados. Incluso con una mueca de disgusto torciendo sus labios, seguía luciendo sexy de una forma bárbara como los gladiadores justo antes de decapitar esclavos.

¡Qué maldito ser irresistible!, vociferé calurosamente en mi interior, al mismo tiempo que lo agarraba de la muñeca y lo arrastraba lejos de la puerta. Cuando pensé que estábamos lo suficientemente alejados para que alguien nos escuchara, lo solté, y volví a enfrentarme a sus enormes pectorales bronceados, digo ojos. Bueno, Jay, concéntrate.

—¿Y a ti qué te importa si follan o no? —lancé hacia él, fingiendo estar enojado.

—Pues deberían estar trabajando ya, ¿no es por eso que ese rubio fue contratado? —se defendió Percy, e ignoré el ligero tono de desprecio que usó para referirse a Will—. El tiempo que hemos esperado a Nico se está agotando. Nuestros fans ya deben estar hartos. Si seguimos sin sacar nada nuevo, para cuando volvamos, no tendremos ni un perro que nos ladre.

—Los fans ya nos han esperado por tres meses, podrán seguir esperándonos otro mes. Porque saben que la espera vale la pena cuando se trata de nosotros —coloqué una mano sobre su hombro, en un gesto tranquilizador—. No te preocupes. Y no los presiones.

Percy casi explotó por la indignación, lo supe por el leve temblor que recorrió todo su cuerpo en un instante. Sin embargo, antes de hacerlo, cerró sus ojos y para cuando los abrió, las olas tormentosas habían aminorado un poco.

—No lo hago.

—Sí lo haces. Eres demasiado exigente con todos, conmigo, incluso contigo mismo —chasqueé la lengua—. Y ya que estamos en todo esto del regaño, ¿no fuiste demasiado duro hoy con Will? Si no te conociera, habría dicho que estabas celoso. Pero ahora creo que estabas teniendo un ataque de envidia —Percy me envió una ceja de advertencia, pero yo continué, sin inmutarme—. ¿Fue demasiado doloroso, ver a Nico idolatrar, por primera vez, a alguien que no fueras tú?

—Bah. Es bueno que no hayas ejercido tu profesión —se burló—, tus conjeturas son tan malas que podrías haber perdido todos tus casos —alzó la barbilla, con un aire arrogante—. Tenía que entrometerme, ser la voz de la razón, al ver que nadie más tendría los huevos para decirlo. Es todo. Además, ¿conoce a Will hace una semana y ya cree que es genial? ¿Qué es esto? ¿Disney?

>>Y, después de todo, mi cara se verá mientras cantan esas canciones. Así que debo tener cuidado de que sean buenas. No quiero ser relacionado con algo mal hecho. Recordado por una mala canción y no como el mejor guitarrista de su generación. Esas se quedan para siempre, incluso mucho más que las buenas. No puedes culparme por estar preocupado.

—Lo sé, bro, lo sé —dije con voz conciliadora, y dejé caer un brazo sobre sus hombros para instarlo a moverse. Pronto, nos encontrábamos caminando hacia la habitación que compartíamos, balanceándonos un poco como si estuviéramos borrachos—. Solo digo, que tal vez pudiste ser menos rudo... La sinceridad sin tapujos no siempre es buena, mi guitarrista estrella.

—Deja de regañarme —soltó Percy, con un puchero a medio formar, y los ojos perdidos hacia el paisaje de campos verdes y árboles que se veían a través de la ventana abierta al final del pasillo—. Deberías agradecerme. Estoy cuidando la reputación de la banda. Nuestra reputación. Ganar fama es jodidamente difícil, pero una mala fama solo basta con una puta palabra. Y hay quienes nunca se recuperan de ello. No importa que tan amado seas, si la cagas, estás jodido.

—Todo saldrá bien —inicié con seriedad, puesto que era la primera vez que oía a Percy hablar de una forma tan severa. Él normalmente se reía y hacía bromas sobre cualquier cosa, incluso en el bar, cuando había estado poniendo en duda la credibilidad de Will y la decisión de Nico, lo había hecho sonar descuidado y a la ligera, como si estuvieran hablando sobre las desventajas de ponerle aderezo a la pizza. Solo ahora, mirándolo de cerca, podía notar lo verdaderamente preocupado que estaba de toda la situación. Sobre la banda estando en hiatus por demasiado tiempo.

Probablemente lo había estado desde hace meses, desde que Nico se había enfermado, pero se había mantenido callado para no empeorar su salud mental. Sin embargo, parecía que Percy se hallaba a punto de tocar su límite también. Estar ausente por un largo período de tiempo, siempre implicaba una significante (numerosa) pérdida de fans, y en los peores casos, podría tratarse de la ruina o el olvido total del artista en cuestión. Debías ser constante. Trabajar sin parar. Activo incluso en las redes sociales. De lo contrario, el resultado sería desaparecer como los Dioses Griegos en la película: "Furia de titanes".

Yo también estaba preocupado, pero trataba de distraerme con otros asuntos.

Estaba a punto de cambiar de tema, estirando la mano hacia el picaporte de nuestra habitación cuando, de pronto, el ruido de un motor distrajo mi atención, deteniendo mis movimientos. Percy frunció el ceño con curiosidad, y seguidamente, nos llevó a ambos hacia la ventana, para echar un vistazo. Se trataba de una camioneta gris de aspecto viejo, ingresando dentro del terreno hasta que se estacionó bajo la sombra de un árbol al costado del jardín delantero. Un momento después, una delgada y juvenil figura masculina se bajó del cubículo del conductor, con rizos marrones y tez clara. Sus movimientos eran nerviosos y creyendo que nadie lo veía, se echó un rápido vistazo al espejo lateral para arreglarse el pelo que se había levantado un poco con el viento.

No necesitaba verle el rostro para saber qué se trataba de Archie.

Instantáneamente, los ojos de Percy y los míos, se desorbitaron como dos bolas de goma que se inflaban al apretar. Pero lo que hizo que realmente sintiéramos nuestros cerebros escurrirse por nuestras orejas, fue verlo unos segundos después, extraer algo de la camioneta, y abrazarla contra su pecho como una abuela llevando un santo. Era el Stratocaster que había llevado en la mañana para mostrárselo. Y la estaba regresando.

Lentamente, Percy dirigió su mirada sobre mi cara, filosa como si quisiera abrirme el cráneo, zarandear mis sesos, y luego volver a cerrarlo rezando de que esta vez, pudiera funcionar con normalidad.

—¿Dejaste una guitarra de más de miles de dólares en una tienda de instrumentos al alcance de cualquier ignorante? —acusó, su voz entrecortada por la indignación.

—Uy, qué cosas, ¿no? —fue todo lo que mi brillante cerebro pudo formular, y acto seguido, retrocedí, y eché a correr hacia las escaleras

Bajé los escalones de dos en dos como un vendaval, cuando llegué a la planta baja, Leo acababa de salir del baño, con la frente sudada, una cara constreñida y una mano sobre el estómago. Un olor moribundo como de huevos podridos y queso rancia inundó todo el lugar inmediatamente, como un aire tóxico que podría pudrir los pulmones humanos más rápido que el tabaco.

Me tapé la nariz con una mano. ¡Olía peor que la caca de vaca donde mi rostro había aterrizado esta mañana! Antes de que pudiera decirle a Leo que fuera al doctor, en ese mismo instante, el timbre sonó.

—¿Quién es...? —inició, pero enmudeció abruptamente. Su cuerpo se inclinó ligeramente hacia adelante, y con una mueca de dolor, volvió a entrar en el baño con un portazo.

Unos segundos después, Teresa salió de la cocina, con desodorante de flores silvestres en mano, empezó a perfumar todo el lugar, lo que ocasionó que rápidamente el ambiente oliera a algo así como, caca tropical.

—Creo que lo empeoré... —murmuró Teresa tristemente, y entonces me vio, aún con la mano sobre la nariz—. ¿Es tu amigo el que vino? Hay una hamaca de hierro detrás de la casa, acabo de poner unos bonitos almohadones. Si es un amigo que aprecias, te recomiendo que lo lleves allí si no quieres que sufra esta tortura.

—Sí —le envié una sonrisa gentil—, gracias Tere.

Ella me envió un guiño, y luego, con un suspiro de cansancio, se marchó, probablemente a abrir todas las ventanas. Me di la vuelta, y me encaminé hacia la puerta, sintiendo mi corazón cada vez más que acortaba la distancia. De pronto, era tan ruidoso que tuve detenerme para colocar una mano sobre mi pecho, temiendo que saliera o explotara. ¿Por qué estaba tan nervioso? Parecía como si fuera a ver a la persona que me quitó la virginidad. Lo cual era al revés, lo que me hizo centrarme un poco. Por el bien de él, debía lucir seguro y no como un imbécil que se arrepentía de lo que hizo.

Y yo no me arrepentía. Sin importar las consecuencias, en realidad no lo hacía.

Abrí la puerta lentamente, la otra cosa que no sabía su nombre pero estaba hecho de alambre y parecía detener a los mosquitos, ya estaba fuera de camino a un lado, por lo que me encontré frente a frente con Archie. El chico había estado observando sus pies, agachado como un perro recién regañado. Sus grandes ojos, rodeado de largas pestañas, me miraron directamente por un instante antes de que se sonrojara salvajemente y apartara la mirada. Alternando entre mirar mis hombros, luego el piso, luego mis hombros otra vez hasta dejarlos sobre la pared.

Estaba hecho un lío, y yo no estaba en mejores condiciones. Estaba prácticamente en medio de un ataque de pánico. ¡¿Cómo se supone que debía actuar ahora?! ¿Fingir indiferencia? No, eso le haría sentir menospreciado. ¿Darle las gracias? Lo haría sentir usado. ¿Lucir cool y despreocupado? Quizás piense que fue uno más del montón sin importancia. Demasiado serio podría asustarlo. Demasiado alegre sería incómodo. ¡Ahhhh!, ¡Harvard debió tener una clase para enseñar cómo manejar este tipo de situaciones!

Por otro lado, que guapo estaba. ¿Era posible que su belleza aumentara desde las pocas horas que nos vimos? Su pelo lleno de rizos como resortes seguían provocándome un enorme cosquilleo para tocarlos. Se había cambiado la ropa, y usaba bermudas, que dejaba al descubierto unas delgadas piernas de apariencia suave y sensible, como si nunca hubiera hecho ejercicio. Por supuesto no había crecido mágicamente, la línea de su visión seguía estando muy por debajo de la mía, a la altura de mis hombros.

—Hola...

—Estoy aquí...

Ambos habíamos hablado al mismo tiempo. Genial. Archie carraspeó suavemente, y sufrió uno de sus tics, del cual ya me estaba familiarizando, que consistía en hacer parecer que sus pestañas saldrían volando de tan rápido que las movía.

—Por las prisas... —su voz sonó muy aguda, y se sonrojó más profundamente del bochorno. Volvió a intentarlo—: Por la interrupción de mi amigo cuando, nosotros... ¡Y tu rápida huida! Olvidaste tu guitarra en mi tienda —entonces estiró los brazos, entregándomela. Aturdido, la sostuve por inercia. Inmediatamente, Archie soltó el aliento, luciendo aliviado, como si hubiera llevado una enorme carga sobre los hombros. Continuó—: No tenía tu número. Pero no quería que pasara un día sin que volviera a su legítimo dueño, para que no hubiera malentendidos. Es una guitarra muy valiosa, por lo que entendería si pensaras que intenté quedármela o algo así, así que...

—No, no. No tuve tiempo de pensar en nada parecido —me apresuré a explicar, con una sonrisa nerviosa— porque lo olvidé totalmente, hasta que te vi llegando con ella...

—Oh —soltó Archie sorprendido, y entonces murmuró—: De igual modo. Me disculpo por las molestias que pude haber causado por llegar sin avisar.

—No las hay —devolví tímidamente, mientras sentía una extraña opresión en mi pecho, causada por escuchar Archie hablarme de manera tan formal y distante. Por alguna razón, aquello me dolía tanto o peor que cuando Percy me hacía la ley del hielo. Entonces, caí en la cuenta de que seguíamos de pie en la entrada, donde alguien podría vernos u oírnos, y dificultaría la situación —Ven conmigo —le dije, y agarré su mano después de dejar la guitarra en el suelo, tomando por sorpresa a Archie.

Nos dirigí hacia la parte trasera de la casa, donde una hamaca hecha de hierro con almohadones afelpados de color rojo, había sido instalada, dando la espalda a un campo extenso de césped verde y amarillo, con el bosque frondoso en el horizonte a varios kilómetros. No hacía tanto calor porque había un árbol de mangos en el lugar, ancho y alto como si hubiera visto crecer toda una generación de los Valdez. Solté la mano de Archie, y me senté sobre uno de los almohadones, y estiré las piernas y los brazos solo por hacer algo.

—Ohhh, este lugar se siente más fresco que dentro de la casa —me reí torpemente, y miré al árbol—. ¿Cuándo crees que den frutas?

Archie no contestó. Se limitó a observarme en silencio desde su lugar, con una expresión indescifrable que me puso nervioso por algún motivo. Pero después de un rato, decidió acompañarme en la hamaca, sentándose con la espalda muy recta, las manos entrelazadas sobre el regazo y la mirada seria hacia la distancia. Por un momento, las sombras que creaban sus pestañas sobre sus pómulos desvió mi atención, haciendo que olvidara todo lo demás. Hasta que habló:

—Así que, ahora viene la charla, sobre por qué lo que hicimos estuvo mal pero no debo sentirme culpable por ello —giró la cabeza, dándome una expresión franca.

Tragué saliva. Realmente no podía descifrar a este chico. Por momentos parecía ser tan tímido y fácil de avergonzar, luego decía este tipo de cosas tan demoledoramente directas que me dejaban temblando como un niño de siete años, de vuelta temeroso por las repercusiones de mi madre después de haberla desobedecido por primera vez. Honestamente, quizás era incluso más peligroso que ella.

No sabía cómo proceder, lo cual era irónico, puesto que siempre había sido el encargado de manejar las charlas incómodas dentro del grupo frente a los reporteros y entrevistadores más aterradores del mundo de la farándula. Pero ahora mismo, parecía que los roles habían sido intercambiados, y Archie había pasado a ser el adulto de mirada fría y palabras crudas, y yo el diminuto adolescente, a punto de echarme a llorar para evitar una inminente ruptura con mi novio mayor.

—Yo... ah... Eso que ocurrió...

Bravo, Jason. Rey de los elocuentes y letrados. Sin embargo, Archie me dio una dulce sonrisa comprensiva.

—No te preocupes por lastimar mis sentimientos, señor Grace —dijo—. Sabía que no habría otra oportunidad como esa en mi vida, por lo que aproveché cada segundo del momento, y me comporté de una forma tan... —Se sonrojó— descarada.

—Puedes llamarme Jason —solté sin querer, aunque estaba congelado y no podía pensar en nada más.

Archie lució verdaderamente escandalizado, como si acabaran de decirle que debía robar las pantys de la reina Isabela. Negó vehemente con la cabeza, haciendo saltar adorablemente sus rizos como si tuvieran vida propia.

—No podría, no soy nadie para hacerlo.

—No estoy de acuerdo —murmuré débilmente, y miré las agujetas de mis tenis, antes de volver la cabeza a él de nuevo—. ¿Dijiste que sabías las razones?

Él asintió.

—También quiero que sepas, que no voy a acusarte, ni hablaré de lo sucedido con nadie. Espero que confíes en mis palabras, a pesar de que no me conozcas.

—Si no fuera porque tienes dieciséis... —balbuceé.

—Ese halago es suficiente para mí —señaló Archie, asintiendo satisfecho—. No actuaré de forma caprichosa. Me gustas. Pero conozco tu posición y lo que arriesgas. ¿Cómo podría?, soy tu mayor fan. De todos modos, aunque la edad no fuese un impedimento. Sé que a los famosos no les gusta el compromiso. Si me mandaras a volar por otra razón, lo hubiese respetado igualmente.

—Eres demasiado bueno —murmuré con pena—. Por favor, perdóname por haberte perseguido como un viejo pervertido.

—No lo haré —Archie deshizo las arrugas de su ropa, y volvió a entrelazar las manos sobre su regazo, recto, como un chico esperando las notas del profesor—. Me alegra que lo hayas hecho. Sin importar qué ahora ya no nos volveremos a ver.

Bueno, se suponía que debía sentirme feliz. Archie estaba facilitándome todo, hablando por mí, y asegurándome que no habría problemas en el futuro. Pero me sentía triste, desamparado por alguna razón, y abandonado como si se hubieran olvidado de mí en el supermercado. Sólo quería que la herida que estaba sintiendo fuera atendida con una curita, una con forma de Archie, lo cual era imposible.

Porque era menor de edad, y yo más que nadie, sabía las consecuencias de quebrantar las leyes. Es decir, era irónico, casi como un chiste cómico de un ser superior al que le pareció realmente divertido ponerme contra la ley cuando se suponía debía protegerla. ¡Maldita seas, sea quien seas! Maldita, porque solo una mujer podría pensar en algo tan ruin!

Poseído por algo, dije:

—Entonces, lo nuestro, ¿de verdad no sucederá otra vez?

¿Por qué demonios dije eso? ¿Estaba idiota? ¡Pasaba demasiado tiempo con Percy! ¿Necesitaba hacer otro diplomado en Harvard?

Archie ladeó la cabeza, sus ojos brillaban con algo de esperanza, haciéndome sentir realmente como el ser humano más despreciable del mundo.

—¿Puede haber otra? —preguntó en un susurro.

Tomé una pausa antes de contestar, con voz abatida.

—No sería correcto.

—¿Aunque haya dicho que no te voy a acusar?

Solté un suspiro. Y pensé en mis amigos. En la banda. En Lucas. Y en el perro de Percy. Todos dependían de mí. Cada acción, cada error, caía sobre la banda y la destruía o la enaltecía. Mierda.

—Lo siento, Archie.

Una capa de tristeza empañó los hermosos ojos de Archie, pero era una tristeza resignada, puesto que ya había anticipado esa respuesta. Cerró los ojos, y cuando los abrió, estaban suaves como el chocolate. Y su sonrisa fue genuina.

—Te lo dije, ya estaba preparado. De hecho, tenía dos escenarios posibles —contó, alzando dos dedos—. El primero, era tú aceptando concertar más encuentros sexuales, eso me hubiese emocionado, por supuesto, y prometería guardar el secreto por mi más grande ídolo. El segundo era tú diciéndome que ya no volvería a ocurrir, lo que me haría sentir más admiración por ti. Eres una persona pulcra, señor Grace. Puedes echarme la culpa por no haberte dicho mi edad de antemano, porque... —volvió a sonrojarse, ¿cuántas veces este chico podía hacerlo?— Sabía que te detendrás si lo supieras, por eso...

—Espera un segundo —alcé una mano, con los ojos muy abiertos—. ¿Dices que omitiste la parte de tu edad a propósito?

Archie agachó la mirada, luciendo nervioso.

—Lo lamento, ¿estás demasiado enojado?

No respondí, por qué realmente no tenía palabras. ¿Estaba enojado porque Archie se adelantó a tener sexo conmigo antes de que pudiera preguntarle sobre su edad o estaba impresionado por las mañas de este niño con cara de santo pero mente filosa?

—Olvídalo, me lo merezco —solté al final, y me recosté agotado contra el respaldo de la hamaca, como si toda la energía se hubiera esfumado de mi batería interior.

Alrededor de un minuto, ninguno de los dos volvió a hablar, y en su lugar, disfrutamos del silencio bajo las sombras con parches de luz que provenía de entre las hojas del árbol. En el siguiente minuto, mi mirada se deslizó inconscientemente sobre el perfil de Archie, disfrutando de las bonitas líneas de su rostro, y el contorno de su boca voluptuosa, llamativa como un cartel rojo.

—Bueno —Archie alzó los ojos al cielo, y terminó sus palabras—, debería irme.

—Ah —pronuncié desmotivado, y sin pensarlo dos veces, dije—: Oye, tengo más guitarras en el sótano. ¿Quieres ver? —Archie apretó sus manos con fuerza, y luego unos segundos, caí en cuenta. Rápidamente rectifiqué—: ¡No!, en serio. Esta vez es en serio... No hay dobles intenciones.

Él dejó salir una bocanada de aliento, y me envió una mirada de soslayo, que brillaba con diversión.

—Quizás otro día —de pronto, frunció el ceño, sus labios temblaron con un gesto consternado—. Es decir, podemos vernos otra vez, ¿no? Como amigos.

—¡Claro! Realmente fui sincero cuando dije que me caes bien —entonces, estiré la mano—. Tu celular, ¿puedo?

Después de un rápido tecleo y guardarlo con el nombre de: "Mi ídolo estrella", le devolví su teléfono con cierta renuencia y una sensación de abatimiento. Mientras lo observaba volver a meter su celular en su bolsillo, mi mente empezó a trabajar a la velocidad de la luz para encontrar motivos y que se quedara por más tiempo. Al final, solo se me ocurrió apuntar hacia el bosque detrás de nosotros, informando con voz apagada:

—Por allá, hay un manantial bastante hermoso en el que Leo nos llevó hace días, ¿lo has visto?

Solo recibí un pequeño sonido de él, como si no le interesara en absoluto y solo estuviera siendo educado. Regresé el rostro en su dirección, y encontré que Archie se encontraba considerablemente cerca de mí, observándome fijamente con unos amplios ojos marrones. Había un rizo que estaba justo sobre su pestaña izquierda, a punto de entrar a su ojo y hacerle daño. Lo aparté distraídamente, y se supone que solo iba a hacerlo a un lado, pero de pronto no podía dejar de acariciarlo entre mis dedos, e inhalar el aroma afrodisíaco que parecía venir de él.

¿Por qué era tan difícil apartar la mirada de su rostro? ¿Por qué la energía cinética parecía crujir a nuestro alrededor siempre? Como una tormenta a punto de estallar. No recuerdo que hubiese sido así con nadie, ni siquiera con Percy, mi más grande crush y primer amor adolescente. O eso creía. ¿Iba a ser fácil olvidarlo? Solo sentía que separarme de él era como tratar de arrancarme un brazo o una pierna, demasiado doloroso para hacerlo por cuenta propia. Y no quería.

De pronto, Archie sujetó la mano que sostenía su rizo. Pensé que lo hacía para apartarme, pero en realidad, rodeó mi mano con las suyas, y estudió meticulosamente mis dedos, acariciando los nudillos y las demás articulaciones con una expresión de asombro, como si estuviera viendo algo tan delicado como valioso.

—Estos dedos son demasiado talentosos. Crean los mejores sonidos que he oído... —me miró a través de sus pestañas—, y pueden hacerme sentir mucho placer.

Madre Santa.

Antes de que pudiera repetir el mantra sobre "Aguanta por la banda", mi cabeza solo se movió por cuenta propia, como atrapado dentro de un hechizo y lo siguiente que supe fue que estábamos besándonos. Inclinando nuestros rostros para profundizar el beso, acariciando nuestros labios y mordiendo esquinas, como unos malditos perros hambrientos. Solo no podía parar, una vez que empezaba, mi cabeza solo actuaba en modo automático, embriagado y loco por continuar las placenteras sensaciones que le enviaba. Éste solo decía: "Continúa". "Dame más". "Delicioso". "Delicioso".

Mi mano rodeó el cuello de Archie, y le mordí el labio, provocando un gemido ruidoso en él, el cual, me trajo de vuelta a la realidad.

Me aparté de golpe. Oh, no. Lo miré. Tenía la boca abierta y muy roja por la fuerza de mis besos y mordidas. Su respiración estaba tan agitada que sus hombros se zarandeaban de arriba a abajo. Yo no estaba mejor que él. Mis oídos solamente podían escuchar el ruido de mi sangre vuelto loco y mi corazón bombeando como los tambores de Leo en pleno apogeo.

Quería decir; "Lo siento, de nuevo me dejé llevar". Pero entonces, Archie se inclinó más cerca, su mano aterrizó jodidamente cerca de mi entrepierna, sus dedos apenas rozando la parte hinchada de mis shorts. Levantó el rostro, y bajó sus párpados hasta ser rendijas. Seductor, endiabladamente seductor, me tentó con unos ojos llenos de lascivia, y una boca húmeda, puesta a disposición para ser devorada, como si gritara: "Por favor, cómeme".

Si Dios quiere que vaya a la cárcel, que así sea.

Me planté contra esa boca, incluso con más ímpetu que al principio. Estaba vuelto loco, los sonidos de succión de nuestros labios y sus pequeños gemidos embotaban mis sentidos. Luego tomé una breve pausa para descender hasta su cuello, donde utilicé mi lengua para lamer toda la piel que alcanzaba. Eso hizo temblar las extremidades de Archie, y suspirar contra mi cuerpo mientras ladeaba más el cuello para darme más acceso. Sus manos rodearon mis hombros, una de sus piernas se subió a mi regazo y luego fue voluntariamente a reencontrarse con mi boca.

Su lengua creó corrientes eléctricas por toda mi espina dorsal. Fue mi turno para temblar y suspirar. Dejé que tomara el ritmo, y disfruté de la sensación de mi lengua siendo acariciada por la suya, al mismo tiempo que mis manos se colaban bajo su camiseta, luego descendían y titubeaban sobre la pretina de sus bermudas para, al final, ceder a acariciar sus glúteos sobre la tela molestosa.

Quería quitarle la ropa. Llevarlo a mi habitación y lamer sus pezones, su vientre y su atractivo trasero. Quería introducirme en su interior, pero con él arriba esta vez, montándome para observar esos rizos rebotar de forma maravillosa. Era lo que había querido desde que lo vi por primera vez, y todavía sentía el ardor de cumplir ese deseo. Masajeé con más fuerza sus nalgas, uno de mis dedos trató de acariciar ese punto donde ya había conocido esa misma mañana y el cuerpo de Archie se arqueó deliciosamente contra mí.

Mis dientes mordisquearon su barbilla, y porque nunca podía estar mucho tiempo sin lamer nada, menos cuando tenía algo tan sabroso a la vista, empecé a pasar mi lengua por su mandíbula, luego por su cuello otra vez y cerca de su oreja volviéndola roja y enviando piel de gallina por sus brazos. Me concentré en un punto y comencé a succionar: lamida, succión, lamida, succión. Archie apretó los dedos sobre mis hombros con fuerza, se acercó a mi oreja y con una voz malditamente obscena, me llamó:

—Jason...

Solo mi nombre, rebotando dentro de mi cabeza haciendo eco. Me sentí caer en un remolino, solo consciente de la dulzura, suavidad y aroma de la piel de Archie contra mi boca, mis manos y mi cuerpo, listos para dejar rienda suelta a un instinto carnal. Lo besé otra vez con fuerza, tratando de fundirme en él, gimiendo contra sus labios de placer y gozo y entonces, por segunda vez en el día, la voz de Percy se coló entre ambos.

—¡Jason! —me alejé de súbito, y miré con ojos saltones, hacia la figura de Míster Tides observando incrédulo desde la ventana abierta del segundo piso. Percy se golpeó la cara y volvió a gritarme—: ¿Estás jodidamente tomándome el pelo? ¿EN SERIO? ¿DE NUEVO?

Respiraba con dificultad, como un puto caballo después de correr por millas, pero alcancé a decir, con sinceridad y emoción:

—¡Fui vilmente seducido!

Percy me miró con una expresión vacía, luego pasó a examinar a Archie: mejillas sonrojadas y regordetas. Un rostro adorable. Y grandes y lindos ojos marrones como los de un perrito asustado.

No hacía falta decir más.

Percy devolvió su mirada hacia mí, yo dejé caer mis hombros, derrotado.

—Me das asco, Grace —escupió mi mejor amigo, y acto seguido, cerró las ventanas con un estrépito.

Me giré hacia Archie indignado.

—¡¿Por qué todos asumen que soy yo el pervertido?!

Archie explotó en una carcajada sincera, seguramente por la tensión acumulada o lo hilarante de la situación. Su risa sonaba muy bonita, por lo que rápidamente olvidé mi enojo, y lo acompañé en su diversión. Lamentablemente, o afortunadamente, porque no sabía si podría contenerme por cuenta propia, ya no nos volvimos a besar.

Entonces, como un bote de agua helada cayendo sobre mí, me di cuenta de que, probablemente, ya no lo haríamos desde hoy. Realmente me sentí como destruido, pero como no había nada que hacer, como volver al pasado para ser un adolescente otra vez o hacerlo envejecer. Mantuve mis pensamientos tristes para mí, es decir, por la banda.

Archie se levantó un rato después, arreglándose rápidamente la ropa, y el pelo. Debería haberle dicho que tenía un chupón en el cuello pero... Simplemente guardé silencio.

—Me voy —dijo, dándome una sonrisa tímida—. Gracias por fijarte en un completo don nadie, y encontrar algo de bueno en mí.

Su sonrisa se extendió más, tan hermosa que se coló dentro de mí hasta entibiar mi corazón. Para luego romperlo en mil pedazos, cuando lo vi marcharse sin mirar atrás.

Soy un idiota.

No quería lloriqueos ni una escena pero... viéndolo irse de esa forma... como si no hubiera significado nada...

Suspiré, después de un tiempo, cuando mi miembro ya no estaba tan recto y rígido como el monstruo de Frankenstein, me levanté, y me encontré con Percy apenas abrí la puerta que daba a la cocina. Estaba sentado sobre una silla, con los brazos cruzados sobre el pecho como un padre estricto viendo a su hijo llegar borracho a casa. Y por primera vez, no pensé que fuera sexy. Estaba demasiado triste para sabrosearme a mi mejor amigo, ¿sería este el fin del bromance? Iba a llorar.

—¿Y bien? —exigió Percy, alzando una ceja.

Yo moví mis brazos a los costados, como un pingüino tratando de volar inútilmente. Igual de inútil que yo.

—Solucionado. No volveré a meterme con él.

—Eso no parecía lo que sucedía allá afuera —espetó, sarcástico.

—Era un beso de despedida —murmuré, y me froté la frente con los dedos. Realmente me sentía mal. ¿Así se sentía un corazón roto? Toda mi vida había pensado que cuando Percy finalmente confesó no sentirse atraído por mí, había sido doloroso. Pero esta sensación no se acercaba ni de lejos a como me sentía en el pasado.

Percy se levantó, y caminó hasta ponerse delante de mí. Con un rostro y tono que denotaba franca sorpresa, exclamó:

—¡Vaya!, ¿realmente te gustaba?

No dije nada, y en su lugar, decidí que quería ir a mi habitación y sentirme mal hasta dormir. Percy me siguió muy de cerca, y de vez en cuando, me daba pequeñas palmaditas reconfortantes en la espalda, claramente desesperado por saber que hacer para quitarme el mal humor. También sabía que era mejor dejarme en paz y no decir nada. Como muchas otras veces, yo solo me encargaría de levantarme hasta que estuviera bien, o fingiría estarlo hasta que realmente me lo creyera.

Cuando cruzamos la habitación de Nico y Will, esta vez escuchamos los inconfundibles sonidos del sexo. Percy masculló una maldición. Yo solo me deprimí.

—Qué envidia, no todos contamos con la misma suerte —dije, apoyándome en Percy como un borracho con el corazón roto.

La tarde estaba por acabar, los días se volverían largos a partir de ahora. Quizás a veces menos horribles con recurrentes mensajes de Archie. Una cosa tenía seguro, no tenía voluntad cuando se trataba de Archie, así que por el bien de la maldita banda, debía mantener la distancia.

Me pregunté cuánto aguantaría mi convicción. Ya empezaba a sentirla flaquear.

Amer lujuriosa: ¿Por qué no podemos hacer que cojan? :(

Amer razonable: No wey. Recuerda que hay una trama. Y hay que respetarla.

Amer lujuriosa: Pero yo quería que cojan :(

Amer razonable: Ya, ya. Sabes que... *espoiler*

Amer lujuriosa: Pero yo quería ahora ToT

*se cachetea así misma*

Hola, chicos ♡ espero que les haya gustado el capítulo. ¿Acaso será este el fin de Jason cogiendo a Archie?

Por otro lado, ¿qué opinan de la personalidad de este personaje? Archie.

Nos vemos pronto ♡ lamento la tardanza. Estoy leyendo la bendición oficial del cielo y voy por el volumen uno. Si me ven muy inactiva es por eso, ya que tiene 5 volúmenes jajaja y yo soy del tipo que enloquece hasta acabarlo y tardaré un poquito. Ya. ¡Gracias por leer! 

Psd: La próxima actualización es Instituto. 

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