29. mustang blanco.

Amélia salió de la escuela, con el sonido del timbre todavía sonando en su mente, y se sorprendió al ver a Nicholas apoyado en un viejo Mustang blanco, con el sol reflejándose en las elegantes líneas del auto. El vehículo parecía una obra maestra sobre ruedas, con pintura brillante y un estilo que irradiaba encanto y nostalgia.

Ella se acercó, abriendo mucho los ojos al observar cada detalle del auto.

—— ¿Qué es esto? —— preguntó, con una mezcla de confusión e incredulidad en su voz.

Nicholas, con una sonrisa de satisfacción en su rostro, respondió con orgullo.

—— ¡Lo compré! ¿No es increíble?—— Parecía irradiar alegría, sus ojos brillaban con la emoción de su nueva adquisición.

Amélia negó con la cabeza y una mezcla de desaprobación se formó en sus labios.

—— ¡Estás loco! ¿Cómo puedes comprar un auto así?

Nicholas se rió, con su entusiasmo inquebrantable. —— Siempre quise un auto como este. ¡Es un clásico, Amélia! Además, ¿qué más haría con mi sueldo en el club?

Ella se cruzó de brazos, todavía incrédula. —— ¿Pero un Mustang? Es un coche para alguien que tiene el dinero y el tiempo para cuidarlo. Y tu apenas estás comenzando. ¿Qué vas a hacer con esto?

Nicholas se encogió de hombros, manteniendo su expresión relajada.

—— ¡Puedo cuidar de él! Y vamos, no se puede negar que es un coche bonito.

Amélia suspiró, pero no pudo ocultar la sonrisa que se estaba formando.

—— Está bien, es bonito, pero tú...

Nicholas dio un paso adelante y la miró a los ojos con un brillo travieso. —— Y si prometo llevarte a dar un paseo ¿seguirás pensando que estoy loco?

Amélia y Nicholas estaban dentro del Mustang, el motor retumbaba suavemente mientras avanzaba por las calles. El viento golpeó sus rostros, pero a pesar de su emoción, Amélia no pudo deshacerse de su preocupación. El camino parecía más largo de lo que realmente era, y cada curva hacía que su corazón se acelerara, no sólo por la adrenalina, sino también por la tensión que comenzaba a acumularse entre ellos.

Cuando finalmente llegaron frente a la casa de Amélia, ella dejó escapar un profundo suspiro, aliviada de que estuvieran a salvo, pero también irritada. Nicholas aparcó el coche y se volvió hacia ella con una sonrisa relajada en el rostro.

—— ¿Qué ocurre?

Amélia lo miró seriamente y su tono adquirió un aire de reproche. —— Tienes que devolver este coche, Nicholas. No tiene sentido.

Él frunció el ceño, claramente confundido. —— No. ¿Por qué? ¿Qué hay de malo con él?

—— ¡Podrías hacer tantas cosas con ese dinero en lugar de comprar un auto que solo te dará dolor de cabeza! No pensaste con claridad ——Respondió Amélia, sintiendo su frustración aumentar.

Nicholas se defendió, alzando un poco la voz. —— Pensé, ¡lo hice! El auto es increíble y siempre quise uno. ¿Y tú? ¿Por qué estás tan preocupada?

Amélia se removió nerviosa en el asiento del pasajero. —— ¡Porque fuiste tan estúpido como para comprarte un auto!

—— ¡Lo compré para impresionar a tu familia! —— Nicholas gritó, mientras la ira y la frustración se desbordaban.

Amélia guardó silencio por un momento, sintiendo crecer su frustración.

—— ¡No deberías intentar impresionar a mi familia, sino a mí! Y este Nicholas que estás siendo no me impresiona en absoluto. —— Con esas palabras, abrió la puerta del auto y salió, cerrando la puerta con fuerza, el sonido resonó por la calle.

Nicholas se quedó allí, dentro del auto, con los músculos tensos y el corazón acelerado. Observó a Amélia alejarse, con un sentimiento de impotencia y desesperación mezclándose con su ira.

Se quedó solo dentro del Mustang, el sonido del portazo todavía resonaba en su mente. La frustración burbujeaba en su interior como una tormenta a punto de estallar. Con un movimiento repentino, golpeó el volante con la palma de su mano, el fuerte sonido resonó en el silencio a su alrededor.

—— Maldita sea, ¡¿por qué no lo entiende?!

Gritó, su voz resonó por toda la cabina. La ira lo consumía, cada palabra cargaba con el peso de su frustración.

—— ¡Qué carajos, Amelia! ¡Es sólo un auto!

Se pasó la mano por el cabello, tirando de los mechones con fuerza, como si eso fuera a liberar la tensión acumulada. Volvió a golpear el volante, mezclando la furia con un sentimiento de impotencia.

Nicholas maldijo una vez más, sus palabras llenas de desesperación.

—— ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!.

La ira siguió creciendo, como si estuviera atrapado en una burbuja de emociones que no podía reventar. Se reclinó en el asiento, tratando de respirar profundamente, pero la irritación no disminuyó. El auto, expresión de su rebelión, ahora le parecía una prisión y se sentía cada vez más perdido en sus frustraciones.

Amélia entró en la casa y la puerta se cerró con un suave clic detrás de ella. Se detuvo por un momento, miró a su alrededor, el silencio de la casa la rodeaba como una pesada manta. Con un profundo suspiro, se dirigió a las escaleras y se sentó, apoyando la espalda contra la barandilla.

La confusión la dominó. El problema no era sólo el auto, era mucho más profundo que eso. Nicholas había tomado una decisión impulsiva y ella sentía angustia al pensar en las implicaciones. Mientras observaba los escalones frente a ella, su mente se llenó de recuerdos: la forma en que él sonreía mientras hablaba del Mustang, el brillo de orgullo en sus ojos mientras contaba la historia de cómo lo compró.

Pero ese brillo la preocupaba. Nicholas no tenía la vida de uno de esos chicos comunes que ella acostumbraba conocer, pensó, con el corazón a punto de hundirse. No debería perderse en el dinero y el consumo como tantos otros a su alrededor. Amélia sabía que, dentro de aquellos lujosos muros y el prestigio de la familia Harriman, muchos se dejaban llevar por las apariencias, olvidándose de lo que realmente importaba.

Cerró los ojos, intentando sacudirse la imagen de Nicholas encajando en ese mismo molde, transformándose en un joven más que se dejaba seducir por el brillo superficial del dinero.

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