15 | Celos

—¿Lista?

—Espera. —Matías cargó a Naomi en sus brazos—. Vas muy rápido.

—No voy tan deprisa, si no avanzamos jamás te quitarán el yeso.

—¿Dolerá? —preguntó, apoyando la cabeza en el pecho de él.

—Hay sufrimientos que valen la pena sentir, este solo es uno más.

Por alguna razón, que no sabía explicar, Matías le daba una curiosa sensación de paz. Nadie se burló más que ellos de la manera en la que se conocieron. El hombre que le ayudo a fortalecer su confianza, era el conductor del auto que la atropelló. No era justo que agradeciera al universo esa casualidad, debido al dolor que soportaba y que causó a sus seres queridos. Pero la manera en cómo se sentía, con el apoyo de Matías, valía que resistiera sus dolencias.

—No intentes moverte más sobre la camilla. Lo más recomendable es que te quedes acostada.

—Solo quería acomodarme mejor.

—Te puedes caer si sigues intentándolo... ¿Qué es tan gracioso?

—Eres un viejito joven —añadió, luego de una sutil risa.

—¿Cómo me dijiste?

—Viejito joven.

—¿Qué?

—Tú.

—¿Hice algo malo?

—No, para nada, es solo que...

—¿Qué cosa?

—Tu personalidad.

—No te entiendo.

—A pesar de tu edad actúas como una persona adulta, eres demasiado meticuloso. Es como si cada paso que das estuviera premeditado y tú decidieras todos los días hacer las cosas bien.

—Tampoco es que sea un jovencito, Naomi. Una vez me dijeron algo parecido, pese a que no con ese término. ¿En verdad mi conducta es así de severa?

—Solo un poco. Lo es más tu forma de expresarte y la manera en la que afrontas la vida, como una responsabilidad.

—Es lo que aprendí de mis padres.

—¿Te gusta trabajar con él?

—No estoy en posición de quejarme. Ya no veo a Isleña Telec., como museo en el que tenía miedo de perderme. A mi padre le debo ser capaz de superar ese temor.

Matías se detuvo enfrente de las puertas que daban entrada al departamento de traumatología, miró a Naomi por tercera vez en el día. Ella captó de inmediato que él le pedía permiso para continuar, se mantuvo en silencio observándolo durante dos minutos, luego movió su cabeza en señal de afirmación.

—Pasará más rápido de lo que piensas.

—Eso espero.

Entraron a un lugar desconocido. El pánico nubló el juicio de Naomi al escuchó el sonido de una pequeña sierra eléctrica. Matías la abrazó, ella se cubrió el rostro con las manos. Cuando empezó a llorar, el Dr. Gómez estaba demasiado ocupado, liberándola del yeso, como para animarla. Pronto su respiración se entrecortó, el llanto apenas le permitía responder a las palabras de aliento que Matías le dedicó. El doctor le aconsejó que respirara profundo, prometió que no la cortaría.

Los segundos restantes fueron horas de angustia. Jamás había sentido tanto miedo, no porque desconfiara del Dr. Gómez. Era todo lo contrario. Confiaba más en el ortopedista que en sí misma, de esa manera no superaría el accidente y nunca volvería a fiarse de los demás, no como lo hizo con Ruth e Iván. El futuro era incierto, pero, ¿sería su propio misterio suficiente para que Matías fuera una excepción?

—¿Mejor?

—Sí, mucho más ahora que salimos de ese lugar. No pensé que extrañaría tanto esta habitación. Se siente extraño por fin tener la pierna libre, creo que me acostumbré al yeso.

—Verás que dentro de poco volverás a caminar y correr.

—No sé si voy a correr tan pronto. Mi pierna parece gelatina, se siente como si lo fuera —bromeó divertida—, creo que debí tomarme más fotos con el yeso. Ahora es que me llega una buena idea Tumblr a la mente.

—Eres increíble, Naomi.

—¿Eso crees?

—Por supuesto que sí. Hace menos de diez minutos estabas temblando de miedo. Ahora sonríes.

—La risa es la mejor medicina, ¿no?

—No lo dudo.

—Gracias por estar aquí.

—Gracias a ti. No sé qué hubiera sido de nosotros si las cosas fueran a la inversa, pero estoy seguro de que no podría sonreír como tú lo haces ahora.

—Yo ocasione el accidente y debo afrontarlo. No sería justo para nadie que sea pesimista.

—No estás sola.

—Lo sé, y te lo agradezco mucho. Tu amistad es lo mejor que obtuve de esto.

—No sabes cuánto me alegra escucharte decir eso.

Naomi se miró las manos, apenada, y sonrió con sutil incredulidad. Sus mejillas estaban sonrojaron. Matías reaccionó igual cuando ella volvió a conectar sus ojos con los de él. Crearon un íntimo y dulce momento de afinidad; el cual se mantuvo hasta que escucharon un llamado del otro lado de la puerta.

Una enfermera entró a la habitación en compañía de los padres de Naomi. Natalia y Miguel firmaron los documentos correspondientes a la autorización de la cirugía. Naomi no dejó de bromear con que aquella casi era la primera vez que firmaba documentos de orden clínico. Tal excepción se debió a que aún no tenía una identificación. Su sonrisa calmó los nervios que los demás. Lo cierto era que Naomi ocultaba sus verdaderas emociones, tanto que ni siquiera ella podía diferenciar si eran provocadas por la felicidad, el miedo o la confianza. Ni siquiera ella misma pudo explicar cómo, siendo tan desdichada, era capaz de hacer felices a otras personas. No era sensato pensar que debido a su plena juventud no debía temerle a lo desconocido, solo porque no tenía nada que perder. Ninguna de sus emociones era opacada por el miedo ante las cosas inciertas, sino por el vacío existencial que esas dejaban en ella. Estaba tan aterrada que sonreía para disimular el miedo en su interior.

Naomi respiró profundo luego de quitarse la única prenda que portaba: el collar que Iván le obsequió. Ella le encargó a Matías el cuidado del preciado regalo. Nunca había pensado que dejaría de usarlo sin su total consentimiento, pero la cirugía lo ameritaba.

—Te veo a la salida.

—Ahí estaré.

Las puertas del quirófano se cerraron más rápido de lo que Naomi creyó posible. Durante la operación su noción del tiempo no cambió. Esa sensación le pareció entrañable; el correr de los segundos era muy diferente cuando pensaba en su última desilusión amorosa.

***

—¿Estará en el quirófano?

—Es lo más probable. Hace una hora que llamé a Natalia.

—Y nosotros atascados en este maldito tráfico. —Javier le dio un golpe al volante de su carro—. Maldición.

—Todavía tenemos oportunidad de verla... Conducir como un desquiciado no nos hará mejor la situación.

—Solo aproveché el espacio entre esos vehículos.

—Casi rozando las puertas. Gran idea, amigo.

—Dobla en esa esquina.

En su llegada a la clínica Ruth, Javier, Iván y Esteban subieron a toda prisa las escaleras hacia el tercer piso. Luego de llegar al recibidor del área quirúrgica se encontraron con Natalia y Miguel. Los padres de Naomi estaban sentados en un sillón frente a un joven caballero pelirrojo. Los amigos saludaron deseando el mejor porvenir para Naomi.

—Hola, Matías.

Ruth fue la segunda en ver quien era la compañía de los padres de su mejor amiga, pues Javier no se animó a saludarle.

—Un gusto volver a verte.

—Igual.

—Queríamos estar antes de que ella ingresara, no pude conducir con agilidad. ¿Cómo estaba ella?

—Asustada, pero bien. Es fuerte, saldrá con bien de esto.

—Él es Iván —interrumpió Ruth. Consideró importante que Matías y él se conocieran.

—Naomi me habló mucho sobre ti. Antes no nos pudimos presentar con formalidad, perdón por eso, no te volví a ver.

El mayor extendió una mano para estrecharla con la de Iván. Este no sabía si Matías se estaba aprovechando de la situación para humillarlo o si trataba de ser modesto.

«¿Qué diablos haces con el collar?». Se preguntó Iván, indignado. Sintió tanta rabia que se creyó capaz de matar a Matías.

La existencia de un cortante silencio entre ellos fue la realidad que los hizo tener algo en común. Aunque ambos tenían sentimientos encontrados por Naomi.

—¿Hace cuánto tiempo empezó la cirugía?

Esteban cambió el tema de interés, los obvios celos de Iván y Matías, con la gracia que lo caracterizaba. Ruth y él se sentaron en un sillón lejano, los padres de Naomi volvieron al que estaban. Iván, Matías y Javier se acomodaron en el más grande de la sala, mantuvieron una considerable distancia.

El mejor amigo de Javier sabía que algo andaba mal. Aceptaba que dejó sola a Naomi cuando más lo necesitaba, no tenía el derecho a reclamar un abandono que también fue propio. Sentía muchas cosas por ella, no encontraba la forma adecuada para expresarse. Mucho menos después de ver que cómo Matías guardaba el collar en un bolsillo. Él parecía feliz y sobrio, rápidamente el despecho comenzó a oscurecer su corazón.

Iván se alejó de Naomi porque pensó que él mismo era un problema para ella. Decidió mantenerse lejos y esperar que todo volviera a la normalidad. Luego de ver a Matías en la clínica confirmó que esa errónea idea nubló su juicio. Así como Naomi, él también se creía culpable del accidente. Las palabras de ella rasgaron más que la superficie de su alma. Al contrario de él, Naomi encontró refugio en la distancia. Muchas veces Iván se arrepintió de ser cobarde, ella era la única persona a la que acudía sin resentimiento.

—¿No irás a verla? Andando. —Ruth agarró el brazo izquierdo de Iván, pero él dio un paso hacia atrás—. Tienes que estar con ella ahora, aún eres su novio.

—Viste lo mismo que yo, ¿no? Todos están reunidos con Naomi. ¡Responde!

—Sí. No sé porque él...

—Debe ser su nuevo novio.

—No, es imposible. Me hubiera enterado.

—No has hablado con Naomi, ¿de qué manera lo sabrías? Por lo que me dijiste se volvieron muy cercanos.

—Eso no significa nada. No es momento para una escena de celos. Estoy segura de que ella te quiere. Todavía nos quiere, de no ser así jamás hubiera cruzado palabras con Javier y Esteban.

—Fuimos nosotros quienes corrieron tras ella. —Él apretó los labios y miró al techo, conteniendo sus lágrimas—. Si no lo hubiéramos hecho, ella no estuviera saliendo de una cirugía... Con tu silencio me basta, sé que tengo la razón. Me largo, no la veré con él.

—Iván...

—Todo mejorará si yo me hago a un lado.

—¿Cómo puedes estar seguro de ello?

—Porque nadie merece soportar algo insostenible. 

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