Capítulo 5.

—No pregunten, lo explico luego —no dicen nada.

Veo hacia arriba de la grada principal y la banda universitaria comienza a tocar animando a los espectadores del partido, mientras que en el campo las animadoras hacen sus coreografías ganando silbidos de nuestra universidad y palabras obscenas de la otra.

Las gradas están divididas por equipos, en la que estamos, están los "Black Wolves" (Lobos Negros) y en las gradas del otro lado estan los "White Tigers (Tigres Blancos), quienes pertenecen al equipo contrario.

El barullo se hace más intenso cuando salen los jugadores al campo, es un ruido ensordecedor, los gritos y abucheos por parte de los contrincantes me hacen tapar los oídos unos breves instantes. Veo a Andres creo que buscandome entre la multitud y comienzo a mover mi mano para que me vea y sonríe cuando se da cuenta.

Ahslye me golpea con su hombro y la miro

—¿Qué? Somos amigos él nos invitó no —le digo y sonríe

—Si claro —dice— ¡Vamos lobos, quiero ver esos traseros echando sangre de la follada de goles que les van a anotar a esos maricas! —Grita y me sorprendo. En verdad le gusta el fútbol.

Las gradas quedan en silencio total cuando sale una chica con anteojos y se para justo en el círculo central del rectángulo y comienza a cantar el himno de la nación, todos se paran firmes para cantar junto a la chica quien al terminar de cantar suelta un grito a favor de nuestro equipo.

—¡Vamos lobos, derrotemos a esos maricas! —Todos gritamos al unísono las palabras de la chica mientras el rector se la lleva del brazo.

Los equipos se presentan en el centro de la cancha, cada uno de su lado. Andrés es delantero, pero se para en el medio campo, eso le da libertad de avanzar hacia adelante cuando sea necesario, echo una vista a los demás jugadores de nuestro equipo, pero fijo la vista en el delantero que lleva el número siete, es un chico de cabello negro no muy corto, el cabello debe llegarle a mitad del rostro, pero lo lleva peinado con fijador, es guapo y tiene buenas piernas, se nota que ejercita mucho.

Pierdo la noción del juego fijándome en aquel chico que no se quien es y pierdo la concentración cuando gritan gol a favor del equipo contrario, quienes abren el marcador primero, culpa de nuestra defensa.

El juego va transcurriendo entre levantadas de las gradas y gritos de gol ahogados por intentos fallidos de nuestro equipo, el chico del siete y Andres han echo unas buenas jugadas, pero no han podido concretar dentro de la malla contraria.

Se acaba el primer tiempo y miro a un lado, necesito ir al baño y le pido a Ximena que me acompañe porque Ahslye ya no está entre nosotros.

Ximena me ve y se ríe notificando que Ahslye tiene rato que se fue con su cita, pero que regresará, asiento con la cabeza y salimos al baño.

—¿Ves aquel chico que está sentado solo con los audífonos puestos? —lo veo y asiento—, él es compañero de casa de Andres, es raro, no habla casi nunca con nadie y no le interesan los deportes.

—¿Entonces qué hace aquí?

—Solo viene a darles su apoyo moral.

—Entiendo.

Corremos al baño para evitar la inmensa fila que se formará después, luego que salimos vamos por hot dogs y unos refrescos y volvemos a nuestros asientos, ya Ahslye está sola.

—¿Y tu cita? —le pregunta Ximena.

—Ah eso, pues lo mande al diablo, tenía un pequeñito problema que solucionar.

Dijo y no entiendo a la primera, hasta que repito sus palabras en mi cabeza y entiendo a lo que se refiere y me río.

Comienza el segundo tiempo nuestro equipo sale a atacar de una vez, luego de varios minutos llega el tan anhelado primer gol que hace empatar el partido uno a uno, los chicos corren hacia su entrenador y se abrazan celebrando.

Vuelven al medio campo y comienzan de nuevo el ataque de ambos lados de nuevo con gritos de goles ahogados en la garganta. De repente vienen Andres, el chico de la franela siete y otro más al ataque, pasándose el balón de uno a otro, finteando a los oponentes, cuando el chico siete está cerca del área, un contrario le mete el pie logrando que caiga al suelo haciéndolo dar dos vueltas sobre la grama quejándose de su rodilla.

Todos nos levantamos al mismo tiempo gritando un uhhhhh del susto o la impresión, ya no sé que sentimiento me alberga en este momento, solo escucho el pitazo del árbitro indicando el penalty, que celebra toda la grada al saber la decisión posterior a la gran tarjeta roja que le saca al jugador contrario.

Asisten al chico siete quien se levanta cojeando un poco, pero está listo para patear su penal, todos estamos en completo silencio, mientras él se planta frente al balón delante de la portería, el arquero levanta sus brazos balanceándose hacia los lados. El chico siete da los supuestos doce pasos frente al balón y lo patea con fuerza incrustandolo en la esquina superior derecha de la malla.

—¡Goooooooooooolllllll! —Gritamos todos y la banda resuena con más fuerza arriba celebrando.

El balón vuelve al círculo central para comenzar de nuevo a jugar, tras varios ataques de ambos equipos el árbitro da el pitazo finalizando el partido dándonos como vencedores.

Bajamos un poco más para felicitar a nuestro equipo y alguien detrás de mí le pide la camisa al chico siete quien se la quita y puedo detallar sus abdominales muy bien trabajados, tan hipnotizada estoy que ni cuenta me doy cuando lanza la camisa y me da justo en la cara.

—¡Disculpa! —grita él desde el campo y luego se echa a reír— Quien la manda a no quitarse del medio.

—«Idiota»—y todo mi embelesamiento por él se esfuma.

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