Capítulo 8.

                         Ximena.

   Cada vez que mamá está mejorando papá lo embarra todo otra vez con su mierda, estoy harta de esto, a estas horas debería de estar en la fiesta bailando y divirtiendome con mis amigas no de camino a un hospital porque mi madre gracias al donador de esperma que me engendró la hizo entrar en otra crisis emocional.

   Al menos me dio tiempo de decirle a Andres que cuidara de Stella, Ahslye sabe cuidarse sola por ella si no me preocupo.

   Llego al hospital y pregunto en recepción por la habitacion de Ana Rodriguez, la voz chillona de la recepcionista me altera los nervios mientras busca en el computador el número que le pido.

—Habitación 513, quinto piso —dice y me sonríe.

—Gracias —le respondo y voy camino al ascensor.

   Levanto la mano para apretar el botón de llamada del ascensor cuando este se abre encontrándome de frente con el donador de esperma, lo miro con rabia.

—¡Ximena, hija! —me dice sorprendido y levanto mi mano a la altura de su boca para que se calle de una vez.

—¡¿Qué hiciste esta vez?! —le pregunto y baja la cabeza apenado apretando algo en su mano.

   Se lo arranco y comienzo a leer el contenido del maldito sobre.

—¡Eres un cínico! —le grito— ¿Acaso no tienes vergüenza?

—Hija... Yo...

—¡Cállate, de verdad cállate! ¡¿No le has hecho mucho daño ya, para que ahora vengas a rematarla con la invitación a tu boda con esa chica que tiene mi edad?!

—¡Es una mujer y la amo! —me grita.

—¡Ella ama tus millones idiota! —Le grito y ya no quiero seguir viéndole la cara así qué lo dejo ahí parado y prefiero subir por  las escaleras.

   Llego a la habitación de mi madre, abro la puerta y la encuentro ahí acostada sobre la cama dormida.

—Está sedada, pero se pondrá bien —dice mi hermano quien está sentado junto a ella.

   Me acerco a su cama y le tomo una mano apretando suavemente, me acerco a su rostro y le doy un beso en la frente.

—Vas a salir de esta mami —le digo al oído— ¿Que fue lo que pasó?

—Estábamos mamá y yo viendo la tele cuando tocaron el timbre, mamá se levantó a abrir y encontró una pequeña caja en la entrada con un sobre encima, abrió la caja y había una especie de adorno de una pareja, intenté quitarle el sobre de las manos, pero no me dejó lo abrió y era la invitación a la boda de papá—la sangre me hierve al escuchar a mi hermano.

—Mamá comenzó a gritar y a romper cosas en la casa... Intenté llamarte, pero me enviaba al buzón, no me quedó de otra que llamar a papá, él nos trajo.

—Sé quien es la autora de todo esto...Esa perra me las va a pagar.

   Me quedo un buen rato con mi madre y mi hermano, pero mi celular suena con la notificación de un mensaje, lo abro y veo la foto de una pelea fuera de la casa de la fiesta.

—¡Debo irme, vendré mañana temprano! —le digo a mi hermano, tomo mi cartera y salgo corriendo rumbo al estacionamiento.

   Enciendo el auto mientras comienzo a llamar desde el automatico del auto a Ahslye y no me contesta, intento unas cuatro veces y no recibo respuesta.

—¡Maldición!

   Le digo a la computadora que le marque a Stella y sale apagado.

   Llego lo más rápido que puedo al lugar de la fiesta y solo encuentro un grupo de estudiantes custodiados por la policía que están limpiando el desastre de la zona.

   No me preocupo en bajar la ventanilla, solo tomo mi celular y tomo varias fotos, para el recuerdo. Le marco a Andres y él si me responde, respiro tranquila al saber que está con Stella y me marcho camino a casa.

Stella.

Aun no puedo creer que Ximena y Ahslye se fueron de la fiesta dejándome sola, estoy molesta con ellas, yo no las hubiera abandonado, eso no se le hace a una amiga y menos sabiendo que no conozco a nadie, solo a Andres quien se a portado como todo un caballero conmigo.

Cruzo los brazos a la altura de mi pecho y veo por la ventana el camino mientras no llegamos a casa.

—Por cierto, disculpen que no los haya presentado —dice Andres sin quitar la vista del camino— Ricky ella es Stella... Stella es el Ricky.

—Ricardo —dice un poco molesto por el tomo de su voz.

Andres sonríe viéndolo de reojo.

—Oh vamos, sabes que te gusta que te diga así —dice burlándose de su amigo.

—Lo odio, lo sabes —dice Ricardo refunfuñando.

El camino a casa es corto. Andres se detiene en la entrada y se baja a abrirme la puerta, bajo y veo que vuelve al auto y lo detengo, necesito que entren para curar sus heridas, es lo minimo que puedo hacer después de que me defendieron y estan asi por mi culpa.

Al principio Ricardo niega, prefiere irse a casa para curarse él solo, pero soy insistente y al final acepta. Saco la llave para abrir la puerta de la entrada, los hago pasar y los invito a sentarse en la sala mientras voy por el botiquín al baño.

Saco de la pequeña maleta, gasas, alcohol, agua oxigenada y una tintura oscura que ni el nombre puedo pronunciar bien.

Empiezo por Ricardo que es el menos lastimado, arruga la cara cuando voy a pasar la gasa con alcohol sobre la herida, detiene mi mano con la suya antes de tocar su labio y me regaña:

—Las heridas no se limpian con alcohol —abro los ojos sorprendida— soy estudiante de medicina, yo puedo hacerlo solo.

—¡Perdón, no lo sabía! —le acerco los medicamentos y un espejo mientras voy a la cocina por hielo para el ojo de Andres que comienza a hincharse.

Los oigo murmurar, pero no entiendo de lo que hablan solo hasta que estoy cerca y escucho el final de una frase de boca de Ricardo.

—Fue mala idea entrar aquí—se calla apenas siente mi presencia.

Lo ignoro y me acerco a Andres, le coloco la bolsa con hielo sobre su ojo y escucho el ruido de unas llaves en la cerradura de la puerta principal.

Estoy atenta para ver quien de mis dos amigas es y entra Ximena un poco apresurada, no se molesta en saludar a nadie, solo ve de Andres a Ricardo y luego su mirada se posa en mí.

—¿Qué ocurre aquí? —pregunta ella.

—Fue mi culpa, ellos me salvaron de un idiota que quería obligarme a darle una mamada —le digo para dar comienzo a contarle todo desde que se fue y se me viene encima abrazándome.

—Lo siento, lo siento... No debi dejarte. ¿Estas bien? —me pregunta preocupada.

—Si, estoy bien... ¿Y tú a dónde fuiste? —le pregunto y su rostro cambia de color.

—Te explico luego.

Ricardo deja todas las medicinas sobre la mesa, se levanta y dice algo nervioso:

—Nosotros nos vamos... Gracias por las medicinas.

Andres intenta decir algo, pero Ricardo no lo deja, agarra del brazo a su amigo para levantarlo del sillón. Los acompaño a la puerta y nos detenemos a medio camino cuando esta hace un estruendoso ruido al entrar Ahslye refunfuñando.

—¡Hombres, jah... Definitivamente, el hombre no es gente! —dice y nos la encontramos de frente, ella frunce el ceño y cruza los brazos sobre su pecho— ¿Qué hacen el terroncito de azúcar y el chico raro aquí?

«Toca otra vez repetir la historia, ¿en serio?».

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