Dos: Malas noticias.





[ Julio, 1977 ]




Las vacaciones eran lo que ella más ansiaba en todo el año, incluso si su familia no era tan unida como las otras lo que más deseaba era salir de Beauxbaton y correr a casa para abrazar a su madre quien la esperaba con la chimenea encendida y muchos regalos.

—¿Como estuvo el viaje de regreso?—Su padre le preguntó al verla llegar con su equipaje a la mano.—¿Por que no le haz dado tus cosas a Arwen?

—No voy a perder el brazo por cargar mis cosas, papá, ademas Arwen también debería descansar.—Hizo una mueca, su padre solía ser muy estricto y un poco cruel con sus elfos.

Amelia no recordaba cuando fue la última vez que su padre había sido amable con alguien, pero para eso tenía a su madre quien le daba aquel cariño por los dos.

—Ve a ducharte, cariño. Tenemos algo que decirte.—Cécile, su madre, la dio unos suaves empujones haciéndola caminar.

—Pueden decírmelo ahora.—Con una mueca en su boca se detuvo de golpe.—Sabes que no me gusta esperar por las noticias.

—Pues tendrás que esperar por esta, anda, haré que preparen tu comida favorita.—Le dio una cálida sonrisa mientras su primogénita se daba por vencida.

Estando en su baño abrió la llave que llenaría su tina de agua tibia, quito sus ropas y sujetó su cabello para no mojarlo, únicamente necesitaba quitarse el estrés del viaje mientras lavaba su cuerpo. Ese era su tiempo a solas, pensando un poco en lo que sería de su futuro mientras se relajaba, tan sólo le faltaba un año para graduarse y seguir su vida como su corazón lo deseara, si de algo estaba segura sería de que nadie, ni siquiera sus padres podrían intervenir.

Minutos pasaron antes de salir y secar su cuerpo para colocar una bata cubriéndose luego de la refrescante ducha, salió a su habitación para buscar algo lindo que usar para cenar con su familia.

—Ama Padgett.

—¿Que sucede Arwen?—Murmuró escogiendo finalmente un vestido cómodo.

—L-La cena esta lista, la están esperando.

—Si, si... En un segundo bajo.—Asintió dándole el permiso para marcharse.

Despojándose de la bata e intercambiándola por el vestido se sintió lista, rellenando sus pulmones de aire sintió la plenitud de estar en su hogar, pronto sonrió yendo por las escaleras hacia la planta baja donde tenían un hermoso comedor lleno de deliciosos platillos y postres.

—¡Esto se ve exquisito!—Se sintió dispuesta a devorar todo lo que su estómago le pidiera.

—Alto.—Su padre la detuvo mirándola severamente.—Eres una dama, cuidado tus modales en la mesa.

—Lo siento.—Aclaró su garganta algo apenada mientras pegaba su cuerpo al espaldar de la silla.—Madre, ¿Que es lo que querías decirme?

—¡Oh! Es cierto...—Bebió un poco de vino con una sonrisita escondida.

—Habla ya.—Sonrió nerviosa.

—Te cambiarás de colegio, el próximo año iras a Howgarts.—Su padre le dio la noticia.

—¿Ah? ¿Que hay de malo con Beauxbaton?—Hizo un puchero.—Ahí están todos mis amigos y-

—Iras a Howgarts a cursar tu último año junto a tu prometido.—Cécile habló.

—P-Pero yo quiero seguir en Beaux-

Cayó en cuenta de lo que su madre había dicho, instantáneamente el hambre se le quitó e incluso sintió náuseas.

—¿Qué?—Repitió frunciendo el ceño.

—Si, te hemos comprometido... Cuando te gradúes vas a casarte con uno de los Black.—De nuevo su padre.

—Con "UNO" ¡¿Me han comprometido con alguien de quien ni siquiera saben el nombre?!—Se levantó de la mesa exaltada.

—Modales, señorita.—El hombre hizo que se volviera a sentar con su rostro pálido.

—Escucha Amelia, la familia Black es una de las más poderosas qué hay en el mundo... Si te casas con cualquiera, tu estatus se elevara como no te imaginas.—Su madre la miro tratando de calmarla.

—No puedo creer que hayan ¡Vendido! A su única hija por un maldito estatus.—Atrapó su cabeza entre sus manos enredando sus dedos en su cabello.

—No seas exagerada, no te "Vendimos"—Cécile habló.

—¿Entonces que es esto?

—Estamos viendo por tu futuro, casarte con un Black te asegura una buena vida, sin preocupaciones.—Continuó.

—Me niego.—Su labio inferior empezó a temblar.—¡No me voy a casar!

Se levantó de la mesa histérica y empezando a llorar, no le importo los regaños de su padre, solo quería desaparecer en ese instante.

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