23💀 Bienvenido a Piercinglandia.
De vuelta en el restaurante donde escuché por primera vez a Will Solace cantar en el escenario como los dioses del country. Me hallaba sentado en la misma mesa que había compartido con los miembros de mi banda la vez anterior. Pero ahora, los dioses me habían liberado de esas sanguijuelas castrosas, y en su lugar, me habían bendecido con la presencia del sexy cantante de country delante de mí, disfrutando de su almuerzo que constaba de pollo y puré, mientras yo había caído en el cliché italiano de comer espagueti.
En mi defensa, como yanqui naturalizado, reemplacé las albóndigas por rodajas de salchichas. Muy gringo de mi parte, ¿eh? Como sea.
No había dejado de mirar a Will ni un solo segundo, desde que habíamos salido de su casa, en todo el camino, hasta aquí. Y no era solo porque la camisa a cuadros color rojo que llevaba encima le sentaba de maravilla. Especialmente en la parte de los hombros, y los bíceps, y Madre di Dio, alguien tenía que hacer algo con ese botón desabrochado que estaba mostrando más piel bronceada de lo que era saludable. En serio, ese musculoso pecho debería llevar cinta policíaca de "Peligro, Extra Precaución".
Pero no era eso. En mayor parte. Estaba esperando que la presión visual hiciera algún efecto en él, para que finalmente me diera una respuesta, sobre la propuesta de escribir canciones juntos; sin embargo, no estaba funcionando. Estaba siendo espectacularmente ignorado. Si bien eso me regalaba un montón de tiempo jugoso para admirar todo su hermoso rostro, tanto como quisiera. Realmente necesitaba un veredicto, sin importar lo mucho que me gustaba que intentara distraerme,con una sexy sonrisita de medio lado y unos ojos tiernos como los de un cachorrito.
Como lo estaba siendo, justo ahora.
—Tenemos que hablar —dije, alzándole una ceja significativa.
Will soltó un largo suspiro cansino. Y la acción provocó que su impresionante pecho se hinchara ligeramente, haciendo destacar aún más, sus bien trabajados pectorales. ¿Pero qué diablos comían los vaqueros en Texas para lucir así? Ni siquiera yo, pasando tantos días en el gimnasio, y atiborrándome de proteínas para desaparecer mi genética esbelta, podía alcanzar ese nivel de músculos perfectamente marcados.
Lo odiaba tanto como me excitaba. Quería golpearlo tanto como pasar mi boca por todo su cuerpo. A veces recordaba a aquel chico de once años de la escuela; larguirucho, pequeño, casi anémico y sin los primeros dos dientes incisivos de su boca. Luego lo comparaba con esa versión adulta de él, y mi cabeza simplemente parecía abrirse a la incredulidad por los resultados de una pubertad muy favorecida.
—Ninguna conversación termina bien con esa frase —soltó Will, y por un segundo no comprendí de qué estaba hablando, hasta que recordé mis primeras palabras.
—De acuerdo —inicié, reprimiendo una sonrisa—. Entonces, debemos de seguir con la conversación de antes, señor Solace.
—¿Ahora soy el señor Solace? Me gusta como suena eso.
—Solo cuando hablemos de negocios y posibles concesiones comerciales —continué con voz divertida, a la par que agarraba el vaso con el jugo de mandarina sobre la mesa, y le daba un largo sorbo, sin dejar de mirarlo.
Los ojos azules de Will se veían firmes y deslumbrantes mientras intentaba, con todas sus fuerzas, sostenerme la mirada tanto como pudiera, hasta que, ya no pudo más. Sus pestañas descendieron sobre sus pómulos llenas de pecas y por unos segundos, sentí el impulso incontrolable de pasar mis dedos por aquellas finas y brillantes hebras, que se asemejaban a las delgadas siluetas que dejaban las luciérnagas a su paso. ¡Dios! ¿Hace cuánto que me gustaba tanto alguien para fijarme hasta el contorno de sus pestañas?
Will había terminado su almuerzo. Así que dejó los cubiertos sobre su plato, al lado de los restos del pollo. Lucía contento y satisfecho, y algo tímido, mientras se limpiaba los dedos engrasados con el mantel.
Estaba a punto de decirle que eso era muy sucio de su parte, cuando de improviso, observé que ponía un codo sobre el borde de la mesa y como si mis ojos fueran unas bestias hambrientas, éstas se lanzaron automáticamente para contemplar la forma maravillosa en que la manga de su camisa se ceñía sobre su bíceps flexionado. De pronto, el contenido de mis pensamientos eran aún más sucios.
Joder, hombre. En serio tenía que dejar de distraerme con la musculatura de su cuerpo. ¿Pero qué me sucedía? No era la primera vez que veía a un hombre atractivo. Además, éste tenía ropa, por lo que debería de ser menos tentador.
—Ni siquiera sé por dónde empezar —comenzó Will de repente, devolviéndome a la realidad. Apoyó su mentón sobre la palma de su mano, y empezó a darse golpecitos en la barbilla con los dedos. Sus ojos se distrajeron hacia el exterior del local—. Así que te diré lo mismo que a Jason aquel día en la fiesta. Por qué mejor no contratan a algún escritor musical, con verdadero talento y experiencia para que los ayude. Hay demasiados escritores esperando por una oportunidad única como ésta. Nico, cualquiera estaría más que encantado por ayudarte.
—Pero yo no quiero a un escritor cualquiera —contesté de inmediato, frunciendo un poco el ceño— te quiero a ti, Will.
Atisbé el rastro de sorpresa iluminando sus ojos, y otro sentimiento que no logré identificar antes de que él la ocultara rápidamente con una expresión despreocupada. Al final, se limitó a encogerse de hombros.
—Tendrás que buscar a otra persona.
—¿Por qué no quieres darme tus canciones? —seguí insistiendo. Luego se me ocurrieron algunas razones, cortesía de mi cerebro pesimista, y el ligero e inconfundible pinchazo de dolor hizo acto de presencia—. ¿Piensas que voy a robártelas? ¿Es eso? ¿Qué no te daré ningún crédito? Jamás me atrevería a hacer algo así, y de todos modos, podemos hacer un contrato...
—No. Nico. Detente. —Él empezó a negar con la cabeza, con los ojos muy abiertos por la incredulidad—. Escucha un momento, ¿quieres? Escribí esas canciones... ¿canciones? Ni siquiera pueden considerarse eso —rodó los ojos— escribí esos garabatos cuando tenía trece años. ¡Quizás menos que eso! Lo único que conseguirás de ellos son un montón de burlas. ¿No decías que eres un cantante extremadamente orgulloso? Esos escritos no son nada parecido a lo que tú haces.
—¿Las escribiste a los trece años? —repetí boquiabierto. Luego solté un suave respiro—. De acuerdo. Eso sí golpeó un poco mi orgullo. Y mi autoestima —Will me envió una sonrisita divertida—. Pero volviendo a los escritos. Los he leído. Y si bien no tienen el mismo tono lúgubre que mis canciones y mensajes subliminales del más allá. La sensación es la misma. Es decir, como si las hubiera escrito un Nico más feliz. Un Nico aún con sueños y esperanzas, y sin un corazón roto pegado con súper cola.
—¿Te rompieron el corazón? —Will lucía anonadado—. ¿A ti?
"Percy Jackson lo hizo trizas con un rayador de queso y luego se lo lanzó a sus peces como aperitivo". Pero lo que dije fue:
—¿Es tan difícil de creerlo? —Sonreí algo incómodo, pasando una mano detrás de mi nuca. Will dio una suave sacudida a su cabeza, como si la idea fuera demasiado abrumante.
—Es que luces tan... intocable —terminó, estudiándome con una larga mirada azulada.
Las comisuras de mis labios se elevaron levemente. Recuerdos donde sufría y agonizaba por un amor no correspondido empezaron a atacar tras mis párpados, pero los censuré rápidamente con una voluntad férrea. Este no era momento para pensar en el innombrable.
—Sí, bueno... ¡No me cambies el tema! —Lo reprendí—. Mira, es cierto que he estado considerando comprar algunas canciones. El tiempo pasa volando y hay personas presionándome para que escriba y los entiendo, nuestra carrera está en juego. Pero cuánto más me presionan, cuanto más pasa el tiempo, menos puedo escribir una sola estrofa. Y llámame egocéntrico, egoísta o arrogante, pero odio la idea de darle a un extraño, la satisfacción de usar sus canciones.
—Lo dije, eres demasiado orgulloso —Se mofó Will, sonriendo de medio lado.
—Lo soy, demándame —me encogí de hombros—. Pero en serio, no soporto la mera idea de alguien fanfarroneando a mi costa. Sintiéndose superior a Ghost king por un par de letras. Creyéndose importante gracias a mí. ¿Me explico? —finalicé, ladeando la cabeza.
La hermosa sonrisa de Will aumentó.
—Eres adorable —se limitó a decir, y sentí mis mejillas calentarse un poco—. ¿Y qué hay de mí? Estás apostando demasiado, ¿sabes? Ni siquiera me conoces.
—Conozco lo suficiente —rebatí—. Puedo permitirte compartir el crédito y las ganancias, porque lo mereces. Le he echado un vistazo a lo que has escrito. Me gustan. Te has ganado mi respeto, y por eso puedo verte como a un igual.
Will no respondió. Parecía haberse quedado tieso de la impresión. Se limitaba a escrutar mi rostro muy detenidamente, como buscando un quiebre en mi expresión que delatara que estaba jugando con él. Pero no la encontraría, porque yo estaba hablando totalmente en serio.
Había visto solo un ápice del talento de Will y me había dejado anonadado. Dejar mi vanidad a un lado y hacer esto valía la pena. Él valía la pena.
—Además, Leo confía en ti —añadí, después de un largo silencio. Will dio un respingo de sorpresa, y seguí hablando antes de que me interrumpiera—. Él fue el primero en sugerir sobre escribir contigo. Mucho antes que Jason —hice una mueca cuando mencioné a ese pervertido, pero rápidamente lo despaché al fondo de mi mente—. El punto es que, aunque Leo es un idiota, o finge ser un idiota. Es un excelente compositor y músico. Es el encargado de que todo suene y se mezcle bien. Las guitarras, el bajo, la batería; él lo une todo de forma armoniosa y es el que crea el arte, con su oído super dotado.
>>Nunca le digas que dije esto y si lo haces, lo negaré hasta la muerte: Leo es el miembro más importante de la banda. Irónicamente es el que más pasa desapercibido, pero sin él, no seríamos nada —solté una rápida respiración. Luego volví a centrar mis ojos en Will, quien aún no se desprendía de su expresión estupefacta—. Leo dijo que eres bueno. Y yo le creo.
El pecho de Will volvió a hincharse maravillosamente, cuando tomó otra honda inhalación. Seguidamente, sus ojos se movieron distraídamente hacia el mostrador del restaurante, donde las camareras vestidas con shorts pequeños y camisas atadas sobre el ombligo, conversaban y soltaban pequeñas risitas disimuladas. Giré mi rostro en aquella dirección. Una de ellas aprovechó el momento y alzó una mano de dedos danzarines para enviarme un saludo.
Agregando una sonrisa amable, imité su gesto y se lo devolví. Al instante, la chica y sus amigas reaccionaron con efusividad, como si su cantante favorito les hubiera saludado... Lo que... suponía había sido el caso. Regresé mi atención a Will, preparado para recibir una broma burlona de su parte. Sin embargo, él se hallaba cabizbajo mirando su plato vacío, mientras sus dedos acariciaban el mango del tenedor, como si se tratase de un cubierto mágico del que saldría un genio y le concedería el deseo de escapar o desaparecer de aquí, quien sabe.
Luego de unos segundos que parecieron eones, finalmente habló:
—No lo sé. Hay demasiado en juego. Las críticas pueden ser devastadoras y la pérdida de fans igual. —Me observó, con la preocupación aflorando de sus orbes cual rayos ultravioletas—. Pueden destruirte por mi culpa.
—Si sucede. Será mía también —dije con suavidad, sosteniendo su mirada sin ningún rastro de indecisión—. Porque lo haremos juntos. Ambos compartiremos la carga de un éxito abrumador, o un fracaso inminente. Pero no ocurrirá. Conozco mis capacidades y he visto los tuyos, y ya sabes lo que piensa Leo también. Y, Will... —dudé en decirlo. Era un impulso que no sabía si era correcto seguirlo, pero tal vez era la clave que necesitaba ahora mismo para convencerlo. Sin pensarlo más, me lancé de cabeza de vuelta al pasado y solté—: Yo te lo debo.
—¿Qué? —Will se quedó patidifuso.
Agaché la mirada y la fijé en su cuello. Mala idea, me dieron ganas de besarlo. Cambié mi atención en un punto por encima de su hombro y empecé a contar:
—Hace años, cuando íbamos a la misma escuela. Hubo aquel concurso para el teatro... en el que debíamos cantar...
Will empezó a abrir los ojos como platos y luego negó con la cabeza desesperado. Me callé abruptamente cuando sostuvo una de mis manos y las apretó entre sus dedos. Mi corazón saltó ante el gesto, hizo una voltereta y después decidió enloquecer dentro de mí pecho haciendo una fiesta de heavy metal. Miré a Will tragando saliva.
—No. No hablemos de eso, por favor —pidió, tiñendo sus palabras de urgencia—. Tú ganaste ese día...
—Y te enojaste conmigo —continué decidido— luego me esperabas en aquel árbol para tener una pelea...
—Por favor —Will soltó mi mano (me sentí algo desilusionado) y se frotó el puente de la nariz con fuerza—. Te lo ruego, no me recuerdes las estupideces de mi yo adolescente de hormonas alborotadas.
—De acuerdo —solté una risa amarga—. Pero solo por esta vez —me mordí el labio, y luego de un rato volví a preguntar—. ¿Entonces...? ¿Te arriesgas a intentarlo conmigo, señor Solace? ¿Con el famosísimo Ghost King?
Will bufó con sarcasmo.
—Desearía que te refirieras a otro tipo de riesgo —susurró, con los ojos decaídos.
Supe de lo que estaba hablando en ese instante. Mi corazón hizo una cosa toda rara en mi pecho y luego sentí como que me mareaba un poco, y tenías ganas de juguetear con mi pelo cual niña de trece años frente a su crush.
"Ay, por favor basta, Nico", me advertí a mí mismo. Pero luego otro impulso alocado hizo que mis labios volvieran a formular más palabras. Unas que deseaba no arrepentirme en el futuro.
—También podemos intentar eso —dije en otro susurro, y aparté la mirada cuando él alzó la suya para contemplarme con una expresión que, supuse, era de felicidad o algo así.
Sentí que mi cara se ponía cada vez más roja, esperando una respuesta que jamás parecía llegar. Finalmente, justo cuando pensé que había dicho la peor estupidez de mi vida entera, Will contestó:
—Está bien —Alcé el rostro sin ocultar la mezcla de incredulidad y entusiasmo que me embargó. Estaba a punto de preguntarle si accedía a los dos riesgos, o solo a uno, cuando Will alzó una mano para pedirme una pausa—. Espera, aún debes conversarlo con tus amigos, ¿recuerdas?
—Oh. Descuida, ellos aceptarán lo que yo quiera —sonreí con socarronería. Acto seguido, saqué el celular del bolsillo delantero de mi short y miré la hora—. Son casi las doce —fruncí el ceño— ellos ya deberían estar aquí.
—¿Sabes qué están haciendo?
—Leo debe seguir en el orfanato. Cuando les conté a Frank y a Hazel lo que me dijiste sobre la beneficencia... sí, ejem, ups. Frank dijo: "Ver para creer". Así que deben de haber ido allí también. Percy fue a conseguir recuerdos del pueblo y Jason dijo que iría a "visitar" —formé comillas con mis dedos— a Archie, el chico muy probablemente, muy ilegal. ¿Sabes algo de eso?
Will soltó una suave carcajada que sonaba tan dulce como lucían sus labios.
—Siempre he creído que Archie es mayor de edad, pero ahora que lo dices... —levantó un hombro— no estoy seguro.
El mal presentimiento se asentó en mi estómago. Me dirigí al contacto de Jason y lo marqué para una llamada. Los timbrazos empezaron a sonar consecutivamente... Jason no contestaba y el buzón de voz saltó.
—¡Qué raro! —dije, sarcástico.
—Puede que solo estén hablando —probó Will, sin lucir muy convencido de eso— Puede que... ¿estén almorzando juntos?
—La verdadera incógnita es, ¿qué exactamente están comiendo?
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Estaba devorando vorazmente los labios de Archie.
Los besaba desde hace media hora, pero todavía no tenía suficiente de ellos. Se sentían espectacularmente suaves contra mi boca. Sabían fabulosamente sabrosos contra mi lengua y me abrían aún más el apetito con cada bocado que robaba de él. A veces era desenfrenado, luego tierno y de vuelta fogoso. Nunca antes me había dejado llevar tanto por un beso, ni siquiera con Percy o con Nico. Podría pasarme horas de esta manera hasta desmayarme por inanición.
El paraíso existía y estaba en Texas, y Archie era el Ángel que me estaba dando la bienvenida a un sinfín de placeres celestiales.
Sus manos acariciaban a lo largo de mi tórax desnudo, iban de arriba a abajo, como si estuviera memorizando los trazos de todos mis músculos. Luego rodeaba mi espalda baja con sus brazos y metía las manos dentro de mis bermudas, para tocar mi trasero. No era la primera vez que él hacía eso, así que concluí que tenía algo con mis nalgas. No tenía ninguna queja al respecto, excepto que, el dolor en mis bolas se estaba volviendo realmente insoportable.
Introduje aún más los dedos en la entrada de Archie. Los tenía embarrados de aceite de aguacate que él había sustraído de un pequeño refrigerador dentro del local, así que se deslizaron en su interior con una facilidad encantadora, hasta que logré tocar el punto exacto donde hacía temblar a un hombre. Archie tuvo exactamente la reacción esperada: tembló, gimió, y arqueó la espalda contra la pared donde mi cuerpo lo estaba acorralando.
Esto de acorralar a chicos contra la pared, parecía estar volviéndose una costumbre.
—Jason —gimió Archie contra mi boca, y me aparté solo lo suficiente para poder disfrutar de la vista que me otorgaba.
A estas alturas, Archie ya se encontraba completamente desnudo delante de mí. Su camiseta roja estaba tirada en algún lugar de la habitación calurosa y sus shorts y ropa interior estaban desperdigadas en un montículo cerca de sus pies, junto con sus zapatos. Y Archie, ¡oh, Archie!, tenía un cuerpo tan bonito. Todo piernas, muslos, cintura estrecha y un abdomen ligeramente marcado. Las señales de su juventud estaban por todos lados. En la línea de su clavícula, en sus pequeños hombros y el pequeño brillo inocente de sus ojos que delataba su inexperiencia.
Aún así no se hacía para atrás. Su mirada era decidida, aunque temblaba por el miedo o... por el placer que mi mano estaba dándole a su miembro. Agaché la mirada. El pequeño Archie Junior entre sus piernas se veía apetitoso, pero lo había empapado completamente con aceite de aguacate y no estaba seguro de que fuera mi favorito... ¡Oh!, ¡¿qué más da?! Me coloqué sobre una rodilla, pero en lugar de pedirle matrimonio y sostener un anillo, cogí su miembro entre mi mano y lo metí dentro de mi boca, mientras mis dedos seguían penetrando en su interior.
Mmm... no sabe nada mal.
Me alegré de no haber sacado el piercing de mi lengua hoy, así que teniendo especial cuidado, empecé a pasar la pelotita metálica justo sobre su uretra. En respuesta, Archie golpeó su cabeza contra la pared. Y gimió lastimeramente, luego de que hiciera un suave círculo sobre la cabeza de su pene, y lo volvía a engullir hasta el fondo de mi garganta sin ninguna dificultad. Archie volvió a gemir y sus piernas temblaron como si tuviera frío.
—Voy a caerme —dijo, jadeando fuertísimo como si acabara de correr un maratón— deja que me sienta al menos.
—Puedes sentarte sobre mi cara —le contesté. Y si hubiese sido posible, Archie se habría puesto más rojo mientras ponía una expresión escandalizada.
—¡No voy a hacer eso! —exclamó. Luego se mordió el labio por un rato. Finalmente añadió—: Aún... aún no...
Juraría que vi fuegos artificiales en ese mismo instante. Y sin perder el tiempo, lo recompensé empezando a chupársela de nuevo. Me aseguré de rozar toda la extensión de su miembro con el piercing de mi lengua, a medida que movía mi cabeza de atrás hacia adelante. Estaba inspirado. Rezumbaba de adrenalina como si estuviera tocando sobre un escenario delante de diez mil personas. Era la misma sensación, la misma alegría y placer.
Cuando Archie terminó, tragué el salado fluido de su miembro y volví a ponerme de pie, sin sacar mis dedos de su entrada todavía.
Lo contemplé. Él parecía agotado. Mi pequeño Archie. Y solo era el comienzo. Se veía tan increíblemente atractivo que solo verlo se me hacía agua a la boca. Toda su piel estaba brillante de sudor y partes como el cuello, los hombros y los pezones, ahora poseían marcas de chupetones y mordiscos. Una cortesía de su servidor, Thunder Knigth.
Tragué saliva. No podía creer que simplemente verlo podía excitarme aún más. Pero él lo había logrado.
Aumenté la velocidad de mis dedos contra su próstata. Pequeños golpecitos que no sabía quién los estaba disfrutando más, si yo al ser recompensado de sonidos tan eróticos saliendo de sus labios o él, conociendo la vaga sensación de una superficial penetración. Archie tenía las manos apoyadas contra mis pectorales, respiraba con dificultad mientras el líquido lubricante se resbalaba por sus piernas, y formaba un pequeño charco cerca de sus pies.
Si así se ponía con solo probar mis dedos, ¿cómo sería cuando algo más grande se introdujera en él? Solo imaginarlo me puso más duro, tanto que ya empezaba a ser dolorosa. Ya no podía resistir más.
—¿Estás listo? —Le pregunté, acercándome una vez más hacia su cuello, para lamer toda la extensión de su piel hasta su clavícula, donde me concentré en besar mientras mis dedos golpeaban más duro su interior—. Creo que ya estás lo suficientemente dilatado... por favor, ¿puedo?
No escuché una respuesta, simplemente observé por el rabillo de mi ojo, las manos de Archie dirigirse hasta la pretina de mis bermudas, para empezar a bajarlos junto con mi ropa interior. De pronto, la emoción por su tácita aceptación fue tan potente que sentí como si me mareara, y por un momento temí por desmayarme allí mismo por una taquicardia. Me pregunté si Archie podía advertir de la velocidad de mis pulsaciones, o si solo lo ignoró mientras hacía un lado mis prendas con un rápido empujón de su pie.
Archie solo me miraba a los ojos. Parecía que el bochorno le impedía agachar la mirada. Le sonreí, y entonces mi sonrisa desapareció de súbito.
—Oh no... —me incliné para agarrar mis pantalones, saqué mi billetera y miré su interior esperando encontrar mágicamente un condón. Pero ya había gastado toda mi suerte consiguiendo a Archie desnudo hoy—. ¡No! ¡Oh, mierda! Soy un estúpido. Es cierto, se supone que quería evitar esto...
Archie me miró con un atisbo de preocupación en sus grandes ojos marrones.
—¿Qué ocurre? —Me preguntó, mirando mi billetera y mi cara alternativamente.
—No traje condones —respondí con pena.
—¿Y? —Archie frunció el ceño aún más confuso—. Somos hombres. No voy a quedar embarazado... —abrió los ojos como platos— ¡¿O sí?!
Solté una estruendosa carcajada cuando observé su expresión alarmada. Y acto seguido, después de tirar mi billetera de vuelta sobre mi ropa, me incliné para darle un largo y delicioso mordisco a su hinchado labio inferior.
Me relamí los labios después de eso, y mantuve mis ojos clavados en su seductora boca mientras hablaba:
—No, claro que no, pero... —forcé a mis ojos a ver los suyos—. Puedes contraer una enfermedad... por mi culpa...
Archie se quedó callado unos largos segundos. Se encontraba rígido aún con mis dedos en su interior. Tal vez podían permanecer allí para siempre.
—¿Tienes una enfermedad? —me preguntó él, luciendo un poco preocupado.
No contesté, en su lugar, volví a coger mi billetera y esta vez, saqué una hoja doblada de su interior. Todo con una sola mano. Era realmente hábil, sí.
—Siempre me hago exámenes de ITS cada mes —comencé diciendo, observándolo leer el certificado médico que le había pasado—. Este es del mes pasado. Como ves, estoy limpio. Pero... he estado con personas después y...
—Yo soy virgen —me interrumpió Archie, volviendo a doblar el papel entre sus dedos y dejarlo suavemente sobre una caja a su lado—. Es decir, completamente virgen —se sonrojó— nunca he estado con ningún chico ni con una chica antes.
—¿Nada? —inquirí sorprendido.
—No —negó vehemente. Luego fijó sus ojos en mí—. Si tú confías en mí, yo confiaré en ti.
Inhalé temblorosamente. Me lancé contra su cuello, y volví a meter mis dedos en su interior mientras hablaba apresuradamente.
—¿Quieres decir qué...?
—Está bien por mí —afirmó Archie. Abrazándome con fuerza, como si quisiera que permaneciéramos siempre así. Mi estómago se sintió tibio como si acabara de tomar chocolate caliente.
—Eres tan hermoso —susurré con mi voz apabullante de emoción. Le acaricié el rostro con la palma de mi mano libre y luego levanté su mentón para implantarle un suave beso.
En un momento de duda, pensé que Archie tal vez accedía porque no tenía la fuerza para decirle que no a su ídolo. Pero el beso que me devolvió cuando junté nuestros labios, me dijo lo suficiente para saber qué quería ésto tanto como yo. Las manos de Archie alborotaron mi pelo, destruyendo el peinado de hombre recto con el que había venido. Lució extrañamente satisfecho por su labor. Luego, finalmente reunió el valor necesario para descender la mirada sobre mi miembro.
Archie dio un instintivo paso hacia atrás de la impresión. Su espalda chocó contra la pared y evitó que saliera huyendo despavorido. Sus ojos se quedaron adorablemente muy abiertos mientras un jadeo de sorpresa y shock, se escapaba de sus labios. Volvió a mirarme de golpe.
—Tú... ¿cómo...? ¡¿En serio tienes más piercings en el pene?!
Mi sonrisa creció lenta y perversamente, a la par que sujetaba mi pene y el suyo para juntarlos. Archie soltó un suave suspiro de placer.
Empecé a citar los accesorios de mi miembro:
—Dos frenum Ladder. Un reverse Prince Albert. Un pubic. Un ampollang. Y... creo que hay otro más.... Mmm.
—¡Madre mía! —exclamó Archie estupefacto, con un atisbo de miedo reluciendo en su mirada—. Pero... pero en el show de Piper, Leo dijo que no tenías ningún piercing en el miembro...
—Lo hice justo después de eso. Un grupo de fans estaban diciendo en todas partes que les alegraba que no tuviera piercings en el pene. Decían que no les gustaría eso. Qué no debía hacerlo. Así que lo hice. —Mi vena rebelde y completamente enloquecida saltó con el recuerdo, y mis siguientes palabras fueron dichas con un fervor tan intenso que, sabía estaba echando chispas de electricidad por mis ojos—. Porque a mí nadie va a decirme lo que debo o no hacer con mi puta vida. Nunca más. No más. Yo soy dueño de mi vida. Haré lo que quiera. Es mi derecho innegable.
Estaba temblando. Pero no era de placer.
Archie me estudiaba en silencio atentamente. Abrió sus jugosos labios para decir:
—Lo entiendo, pero, es solo... ¡Oh Dios! ¿Es que no hay un solo lugar donde no tengas un metal incrustado? Eres como el monstruo de frankenstein pero rubio, y mucho más guapo —agregó rápidamente, regalándome una linda sonrisa.
Exploté en una carcajada. Luego seguí riéndome desenfadadamente, cuando vi a Archie frunciéndome el ceño como si hubiera comprendido con la clase de loco con el que había ido a parar, pero que ahora ya no podía escapar. Oh no, ahora que lo tenía, no lo dejaría escapar por segunda vez.
—De todos modos, me encantan los piercings. He comprobando que dan un placer extra muy gratificante —canturreé, dándole una fugaz caricia a su miembro. Archie reaccionó moviendo sus caderas en mi dirección, pero dirigí mis manos para rozar su pecho—.Ya lo entenderás.
Acto seguido, saqué mis dedos de su interior, y rodeando la parte trasera de sus muslos con mis manos, lo alcé y lo estampé contra la pared. Las piernas de Archie rápidamente rodearon mis caderas con firmeza y sus brazos se aferraron a mi cuello. Con una sola mano, ubiqué mi miembro sobre su entrada. Los labios de Archie se entreabrieron a medida que me introducía con facilidad mediante la previa y larga dilatación que había hecho. Sus dedos se incrustaron sobre mis hombros, y jadeó con fuerza, abriendo los ojos con sorpresa.
—Oh... —susurró, con el placer inundando su expresión—. Ya entiendo por qué.
Entonces, con un último y suave desliz, con un maravilloso; húmedo y caliente desliz, estaba dentro de él, y el placer estalló dentro de mi cabeza, y me volvió loco. Se supone que no iba a hacer brusco. Él era virgen, tenía que hacerlo lento. Pero de pronto toda gentileza y amabilidad desapareció en mí, y en el siguiente segundo, antes de hacer que Archie se acostumbrara a mi tamaño; salí de su interior, y con una fuerte estocada que había puesto toda la fuerza de mis caderas, volví a penetrarlo profundamente.
A Archie se le escapó un gritito agudo. Y lució extremadamente avergonzado por ello. Se mordió los labios tratando de contener sus siguientes sonidos, pero en la tercera estocada, simplemente se rindió y se dejó llevar. Apreté la espalda de Archie contra la pared, llevé mi boca a su cuello para saborear la sal de su piel y entonces, me dediqué a clavar con mi miembro reiterada e ininterrumpidamente, las cálidas paredes de su interior.
Mi cabeza se nubló de placer. El mundo exterior había desaparecido y todo lo que existía era ésta persona atrapada contra mi cuerpo. Solo era un hombre siguiendo su instinto, buscando saciar su hambre carnal, con profundas y violentas embestidas. La habitación estaba repleta de cajas con instrumentos musicales, pero yo estaba malditamente seguro que, ninguno de esos instrumentos podrían crear sonidos igual o más maravillosos que los que Archie estaba soltando a centímetros de mi oído.
No, no había instrumento que pudiera superar sus gemidos. Necesitaba definitivamente grabarlos y luego crear música con ellos... mmm... Era una buena idea.
Archie soltó un grito especialmente agudo cuando mi piercing debió tocar su punto de placer. Su cabeza llena de rizos se inclinó hacia un lado y aproveché su indefensión para lamer toda la extensión de su cuello desde su clavícula hasta su lóbulo. El cual terminé chupando y jugueteando con él hasta cansarme y volver a atacar su boca.
El sudor caía de mi nuca y por mi espalda. Pero a Archie no parecía importarle esto. Sus manos acariciaban a lo largo de mis omóplatos y mi espina dorsal, en tanto solo se mantenía obedientemente abierto para mí. No era como que pudiera hacer otra cosa encarcelado entre mis brazos, como una presa que solo había aceptado su destino, simplemente se dejaba devorar.
Mi pecho vibraba con gruñidos de placer y estaba apretando sus caderas con tanta fuerza que sabía que le quedarían marcas por mi culpa. No me importaba, seguía queriendo que fuera más duro, más profundo y lamenté que no hubiera una cama en este lugar. Quizás la próxima vez... sí, en mi cama. Tendría que haber una próxima vez.
Me aparté lo suficiente para contemplarlo. Oh, era aún mejor a como lo había imaginado. Cada estocada que le daba hacía que sus hermosos rizos rebotaran en su cabeza. Como pequeños resortes que se enredaban los unos con los otros. Aún así, deseé verlos rebotando con más fuerza. Tal vez si él me montara... sí, entonces rebotarían aún más... Dios, necesitaba ver eso o moriría, pero no podía dejar de penetrarlo, porque si lo hacía estaba totalmente seguro que en verdad moriría.
Di otra estocada profunda y Archie gimoteó de forma lastimera, mientras introducía sus uñas en mi espalda y todo su cuerpo se estremecía como si hubiera recibido una descarga eléctrica.
Amer: Lo vas a matar perro.
Perdón. No pude resistirlo.
—¡Dios, sí! —Archie soltó una jubilosa carcajada sin aire— amo, amo, amo, esos jodidos piercings. ¡Los piercings mandan!
Sintiendo una felicidad inmensa. Me sumergí dentro de su boca con mi lengua entusiasta y dejé que él controlara la velocidad y la profundidad del beso. Agarró con la palma de sus manos mi rostro y me besó mientras soltaba jadeos aleatorios sobre mis labios. Nuestra respiración se volvía cada vez más corta a medida que aumentaba la fuerza y la rapidez de las clavadas.
Atrapé su labio inferior entre mis dientes. Le di un mordisco y luego pasé la lengua encima, provocándole otro temblor a Archie. Y luego estaba teniendo otro temblor, y otro, y entonces me di cuenta que en realidad había alcanzado el orgasmo y el líquido caliente que chocaba contra mi vientre, pertenecían a su miembro.
—Thunder Knight —susurró con los ojos cansados.
Y de pronto se acercó, para dejar un solo y diminuto beso en mi frente.
Terminé en ese momento. Y cuando perdí la fuerza en mis piernas, me dejé caer hasta el suelo, arrastrando a Archie conmigo hasta que quedó sentado sobre mi regazo. Al cabo de un rato, salí de su interior y Archie apretó los labios en una mueca dolorida.
—Lo siento... —comencé después de que mi respiración se hubiese normalizado— fui un poco...
—¡JASON GRACE, QUÉ HICISTE!
Archie soltó un chillido espectacular y más agudo del que Nico podría alcanzar en su vida, y se escondió inmediatamente detrás de mi espalda, temblando y tapándose con las manos mientras miraba por encima de mi hombro. Y en cuanto a mí...
Ay no.
Allí estaba mi mejor amigo, mi compañero de guitarra, mi hermano, mi casi esposo; mirándome a través de la ventana abierta con una expresión de absoluto espanto.
—¡Hey, bro! —lo saludé, con mi mejor sonrisa de persona que no acaba de desvirgar a un chico mientras me tapaba el pene—. ¿Buen paseo por el pueblo?
—¿En serio, Jason? —Percy se golpeó la frente con la mano—. ¡Te dije que mantuvieras tus manos lejos de sus nalgas!
Empecé a defenderme.
—¡Te juro que yo no quería! ¡Iba a disculparme y solo... y solo... ¡Él me atacó! ¡Fui vilmente seducido!
Entonces, al unísono, ambos miramos hacia Archie; quien se veía increíblemente adorable mientras intentaba taparse con su ropa. Sus bonitos ojos marrones estaban muy abiertos y asustados, y un lindo tono rosáceo cubrió sus regordetas mejillas.
Era la personificación de la pureza.
Percy me miró.
—Me das asco, Grace. —Intenté defenderme, pero rápidamente Percy volvió a hablar—. ¿Al menos le preguntaste cuántos años tiene?
Ah... Así que era eso lo que había olvidado. Jeje. Que gracioso.
—¡Claro que sí! —mentí, riéndome histéricamente—. Tiene dieciocho, es totalmente legal, ¿verdad que sí, querido Archie?
Percy y yo volvimos a mirarlo. El rostro de Archie empalideció unos dos tonos y con una voz diminuta, contestó:
—Yo... acabo de cumplir dieciséis el mes pesado.
Mi sonrisa se quedó congelada en mi cara.
—Me das asco, Grace —repitió Percy, y luego agregó—: Sabías que la edad de consentimiento en Texas hoy en día, es de diecisiete años. Si una persona menor de diecisiete entra en una relación sexual consensual y no violenta con una persona mayor de diecisiete, su pareja podría ser condenada por ataque sexual a un menor y forzada a registrarse como delincuente sexual por el resto de sus días.
—Lo Googleaste.
—Absolutamente —contestó Percy, mostrándome su teléfono donde tenía el Google con la información en la pantalla.
Justo en ese instante. La puerta empezó a ser aporreada y una voz enojada exclamó:
—¡¿Archie?! ¡Arnold Rice! ¡¿Dime que no estás ahí adentro con ese guitarrista pervertido?!
—Es Enrique —susurró Archie, mirándome aún más asustado—. No puede verme así. ¡No pueden vernos así!
—Definitivamente no puede —agregó Percy con otro susurro—. ¡Le dirá a la policía y entonces estamos totalmente jodidos como la mierda! Ay, Dios mío. Nico va a matarte, luego va a matarme. Me advirtió que debía vigilarte...
No seguí escuchando su parloteo. Por las vociferaciones enfadadas de Enrique Mendoza y porque estaba ocupado vistiéndome lo más rápido que mis miembros lánguidos post orgasmo, podían moverse. No me di cuenta de que me había puesto la camiseta de Archie por error, hasta que lo vi usando la mía. Me quedé momentáneamente embobado contemplándolo. Se veía tan tierno con mi ropa, la cual le quedaba holgada y tapaba completamente su trasero. Su manzana de Adán se movió con nerviosismo intentando arreglar algo de su pelo y su rostro. Pero todo él gritaba que había sido bien follado, desde sus labios hinchados, las marcas que se entrevían en el hueco del cuello y sus piernas húmedas por el aceite de aguacate.
Realmente tenía un aspecto tan juvenil. Pero jamás pensé que tanto.
Aún así, acorté la distancia entre ambos, para darle un rápido pero profundo beso, mientras introducía mis manos dentro de su abundante pelo de alocados rizos. Eran suaves y esponjosos como la lana. Suave y cálido como su boca.
—¡Rápido, Jason! —Me apuró Percy—. Por otro lado, ¡me estás siendo infiel delante de mis narices!
Lo ignoré. Finalicé el beso, pero dejé mis manos alrededor de su cuello y apoyé mi frente contra la suya. Centímetros casi inexistentes separaban nuestros labios. Mis pulgares acariciaron la línea de su mandíbula, tratando de memorizar la sensación de tenerlo tan cerca.
—¿Te estás despidiendo? —Me preguntó Archie con voz débil. Sus ojos se impregnaron de ansiedad. Y agarró lo que pudo de la camiseta que me había puesto, que me quedaba pequeña y ajustada—. Pero tienes que llevar...
—¡Archie! ¡Si no abres esta maldita puerta, la tumbaré!, ¿oíste?
—¡Solo estoy arreglando algo! —gritó Archie frustrado—. ¡Basta! Estoy solo.
Gentilmente, quité sus manos de mi camiseta. Él volvió a mirarme consternado, pero no insistió. Una gran tristeza se asentó en su rostro, y apretó sus puños a los costados de su cuerpo, como si de esa manera, se estuviera forzando a mantenerlas quietas.
Había tanto que quería decirle. Pero no había más tiempo. Me apresuré a salir por la ventana con un ágil salto y mis pies tocaron el césped amarillento del campo. Quería decirle un último adiós a Archie, sin embargo, solo pude quedarme observándolo con preocupación, como si estuviera dejando una parte fundamental de mi ser con él; antes de que Percy me jalara del brazo y me arrastrara hacia la derecha para correr silenciosamente detrás de los demás locales. Yo simplemente lo seguí en silencio. Tenía un feo nudo en la garganta.
Me sentía mal.
Me sentía sucio.
Pero no porque había follado con Archie. Aquello había sido lo más maravilloso de mi vida. Algo sublime que no podía poner en palabras. Nunca podría arrepentirme.
Me sentía sucio porque lo había abandonado. Como un imbécil que al conseguir finalmente el sexo, tiraba a su amante como si fuera una basura. Y él no merecía sentir eso. Probablemente él se estaba sintiendo usado en este momento. Había sido su primera vez y yo debería estar a su lado mimándolo y besándolo, asegurándole que lo que habíamos hecho era correcto.
Era un idiota. Sentí ganas de echarme a reír por mi cordura perdida. Aquí estaba, preocupándome por cómo se debe estar sintiendo él, en lugar de preocuparme porque me había metido con un menor de edad que podía meterme en verdaderos problemas si alguien me denunciaba. En serios problemas. No obstante, era difícil pensar en la ley que infringía, cuando él tenía un cuerpo tan bonito aún fresco en mi memoria, junto con sus magníficos gemidos aun cantando cerca de mis oídos. Mierda, ¿por qué debías tener dieciséis, mi dulce Archie?
De pronto, Percy se detuvo, y por inercia me lo quedé mirando.
—¿Qué sucede? —le pregunté, entonces seguí la línea de su mirada.
Una vaca que había estado pastando al lado de su ternera... se encontraba mirándonos con sus pequeños ojos negros de forma muy amenazante.
—Esa vaca luce sospechosa —comentó Percy, tieso como una estatua.
Me reí desganadamente .
—Sabes, sería gracioso que me atacara, porque le dije a Leo que si mentía sobre no meterme con Archie, pues que me embista una...
De improviso, la vaca soltó un mugido azorado. Y golpeó sus patas contra el suelo. Y bufó enfurecida.
—Tengo un mal presentimiento —dijo Percy con expresión vacía, y miró la ajustada camiseta roja que llevaba encima.
Muy roja.
—Ay no.
Algunos rumores aseguran que vieron al famoso Thunder knight ser embestido salvajemente por una vaca y salir volando como un superman rubio, para caer de cara sobre popo de vaca. Debo aclarar que esos rumores son totalmente falsos y que fueron alucinaciones provocadas por el caliente sol de Texas. Jamás fui embestido por una vaca, y jamás fui mordisqueado en el culo por una ternera furiosa.
¡La gente y sus habladurías!
⚡~~⚡~~⚡
¿Qué tal el lemon chicos? ¿Les gustó? 7w7 Yo sé que sí. Weno, creo.
¿Qué tal el cap en general? Me encantó escribir este capítulo, lo sentí bien refrescante y liberador. Siempre lo siento cuando escribo Rock. No debo pensar tanto como en sol, solo dejarme llevar como el buen Jason.
Ahora bien, ¿Jason terminará en la cárcel?
¿Archie volverá a tener otro cogidón extremo?
¿Se dan cuenta que a Jason le faltó algo? 7w7
Los quiero mucho y nos vemos en Sol. Psd. Se viene mi cumpleaños el 16 de junio. Espero mis regalos :3
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