23. de tal padre, tal hija.

              Amelia estaba sentada en el borde de la piscina, con los pies sumergidos en el agua fresca, contemplando el cielo azul intenso que se extendía sobre ella. Nubes blancas flotaban suavemente y el sol reflejaba un brillo dorado en la superficie del agua, creando el escenario perfecto para un domingo tranquilo. Fue un momento de paz, lejos de las obligaciones escolares y las presiones familiares.

Mientras disfrutaba de la tranquilidad, Amelia sintió una leve presión en su pierna. Antes de que pudiera darse la vuelta, Nicholas emergió del agua, con gotas brillando en su rostro y cabello, como si estuviera saliendo de un cuento de hadas. Él sonrió, sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y curiosidad.

—— ¿Cuándo llegarán tus padres? —— preguntó, sacudiéndose el agua de su cabello.

—— Más tarde —— respondió Amélia, riendo. Le encantaban esos momentos en los que podía relajarse y estar a solas con él. Los domingos se habían convertido en su día favorito porque significaban libertad y espacio para explorar cómo se sentía. Con su padre a menudo ocupado en la empresa y su madre saliendo con las esposas de otros empresarios, la casa era un refugio sólo para ella.

Nicholas, que estaba en el agua, apoyó la cabeza en el muslo entre las piernas de Amelia, disfrutando del frescor de la piscina y de su cercanía. La sensación del calor del sol contrastaba con la ligera brisa que pasaba, creando un ambiente relajante. Mientras él cerraba los ojos, Amelia acarició su cabello mojado, sus dedos deslizándose suavemente a través de los mechones, creando una conexión íntima entre los dos.

—— ¿Cuándo me vas a presentar a tu familia? —— Amelia preguntó, rompiendo el cómodo silencio. Su curiosidad era genuina, pero había un atisbo de inseguridad en su voz. Quería saber más sobre el mundo de Nicholas, saber quién era fuera de ese momento a solas.

Nicholas abrió los ojos y la miró, con una sonrisa en los labios.

—— Imagina la sorpresa de presentar a Amelia Harriman como tu novia. —— Bromeó, su tono era ligero, pero con un toque de sinceridad.

Amelia sintió mariposas en el estómago y no pudo evitar la expresión ofendida que se apoderó de su rostro.

—— ¿Te avergonzarías? —— preguntó, un poco indignada.

Nicholas rió, levantándose un poco en el agua y apoyando sus brazos en el borde de la piscina, mirándola con una expresión divertida e irónica.

—— ¡Oh, lo habría hecho! Estaría muy avergonzado de mi atractiva, talentosa y rica novia... —— Hizo una pausa, como si considerara la idea.

Amelia sonrió, aliviada pero también intrigada. La idea de conocer a su familia la ponía ansiosa, pero también emocionada. Mientras le acariciaba el pelo de nuevo, sintió que éste era un paso más en el camino que estaban recorriendo juntos.

Ambos subieron las escaleras, riendo y empapados, las gotas de agua corriendo por sus cuerpos mientras dejaban un rastro de risas por el pasillo. Nicholas llevó a Amelia a la habitación de la chica, sus cálidas manos envolvieron su rostro mientras la llenaba de besos, una mezcla de urgencia y alegría que la hacía sentir mariposas en el estómago. Amelia se dejó llevar por ese momento, sus labios cálidos y suaves contra los suyos, pero pronto se dio cuenta de que necesitaba interrumpir esa marea de afecto.

—— ¡Espera! —— dijo riendo y alejándose un poco, tratando de recuperar el aliento. —— ¡Ve a darte una ducha primero! Te conseguiré ropa.

Nicholas la miró con una sonrisa pícara, con el agua aún corriendo por su cuerpo. Salió de la habitación, todavía con el corazón acelerado, cerró la puerta y encontró a Andrew en el pasillo. Estaba parado, con libros de economía en los brazos y una expresión de ligera decepción en el rostro.

—— ¿Está tu novio en tu habitación? —— preguntó Andrew, levantando una ceja.

Amelia asintió, un poco vacilante. ——Sí, lo está.

Andrew suspiró y su tono se volvió más serio. —— Papá dijo que no podías estar sola en la habitación con él.

Amelia puso los ojos en blanco, exasperada. —— Pero no me vas a delatar, ¿verdad?

—— No, porque, sinceramente, no me importas. —— Respondió, desinteresado por las cosas que hacía su hermana menor. —— Pero para que conste, papá tiene sus razones.

Ella frunció el ceño, sabiendo a qué se refería Andrew. Pero la confianza que estaba construyendo con Nicholas hizo que la idea de seguir las reglas pareciera mucho menos importante que sus propios sentimientos.

—— Sé cuidarme, y Nicholas es… diferente, no es de ese tipo. —— dijo, tratando de sonar confiada.

Andrew solo asintió levemente, pero Amelia sabía que todavía le importaba, incluso si intentaba ocultarlo.

( ... )

La mejor parte de estar sola en casa, para Amelia, fue el poder convertirse en la verdadera ama de llaves del lugar. Le gustaba tener el control, poder pedir lo que quisiera, sin limitaciones. Ese día, sin sus padres cerca, había pedido que prepararan una cena perfecta para ella y Nicholas. Una cena digna de un evento, con luces tenues y una mesa decorada con flores frescas, finos platos y un aroma que llenó el salón de promesas de una noche especial.

Nicholas se sentó a la mesa con ella, claramente impresionado pero sin perder la oportunidad de burlarse de ella. Él tomó su mano y la levantó ligeramente antes de darle un suave beso en los dedos.

—— Eres demasiado exagerada, ¿lo sabías? —— comentó, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y admiración.

Amelia sonrió, recostándose en su silla, satisfecha de sí misma.

—— Lo sé. Pero eso te gusta, ¿no? ——respondió ella, levantando una ceja desafiante.

Nicholas se rió suavemente y asintió con la cabeza.

Eso es lo que hacían los jóvenes ricos cuando estaban sin sus padres: se convertían en versiones de sus padres, sólo que mejores, más indulgentes y más autoritarios.

Ante la ausencia de supervisión familiar, asumían el papel de quienes daban las órdenes, no sólo rebelándose contra las reglas, sino creando las suyas propias, como si el mundo fuera un escenario preparado sólo para ellos.

Amelia, en aquella cena, fue el ejemplo perfecto de ello. En ausencia de Marvim y Teresa, ella gobernaba la casa con una autoridad casi natural. Cada detalle de la cena había sido pensado meticulosamente, desde los finos platos hasta las luces que iluminaban suavemente el ambiente. No sólo quería reemplazar a sus padres, quería ser mejor que ellos, una gobernante que supiera exactamente cómo impresionar y manipular cada momento a su favor.

Así jugaban los hijos de los ricos, imitando el poder que algún día heredarían, pero con un toque de lujo juvenil y una sed de control que sólo la libertad temporal podía proporcionar.

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