20 💀¡Eureka! Tesoro escondido hallado.

Desperté por el calor. Acostado boca arriba, tenía los musculosos brazos de Will rodeando mi pecho y sus largas piernas entrelazadas con las mías debajo de las mantas color celeste, aprisionándome con firmeza como si hubiera temido que huyera de su lado a mitad de la noche.

Ese había sido mi modus operandi en el pasado; llegar, coger, irme. Podría haber seguido la misma rutina luego de acostarme con Will, no obstante, no había esperado que al acabar nuestro tercer round, terminase tan agotado que, apenas cerrar los ojos un segundo, me quedase completamente dormido. Y en otras circunstancias, me sentiría bastante enojado conmigo mismo por haber roto una línea invisible que juré jamás cruzar con nadie más, desde lo de Jackson. Sin embargo, no era lo que estaba sintiendo ahora mismo, mientras movía mi cuello a un lado para encontrarme con el hermoso espécimen que dormía a mi lado.

Es más, con un pequeño chispazo de temor, reconocí que, coger, dormir, y despertar a lado de Solace de ahora en más, bien podría convertirse en una nueva cotidianidad que no me molestaría en seguir.

La revelación de aquello, causó cierta inquietud que despertó viejas inseguridades dentro de mí al instante, pero la hice a un lado, y en su lugar, me concentré en disfrutar de la incalculable maravilla de admirar a Will Solace a solo centímetros de mi rostro. Se veía pacífico e irresistible, tenía la mejilla derecha aplastada contra la almohada, y sus largas pestañas del color del sol, se curvaban esplendorosas sobre unos pómulos repleto de pecas, cuya extensión parecían trazos de un cielo estrellado: inconmensurables y muy dorados.

Bajé la mirada hasta sus labios, hinchados, rojos y entreabiertos, y la visión de ellos me regresaron a los acontecimientos de ayer en la noche. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, cuando recordé cómo él los había utilizado para besar varias partes de mi cuerpo, y someterme a un universo lleno placer y gozo que ya empezaba a extrañar con una intensidad casi dolorosa, como un hombre hambriento desesperado por saciar su agónico anhelo, con la exquisita barbacoa que lo sacudían a centímetros de su nariz.

De repente, solo contemplarlo era suficiente, así que, teniendo cuidado de no despertarlo, me giré sobre mi costado y alcé una mano para acariciar con la punta de las yemas, la suave piel aterciopelada de su boca provocativa. El simple contacto provocó en mí, un acaloramiento casi incontrolable que despertó hasta la última célula de mi cuerpo que podría haber seguido dormida. Will se removió entre sueños, sus ojos se movieron inquietos detrás de sus párpados, pero los mantuvo cerrados mientras su pecho subía y bajaba con una especie de suspiro satisfecho.

—Mmm... —soltó un Will adormilado, a la par que sentía sus manos acariciar la parte baja de mi espalda— Sigue durmiendo. Aún es muy temprano.

—¿No tienes que ir a trabajar? —pregunté, pasando mi dedo ahora a su mentón, donde una barba incipiente empezaba a hacer aparición.

—Puedo faltar —contestó, mientras una suave sonrisa se asomaba sobre sus labios—. No todos los días tienes la suerte de despertar junto a una sexy estrella de rock.

Agradecí de que Will aún mantuviera los ojos cerrados para no ser testigo de la sonrisa tontuela que estaba irrumpiendo en mi cara, de otro modo, habría tenido ahogarlo con una almohada para que no corriera con el chisme de que el asombroso "Ghost King" en realidad todavía preservaba algo de sentimientos dentro de su alma muerta.

Impulsado por unas ganas diabólicas de cometer una travesura, me moví más cerca de él, y empecé a frotar mis piernas con las suyas cariñosamente, hasta que, mi muslo se topó con algo interesante, algo vivo y duro, que iba aumentando en tamaño con cada roce en el que ahora estaba colocando especial atención, para que esa "parte" de Will disfrutara de los verdaderos beneficios de despertar con una estrella de rock experimentada. Luego de un rato, un pequeño murmullo de placer reverberó dentro de su pecho, y sentí sus uñas rasguñar la piel de mi costado, para seguidamente hacer su descenso hasta aferrarse una de mis nalgas donde, de forma sigilosa, uno de sus dedos se dirigía hacia la unión entre mis piernas.

La punta de su dedo índice rozó aquella piel delicada e íntima que tanto tiempo había protegido, en tanto yo, con completa confianza; alzaba una de mis piernas sobre su muslo para brindarle más acceso y libertad de hacer lo que quisiera.

Con la respiración algo trabajosa, me agaché y capturé sus labios entre los míos, devorándolos como un vagabundo disfrutando de su primera comida en semanas. Lo besé. Lo mordí. Lo saboreé como si fuera hidromiel llenándome las venas de vitalidad y fuerza. Lamí su labio inferior hasta memorizar cada pliegue y forma. Y lo que era aún mejor, no estaba sonando ninguna inseguridad dentro de mi cabeza, ningún temor por ser rechazado, ningún recelo por ser engañado. Mi mano descendió dentro de las sábanas y sujeté con firmeza y alivio, su miembro que palpitaba dándome la certeza de que me deseaba, me anhelaba, tal vez casi tanto como yo a él.

Me subí encima de Will mediante un rápido movimiento, mis rodillas quedaron a ambos lados de sus caderas, mientras mis manos aterrizaban sobre las ondulaciones de sus marcados abdominales. Él me miró, con sus grandes ojos azules ya sin una pizca de sueño en ellos, oscuros, como vidrio empañado por la nube del deseo. No hubo necesidad de palabras, nos entendíamos como solo los músicos lo hacían a mitad de un concierto, con la complicidad de una sola mirada, para tocar la nota o el acorde adecuado en el momento justo. De esa misma manera, Will supo lo que quería, y con sus manos posadas sobre mis caderas, me ayudó a crear ese arte.

Mi interior aún seguía dilatado y resbaladizo mediante los encuentros de la noche anterior, por lo que el pene de Will entró sin ningún problema o dolor, hasta que estuvo completamente incrustado en mí como las piezas de un puzzle en perfecta armonía y encaje. Me mordí el interior del labio, y probé con un lento vaivén de caderas para presentarnos. Will jadeó inmediatamente con el primer balanceo, sus manos se apretaron con tanta fuerza contra mis caderas que supe que se me quedarían hematomas para el día siguiente. Pero no me molestó, la idea de obtener aquello, me resultó extremadamente sexy, aunque no tanto como lucía Will Solace ahora mismo debajo de mí.

—Siento que estás calificándome como un juez de feria lo haría frente a un caballo — dijo, deslizando una mano dentro de mi muslo interno en una suave caricia.

—Tranquilo —contesté, con un deje divertido en la voz—. Te has llevado el listón azul de primer lugar.

Will sonrió en respuesta. Una de sus manos agarró mi miembro después de un rato, y una descarga eléctrica cruzó mi espina dorsal, provocándome un temblor que me puso la piel de gallina. Detuve mi vaivén para concentrarme en su masaje, con mi cabeza ladeada hacia un lado y mis ojos cerrados; gocé de los movimientos de su mano y su pulgar haciendo círculos deliciosos sobre la cabeza de mi pene. Oleadas de placer recorrían todo mi cuerpo desde la punta de los dedos de mis pies hasta mi cuero cabelludo, solté un ruidito placentero, y al cabo de un momento, abrí lentamente mis párpados, con letargo.

Encontré a Will contemplándome desde su posición aún acostada, su expresión era cautivante y feroz, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo para controlarse.

—Muévete —ordenó, y la intensidad de su mirada no me habría permitido negarme aunque lo hubiera querido.

Coloqué mis manos sobre su vientre en forma de V, y al hallar soporte, empecé nuevamente a contonearme sobre su miembro. Primero de forma lenta y suave, con movimientos sensuales para alargar nuestra diversión, luego aumentando cada vez más el ritmo, con el deseo de alcanzar un pico más alto de placer hasta que empezara a taponarme los oídos. Mantuve mis labios entreabiertos, mi respiración salía en cortos suspiros a través de ellos, junto con uno que otro gemido rebelde que no había sido capaz de detener a tiempo. La sensación estaba volviéndome loco, y alzar los párpados y observar a Will debajo de mí, no ayudaba para nada a que la cordura volviera en mí.

Se veía jodidamente sexy mientras lo follaba.

Sus manos permanecían firmes sobre mis caderas, sujetándome como un instrumento, con extrema veneración y delicadeza, sabiendo exactamente qué punto de mi estructura debía rozar, apretar, embestir, para hacerme oír melodías angelicales en mis oídos y reverberar en cada una de mis terminaciones nerviosas como si fuera una cuerda musical, que por fin había hallado a alguien capaz de ejecutar perfectamente cada una de ellas.

Le envié una sonrisa lasciva, y gemí su nombre con una cadencia y ternura que jamás había utilizado. Lo vi reaccionar tragando saliva pesadamente, su manzana de Adán se movió con un zarandeo tembloroso, y su pecho se sacudió con un jadeo, cuando una de mis manos se estiró para sostener uno de sus pezones entre mis dedos. Tenía todo su cuerpo a mi disposición, ¿cómo iba a desaprovecharlo?

—Ah, sí —murmuró Will, incorporándose hasta llegar a una posición sentada. Cada palabra, fue un roce contra mis labios—. Definitivamente vale la pena faltar por esto.

Una carcajada desenfadada inundó la habitación, llena de alegría y regocijo. Me sorprendió descubrir que había sido responsable de ella. Me sentía ebrio, audaz, y sonreí ampliamente a la par que me agachaba para deleitarme de sus labios de nuevo, sin dejar de moverme un segundo. Su boca se abrió como un carnívoro sediento, y degustó mi lengua que se atrevió a acariciar la suya, mientras su mano aumentaba el ritmo de sus masajes sobre mi miembro, así como mi vaivén empezaba a convertirse en pequeños saltos certeros sobre el suyo. Y así, al cabo de unos minutos, ambos encontramos la liberación, y por un largo rato, cada rincón de mi mente la habitó Will, sin lugar para nadie más allí.

~~💀~💀~~

Pasado un tiempo, alrededor de las doce, decidí que ya era suficiente de fingir que vivía en un maravilloso y perfecto mundo donde, solo Will-abdominales perfectos-Solace existía para satisfacer mis deseos lujuriosos, y me levanté de la cama con un esfuerzo diabólico para ir a darme una ducha, con los restos de mis propios fluidos y los suyos, aún pegados a mis muslos y mi vientre.

Will se había ofrecido a limpiarlos, con una mirada apenada y casi entrañable, soltando pequeños murmullos de disculpas a la vez. Pero lo detuve, explicándole en un tono franco y serio, que disfrutaba de este tipo de "suciedad" sobre mí. La expresión que había puesto en respuesta a eso, se valió de otras de mis carcajadas a mandíbula suelta que se sentía como si me estuvieran expurgando el alma.

Odiaba darle la razón a ese maldito labios engrapados de Jason, pero estar con Will, verdaderamente me hacía bien.

De eso ya hace un rato, ahora volvía a entrar en la habitación de Will, completamente higiénico y fresco; llevando solo una toalla alrededor de mis caderas con las gotas de agua deslizándose alrededor de mis brazos y mi pecho. Me dirigí hacia la cama dejando una hilera de huellas húmedas de mis pies detrás de mí. Will aún seguía sentado en ella, y la espalda la tenía apoyada contra la cabecera. Había estado escribiendo algo en su celular, pero sus dedos quedaron suspendidos en el aire en el momento en que aparecí por la puerta, y su semblante adoptó un aire contemplativo.

Sentí su mirada como una suave caricia sobre mi cuerpo. Serpenteando desde mi rostro, cuello y pectorales. Examinando cada trazo y ondulación de mis abdominales, hasta que la toalla le obstruyó de mirar más abajo. Sabía que era atractivo, había estado por tres años consecutivos en el segundo puesto del hombre más hermoso del mundo, solo superado por Jackson; un montón de celebridades habían confesado sentirse atraídos hacia mí, miles de influencers, millones de fans, todos los días creaban contenido para alabarme y comparar mi apariencia como un Ángel del inframundo.

Pero todo aquello siempre lo había sentido vacío, un teatro que montaban para que siguiera trabajando como un esclavo para ellos. Para que siguiera haciendo música. Para que siguiera cantando y bailando como un bufón de su entretenimiento. Y aquí estaba Will Solace, y en el mundo de la fama no era nadie, sin embargo, ser el centro de atención de sus ojos azules, me hacían sentir privilegiado, como si fuera el hombre más increíble y apuesto del mundo. Llegué delante de él, al otro lado de la cama, y me senté con una pierna doblada debajo de mí.

—¿Alguna nueva novedad? — pregunté, haciendo un gesto con el mentón hacia su celular.

Will pestañeó varias veces como saliendo de un trance.

—Estaba hablando con Leo —contó, bajando la mirada—. Dijo que mi camioneta estaría reparada alrededor de las cinco. Al parecer, ahora mismo está ocupado, haciendo su acto de beneficencia en el Orfanato como todos los años.

—¿Qué Leo hace qué beneficencia? — Inquirí atónito, como si me hubiera dicho que Jason había comenzado el celibato.

—¿No lo sabías? — Will lucía sorprendido—. Cada año envía un gran monto de dinero para mantener en pie el Orfanato del pueblo— una cálida sonrisa se extendió sobre su faz— de no ser por él, ese lugar se habría convertido en un centro comercial desde hace años. Al alcalde no le importan los huérfanos, pero Leo conoce lo difícil de aquella vida de primera mano, por lo que siempre los ha ayudado.

Estaba boquiabierto, una nueva imagen de Leo Valdez que jamás pensé adquirir, se abría paso en mi mente, algo como... como una Teresa de Calcuta versión masculina y rasgos élficos.

—No tenía idea de eso —musité finalmente, negando con la cabeza—. Jamás nos lo dijo.

—No me sorprende —Will se encogió de hombros—. Sé que Leo puede parecer un gran charlatán, pero en realidad, nunca habla de lo que es verdaderamente importante para él. Es el tipo más reservado que conozco. Y siempre le ha dado vergüenza recibir demasiado agradecimiento y... —formó una mueca, pareció que quería golpearse la cabeza contra el cabezal de la cama— y... acabo de recordar que por eso se nominó como benefactor anónimo... se supone era un secreto... ups...

Nos miramos por un largo rato en silencio, después de un momento, fui el primero en romperlo con un pequeño resoplido que contenía una risa. Will simplemente sonrió, la forma sensual de sus labios, crearon una bonita curvatura al separarse; de pronto toda mi atención era para ellos, y antes de darme cuenta, estaba apoyando una mano sobre su muslo y me inclinaba para besarlo por centésima, o milésima vez en el día. Él me encontró a medio camino, y las palmas de sus manos sostuvieron mis mejillas, con delicadeza, pero firmes, cual cristal carísimo.

Mi mente se quedó en blanco. Todo era, suavidad, calidez, humedad y sensaciones estremecedoras en la parte baja de mi vientre; que no eran exactamente ansias desesperadas por un descontrol lascivo, era más bien, como el deseo de querer pertenecer a algo, de crear algo, de saciar algo como...

—Tengo hambre —susurré contra su boca, y antes de que su sonrisa se volviera maliciosa, aclaré—: de comida.

—Ah —se vio ligeramente decepcionado—. Tenemos tu camioneta, podemos salir a comer, o puedo cocinarte algo aquí.

Me aparté de su rostro, y le di la espalda para empezar a buscar las piezas de mi ropa, que estaban desperdigadas por todo el suelo junto con las de Will.

—No te ofendas, pero me gustaría salir a comer —inicié, agarrando la prenda que estaba más cerca de mí: la camiseta—. Me he pasado la mayor parte de los últimos años encerrado en mi casa, o saliendo con gigantescas gorras y gafas de sol del tamaño de tocadiscos. Estoy harto. —Sentencié, vistiéndome con cierta rabia—. Para variar, quisiera aprovechar el poder salir, sin que la mitad de las personas del lugar quieran arrancar un trozo de mi cuerpo.

—Estoy seguro de que más de una persona de este pueblo quiere un trozo de ti para conservar —rebatió Will, divertido—. Incluyéndome.

Mi mano se detuvo a medio camino de agarrar mis bóxers, sorprendido, del brinco que había dado mi corazón al oírlo. Carraspeé antes de hablar:

—Bueno, pero al menos han tenido la amabilidad de contenerse en hacerlo.

—Cierto —concedió Will, y sentí su peso abandonar la cama para ponerse en pie, completa y gloriosamente desnudo. (Por supuesto me giré al instante para admirarlo)—. Iré a bañarme, luego podremos salir. ¿Qué te parece el mismo restaurante de la otra vez?

—Suena bien.

—Bien, es una cita —de golpe, todo su rostro se tornó rojo y brillante como un arándano, tenía los ojos abiertos de par en par, y empezó a titubear acongojado— no... es decir... perdón... uhm...

Le di la espalda nuevamente, y me agaché para coger mi ropa interior.

—Eso, también suena bien —dije, con voz calmada.

Oí a Will tragar aire detrás de mí, como si hubiera estado conteniéndola por largo rato. Traté de aparentar toda la serenidad que podía en tanto me ponía mi ropa, pero tenía los nervios a flor de piel, y las piernas me temblaban como si fueran de goma; y no sabía si era a causa de tanto sexo o por otra razón que no quería admitir. Honestamente, no sabía cómo diablos le había contestado hace rato sin que mi voz hubiera salido una octava más aguda de la normal. Él debió haber notado que me fallaba la voz, sin embargo, si lo hizo o no, se lo guardó para sí.

—Yo... —balbuceó, y carraspeó con fuerza—. Sí. Bien. Volveré... enseguida. Ya vuelvo.

Se fue después de eso, tambaleándose hacia la puerta como un borracho y chocando su hombro contra el marco de esta al cruzar. Se oyó un quejido adolorido proviniendo del pasillo, y luego la puerta del baño cerrarse con cierta fuerza. Y entonces, completamente solo, me tiré de espaldas sobre la cama, y solté al fin, todo el aire de mis pulmones con un exagerado resoplido. "¡Agh!, retiro eso que estar con Solace me hace bien, siento que mi estómago explotará por las mariposas asesinas que me están rajando la carne desde el interior".

Apoyé mis brazos sobre mi estómago, en un vago intento de contener la implosión que parecía estar por acontecer de un momento a otro, y permanecí allí acostado, por el tiempo suficiente para que la somnolencia volviera a atacarme. Me levanté de un salto antes de quedarme dormido, y con prisa, vestido con nada más que una camiseta y boxers, empecé a buscar mis shorts, recorriendo todo el lugar con la mirada, sin hallarlos por ningún lado.

—Shorts, shorts, shorts...

Miré hacia arriba, mis shorts no colgaban de una de las aspas del ventilador. Sabía que no podían estar ahí, pero era mejor cerciorarse. En el calor del momento, uno tendía a tirar la ropa en los lugares menos imaginables posibles. Ya una vez había sacado mis bóxers de una máquina para hacer palomitas.

Rodeé la cama, llegué hasta el lado donde había dormido Will, y me agaché sobre mis manos y rodillas para hurgar debajo de la cama. Encontré mi short en un rápido vistazo, lo agarré, y al estirar la prenda; traje consigo un pequeño cuaderno anillado que tenía la tapa cubierta con garabatos, y dibujos de caras sonrientes, soles, y notas musicales. No tenía ningún nombre o título. Y me resultaba vagamente familiar. También se veía viejo, los bordes algo rotos, y las hojas amarillentas y llenas de polvo.

Sabía que no debía abrirlo, que estaría violando la intimidad de Will, pero la curiosidad me venció, y me prometí solo echar un vistazo a la primera página y luego cerrarlo para devolverlo a su escondite. Así que, con mi espalda apoyada contra el costado del colchón y las piernas cruzadas, comencé mi delito. Miré estrofas, párrafos, rimas, un coro...

"Es un poema" —noté estupefacto— "es... No. ¡Es una canción!"

Cerré los labios con un chasquido cuando noté que los tenía abiertos como un pez ahogado, y a continuación, no fui capaz de contenerme; empecé a pasar las páginas, y a leer las demás canciones. Con el asombro y la incredulidad calándome más hondo. Ya había leído más de la mitad del cuaderno de Will antes de darme cuenta del transcurso del tiempo que había pasado, absolutamente absorto, no fui consciente de una presencia entrando en la habitación, hasta que ésta habló:

—No deberías estar leyendo eso.

Me quedé completamente quieto. La prueba de mi fechoría descansaba en mis manos, como un cuchillo manchado de la sangre de la víctima. Cerré el cuaderno lentamente, y entonces, alcé la mirada aceptando mi destino. (Recé por ser capaz de ponerme los shorts antes que tener que recibir mi castigo en bóxers, por lo menos, debía de salvar lo que sobraba de mi dignidad). Pero cuando estudié el rostro de Will, éste no se veía desencajado por la indignación o la ira, solamente lucía incómodo, y preocupado, como si hubiera descubierto su porno sobre furros.

—Lo siento —comencé, poniéndome en pie con deliberada morosidad—. Estaba buscando mi ropa, y lo encontré... fue inevitable.

Will asintió, demasiado callado para mí gusto, y mantuvo los ojos fijos sobre el suelo. Los míos, maliciosos e insaciables, aprovecharon su ensimismamiento con descaro; para contemplar las gotas de agua que caían de sus rizos aplastados, su pelo mojado parecía oro sólido y sin pulir, oscuro, como si necesitaran del sol urgentemente para volver a brillar en todo su esplendor. Divagué sobre sus pectorales y abdominales como si fueran llanuras que ya había explorado, pero de las que aún no estaba listo para despedirme y sentía que nunca lo estaría.

Tenía la boca seca, sabía que mis pensamientos estaban convirtiéndose en algo peligroso, pero no encontraba la voluntad o el deseo de detenerlos. Especialmente no cuando deseaba tanto lamer los hilillos de agua que caían de su sien, hasta su cuello, y más abajo, y aún más...

Modo serio, di Angelo.

—He leído la mayoría de tus canciones —anuncié, esperando sonar serio, y no como un hombre sin aliento y excitado como realmente me sentía—. Son muy buenas.

—Ya —Will hizo una mueca—. Gracias.

Tardé un momento en comprender.

—¿Piensas que me estoy burlando? — exclamé atónito.

—Pensé que solo estabas siendo educado, pero gracias por darme otra opción con la cual torturarme— finalizó Will, rezumando de mofa.

—No estaba siendo educado —comencé, mirándolo directamente a los ojos para convencerlo—. Estaba hablando en serio. Tus canciones. Son muy buenas, Will. Tienes talento. Me he quedado asombrado, y reconozco el valor incalculable que tienes descuidadamente debajo de la cama, como si fuera una revista de jardinería. Deberías sentirte culpable. ¡Yo estoy horrorizado!

—Ahora estás siendo más que educado —murmuró Will, luciendo un ligero rubor de bochorno sobre sus mejillas.

—Y te lo estoy diciendo yo —continué, adoptando el aire de celebridad y superioridad que solo reservaba para mi competencia—. Nunca he admitido a nadie que tenga buenas canciones, soy demasiado egoísta y mezquino para reconocer el talento de otros. Pero lo estoy haciendo contigo, así que siéntete importante, y haz algo con estas piezas de oro.

Will me envió una mirada sarcástica, y caí en cuenta que no me estaba tomando en serio. Sentí un latigazo de irritación golpearme, y contuve las ganas de golpearlo también a él hasta hacerlo entrar en razón para... ¿para qué? Él podría reconocer que sus canciones eran buenas, ¿pero qué diferencia haría? ¿Qué bien haría para él? Seguirían escondidas sin que nadie pudiera apreciarlas como si fueran porno para pervertidos. Era más fácil convencerse de que solo eran algo sin importancia, entonces no dolería, no sufriría pensando que perdía alguna oportunidad o que perdía el tiempo.

"No quiero mostrarlas y terminar fracasando, tengo miedo de que las usen para burlarse de mí" — podía escuchar aquellas palabras aunque él no las había pronunciado, porque veía el temor en sus hermosos ojos azules, en el pequeño fruncimiento de sus cejas rubias.

—Estás siendo un cobarde —concluí, apretando el cuaderno entre mis manos con fuerza.

Will puso los ojos en blanco, y se acercó a mí, para arrebatarme el cuaderno de mis manos como un ladrón arrancando un hijo de los brazos de una madre.

—No soy un cantante profesional como tú, Nico —dijo sereno, pero pude identificar la amargura de su voz arrastrándose a esas palabras, como un monstruo que le quitaba el brillo de sus ojos—. Esto es solo un pasatiempo.

Solté un grito ahogado lleno de indignación, cuando atestigué la forma vil y blasfema en que Will Solace dejó caer su cuaderno al suelo y luego lo pateó de vuelta al fondo de la cama, para que siguiera pudriéndose y que los ácaros defecaran sobre él. Fue el equivalente de alguien escupiendo sobre los restos de Michael Jackson, o bailar reggaetón delante de Metallica, aquello definitivamente empujaría a James Hetfield a asesinarte con las cuerdas de su preciosísima Gibson.

Lo fulminé furioso, él se limitó a encogerse de hombros. Supongo que en bóxers no podía influir demasiado miedo. Con un suspiro cansino, me rendí, y me coloqué los shorts rápidamente mientras Will iba a vestirse también. Estaba tan enojado, que casi no miré su trasero desnudo cuando se estaba poniendo su ropa interior, casi.

Traté de quitarme el malhumor de mi sistema. Qué importaba si Will no quería intentar triunfar con sus canciones, ¿no significaba menos competencia para mí? Aún así, pensar en eso no me dio ningún consuelo. Era extraño. Normalmente me importaba un comino este tipo de cosas (tal vez era uno de los efectos del buen sexo, hacerme mejor persona), pero dejar que el "pasatiempo" de Will siguiera acumulando polvo, simplemente se sentía incorrecto, como si negaran a Freddie Mercury a cantar. Era inaudito. Un crimen contra la humanidad.

—¿Aún tienes ganas de salir conmigo? —preguntó Will, sacándome de mi ensimismamiento. Se veía algo inseguro, y vestía unos jeans y una camisa a cuadros color rojo que se ajustaba maravillosamente sobre los músculos de sus bíceps.

¿Cómo iba a decirle no a eso?

—Por supuesto —asentí, haciendo un esfuerzo titánico para verlo a la cara—. Muero de hambre.

Salimos de su habitación uno al lado del otro, cuando llegamos a la sala, y Will estaba abriendo la puerta de la entrada, me detuve a mitad del camino, contemplando el suelo, mientras mi cabeza iba a mil por hora con un montón de pensamientos y nuevas ideas que iban sobreponiéndose a la anterior y así sucesivamente. Sabía lo que tenía que decir, solo necesitaba dejar mi orgullo de lado, por primera vez desde lo que se sentían siglos.

—¿Qué ocurre? —Inquirió Will, estudiándome desde el umbral de la puerta.

Tomé una honda respiración, preparándome.

—El sexo —comencé, juntando la punta de mis dedos delante de mí— creo que fue tan bueno que enloquecí. Pero no importa— negué con la cabeza, y lo miré directamente—. Will, quiero que me ayudes a escribir canciones.

💀····💀

¡Hola! Ya salí de la autocompasión, y he vuelto a la normalidad... al menos la suficiente que me permite escribir mis homosexualidades hermosas. Bueno, vuelven las actualizaciones como siempre, saludos a todos y pues, gracias por sus comentarios anteriores donde me lamían las heridas y me ayudaban a no sentirme tan poca cosa. Arigatooo. 

Pueden dejar su hermoso comentario aquí de lo que les pareció el capítulo. 

¡Nos vemos en Sol! O exclusivo, lo que venga primero. 

Psd: me mamé en las descripciones de Will, ufff. Volví, pero volví potente. Uff. 

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