1: Siempre es bueno comenzar un nuevo día
8 de agosto de 2022.
Monterrey, Nuevo León. México.
Estaba amaneciendo, el sol apenas estaba saliendo. El clima estaba cálido, y el cielo estaba despejado, aunque estaba oscuro.
Un nuevo día comenzaba en la ciudad. Una nueva semana comenzaba. Como ya era costumbre, muchas personas iniciaban sus jornadas laborales, además de que muchos estudiantes iniciaban un nuevo día escolar. Era el inicio de un nuevo semestre para muchos estudiantes de preparatorias y universidades.
Ese es el caso de dos chicos, amigos de la infancia, quienes iban hacia la Facultad de Ingenería Mecánica y Eléctrica, de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Uno de ellos era un chico lindo, de 18 años de edad. Era delgado y de mediana estatura. Tenía piel clara, cabello corto castaño claro, ojos azules. Portaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Llevaba una mochila negra en su espalda.
El otro se veía apuesto, de 18 años de edad. Era delgado y un poco más alto que el chico de cabello castaño claro. Tenía piel clara, cabello corto castaño, ojos cafés. Portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Llevaba una mochila gris en su espalda.
Los dos chicos platicaban mientras caminaban.
—¿Así que este es el comienzo de un nuevo semestre, Oliver? —preguntó sonriendo, el chico de gris.
—Sí, Santino… —dijo sonriendo, el chico de blanco, conocido como Oliver—. Nunca creí que el tiempo pasara tan rápido.
—Así es… —dijo el chico de gris, conocido como Santino—. Tú y yo hemos sido los mejores amigos de que éramos niños.
—Tú lo has dicho, Santino —dijo Oliver con nostalgia—. Y míranos ahora, iniciando la facultad por todo lo alto.
—Así es, hermano —dijo Oliver amablemente—. Estuvimos juntos en la misma primaria. En la misma secundaria. En la misma preparatoria. Ymíranos ahora: nunca imaginé que estuviéramos en la misma facultad.
—No sé tú, pero parece que estamos destinados para ser los mejores amigos para toda la vida —dijo Santino sonriendo.
—Espero que así sea, Santino —dijo Oliver amablemente—. Espero que nada ni nadie destruya nuestra gran amistad.
—Me encantaría —dijo Santino sonriendo.
—Oye, hermano… —dijo Oliver amablemente—. Unos amigos y yo vamos a ir a una quinta el 20 de agosto. ¿Quieres ir?
—Sí, con gusto —dijo Santino sonriendo.
Los dos chicos se veían tan felices mientras caminaban. Los dos confiaban en que su amistad sería eterna, y que nunca se rompería por ninguna razón.
—Siempre es bueno comenzar un nuevo día —dijo Oliver sonriendo mientras caminaba junto a Santino.
Ambos se dirigieron hacia la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica, con tal de iniciar el semestre. Santino era el más entusiasta por empezar sus estudios universitarios.
***
Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica.
A medida que iba amaneciendo, varios estudiantes iban cambiando de salón, para iniciar una nueva clase. Pero ese no era el caso de los estudiantes de primer semestre. Ellos se quedaban todo el día, desde las 7 de la mañana, hasta mediodía. Los estudiantes de segundo semestre podían armar su horario a su antojo.
Una vez que ya era mediodía, los estudiantes de primer ingreso salieron de clases, para ir hacia sus casas o hacia alguna otra parte. Santino salió de su salón de clases, y se encontró con una chica. Era una chica linda, de 18 años de edad. Era delgada y de mediana estatura. Tenía piel clara, ojos verdes y cabello largo y negro. Portaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos, además de una mochila negra en su espalda.
Los dos chicos se vieron y sonrieron.
—Hola, Soraya —dijo Santino sonriendo.
—Hola, Santino —dijo sonriendo, la chica de nombre Soraya.
Los dos se dieron un beso en la mejilla, y empezaron a caminar hacia la salida de la facultad, mientras empezaban a platicar.
—Veo que al fin ya estamos en la facultad. ¿No crees, amor? —dijo Soraya sonriendo.
—Así es, linda —dijo Santino sonriendo—. Nunca creí que llegaríamos hasta acá.
—Ni yo, lindo —dijo Soraya sonriendo—. Oye, ¿tienes planes para este fin de semana?
—Sí, es que voy a ir a una quinta con Oliver, mi mejor amigo… —dijo Santino sonriendo.
—Ah, ya entiendo… —dijo Soraya sonriendo—. Te vas a encontrar con tu mejor amigo, Oliver Lattanzio. Por cierto, ¿Oliver ya tiene novia?
—No, me dijo que aún no, Soraya —dijo Santino sonriendo—. Pero me dijo que está haciendo todo lo posible para conseguirla.
Los dos chicos lograron llegar a la salida de la facultad.
—Créeme que la quinta va a ser el lugar ideal para conseguir la novia que tanto desea —dijo Soraya sonriendo—. Oliver va a conseguir novia en ese lugar, te lo aseguro. Nada es más importante que la felicidad de nuestros mejores amigos.
—Tú lo has dicho, Soraya. Tú lo has dicho —dijo Santino sonriendo—. Bueno, nos vemos mañana.
—Sí, nos vemos mañana —dijo Soraya sonriendo.
Santino se despidió de Soraya, y se fue hacia su casa. Ella lo miraba con asco y desprecio, a medida que se alejaba.
—Maldito idiota... —dijo molesta.
De repente, Oliver salió de la facultad y se acercó a ella. Ambos empezaron a platicar.
—Veo que no soportas a mi mejor amigo, ¿no es así, Soraya? —preguntó Oliver tranquilamente.
—¿A ese muerto de hambre? —preguntó Soraya ya molesta—. No, no lo soporto.
—Vaya… —dijo Oliver impresionado.
—De verdad, yo no sé por qué me hice su novia en primer lugar… —dijo Soraya molesta—. Te juro que no debería de haber iniciado una relación con él, sabiendo que venía de una familia de pobretones. Maldito sea el día que acepté ser su novia.
Oliver trató de levantarle los ánimos a Soraya.
—Yo sé cómo te sientes tras haber aceptado ser la novia de ese tonto, Soraya —dijo tranquilamente—. Tú sabes que son errores que todos cometemos, pero todos esos errores tienen solución.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Soraya confundida.
—Porque no deberías andar con un pobretón como Santino… —dijo Oliver mientras se acercaba a Soraya lentamente—. Tienes la oportunidad de andar con alguien como yo, pero no la estás aprovechando.
—Créeme que de verdad quiero aprovecharla, Oliver —dijo Soraya nerviosa, mientras Oliver se le acercaba—. Pero me da mucho miedo que llegue a pasar.
—Vamos, que no te importe el qué dirán, Soraya… —dijo Oliver, mientras acercaba sus labios a los de Soraya, para darle un beso.
Soraya no hizo más que corresponder el beso que Oliver le dio.
—No sé por qué, pero creo que esto me está gustando... —dijo.
—¿Ya lo ves, Soraya? —dijo Oliver sonriendo—. Bien dicen que mientras más peligrosa sea una aventura, más divertida es.
—No lo sé... —dijo Soraya sonriendo—. ¿Puedo venir a tu casa esta noche?
—Sí, con gusto... —dijo Oliver sonriendo.
Al parecer, Soraya despreciaba a Santino, pero disfrutaba de estar con Oliver. Y éste no podía esperar el momento para estar con ella.
***
San Nicolás de los Garza, Nuevo León.
Colonia Anáhuac.
Parque La Pérgola.
Santino ya se había ido de la facultad, y quería descansar un rato, después de haber terminado su primer día de clases. Estaba en el parque La Pérgola, sentado en una banca.
De repente, una chica se acercó hacia él. Era una chica linda, de 18 años de edad. Era delgada y de mediana estatura. Tenía piel clara, ojos cafés y cabello largo castaño claro. Portaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.
Ella volteó hacia él, y ambos empezaron a platicar.
—Hola —dijo ella sonriendo.
—Hola… —dijo Santino sonriendo.
—¿Puedo sentarme? —preguntó ella.
—Claro —respondió Santino.
La chica se sentó a su lado, para sacarle algo de plática. Santino no se mostraba incómodo.
—Veo que llegaste a la ciudad hace poco, ¿no es así? —preguntó Santino amablemente.
—No, la verdad es que llegué hace dos semanas. Soy nueva aquí —dijo la chica amablemente.
—Entiendo… —dijo Santino amablemente—. Yo vivo aquí desde que era un niño. Por cierto, me llamo Santino. Santino Alarcón.
—Alessia. Alessia Landeros —dijo la chica, presentándose ante Santino como Alessia Landeros.
Desde ese momento, los dos chicos se hicieron amigos.
—¿En qué facultad estudias, Santino? —preguntó Alessia.
—En FIME. ¿Y tú? —dijo Santino.
—En Criminología —dijo Alessia.
—Vaya, queda cerca de la facultad en la que estoy —dijo Santino sonriendo.
—A mí también me pasa —dijo Alessia sonriendo.
—Sí, me imagino… —dijo Santino sonriendo.
—¿Y tienes novia? —preguntó Alessia.
—Sí, sí tengo… —dijo Santino tranquilamente.
—Yo no tengo —dijo Alessia amablemente—. Pero no descarto conseguir uno muy pronto. Yo sé que algún día tendré mi primer novio.
—Descuida, Alessia. Algún día lo tendrás… —dijo Santino tranquilamente.
Los dos chicos se hicieron amigos desde el primer momento. Sin embargo, alguien los estaba viendo a lo lejos. Y eran Oliver y Soraya. Los dos chicos vieron a Santino y a Alessia de reojo, sólo que Soraya estaba enfadada y Oliver se veía tranquilo.
—¡Maldito infiel…! —susurró Soraya molesta—. ¿Cómo se atreve a engañarme con otra chica…?
—Vamos, Soraya… —dijo Oliver tranquilamente—. No creo que Santino te esté engañando. Simplemente está hablando tranquilamente con una amiga suya.
—¡Le dije desde un principio que no quería que tuviera amigas! —susurró Soraya enfadada—. ¡Es increíble que me esté haciendo esto, Oliver!
—¡Tu novio y esa chica sólo son amigos! —dijo Oliver un poco molesto—. Encima de todo, fuiste tú la que le puso el cuerno en primer lugar, Soraya.
—¡Mentira! —dijo Soraya enfadada—. Yo sería incapaz de engañar a Santino con otro.
—Te conozco muy bien, Soraya —dijo Oliver—. Sé que tratas muy mal a Santino, al punto de engañarlo con otro chico.
—No sé quién te dijo eso… —dijo Soraya molesta—. Yo me largo de aquí. Santino me va a escuchar mañana. Va a saber todo lo que le tengo que decir. Ahí te ves, Oliver.
Después de eso, Soraya decidió irse del parque, dejando solo a Oliver. Éste no paraba de fijarse en Alessia, mientras que ésta y Santino no se percataban de su presencia.
—Así que te estás volviendo amigo de Alessia Landeros, ¿eh? —susurró Oliver, mientras se fijaba en Alessia—. Vaya, ella tendrá mucha suerte de que yo esté aquí… Nunca debiste haberte fijado en ella, Santino. Tengo que hacerla mía, sea como sea.
No era necesario decir que Oliver se había enamorado de Alessia a primera vista. Y estaba decidido a todo, con tal de tenerla para él.
***
Esa noche…
Casa de la familia Alarcón.
Ya era de noche. El cielo seguía despejado, y el clima se mantenía caluroso.
Santino estaba en su casa, justo en el patio trasero. Estaba sentado en la mesa, mirando la luna y las estrellas. Vivía en la calle Juana de Ibarborou, en una casa ubicada con el número 714.
De repente, una chica salió y se acercó hacia donde estaba Santino. Era una chica linda, de 15 años de edad. Era delgada y de mediana estatura. Tenía piel clara, ojos azules y cabello largo castaño claro. Portaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—¿Así que hoy conociste a uan nueva amiga, Santino? —preguntó la chica, mientras se sentaba con Santino.
—Sí, Katia… —dijo Santino tranquilamente.
—¿Y cuál es el problema? —preguntó la chica, conocida como Katia, para después rodar los ojos y molestarse—. Ah, ya veo. Soraya Díaz de León. Ese es el problema.
—Así es… —dijo Santino un poco triste.
—¡Es increíble que siga saliendo con esa chica, aún después de todo lo que te hace! —exclamó Katia un poco molesta—. No es por nada, hermano. Pero ya deberías terminar con ella.
—Yo sé que debería… —dijo Santino un poco triste—. He intentado terminar con Soraya. Pero no me he animado, y menos sabiendo cómo es ella.
—Yo también conozco perfectamente a Soraya —dijo Katia—. Sé todo lo que te ha hecho. Desde hacerte escenas de celos, hasta golpearte.
—Sí, pero no creo que me haya engañado… —dijo Santino amablemente.
—¿Engañarte? No creo que Soraya se dé el lujo de montarte los cachos, eso ya sería demasiado —dijo Katia, para ya tranquilizarse—. Por cierto, ¿cómo se llama esa chica que conociste en la plaza?
—Alessia Landeros, mi nueva amiga —dijo Santino ya sonriendo.
—Vaya, hasta que al fin conoces a alguien de verdad… —dijo Katia ya sonriendo.
—No te emociones, Katia —dijo Santino amablemente—. Apenas la conocí hoy en el parque, sólo nos hicimos amigos.
—Eso me gusta, Santino —dijo Katia sonriendo—. El chiste es ir despacio. No dejes que Soraya lo arruine todo, hermanito.
—Así será… —dijo Santino.
Santino se sentía muy feliz al haber conocido a Alessia en el parque. Pero no podía dejar de pensar en las represalias que Soraya podía tomar en su contra.
***
Mientras tanto…
Casa de la familia Landeros.
Alessia y su familia vivían en la calle Topo Chico. En una casa marcada con el número 515.
La chica estaba en el patio trasero de su casa, sentada en una mesa cerca de la alberca. En eso, llegó un chico y se acercó a ella. Era un chico apuesto, de 18 años de edad. Era delgado y de alta estatura. Tenía piel clara, ojos cafés y cabello corto castaño claro. Portaba una playera azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.
El chico se sentó en la mesa para sacarle plática a Alessia.
—No parece que hayas tenido un buen día, hermanita. ¿No es así? —preguntó el chico.
—No es eso, Marcelo… —dijo Alessia amablemente—. Simplemente no estoy acostumbrada, es solo eso.
—Es que aún no te acostumbras a vivir en una colonia como ésta… —dijo el chico, conocido como Marcelo—. Una colonia tan cercana a la universidad.
—Sí, tal vez… —dijo Alessia tranquilamente—. ¿Sabes una cosa? Extraño lo que vivíamos en Torreón, en Campestre La Rosita.
—Sí, yo también extraño mucho vivir allá… —dijo Marcelo tranquilamente—. Ahí teníamos una casa con alberca, y todo lo demás. Igual aquí en Nuevo León, tenemos una casa con alberca y todo lo que quieras. Pero no se siente lo mismo que allá.
—Tienes razón… —dijo Alessia amablemente—. Pero nos guste o no, tenemos que acostumbrarnos a vivir aquí, por el trabajo de nuestros padres.
—Por cierto, me enteré que hoy conociste a un nuevo amigo. ¿No es así? —preguntó Marcelo.
—Sí, nos conocimos hoy en el parque La Pérgola —dijo Alessia sonriendo.
—No quiero ser metiche. Pero, ¿se puede saber cómo se llama? —preguntó Marcelo sonriendo.
—Santino. Es mi nuevo amigo. El vive aquí desde hace años… —dijo Alessia sonriendo.
—Así que te has hecho amiga del mejor amigo de Oliver Lattanzio, ¿no es así? —dijo Marcelo.
—¿Quién es Oliver Lattanzio? —preguntó Alessia con curiosidad.
—Oh, nada. Es mi nuevo amigo —dijo Marcelo tranquilamente—. Lo conocí desde hace dos días. No es por nada, pero en los días en los que llevo siendo su amigo, es a todo dar. Tienes que conocerlo algún día.
—¿Y cómo es ese tal Oliver Lattanzio? —preguntó Alessia con curiosidad.
—Pues es alto, ojos cafés, cabello corto castaño, piel clara. Así es él —dijo Marcelo—. Es un buen amigo, créeme.
—No estaría nada mal conocer también a ese chico… —dijo Alessia sonriendo.
—Créeme que no, Alessia. Date la oportunidad de tener tu primer novio, no tengas miedo —dijo Marcelo sonriendo.
—Bueno, lo voy a intentar —dijo Alessia sonriendo—. Después de unos días, te diré quién es el chico que me gusta. Y después, puede que nos hagamos novios un día de éstos.
—Espero que así sea —dijo Marcelo sonriendo.
Alessia se sentía feliz de haber conocido a Santino, su nuevo amigo. Ella se dio cuenta de que era un buen chico, pero aún le faltaba conocer a Oliver. No tenía idea de que Oliver era muy distinto a Santino.
***
Más tarde...
Plaza Fiesta Anáhuac.
Oliver se encontraba en Plaza Fiesta Anáhuac, sentado en una mesa y comiendo una hambrguesa con papas tranquilamente. Se encontraba solo.
De repente, alguien se acercó a su mesa para interrumpir su comida, lo que molestó a Oliver. Era un chico guapo, de 18 años de edad. Era alto y delgado, además de tener piel morena clara, ojos cafés y cabello corto castaño. Portaba una playera roja de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.
—¿Se te perdió algo, Carlos? —preguntó Oliver molesto, mientras dejaba de comer.
—Parece que no sales de una, cuando ya estás en otra, Oliver Lattanzio… —dijo el chico de rojo, conocido como Carlos.
—No sé de qué me hablas… —dijo Oliver molesto—. No es lo que crees.
—Claro que sí, Oliver. Sé muy bien que te estás metiendo con la novia de Santino Alarcón —dijo Carlos burlón, mientras se sentaba en la mesa con Oliver.
—¿Cómo sabes, si ni siquiera conoces a Santino? —preguntó Oliver molesto.
—No lo conozco, pero sí conozco a su novia Soraya, la chica con la que te estás metiendo, Oliver —dijo Carlos molesto.
—¿Quién te crees que eres, Carlos? —preguntó Oliver molesto—. Para que lo sepas, yo no me estoy metiendo con las novias de mis amigos. Si eso es lo que crees, es tu problema.
—Vamos, yo sólo te advierto que no se te ocurra meterte con esa chica —dijo Carlos molesto—. No me gustaría buscar a Santino para decirle la clase de persona que tiene por mejor amigo.
—Ni siquiera lo conoces, como ya te lo dije —dijo Oliver molesto—. Así que no se te ocurra buscarlo para decirle lo que está pasando entre Soraya y yo.
—No te tengo miedo, Oliver Lattanzio —dijo Carlos con una actitud retadora.
—No me pongas a prueba, Carlos. Todavía no sabes de lo que soy capaz —dijo Oliver molesto.
—Lo que hagas me tiene sin cuidado —dijo Carlos mientras se levantaba de la mesa—. Pero no se te ocurra hacerle daño a esa chica, mucho menos a Santino. Porque como ya te dije, se va a enterar la clase de persona que tiene por mejor amigo. No te gustaría, ¿o sí?
—No te atreverías a abrir la boca, Carlos —dijo Oliver molesto.
—Claro que lo haría Oliver. Ponme a prueba —dijo Carlos molesto.
Una vez que se levantó de la mesa, Carlos decidió irse hacia otro lugar, después de las advertencias que le hizo a Oliver. Éste se quedó molesto, sin saber que hacer. Sabía que ya se había metido un nuevo enemigo a la bolsa.
—No, no lo voy a permitir, Carlos. No te voy a dar el gusto de verme caer... —dijo molesto, antes de darle un gran mordisco a su hamburguesa.
No soportaba que alguien quisiera burlarse de él, mucho menos aquellos a quienes consideraba sus enemigos. No podía ocultar el miedo que sentía al saber que algunos de sus secretos podían estar en peligro, y estaba decidido a quitar de su camino a quien se atreviera a revelarlos.
***
Más tarde…
Casa de la familia Lattanzio.
Oliver vivía en la calle Alfonsina Storni, en una casa grande y marcada con el número 719. El chico se encontraba en su habitación, junto a Soraya. Los dos chicos se mostraban contentos mientras platicaban. Los dos estaban sentados en la cama.
—Nunca creí que tuvieras una casa tan grande, Oliver —dijo Soraya sonriendo—. De verdad que nunca imaginé estar en una casa así.
—Gracias, Soraya… —dijo Oliver sonriendo—. Yo tampoco me imaginé vivir aquí. Mis papás solo quieren conseguir lo mejor, nada de tonterías.
—Eso es lo que me han inculcado desde siempre, Oliver —dijo Soraya—. Me dijeron que siempre debo buscar lo mejor. Aspirar a más, no debo conformarme con poco.
—Es verdad que no debes conformarte con tan poco… —dijo Oliver sonriendo—. Como te dije antes, no deberías conformarte con tener un novio mediocre como Santino, cuando puedes tener un novio rico y guapo como yo, Soraya.
—Eso me encantaría… —dijo Soraya—. En cuanto tenga la oportunidad voy a deshacerme de Santino para estar contigo, Oliver. Confía en mí.
—Pues deberías hacerlo lo antes posible, no deberías estar ni un momento más a su lado, Soraya —dijo Oliver sonriendo—. Termina con él lo antes posible.
—Tienes razón. Tienes toda la razón, Oliver —dijo Soraya.
—Si quieres, te puedo enseñar de lo que soy capaz, Soraya —dijo Oliver, mientras Soraya sonreía—. Y puedo hacerlo ahora mismo, si tú quieres.
—Claro, me encantaría... —dijo Soraya sonriendo.
Oliver acercó sus labios a los de Soraya, y ambos empezaron a besarse apasionadamente. Después de unos instantes, Soraya se quitó su blusa, dejando al descubierto un brasier rosa. Los dos chicos se acostaron en la cama, y se besaron apasionadamente. Era obvio que querían aprovechar este momento al máximo, sin importarles nada.
Sin embargo, habían dejado la puerta abierta, y no sabían que una chica los estaba viendo. Era una chica de 15 años. Era delgada y de mediana estatura. Tenía las mismas facciones que Santino. Portaba una blusa gris de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Ella veía con horror cómo Oliver y Soraya se besaban apasionadamente, sin desnudarse.
—Dios mío… —dijo la chica horrorizada—. ¿Cómo puedes hacerle esto a Santino, Oliver?
La chica estaba viendo horrorizada cómo Soraya se entregaba a Oliver en la cama. Después de varios segundos, ella no pudo soportar más y decidió irse. Oliver y Soraya nunca se percataron de su presencia. La chica de gris se fue corriendo hacia su habitación, luchaba por tratar de procesar lo que había visto, y se dio cuenta de la realidad: Soraya estaba engañando a Santino con Oliver, y no sabía que hacer.
—¿Qué rayos acabo de ver...? —preguntó la chica horrorizada—. ¿Acaso Oliver siempre ha odiado a Santino...?
Es ahí que la chica se dio cuenta de la bizarra realidad: En secreto, Oliver le profesaba un profundo odio a Santino.
***
Más tarde…
Residencial Anáhuac Quinto Sector.
Carlos se encontraba en un lote baldío, ubicado en la colonia Residencial Anáhuac, Quinto Sector, entre las calles Tenochtitlán y Polotitlán. Estaba sentado en el suelo, fumando un porro de marihuana junto a dos amigos, quienes también fumaban sus porros de marihuana. Tenían una bocina que reproducía canciones de Rap (Cartel de Santa, Richard Ahumada, etc.)
El que estaba a la derecha de Carlos era un chico guapo, de 18 años de edad. Era delgado y de mediana estatura. Tenía la piel morena clara, ojos cafés y cabello corto castaño. Llevaba una playera negra de tirantes, short deportivo blanco y un par de zapatos tenis blancos.
El que estaba a la izquierda de Carlos era un chico guapo, de 17 años de edad. Era delgado y de baja estatura. Tenía la piel clara, ojos color miel y cabello corto castaño claro. Portaba una playera gris de tirantes, short deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
Los tres chicos platicaban mientras fumaban marihuana.
—¿Así que tú conoces los secretos más oscuros de ese niño rico, Carlos? —preguntó el de negro.
—Sí, Jeremías —dijo Carlos amablemente—. Y bien podría sacarle dinero a cambio de quedarme callado.
—Tú lo has dicho, hermano —dijo Jeremías, el chico de negro.
—Es increíble que conozcas a ese vato, Carlos —dijo el chico de gris.
—Claro que lo conozco, Salomón —dijo Carlos, mientras fumaba su porro de marihuana—. Precisamente por eso es que quiero sacarle lana al vato, para comprarnos más marihuana. Claro, y también cerraremos la boca, respecto a todo lo que sabemos de él.
—Por cierto, ¿ya supieron que se metió con la novia de su mejor amigo? —preguntó el chico de gris, de nombre Salomón.
—Sí, wey. Ese vato se metió con la morra de su mejor amigo —dijo Jeremías—. O debería decir, su peor enemigo.
—Claro, pendejo —dijo Carlos—. Ese wey no tiene madre. Fue capaz de traicionar a Santino Alarcón, sin importarle nada. Debería darle vergüenza.
—Neta, vatos. Yo no le haría eso a mi mejor amigo —dijo Jeremías—. Preferiría morir, antes que salir con la novia de mi compa.
—Yo tampoco sería capaz de semejante acto de maldad —dijo Salomón muy preocupado—. Ese es el peor acto de traición jamás perpetrado.
—No sé qué maś vaya a pasar… —dijo Carlos—. Oliver podría hacer lo que se le dé su chingada gana. Pero allá arriba hay un Dios que lo va a juzgar por lo que ha hecho.
—Al chile —dijo Salomón.
—A huevo —dijo Jeremías—. Espero que ese tal Oliver Lattanzio no se salga con la suya. Dios va a castigar a ese vato por la mamada que le hizo al pobre de Santino Alarcón.
A pesar de que eran drogadictos, Carlos y sus amigos tenían claro que Oliver despreciaba a Santino y deseaba hacerle la vida imposible. Carlos no estaba dispuesto a dejar que Oliver se saliera con la suya, y esaba deseoso de chantajearlo.
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