18🌞 Tómame

Nico poseía múltiplos talentos y una gran variedad de habilidades, ¿pero, conducir una camioneta? Bueno...

Después de que dejáramos a Calipso en su casa, la siguiente parada era en la mía, y digamos que; el viaje en camioneta con Nico di Angelo no fue tan elegante como todo lo que éste italiano hacia. En realidad, fue de lo más aparatoso posible. Quedó claro que Nico no había tocado una camioneta mecánica en toda su puta vida, y que si estábamos avanzando a paso de tractor (con bamboleos y frenazos bruscos en el trayecto), era por pura terquedad por parte de Nico a no querer rendirse hasta intentar conseguir un manejo decente.

Estaba sentado en el lugar del copiloto, mi mano derecha estaba férreamente agarrada de la manija interna del auto, mientras que la izquierda se asía del borde del asiento, con mis uñas incrustándose tan fuerte en el cuero del sofá que sabía, debía estar perforándolo o dejando marcas irreversibles (aún así, los bandazos fueron inevitables). A mi costado, Nico seguía haciendo su mejor esfuerzo, con el rostro muy concentrado y la frente arrugada por la tensión, su mano derecha no se alejaba durante más de seis segundos de la palanca de cambios, al tiempo que sus ojos se alternaban de este y la ruta delante de nosotros.

De vez en cuando, también soltaba chasquidos de irritación con la lengua.

Mi reacción con respecto a la inexperiencia de Nico había sido por fases. Al principio me había parecido gracioso (cuando Cali aún se encontraba nos habíamos enviado miradas divertidas durante todo el camino), luego fue irritante, después sentí algo de compasión, y ahora finalmente, la pena ajena que me embargaba al verlo me obligaba a hacer algo antes de que pasara a la fase donde debía atarlo de pies y manos para obtener el mando.

—Tal vez debería conducir yo, ¿no crees? —sugerí a Nico, forzando a mis labios a no estirarse en una sonrisa burlona—. Parece que esto te cuesta un poco.

—Para nada, ¿qué te hace pensar eso? — contraatacó Nico, apretando los labios con testarudez sin mirarme—. Lo tengo todo bajo control, ¿no lo ves?

—Nico... — su nombre hizo cosquillas en mi lengua al pronunciarlo—. Estamos yendo a cuarenta.

—E iremos a veinte kilómetros por hora si vuelves a quejarte, Solace — rebatió con dureza— de otro modo, ¡mira, allí hay caballos! Si te molesta la velocidad, puedes bajar y utilizar tus dotes de vaquero y regresar cabalgando a casa.

—En realidad, eso suena bien — contesté, inclinando mi rostro en pos reflexivo—. Tienes razón, tengo más posibilidades de regresar a casa antes del amanecer con ese caballo que contigo— agarré la manija de la puerta—. Detén el coche, por favor.

Como respuesta, Nico formó un puchero, inflando casi imperceptiblemente sus mejillas para después pisar con fuerza el acelerador y avanzar dando un bandazo hacia atrás, mientras el motor soltaba un escandaloso estruendo a consecuencia de no haber soltado el embrague a tiempo. Era un error de principiante: Descansar el pie en el pedal del clutch. Nico soltó un juramento, luego le siguió un bajo farfulleo quejumbroso al tiempo que apretaba el volante con fuerza hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

Froté un puño sobre mi boca para borrar una sonrisa divertida. Estaba casi seguro de que ser testigo de Nico haciendo algo mal, era épico, algo trascendental; y que él debía estar arrepintiéndose en sobremanera de haberse ofrecido como voluntario, para manejar una camioneta que lo único que hacía era dejarlo en evidencia y en vergüenza luego de haber dicho: "Que sería fácil". Lo miré por el rabillo de mi ojo, su rostro casi a obscuras (puesto que las calles tenían farolas con poca iluminación) no delataba nada, pero era seguro que debía estar deseando lanzarse por la puerta cual marinero de un barco hundiéndose.

Y aunque era cierto que él se había metido en este lío solito, nada de esto habría sucedido de no ser por Percy: "Ya te lo he recompensado". El recuerdo de aquellas palabras y la implicación que habían contenido, me provocaron un chispazo de enojo contra él. Es decir, ¿cómo se había atrevido a hacerlo? ¡Y Jason, porque estaba seguro que también había sido cómplice de ello! Manipulándonos a mí y a Nico para que termináramos enrollándonos; como si fuéramos las mascotas de un par de dueños que han acordado hacer que sus perros se apareen para obtener crías económicas. Me llenaba de indignación. Y bochorno.

Me preguntaba si debía contárselo a Nico, que sus dos guitarrista principales habían sido el causante de esto y que sí quería buscar culpables, fuera al ataque contra ellos. Luego me di cuenta que no tenía pruebas contundentes para demostrarlo y probablemente, él no me creería. Puesto que uno siempre está en desventaja frente al amor de la otra persona, el corazón siempre elige confiar en quien ama, a pesar de que la verdad esté frente a sus ojos. Rumiaba sobre ello, sí sería correcto arriesgarme o no, cuando en eso, la voz de Nico me expulsa de mi ensimismamiento.

—¿Cómo te has dado cuenta que volví a robártelo? — preguntó, mientras yo viraba el rostro en su dirección con una expresión de desconcierto en ella—. Tu mp3 — explicó, mirándome de soslayo— pensé que fui cuidadoso.

—Nunca se me escapa nada— respondí con un ligero matiz presumido—. Especialmente no mi mp3, el cual me acompaña hasta cuando voy al baño.

Nico soltó un bufido, escondiendo una risita.

—Aún así, no pudiste evitar que te lo robara.

—Quizá yo quería que lo robaras de vuelta... — rebatí, en tono suave.

Nico se mantuvo callado después de eso, mientras sus labios se estrujaban intentando contener una sonrisa. Sonreí también para mis adentros, y acto seguido, giré mi cabeza para mirar por la ventana. El cielo estaba estrellado como brillantina tirada sobre cartulina negra y los campos cubiertos por una oscuridad impenetrable, en los cuales sabía, había animales pastando o durmiendo tranquilamente; y luego estaban los toros, a los que les encantaba saltar por las vallas y estamparse contra cosas en movimiento. En especial camionetas.

Miré a Nico por la comisura de mi ojo y pensé: ¿debería contarle ese pequeño detalle?

—¡¿Por qué ni siquiera han empedrado éstos caminos?! — se quejó Nico, luego de caer por el sexto hoyo y soltar una exhalación exasperada.

Mejor no, decidí, ya tiene muchas cosas por las cuales preocuparse. Después de un momento en el cual ningún toro sintió ganas de chocarse contra nosotros (gracias al cielo), finalmente llegamos a mi casa, cuya fachada estaba tan iluminada como si el sol la estuviera enfocando en pleno día. La razón era sencilla: no me gustaba estar a ciegas en medio de tanta oscuridad y soledad. Por lo que me había asegurado de rodear la casa con tantas farolas y bombillas, que ni siquiera satanás podría entrar por una ventana sin pasar desapercibido.

Luz. Adoraba la luz. La falta de ella me ponía nervioso.

Nico se detuvo al costado del camino, cerca de mi pequeña puerta de reja que no detendría ni a un niño de siete años entrar (pero que no me causaba problemas puesto que nunca había habido robos grandes en el pueblo). Para mi sorpresa, no apagó el motor. Nico miró por encima de mi hombro para observar mi casa y distinguí cierto brillo anhelante en sus ojos a los cuales no pude atribuir un motivo, sin embargo, por alguna razón, me provocaron una repentina aceleración en mi flujo sanguíneo y sudor en las manos.

—Bueno... enhorabuena, Nico— dije, haciendo un esfuerzo para mirarlo de reojo—. Has logrado traernos hasta aquí sin habernos tirado en un barranco. Felicidades.

Él no dijo nada ante eso, se limitó a alzar las cejas y rodar los ojos, luego reposó la espalda contra el asiento y dejó salir un largo suspiro cansino, como si el haber conducido le había exprimido hasta la última energía vital del cuerpo (lo cual probablemente había sucedido). Entonces, sin previo aviso, su rostro viró hacia mí y sus ojos se clavaron en los míos con una intensidad tan abrasadora como el sol de la tarde. Quedé con el corazón en la garganta, mi estómago haciendo cosas raras en tanto mi cerebro empezaba a tirar chispas por cortocircuito.

—Bonita casa —dijo de improviso, sus ojos moviéndose fugazmente sobre mi hombro—. Solo te ha faltado poner letreros de neón para atraer a todos los insectos del condado. Supongo que estás ahorrando para ellos.

—Al menos espanta a todos los fantasmas a la redonda.

—¿Vives solo? — preguntó Nico, con los ojos tan penetrantes como un hoyo negro y la cabeza ladeada ligeramente hacia un lado.

—Sí, desde hace dos años — conté— Kayla decidió mudarse con su novio. Pero de vez en cuando viene a visitarme cuando se pelea con él... Esos días debo aguantar todas sus quejas sobre el pobre chico, que lo único que hizo hecho mal fue no bajar la tapa del inodoro.

Solté una risita estrangulada, luego los únicos sonidos que nos rodeaban, eran el suave croar de las ranas a la distancia y el ruidoso barullo del motor encendido y en espera. Tragué saliva, tenía las palmas de las manos con marcas rojas donde mis uñas habían apretado con fuerza por la ansiedad. "Cálmate, Will, calma maldita sea. Ni que estuviera tan guapo". Entonces miré a Nico, a sus pómulos marcados y su mandíbula cincelada para buscar una confirmación y... Error. Sí que era guapo, arrebatadoramente guapo.

—¿Y bien? —preguntó Nico, con la voz tan profunda que parecía haberse colado hasta hacerme temblar los huesos—. ¿Will...?

—Oh, sí, perdona por retenerte aún —dije apresuradamente, sintiéndome enrojecer. No sabía qué demonios me sucedía con este tipo, a veces podía ser el chico más atrevido y provocativo delante de él, y otras, como ahora, me hacía sentir tan avergonzado como una quinceañera frente a su crush (y se supone que... Nico ya no era mi crush, no más)—. Muchas gracias por traerme aquí, en serio.

—De nada — respondió Nico escuetamente, empezando a fruncir el ceño y apretar los labios con disgusto.

—¿Nos... nos vemos luego? — lancé, agarrando la manija de la puerta con fuerza.

No contestó. Nico se quedó contemplándome simplemente, con una extraña expresión de enojo que caía como una sombra oscura sobre su rostro. Parecía casi lívido, como si estuviera conteniéndose para golpearme como antaño lo hacía. Y de pronto, ya no podía sostenerle la mirada, la aparté hacia el espejo retrovisor, en donde me vi y reconocí los nervios aflorando hasta hacerse visibles en mis rasgos. ¿Qué demonios había hecho mal? Sí, había pasado la mitad del camino burlándome de su deplorable forma de conducir, pero tenía el leve presentimiento de que no se trataba de eso.

Cansado de tratar de adivinar sus inexplicables cambios de humor, abrí la puerta de la camioneta y me bajé de ella de un salto, seguidamente, volví a mirar hacia Nico. Él seguía en la misma posición, sentado en el asiento del conductor con un semblante de incredulidad y divertida rabia dirigidas en mi dirección. Contuve las ganas de gritarle: "¿Por qué me miras así?" Y en su lugar, dije:

—Ten cuidado manejando de regreso. Hay toros por éstas zonas que acostumbran a intentar meterte un cuerno a través de la ventanilla — cerré la puerta con algo de fuerza— ¡Que te vaya bien! — Dicho eso, giré en redondo; abrí y cerré el portón de mi reja sin seguro y acto seguido, me encaminé hacia la puerta de mi casa.

Ya estaba cruzando la mitad de mi patio delantero mediante largas zancadas, cuando de pronto, escuché el motor de la camioneta de Leo, apagarse abruptamente detrás de mí. Y entonces, me detuve en seco, oyendo por sobre el palpitar de mi corazón en mis oído; como el silencio de la noche era roto por sonidos de una puerta abriéndose y cerrándose de vuelta a mis espaldas. Luego le acompañaron pasos, el suave rumor de pisadas sobre mi césped que me advertían que poco a poco, él se acercaba hacia aquí.

Un rato después, sus pasos se detuvieron cuando me alcanzaron, y sentí su presencia en forma de escalofríos por mi espina dorsal. Cerré los ojos pidiendo coraje. Y acto seguido, me di la vuelta, encontrándome cara a cara con Nico di Angelo con las manos metidas en los bolsillos mientras me contemplaba con cuidado. No sabía qué esperar de él, pero no era esto:

—¿Puedo pasar a tu baño? — me preguntó, con un aire tan inocente que era evidente que tramaba algo.

Y entonces se me ocurrió: dos chicos, en una casa, solos, con antecedentes de haberse besado ya con anterioridad. El entendimiento cayó sobre mí tan de golpe y con tanta fuerza, que sentí que me mareaba hacia un lado como si acabara de recibir un golpetazo en la cabeza con un tubo de escape. De forma automática se me aceleró el pulso, y de alguna forma sobrehumana, me las arreglé para asentir vagamente hacia Nico; quien se limitó a sonreír con mi respuesta.

Al cabo de un rato, tenía a Nico de pie en mi pequeña salita de invitados, estudiándolo todo con suma atención como un inspector de droga. Yo permanecí detrás de él, de pie incómodamente, mientras sentía que la situación actual me superaba. Aquí estaba, el mundialmente famoso vocalista de una banda de rock, sobre mi deslucida alfombra de siete centavos; era tan surrealista, que me sentí extraño, como si fuera parte de una película de hollywood o el protagonista de una novela inverosímil.

Empecé a ver los detalles de mi casa con nuevos ojos también, asegurándome de que todo estuviera limpio y en orden a la vez. Por suerte, mi madre había educado bien a su niño para que siempre mantuviera su hogar decente en todo momento para ésta clase de visitas fortuitas. Lo único desordenado en la sala, era una vieja flauta que estaba tirada en el sofá y una revista de la iglesia de todos los domingos.

—El baño está al fondo, al final del pasillo a la derecha — apunté con el dedo, a pesar de que él no me miraba, sino a la pequeña estatuilla en forma de elefante que tenía sobre una mesita de vidrio en medio de dos sofás—. ¿Quieres algo de beber?

—¿Qué ofreces? — preguntó a su vez.

—Eh... agua, gaseosa, jugo...

—Jugo está bien— me interrumpió Nico, girándose hacia mí. Sostenía la pequeña estatuilla de elefante ahora entre sus dedos, pero sus ojos seguían fijos en los míos, con la misma intensidad cuando habíamos llegado, como si estuviera esperando algo de mí. Algo asombroso.

Le respondí con un "okay", corto e inseguro, y en seguida, me puse en marcha para dirigirme hasta la cocina, la cual estaba cruzando el baño, por lo cual tenía a Nico siguiéndome los talones muy de cerca. Sentía su presencia como si fuera un fantasma acechándome el cogote a las tres de la mañana, y así mismo, evité mirar por encima de mí hombro para evitar un infarto del susto.

—Este es el baño — musité a Nico, cuando cruzamos un cuarto cuya puerta estaba entreabierta y con la luz encendida. Luego, sin dejar de caminar, dije—: Puedes pasar y tomarte tu tiempo, mientras tanto, te esperaré en la cocina.

No recibí ninguna respuesta de Nico, pero asumí que había ingresado al baño apenas lo había visto. Así que ahí estaba yo, caminando tranquilamente a la cocina pensando que iba solo, no obstante, justo después de que había acabado de llenar un vaso de vidrio con jugo de naranja hasta el tope... Alcé la mirada, y en ese instante, me encontré a Nico di Angelo de pie a mi derecha, con el semblante tan inescrutable como la de una estatua griega.

—¡¿Qué demon...?!— inicié sin aliento, con el vaso de jugo casi cayéndose de mi mano.

Quedé mudo y mi juramento quedó inconcluso a causa de mi sorpresa. Lo único que parecía capaz de hacer ahora era quedarme viéndolo atónito. ¡Este tipo iba a matarme! ¡Es oficial! Llegó aquí exclusivamente para torturarme, para darme un infarto en mi propia casa. Y no era justo, para nada equitativo, que aquí estuviera yo a punto de sufrir una muerte súbita; mientras él estaba allí parado, tan fresco y tan sereno como siempre. ¡¿Qué demonios estaba buscando de mí?!

Sin emitir sonido alguno, Nico me quitó el vaso de jugo de mi mano y a continuación, le dio un largo sorbo hasta dejar el vaso medio lleno... "Ah, solo buscaba el jugo, eso era todo"— comprendí desilusionado y conteniendo las ganas de propinarme unas violentas bofetadas en la cara. "Cálmate Will, deja de hacerte ridículas ilusiones, idiota—" me dije con crudeza, mientras Nico dejaba el vaso de jugo de vuelta sobre la mesa. Entonces, con la misma mano, Nico me agarró del mentón y de un solo movimiento grácil que me tomó desprevenido, me jaló hacia él para rozarme el labio superior con los suyos de forma suave y provocativa.

Se me disparó el pulso al instante. Mi corazón empezó a golpear cual taladro intentando atravesar mi caja torácica para caer agonizante a los pies de Nico. Era apenas consciente del frío de sus dedos, pero sí que lo era de los labios de Nico que sabían al dulce jugo de naranja y a su propio sabor, lo cual percibí en los segundos que duró el beso. Cuando Nico se apartó, resistí el impulso de pasarme la lengua por encima de mis labios y me lo quedé mirando embelesado. Sus pestañas eran como negros hilos de tinta, aprecié distraídamente, al tiempo que Nico liberaba mi barbilla de sus dedos y clavaba sus ojos en los míos con un aire calculador.

Y yo, que era atolondrado e inexperto...

—¿No ibas a entrar al baño? — le pregunté, como todo un bobo.

Nico cerró los ojos con fuerza. Me pareció que estaba contando del uno al diez para no escupirme una sarta de insultos desde los coloquiales hasta los más modernos. Luego echó un resoplido exasperado como si hubiera perdido la calma y pensé que iba a golpearme... En su lugar, Nico volvió a acercarse, rodeó mi cuello suavemente con sus manos, eliminó la distancia de nuestras bocas y entonces... Nico empezó a besarme a su gusto.

Sin ningún tipo de timidez o vacilación, fundió sus labios con los míos, y luego su lengua me pidió permiso para entrar, ¿y yo iba a decirle que no? Por supuesto que no. Lo dejé pasar con todas las libertades y mi propia lengua le dio una cálida y húmeda bienvenida dentro de mi boca. Junté aún más nuestros cuerpos, mis manos cayendo sobre sus caderas para sentirlo aún más cerca de mí mientras una poderosa sensación de deja vu me embargaba. Lo apreté contra el borde de la mesa, mi cuerpo inclinándose tanto sobre el suyo por lo que Nico ahora parecía colgarse de mi cuello para evitar caerse sobre la encimera. Me colé entre sus piernas y él no pareció molestarse por ello, de hecho las abrió más, para que crear fricción entre nuestras entrepiernas.

Mientras lo besaba, sentía que todo dentro de mí se calentaba; mi sangre, mi rostro, mi pecho, mi miembro... Creí que no podría excitarme aún más, entonces Nico ladeó su rostro para profundizar el beso, sus manos descendieron de mi cuello hasta mis pectorales para acariciarlos junto mi abdomen y mi vientre... de tal manera, que lo único que quería ahora era arrancarle toda la maldita ropa de su cuerpo y tomarlo aquí mismo sin detenerme hasta que fueran las seis de la puta mañana del día siguiente.

Sin embargo, yo era un idiota, y en ese instante... Recordé las manipulaciones de Percy y Jason para que acabáramos justamente como estábamos ahora, y aquello me bastó para enfriarme de forma considerable. Yo no podía hacer esto. ¿Qué pasará cuando Nico se enterase de la oferta? ¿Y si era una trampa? No quería conseguir el verdadero odio de Nico aunque fingiera que no me importara, no creía poder soportarlo. Su sarcasmo y casual mala actitud era mejor que nada. 

—Espera... —pedí en medio de besos— espera, solo un minuto...

Y entonces con voluntad inhumana, me empujé a mí mismo lejos de él, poniendo un metro de distancia entre los dos y colocando mis manos sobre el lavadero detrás de mí para evitar volver a ponerlas sobre su cuerpo. Tragué saliva e intenté normalizar mi pulso, en tanto Nico me contemplaba incrédulo. Visiblemente follable e incrédulo. 

—¿Qué? — exigió irritado, con la respiración saliéndole en fuertes jadeos de entre sus labios rosados—. ¿Y Ahora cuál es el maldito problema? Te juro que...

—Primero escucha lo que tengo que decir y luego decides si quieres seguir con esto, ¿de acuerdo? — dije, haciendo un ademán nervioso con la mano—. Porque no me gustan las mentiras. Tarde o temprano se descubren y...

—Will... no tengo paciencia para tus balbuceos. O me dices que sucede o iré al baño a hacerme una paja y después largarme de aquí para que con la maldita suerte que llevo hoy, un puto toro me atropelle y me mate — finalizó Nico, con una vena sobresaliéndole un lado de su sien. Vaya, sí que estaba enojado. —¿Y bien? ¡Habla, joder!

Uy. Sí. Estaba muy enojado.

—Jason me ofreció dinero a cambio de coger contigo.

—¿Qué? — Nico abrió los ojos desmesuradamente, con un matiz de cólera aflorando en ellos. Yo no me detuve ahí. Si me iba a hundir, los arrastraría conmigo. 

—Y Percy, no tengo pruebas pero... muy posiblemente tuvo que ver con el fallo de mi coche hoy así que...

—¡Ahhhh, hijos de puta! — Exclamó Nico exasperado, y levantó las manos hasta su rostro para frotársela con fuerza—. Me voy a vengar de ellos, no sé cómo ni cuándo pero lo haré. ¡Les cortaré el pene! ¡Y luego se los coceré de forma incorrecta!

Sufrí un escalofrío de forma involuntaria imaginándolo, luego añadí:

—Pensé que deberías estar advertido, a pesar de que saber esto podría alejarte de mí...

—Tienes razón — me cortó, apartando las manos de sus ojos, cuyos bordes ahora estaban ligeramente rojos—. Si lo hubiera sabido antes, jamás habría venido hasta aquí. Pero aquí estoy, y tú te ves increíblemente sexy con tu fachada de vaquero del oeste así que... —soltó un largo suspiro, como si estuviera armándose de valor —solo contéstame un par de dudas, ¿has aceptado el dinero de Jason?

—No, no, no— negué rápidamente— te prometo que me escandalicé al momento que...

—Sí, sí, qué noble eres, Solace— volvió a interrumpirme y continuó—: Pero tú... — su voz se llenó de una extraña vulnerabilidad de repente, pero la ocultó velozmente como si jamás hubiera estado ahí—. Una última cosa... ¿Tú, me deseas?

Su pregunta fue tan directa que me hizo sonrojar. Aparté la mirada cohibido y carraspeé con nerviosismo.

—Pues... ¿no se nota? — respondí, en voz bajísima, mientras me ponía aún más rojo y mi dedo daba ligeros golpecitos encima de mí abultada bragueta, símbolo de mi excitación aún latente.

Sentí la mirada de Nico posarse allí y contuve el impulso de taparme con las manos.

El silencio volvió a rodearnos. Quería mirar a Nico, pero al mismo tiempo, no podía hacerlo de la vergüenza. Sentía que había hecho algo mal, a pesar de que los culpables habían sido otros. Tal vez fuera que estaba preocupado por que Nico no me creyera, y me mandara al diablo ahora para nunca más dirigirme la palabra. Tal vez ese era el verdadero plan de Jason: Hacer que Nico me odie para que ya no fuera un obstáculo para Percy. Sí es que alguna vez lo fui. Si es que Percy estaba enamorado de él. 

No sabía si estaba haciendo falsas suposiciones motivado por la desesperación. No obstante, todo eso dejó de importarme, en el segundo que tuve a Nico di Angelo, nuevamente de pie delante de mí, con los ojos muy oscuros de un anhelo ardiente. Lo contemplé, ansioso, mientras mis manos hormigueaban por sostenerse de sus caderas.

—Sí realmente me deseas... Entonces no me importa lo demás. Por ahora— confesó, y acto seguido, me besó otra vez, lento e inseguro al principio, hasta que tomé el control y entonces, se convirtió en un beso fogoso que prometía no más interrupciones desde ahora.

En esta ocasión, fueron mis manos las que se lanzaron para rodear el rostro de Nico con demanda y fervor. Mi boca devoró la suya con ímpetu, al mismo tiempo, me tomé mi tiempo para disfrutar de la humedad y de los últimos vestigios del jugo de naranja en su lengua. Me acerqué aún más si eso era posible, y llevé una de mis manos detrás de su cabeza para hundir mis dedos entre sus sedosos mechones, los cuales estiré o aflojé, a medida que los besos incrementaban o aminoraban. Nico soltó un pequeño jadeo de satisfacción por el gesto, y su aliento hizo palpitar mi miembro que demandó acercarse más al de él. Nico me recompensó con otro jadeo. 

También era absolutamente consciente de lo que Nico hacía sobre mi cuerpo, específicamente sobre mi espalda, en donde sus manos habían ido a parar sin importarle meterlas por debajo de mi camiseta. Podía sentir las uñas de Nico rasguñar la piel de mis omóplatos, luego como sus dedos trazaban todo el camino de mi espina dorsal hasta llegar al borde de mis caderas, provocando una hilera de piel de gallina sobre mis brazos hasta la punta de mis orejas. Todo eso, combinado con sus besos expertos para desarmar todo mi autocontrol, hizo que la ropa que llevaba puesta me resultara muy innecesaria.

Y al parecer, Nico y yo habíamos llegado a la misma conclusión, porque un segundo después, él sacó las manos del interior de mi camiseta sólo para agarrar el rodadillo de esta y sacármela para dejarme al desnudo hasta la parte inferior delante de él. De inmediato, la mirada de Nico cayó sobre mí pecho, haciéndome sentir tremendamente expuesto y nervioso. Luego, sus manos volvieron a levantarse y las colocó encima de mis pectorales para sentirlas o... estudiarlas con admiración silenciosa.

Entonces, Nico intentó volver a besarme, pero antes de dejarlo convertirme en una cosa sin cerebro que solo buscaría frotar sus partes íntimas contra las de Nico; le tapé los labios con los dedos y le sonreí. Y negué lentamente con la cabeza. "Espera" le dije sin pronunciarlo, solo mirándolo a los ojos.

Y Nico me miró con odio. Con puro odio y una muda advertencia que gritaba: "¡¿AHORA QUÉ, DIOS MÍO?!"

Solté una carcajada estruendosa. Y con rapidez antes de que Nico cumpliera con su amenaza, lo agarré de la mano y lo jalé hacia mí habitación en silencio. Nico lo comprendió rápidamente y su expresión de: "Te voy a matar, imbécil" la cambió al instante por: "Oh, sí, esto sí lo apruebo". Y cuando llegamos, Nico se abalanzó hacia mí con tanto entusiasmo, que hizo hinchar mi pecho de satisfacción masculina. Un gruñido se escapó de mis labios y giré a Nico para que al caer en la cama, fuera yo quien acabara encima de él.

Y así sucedió, las rodillas de Nico chocaron contra el colchón y éste perdió el poco equilibrio que le quedaba por mi causa. Su espalda cayó sobre las sábanas, mi rodilla terminó en medio de sus piernas y luego el resto de mi cuerpo estaba encima de Nico. Apretando sus dulces partes con las mías, desperdigando un montón de besos en su cuello, cuya recompensa fue; oír los suaves y lindos suspiros de Nico proferir de entre sus labios rojos y húmedos.

Sí escuchar sus pequeños suspiros estaban enloqueciéndome, ¿qué sería de mí cuando estuviera gimiendo?

Entre besos alrededor de su clavícula, empecé a quitarle la ropa a Nico, con la misma emoción cuando desenvolvía mis regalos. Primero me deshice de su camiseta, luego de sus shorts y calzoncillos al mismo tiempo. Las saqué de sus piernas con su ayuda, y luego, cuando estuvo completamente desnudo en mi cama, volví a acercarme a él, pero esta vez, no busqué su boca sino directamente me detuve en su miembro erecto, para empezar a besarlo de la misma forma que lo había hecho sobre sus labios. Observé a Nico ligeramente sorprendido, pero no me detuvo mientras depositaba un beso sobre la punta. 

Quería oír a Nico gemir cueste lo que cueste. Y para eso debía atacar su punto más débil. Atender su parte más dulce y valiosa. Agarré su miembro con mi mano, Nico automáticamente soltó un suspiro lleno de placer con los ojos cerrados y luego los volvió a abrir, para observarme desde su posición, cómo empezaba a masturbarlo con mi mano. Arriba y abajo, de forma lenta al principio, porque me gustaba la manera que jadeaba; después agaché la cabeza, y lamí desde la base hasta la punta de su miembro el cual brillaba con algo de líquido preseminal ahora. 

No era suficiente aún, así que dándole una última lamida a lo largo de su extensión, a continuación procedí a meterlo dentro de mi boca. Al instante, Nico inspiró con fuerza y me agarró del pelo para mantenerme en mi posición, sin embargo, la quité con amabilidad, puesto que de otro modo no podría seguir con mi labor. Nico lo comprendió y en su lugar aferró las manos sobre las sábanas, mientras un ligero rubor empezaba a colorear sus pálidas mejillas.

Con mi objetivo aún en mente, empecé con la felación sobre el miembro de Nico. En tanto mi boca subía y bajaba, mis manos seguían masajeándolo a la misma velocidad que mi mamada. De vez en cuando, divirtiéndome de mí mismo de los sonidos de succión que creaba. Al cabo de un rato, presentí la llegada del clímax en Nico, lo adiviné mediante el temblor de sus piernas y en el ligero zarandeo de su cabeza mientras jadeaba desesperadamente. Estaba cerca, así que aceleré el ritmo y cuando supe que estaba a punto de correrse, rocé con uno de mis dedos su entrada y simulé el acto de penetrarlo a la par de los movimientos de mi boca.

—Voy a terminar — avisó Nico débilmente, mirándome de soslayo. Al principio no lo entendí, luego comprendí que me estaba pidiendo permiso para terminar en mi boca y ese simple (pero importante) hecho, hizo que brotara en mí un repentino cariño hacia Nico.

Yo estaba acostumbrado a la brusquedad y vulgaridad de los hombres, su falta de tacto y amabilidad, ¿pero esto? Me tomó completamente desprevenido.

—Hazlo —susurré con voz ronca y grave por el deseo.

Y entonces rocé ligeramente su miembro con mis dientes, mi dedo entró más profundo... Y Nico se corrió en mi boca, con mi nombre en sus labios en forma de un exquisito gemido largo y suave como terciopelo: ¡Victoria! Vitoreé para mis adentros, mientras me incorporaba y limpiaba la comisura de mis labios sutilmente. Nico tembló una última vez, con los ojos cerrados y luego se quedó respirando de forma superficial con las piernas extendidas alrededor de mí. Un rato después volvió a alzar los párpados y encontró mi rostro flotando encima del suyo, regalándole una sonrisa que delataba mi felicidad.  

Nico arrugó los labios rehusándose a darme cualquier halago, en su lugar, rodeó mi nuca con sus manos y atrajo mi boca de nuevo contra la suya para volver a besarnos, como si no pudiera estar mucho rato sin besarme. Y la verdad es que, yo tampoco soportaba estar mucho tiempo sin sentir su lengua rozarse con la mía, la cual era adictiva, cada caricia era aún mejor que la anterior y mi cerebro pedía más dosis en gran cantidad de ella. Entre caricias y contoneos de caderas, Nico me quitó la ropa que me quedaba y mi miembro saltó a la vista como dando un brinco de mis bóxers. ¡Pop!, como si hubiera dicho: ¡Hola!, ¿vamos a jugar? Nico lo agarró con la mano, y de la misma forma que había atendido a su "amiguito", él lo hizo con el mío.

Cuando hube terminado, en su mano en lugar de su boca (que yo no iba a quejarme de igual modo me había chupado hasta el alma), me subí encima de Nico y apreté su cuerpo con el mío y contra el colchón. Entonces de forma lenta y cuidadosa, entre besos persuasivos aquí y allá, logré colocarme en medio de las piernas de Nico, y allí, inicié a rozar la punta de mi miembro cerca de su inexpugnable entrada. Estaba tan cerca... gloriosamente cerca de hacerlo mío...

—Es mi imaginación, o creo que tú crees que yo creo... —me golpeó con un dedo en el pecho, con la respiración jadeante y una sonrisa divertida— que serás tú el que me tomé hoy...

—Yo... —pestañeé confuso y me incorporé súbitamente para poder mirarlo bien. Descubrí que Nico estaba hablando en serio— momento, pensé que tú estarías abajo...

Nico alzó sus cejas con burla, la soberbia personificada.

—Yo pensé que TÚ estarías debajo de mí —devolvió, con un brillo malicioso en sus ojos—. Aunque admito que lo olvidé por completo, hasta ahora, cuando he sentido a tu soldadito tratando de entrar en terreno prohibido. 

Me reí, y descansé mi frente sobre su esternón (contuve el impulso de depositar un beso sobre su piel blanca) volví a hacer la mirada y me lo quedé mirando con una sonrisa entre divertida e impaciente. Solo a Nico se le ocurría dejar caer tremenda dicotomía entre ambos, cuando más caliente estaba y solo quería montarlo cual vaquero sobre toro de feria comunitaria mientras gritaba: ¡Yee haw!

—¿Afecta de algún modo tu masculinidad ser el pasivo por esta ocasión? — pregunté a Nico, pasando distraídamente un dedo sobre uno de sus pezones. Estaba rosado y estirado, se veía muy besable y jugoso, pero ahora mismo necesitaba concentrarme. "Después" le dije, como si este me escuchara.

—No... es decir... — por primera vez, Nico se vio dubitativo. Miró hacia otro lado, pero alcancé a distinguir un atisbo melancólico en sus ojos—. Es que solo ha habido una persona hace años... Luego siempre he sido yo el que... Nunca he dejado que nadie más entrara allí desde... 

De pronto, sus ojos se llenaron de una firme resolución, había rabia brillando en sus orbes negros y cierto desafío que me resultó tan atractivo como peligroso. 

—No importa — dijo decidido, y enseguida se dio la vuelta, posicionando su trasero a la altura de mis caderas—. Tómame... ya es tiempo de superarlo.

—¿Estás seguro? Sí no te sientes preparado yo lo entie...

—Will, no seas marica— regresó Nico, con mofa.

Le puse los ojos en blanco, a pesar de que no me estaba viendo. Seguidamente, me moví hasta el cajón de mi mesita de luz, había un condón olvidado allí que pensé jamás iba a conocer acción en su vida; lo abrí, y me lo puse deliberadamente lento mientras trataba de calmar los nervios que empezaban a atacarme de nuevo. ¿Qué solo había habido uno dijo? Dios. ¿Y sí no estaba a la altura de sus expectativas? Era prácticamente virgen. ¡Se supone que íbamos a coger sin ningún tipo de presión! Ser el segundo en tomarlo no era precisamente algo que podría limitarse a un "No importa" como había dicho él.  

—Escucha — inicié con la voz estrangulada— no hay problema con que tú seas el dominante, ¿sabes? Mejor para mí, menos esfuerzo...

Nico gruñó. Con fuerza. Y empezó a golpear su frente reiteradas veces contra la almohada.

—Ya, ya, entendí. Está bien— me apresuré a hablar, atrapando su cabeza en medio de otro zarandeo. Contuve una carcajada, y en su lugar, ataque la espalda de Nico con besos. Porque era hermosa, y luego me entretuve un rato besando su cuello mientras mi mano volvía a colarse entre sus piernas. Estaba duro al menos, tanto como yo, y sonreí con absurdo orgullo por ello.

Tomando una honda inhalación, me acerqué hasta colocar mi tórax sobre su espalda, y la sensación de piel contra piel me ayudó un poco a serenar mis pensamientos. Por un momento, la punta de mi miembro sólo rozó la línea de sus nalgas de forma juguetona, luego Nico zarandeó su trasero contra mí para provocarme, y todo rastro de diversión desapareció en mí de golpe. Fui invadido por una llamarada de excitación de nuevo, un impulso casi salvaje de solo montarlo y reclamarlo como mío, a pesar de que no sabía quién era el otro "único" que había tomado a Nico. y había sido tan importante para hacerlo tomar tal voto de... No estaba seguro de que se tratara precisamente de "castidad". Pero como sea, sea quien fuese, esperaba estuviese muy lejos de aquí.

Agarré el mentón de Nico con una mano, con la otra, posicioné mi miembro lubricado por el condón en su entrada. Besé dulcemente a Nico en los labios, a medida que lo penetraba lentamente hasta llegar al límite de mi miembro, entonces, jadeé sobre su boca y solté un pequeño gemido cuando moví mis caderas de atrás y hacia adelante, probando un vaivén amistoso que me dio la primicia de que coger con Nico iba a ser glorioso. Se sintió magnífico. Nico debió sentir algo parecido porque sus uñas se incrustaron sobre mi colchón y todo su cuerpo se tensó para luego aflojarse otra vez y dejar salir un largo suspiro lleno de placer.

—Muévete, Will — pidió Nico, sonando por primera vez amable y tranquilo. Y aquello funcionó para eliminar cualquier duda o preocupación que hubiera en mí. Que importaba el pasado, Nico estaba aquí ahora conmigo y era a mí a quien pedía moverme en su interior. 

Encontré el ritmo que necesitaba para ambos. Y poco a poco después, empecé a poner fuerza en cada embestida contra Nico. De forma ininterrumpida, mi miembro entró y salió reiteradas veces cada vez más rápido que un rato después ya no podía admirarlo, solo podía concentrarme en mi autocontrol para evitar correrme antes que él como todo un adolescente precoz. Pero la forma en que Nico se movía contra mí también, su trasero encontrándose a medio camino buscando su propio placer a mi costa, me estaba poniendo las cosas muy difíciles, especialmente porque se veía jodidamente sexy de cuatro. Dios mío. 

Coloqué mi frente sobre su nuca, y me dejé llevar por el placer que me embargaba tomar a Nico. Cerré los ojos y me embriagué en la forma que su interior recibía mi miembro en cada embestida: de forma exquisitamente apretada y cálida. Pensé que nada podría compararse a esta sensación, luego Nico empezó a soltar pequeños gemidos entre jadeos cerca de mi oído, y me pareció que estaba escuchando la mejor música del universo en mi propia habitación. No era una sorpresa que fuera tan famoso al fin y al cabo. Su voz era hermosa ¿pero ahora?, ni los coros de los ángeles podrían estar a la altura. 

No sabía "quién" era el otro, pero por esta noche, me aseguré de que con cada embestida, yo fuera el "único" que habitara en la mente de Nico. 

Y tal vez funcionó, porque lo único que él dijo durante toda la noche fue: 

—Wiiiiill... 

🌞···🌞····🌞

Dije que iba a publicar y eso hice coño. He dicho que sería a la noche, menos mal no he puesto una hora, jajaj. OK. gracias por leer como siempre y ahora a tomar por culo hasta el próximo capítulo ahre. ok no. 

Ahora saben lo que viene, NO te escondas del sol amor. :3 Nos vemos allí, bye. 

ah, deja comentarios culero que mira que bonito lemon te he hecho, así todo pornográfico pero tierno, equilibrado como todo debe ser. 

Coño, que yo decía que serían solo 4000 palabras pero me tomó 6600 palabras. :v 

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