Uno: El profeta.







[ Julio, 1977 ]





A días de finalizar su sexto año en Hogwarts, el joven Regulus Black se veía distraído en su Sala Común, su mirada recorría una y otra vez los bellos rasgos de aquella fémina que había visto en el periódico, nunca antes había escuchado sobre ella, mucho menos sobre su familia pues tampoco daban mucho de que hablar.

—¿Sigues con eso?—Perseus Parkinson hizo presciencia llamando su atención.—Han pasado días, esa imagen hará lo mismo una y otra vez.

Rápidamente le arrebató aquel periódico de sus manos haciendo que Regulus se sobresaltará y se levantará para intentar quitárselo.

—No sabía que te gustaba este tipo de noticias sobre chismes y tonterías para brujas.—Se burló.—¡Familias de sangre pura excluidas de los sagrados veintiocho! ¡Los Padgett!

—¿Es que no cierras la boca ni un segundo?—Gruñó quitándole el periódico de sus manos con delicadeza.

Era cierto, aquella primicia venía de una revista para brujas que adoraban tener de que hablar, para buena o mala suerte del Black había llegado a sus manos y claro que estaba a punto de echarla a la chimenea de no haber quedado hipnotizado por la hija de aquella familia, desde ese instante había pasado días distraigo preguntándose sobre ella.

No le gustaba sentir esa presión en su corazón que nunca antes había experimentado, le parecía curiosa y molesta, era un nuevo sentimiento que no reconocía en lo absoluto, ¿Como descubrir la razón de que su corazón se acelerara por primera vez? Tener al fisgón de Parkinson ahí parado observándolo no le ayudaba de mucho.

—Ya veo... Reggie está enamorado.—Pasó un brazo por su hombro.

—Si me vuelves a llamar así te cortaré la lengua.—Arremetió contra el dándole un codazo que lo dejo sin aire un instante.

—Que carácter.—Se dobló tratando de calmar su dolor.—Pero para que veas que soy tu amigo-

—No somos amigos.—Entrecerró los ojos guardando la revista para poder observarla luego.

—Como digas, para que veas que podemos ser amigos... Te daré una idea.

—No necesito ideas de un cabeza hueca como tú.—Bufó.

—Regulus, estamos a punto de...—Se acercó de nuevo esperando que nadie lo escuchase.—Unirnos a quien tú sabes.

—¿Y?

—Y... Quizás es tu momento de usar tus dotes de ser un hijito de mami.

Regulus rodó los ojos, era un verdadero fastidio que su compañero sea tan confianzudo al decirle cosas así.

—Haz que la comprometan contigo.

—Estás loco.—Se apartó nuevamente dispuesto a ir a las habitaciones.

—¡No, no!—Lo siguió.—Habló muy en serio, si los comprometen se te cumpliría el sueño de conocer a ese bombón del periódico.

Sintió un tipo de enojo diferente al que acostumbraba cuando escuchó aquel apodo.

—No voy a obligar a nadie a casarse conmigo.—Rápidamente se negó.

—Bien... Como tú quieras, pero recuerda que es una familia de sangre pura... Lo que significa que harían todo por conservar su sangre, así que si no la casan contigo.—Lo obligó a detenerse parándose frente a él.—La casarán con cualquier otro ricachon de buena familia que encuentren por ahí... Cualquiera.

Imaginar a la chica que lo traía embobado con alguien le hizo sentir su estomago revolverse.

—Es bastante bonita, cualquier anciano solterón o viudo podría pedir su mano... ¿Dejarás que un don nadie te quite a la posible señora Black?

—Solo... Cierra la boca.—Frustrado se marchó.

No quería oír una sola palabra más, pero el motivo era que odiaba tener que darle la razón, ¿Como podría permitir que cualquiera la desposara para hacerle vivir un infierno? Si bien no le agradaba para nada Perseus, le había dado la idea que quizás cambiaría su vida por completo.

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