22. besos secretos.

Amelia siempre había vivido en un mundo rodeado de expectativas. Desde pequeña su vida estuvo marcada por la rigidez de las reglas que imponía su familia. Mientras estudiaba en una escuela de niñas, estaba rodeada de amigas, pero la atmósfera era de amistad más que de romance. Sus días estaban llenos de estudios y competiciones deportivas, mientras que los chicos de familia eran sólo figuras distantes, sin encanto, sin ningún atractivo. La mayoría de ellos eran aburridos y predecibles, meras sombras en su vida.

La única vez que sintió que su corazón se aceleraba fue hace muchos años, cuando, a los diez años, cuando vio a Johnny Depp en Pesadilla en Elm Street. Su aspecto, la intensidad de su carácter, despertaron algo dentro de ella que ni siquiera sabía que existía. Pero esta emoción fue efímera, como un sueño lejano que nunca se haría realidad. La vida de Amelia continuó, centrada en su formación y estudios, sin lugar para la pasión.

Sin embargo, ahora algo estaba cambiando.

Nicholas Chavez era real, palpable, y estaba ahí, a su lado. Con cada encuentro, con cada mirada intercambiada, su corazón saltaba de una manera nueva y excitante. Amelia no sólo estaba admirando a un ídolo lejano; ella se estaba conectando con alguien real.

Se preguntó cómo era posible. ¿Cómo podía un chico que trabajaba en la lavandería provocar sentimientos tan intensos? Nicholas la hacía reír y la forma en que la miraba parecía ver más allá de la fachada perfecta que siempre había construido. Era como si viera a la verdadera Amelia y eso la hacía vulnerable e intrigada.

Él desafió sus percepciones sobre el romance, mostrándole que podría haber algo más, algo real.

Amelia no podía negar que su formación estaba cambiando. Antes, cada sesión estuvo marcada por la disciplina y la determinación. Ahora, sin embargo, a menudo terminaba sus entrenamientos antes de tiempo, sólo para correr a la lavandería y pasar tiempo con Nicholas. Era un impulso irresistible, un llamado que no podía ignorar.

En los momentos en que se encontraban, aunque la mayor parte del tiempo se limitaba a besos secretos e intercambiaban susurros, la emoción palpitaba entre ellos, viva e intensa. Cada toque de sus labios la hacía revivir la ingenua alegría de su infancia. Amelia sintió que su antigua pasión, la que había experimentado al ver a Johnny Depp en la pantalla, resurgió, ahora más vibrante y tangible que nunca.

Nicholas era el nuevo objeto de su adoración, un joven majestuoso que despertaba sensaciones que creía haber olvidado. No era sólo un chico corriente; era su Johnny Depp, una figura que la hacía sentir apasionada y radiante, llena de sueños y esperanzas. Los días que se conocieron se convirtieron en los más esperados y cada beso era una promesa de algo más profundo.

Amelia cruzó el cuarto de lavado con el corazón acelerado, esperando ver a Nicholas en cualquier momento. El lugar, normalmente concurrido, parecía vacío esa tarde, lo que sólo aumentó su ansiedad. Caminó entre las lavadoras, su mirada ansiosa recorriendo cada esquina, pero no encontró la sonrisa que esperaba.

La decepción comenzó a invadirla cuando, de repente, sintió una mano firme tirando ligeramente de ella por la cintura. Un escalofrío recorrió su piel antes de que pudiera protestar, y pronto sintió suaves besos en su cuello y mejillas, haciendo que su corazón se acelerara. Sorprendida, rápidamente se dio vuelta y encontró a Nicholas frente a ella, su mirada llena de un brillo travieso.

—— ¿Me extrañaste? —— él preguntó, con una sonrisa jugando en sus labios.

Amelia no pudo contener una amplia sonrisa, el alivio y la alegría se mezclaban en su pecho. Su presencia era un bálsamo y la forma en que la envolvía la hacía sentir especial. Con un ligero toque en sus labios, ella asintió.

—— Pensé que no vendrías hoy.

Nicholas la acercó más y, en ese instante, el mundo que los rodeaba pareció desaparecer. Eran sólo ella y él, y el tiempo que pasaban juntos, por breve que fuera, era lo único que importaba.

( ... )

La noche caía lentamente sobre la ciudad, envolviendo las calles en un manto de luz suave y largas sombras. Nicholas, después de un agotador día de trabajo en la lavandería, decidió ir a la oficina de Warren. Las luces de la oficina estaban encendidas y pudo ver la silueta de su jefe, quien parecía concentrado en los papeles esparcidos sobre la mesa.

—— Nicholas, pasa —— Dijo Warren, sin apartar la mirada de los documentos. Cuando Nicholas entró, finalmente levantó la vista y una sonrisa se formó en su rostro. —— Me alegro de que hayas venido. Necesitamos hablar.

Nicholas se sentó, la curiosidad lo consumía. Notó que la expresión de Warren era más seria de lo habitual. El anciano se aclaró la garganta y empezó a hablar:

—— Mi secretaria renunció hoy. A medida que envejezco, ya no puedo afrontar todo esto solo. Entonces pensé en ti. ¿Te gustaría asumir el papel?

Nicholas se sorprendió. La propuesta era tentadora y sintió una oleada de esperanza surgir en su pecho. Un trabajo como secretario significaría más estabilidad y tal vez incluso la posibilidad de un futuro mejor. Miró a Warren, evaluando la seriedad de la oferta.

—— Acepto —— respondió Nicholas, con determinación en su voz. La idea de dejar atrás las largas jornadas en la lavandería le entusiasmaba. Fue una oportunidad para mostrar su potencial y, quién sabe, abrir nuevas puertas.

Warren sonrió, con un brillo de satisfacción en sus ojos. —— ¡Excelente! Ya no necesitarás limpiar los cuartos de lavado. Y créanme, esto también es un alivio para mí.

Nicholas se sintió ligero, como si le hubieran quitado un gran peso de encima. Hablaron más sobre las expectativas del trabajo y, mientras hablaban, la confianza de Nicholas creció.

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