ii. gentleman in distress

AMERICA'S SWEETHEART― ❛ capítulo dos ❜

↷ ⋯ ♡ᵎ

caballero en apuros

LAS BRILLANTES BOTAS ROSADAS ESTABAN PUESTAS, y Pink Patriot estaba lista para entrar en acción.

En la cima de un alto edificio, Stella permitió que el viento acariciara su cara y soplara su cabello a sus espaldas. Posó una mano sobre su cadera para poder extender el largo de su brazo izquierdo por encima de su cabeza, empujando sus caderas hacia la izquierda. Esto le dio un buen estirón a su espalda, tronando unas cuántas vertebras. Repitió el mismo procedimiento con su lado contrario, y soltó un profundo suspiro.

―Creo que me está gustando Washington ―determinó, hablando por su intercomunicador.

El tráfico es terrible ―contestó su asistente a su oído.

―Una neoyorquina quejándose del tráfico. Eso es nuevo ―respondió sin poder contener su tono burlón.

Casi la pudo ver en su cabeza rodándole los ojos.

¿Stella?

―¿Cómo me dijiste?

Ella hizo un sonidito de queja.

¿Señorita Blake?

―¿Sí, Peyton?

Tengo miedo ―musitó de mala gana.

La castaña frunció el ceño y bufó.

―¿De qué tendrías miedo?

Dante se va a molestar. Mucho. Esto no va dentro del plan. ¿Y si le dice algo a la Agente Wallace?

Stella tensó la mandíbula y por un segundo sus ojos tomaron una sombra de oscuridad.

―Olvida el plan. El plan es lo que sea que yo diga. De Dante Reeves olvídate, yo me puedo encargar de él. Y Alicia no tiene por qué enterarse de nada de esto. A ella lo único que le importa es que la misión se cumpla, del resto ya podrá hacerse de la vista gorda, ¿entendiste?

Peyton suspiró pesadamente.

Okey.

Stella soltó una corta expiración de complacencia y a su rostro regresó su apariencia pacífica y relajada; como si llevara al mundo entero enredado en su meñique.

―Vienen tarde, ¿no es cierto? ―recalcó para desviar el tema. Se giró hacia el brazalete que cubría su antebrazo izquierdo para revisar la hora en la pantalla que tenía ahí. Hizo un mohín y añadió―: Me está dando frío.

Sí, se supone que ya deberían estar ahí. Estoy encontrando su locación exacta para que no los pierdas.

Stella soltó un lánguido quejido.

―Dios mío, hoy en día ya no puedes confiar en nadie para que roben una bomba y la activen en el centro de Washington ―protestó con una mueca, posando sus brazos en jarras. Miró al suelo con aburrimiento y pateó una piedrita que se encontraba cerca de ella―. ¿Peyton?

―¿Sí, señorita Blake?

―¿Cómo me veo?

Como una mala caricatura animada de los 90's.

La castaña achicó sus ojos hacia el gran paisaje urbano frente a ella con semblante pensativo, satisfecha ante la mordaz respuesta de su asistente. Pocas veces se mostraba temerosa ante las ideas de Stella, por lo que le agradaba haber pasado por esa situación como si no hubiera ocurrido en primer lugar.

―Bien, bien. Veo lo que ves. ¿Es por el rosa? ―cuestionó moviendo sus caderas de lado a lado para poder ver su falda rosada volar ligeramente con el viento―. Porque a mí me gusta. Estilo Barbie heroína, ¿qué opinas?

Los vehículos alcanzarán la Avenida Connecticut en 30 segundos.

―Pero no me has dado tu opinión. Más de una persona me ha dicho que el rosa acentúa mi cálida mirada de verano; usaron esas mismas palabras, te lo juro. Yo creo que es verdad.

23... 22... 21... 20...

―Uh, además el corsé está un poco más apretado de lo usual. ¿Lo hiciste a propósito, Pey?

15... 14... 13...

―Porque si lo hiciste a propósito, te salió mal. Todavía puedo respirar, perra.

¡Demonios, Stella, solo cállate y mueve tu lindo trasero!

Se hizo un corto silencio en el que la castaña aprovechó para tomar una distancia prudente del filo del edificio, ajustándose sus gafas especiales para aviación sobre los ojos.

―Aw. Siempre supe que pensabas que mi trasero era lindo.

Stella corrió por el piso de grava hasta lanzarse por el techo del edificio como si de echarse un clavado al agua se tratara. Su cuerpo fue golpeado por la fricción que causaba el aire en su caída libre, mientras sus googles especiales comenzaban a analizar el escenario al cuál se estaba precipitando. Esas gafas eran una maravilla, de verdad. Evitaban que su vista se nublara, que bichos le entraran en los ojos, calculaba su altitud y latitud, además de otras cosas increíbles. Y eran disimulados, muy elegantes.

Antes de que su cuerpo se estampara contra algo, Stella surcó el cielo por encima de la Avenida Connecticut hasta igualar la velocidad de los vehículos en el tráfico.

Su misión principal era la de siempre: hacer lo que las personas les gustaría que hiciera o lo que luciera en los noticieros. Nadie tenía una jodida idea de por qué todos esos automóviles blindados estaban siendo tan disruptivos por las calles, persiguiendo tan insistentemente a un gran camión equivalentemente sospechoso. Tampoco les importaba que el Capitán América estuviera a punto de desactivar una bomba que podría terminar la vida de miles. ¿Qué era lo que sí les importaba? Que una heroína en vibrante color rosa estaba llegando a evitar que sus preciosos coches fueran aplastados y que los peatones no se vieran en peligro mortal.

La mayoría de las veces, eso lograba darle la pinta de que a ella sí le importaban las personas, no como a los destructivos Vengadores. Así que eso hizo.

Con gran velocidad pasó a limpiar las calles de personas o coches civiles por un par de kilómetros adelante. Se aseguró que ellos se dieran cuenta de quién los estaba ayudando y regresó a dónde la acción estaba.

El camión que estaba siendo perseguido ya tenía sus dos puertas traseras abierta de par en par, por lo que Stella se tomó la libertad de entrar como bala volando y plantar sus pies en medio de toda la acción. Había cinco criminales dando todo de sí por cumplir la tarea por la que habían sido pagados para hacer, contra cuatro agentes de S.H.I.E.L.D. que los perseguían alrededor como abejas a la miel.

―¡Hola...! ―quiso saludar alegremente, pero fue cortada al sentir sus reflejos activarse. Reaccionó en milisegundos, alzando una mano para atrapar en seco a un disco que había sido lanzado en dirección suya―. Wow, ¿qué demonios fue eso?

La castaña bajó el objeto de su vista, siendo plácidamente sorprendida por lo que era: un escudo de círculos rojos y azules con una estrella en el centro. La esquina de sus labios subió ligeramente al encontrarse con unos penetrantes ojos azules debajo de un casco. El mundo se detuvo por unos segundos con ese contacto visual, tiempo en el que Steve Rogers quedó irremediablemente marcado como la siguiente presa del huracán Stella.

Rápidamente abrió sus ojos de par en par y dejó su mandíbula caer con un jadeo de impresión.

―¡Oh, dios! ¡Eres el Capitán América! ―exclamó con voz chillona.

―¡Cuidado! ―le advirtió.

Stella detuvo el golpe que estaba siendo lanzado hacia ella sin siquiera pestañear. Con el puño de su atacante en mano, ella comenzó a aplicar fuerza, rompiendo los huesos de sus dedos uno a uno. Al mismo tiempo, el Vengador se vio embotellado en una batalla con otro menudo hombre que acababa de saltarle a la espalda con intención de ahorcarlo.

―¡Soy gran admiradora de tu trabajo! ―continuó con regocijo, sosteniendo su escudo en una mano, y a un hombre cayendo de rodillas en agonizante dolor en otra.

Steve asintió con esfuerzo, arrugando su semblante por el brazo del hombre que se esforzaba por asfixiarlo. De un movimiento, tomó a su atacante y lo lanzó contra el suelo. Teniéndolo frente a él sobre su espalda, Steve le soltó un golpe antes de que él pudiera defenderse. Miró a la desconocida de reojo y gritó sobre el ruido:

―¡Atrás de ti!

La castaña se giró sobre su eje para soltar una patada que cruzó la cara de la mujer que pretendía atacarla por las espaldas. La nueva presencia de la criminal la obligó a soltar la mano que acababa de prácticamente pulverizar y noquear al dueño de esta con un gancho derecho. Así podía darle su atención completa.

Ambas parecieron reaccionar al mismo tiempo, pues soltaron patadas muy similares hacia la otra que las dos evadieron. La vio tantear su pierna en busca de su arma, por lo que encajó el escudo que todavía llevaba con ella en su costado y después en su cabeza.

Stella no podría ser la más habilidosa en sus batallas cuerpo a cuerpo (seguía trabajando en eso), pero debido a su fuerza no le tomaba más que acertar un par de buenos golpes para darse por victoriosa.

―Tienes algo que me pertenece.

Stella se giró para volver a encontrarse con el héroe que se encontraba a unos pasos de ella. Con una sonrisa bajó la mirada, sabiendo que hablaba del escudo.

―Oh, esto... Sí.

Sin saber exactamente lo que hacía, balanceó el disco de vibranium en su mano para lanzarlo lo mejor que pudo. No dio ni cerca de su objetivo, además de haberse excedido en fuerza como siempre. Este comenzó a rebotar por las paredes del camión, obligándola a agacharse para no ser alcanzada por el platillo volador. Para su poca fortuna, el escudo terminó por golpear la nuca del conductor. El hombre cayó inconsciente sobre el volante, dejándolos a la deriva a aproximadamente 100 km/h.

Stella hizo una mueca, cuando el vehículo se sacudió violentamente al descarrilarse. Esto los obligó a todos a buscar apoyo para no caer, mientras las llantas se subían a la banqueta y el costado golpeaba tan fuerte con el límite de la vía, que terminó por traspasarlo. Esto quizás no hubiera sido tan alarmante, de no ser, porque se encontraban en el segundo piso de la autopista.

―Mierda, ¡eso está en mí, fue mi culpa! ―aclaró para Steve y el resto del equipo de S.H.I.E.L.D. que había ahí dentro―. ¡Yo lo arreglo!

Dentro de las sacudidas del camión y el pánico entre los presentes, Stella corrió unos pasos y emprendió el vuelo fuera de ahí. Apurándose a posicionarse a una distancia prudente, sujetó la orilla del gran vehículo y plantó sus pies en el pavimento, enterrando sus talones con tanta fuerza que levantó el material bajo ella. Poco a poco comenzaron a perder velocidad hasta frenarse por completo. Habían quedado tan cerca del filo, que las dos llantas delanteras se encontraban al aire. Si por alguna razón ella los soltaba, la camioneta caería por unos diez metros hasta impactar con una calle bastante traficada que se encontraba bajo ellos.

Sin mencionar que eso probablemente activaría la letal bomba que llevaban ahí.

Nadie sabía exactamente qué estaba pasado o por qué esa figura brillante y rosada había llegado a ayudarlos. La miraban como si fuera un bicho raro, ahí sosteniendo el peso del camión como si no fuera nada. Eventualmente, el Capitán América les hizo un gesto aprobatorio con la cabeza al resto del equipo de S.H.I.E.L.D. y ellos se movilizaron de inmediato.

Sus ojos azules la escrutaron con atención, casi terminando de decidir si su presencia presentaba alguna amenaza o no. Stella decidió desviar la atención antes de que él le pusiera mucho pensamiento a eso.

―¿Es una bomba de S.H.I.E.L.D.?

―Mmmh ―él ojeó el aparato que su equipo estaba trabajando en desactivar, sabiendo que si el público se enterase de que la tecnología hecha en S.H.I.E.L.D. estuvo a punto de causar otra catástrofe, las cosas no terminarían bien―. Eso es información confiden...

―Porque el bip, bip, bip que está soltando suena mucho a una bomba ―interrumpió intentando ver lo que sucedía por encima del hombro del héroe.

Steve se recorrió disimuladamente a un lado, bloqueando mejor la visión de la castaña y ladeó la cabeza en su dirección.

―¿Quién eres?

Él debía estar de broma. No había manera de que no hubiera escuchado de ella. Con su orgullo dañado y sin desvanecer su enorme sonrisa, estiró su mano en su dirección. Todo el equipo reaccionó en alerta al ver que ella pasaba todo el peso del camión a solamente una de sus manos, pero Stella no pareció inmutarse de su preocupación.

―Soy Pink Patriot, un placer.

Steve alzó una ceja con interés y estrechó su mano.

―Hola, Pink Patriot ―saludó ligeramente entretenido por ella―. Necesitamos que continúes sosteniendo el camión, mientras nos encargamos de esto. Quizás tome unos cuantos segundos más, ¿crees que puedas encargarte?

Ella asintió con fervor, ignorando el hecho de que acababa de hablarle como si él estuviera dando alguna plática en una escuela primaria sobre cómo ser mejores ciudadanos.

―Tómense el tiempo que deseen, agentes.

―¿Fuiste mandada por S.H.I.E.L.D.?

Ella soltó una risa divertida.

―No, dios. No ―negó despreocupadamente―. Estaba dando una vuelta por la ciudad, cuando me percaté de que estaban teniendo problemas. Y yo nunca ignoro a un caballero en apuros, así que decidí ayudar. Hago esto todo el tiempo ―explicó con una gran sonrisa, como si estuvieran teniendo la conversación más casual de todas―, solamente que los camiones usualmente están llenos de estudiantes o ese tipo de cosas. No bombas... ¡Esto es muy emocionante!

Steve no pudo evitar soltar una corta risa de incredulidad antes de que su conversación fuera interrumpida.

―¡Listo!

Los pitidos del aparato cesaron y las cuatro personas adentro, incluyendo a Steve, soltaron una expresión de alivio. Stella les sonrió de oreja a oreja para empezar a tirar de ellos, alejándolos del precipicio de regreso a la seguridad de la calle. Cuando ella los soltó, pudo notar que sus manos habían quedado marcadas en el metal de la defensa trasera del transporte. Ella se sacudió ligeramente y posó sus manos en sus caderas con satisfacción.

―Bien, Pink Patriot. Gracias por tu ayuda ―habló el hombre de ojos azules, acercándose a ella, mientras ajustaba su escudo en la espalda.

―No hay de qué, grandote ―exclamó palmeando su hombro.

Y no estaba mintiendo, sus bíceps probablemente eran tres veces más grandes de lo que parecían en las fotografías. Se arrepentía de quejarse, cuando le asignaron su misión, aunque eso no se lo diría a nadie. Sí, quizás no era billonario, pero realmente cargaba consigo todo el encanto americano que precedía su nombre.

―¡Los amamos!

El par se giró para ver que los habitantes del edificio de al lado habían salido a sus ventanas para lanzarles vítores. Stella dio un saltito de emoción.

―¡Mira, son fans! ―exclamó, mientras les lanzaba besos al aire con ambas manos.

Steve no podía parar de verla completamente extrañado. ¿De dónde había salido esta mujer de actitud caricaturesca que podía volar y sostener diez veces o más de su peso en vibrantes medias rosas?

―¿Nos conocemos? ―preguntó con genuina duda.

Ella soltó una risita, volviendo a centrar su atención en él.

―No, pero podríamos ―murmuró en forma coqueta, rebuscando algo en el cinturón que llevaba―. Esta es mi tarjeta.

El héroe recibió el pequeño pedazo de papel rectangular que le tendía para ver su información de contacto con un llamativo símbolo rosa con azul oscuro. Estaba organizado meticulosamente y el papel estaba... ¿Perfumado? Steve de verdad sentía como si estuviera viviendo un sueño de fiebre.

―Me encantaría poder hacerte algunas preguntas, entablar una buena conversación. ―Ladeó la cabeza, batiendo sus largas pestañas debajo de sus gafas de aviación―. Llámame, ¿sí?

Mostrando una de sus grandes sonrisas, ella se despidió de él en un gesto militar. Asimismo despidió al público a su alrededor sacudiendo ambas manos, y finalmente emprendió el vuelo lejos de ahí en un borrón rosado.

(n/a) BUENAS, BUENASSSS

¿es muy pronto para que ya se conocieran? no sé, no me encantó este capítulo a decir verdad, pERO LET'S RUN WITH IT.

gracias por su apoyo, chiquinenis kajdjsjajj. ojalá tengan una bellísima semana.

©️ | 𝖊𝖛𝖎𝖑𝖇𝖛𝖇𝖞

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