Parte 2

Tres metros bajo tierra 

El general sonríe, estaba claro que la chica era judía, y tenía un expediente de esta en su oficina, pero el hecho de que quiera sacrificar a otros judíos para salvarse le parecía gracioso, puesto que ella acabaría igual que todos los ellos, tres metros bajo tierra.

- Pues demuestre que no es uno de aquellos monstruos y ayúdenos a cazarlos – vociferó sonriente – En cambio, podrá seguir con vida, pero su estadía será en esta base, no tendrá permitido salir y la comida se la otorgaremos nosotros – agregó.

Los oficiales se miraban entre ellos confundidos, nunca había visto actuar a su jefe de tal forma, y momentos después entre ellos llegan a la conclusión de que todo aquel teatro era una trampa para la castaña.

Horas después Amelia ya se había acomodado en la habitación proporcionada por su actual general y estaba esperando el llamado de este. Cuando el hombre rubio entra a su habitación sintió que se le iba a salir el alma del cuerpo por el susto que se había dado.

Así que cuando el hombre camina hacia ella y la toma del brazo bruscamente ella retrocede e intenta zafarse asustada pensando que ya habían descubierto su mentira. El hombre vuelve a acercarse dejándole sin salida y la sujeta del brazo aún más fuerte, eso dejaría una marca y Amelia lo sabía, la arrastra fuera de la habitación y la sube en una camioneta sin decir ni una palabra, y la incertidumbre sobre lo que pasaba estaba comiéndose a la chica.

– Buenas noches, joven Amelia – le saluda el general cuando esta entra a la camioneta – Hoy nos acompañaras a la redada de judíos, así que puedes ir mencionando lugares donde encontraremos algunos –

– Los judíos se pueden encontrar en el mercado, y en todas las calles de la gran Alemania, viven ocultos como vagabundos – dice – También en los negocios, son dueños de muchos de ellos, la panadería podría ser un buen lugar para empezar, el dueño es judío al igual que sus empleados – agrega Amelia sin titubear a pesar de que estaba temblando de miedo.

– Excelente Amelia – le felicita el general – Si sigues así podrías tener una habitación más grande –

– Con todo respeto, general, – empieza Amelia – lo único que quiero es irme de aquí y seguir con mi vida – termina

El general ríe antes de responderle a la chica – Lamentablemente, Amelia – dice resaltando su nombre – eso no será posible, sabes cuál es tu destino después de esto –

Amelia está asustada, y su respiración se está entrecortando, le aterroriza la idea de morir, y más aún dejar a sus padres solos.

La muerte no era un tema que le gustase, pues a nadie le gusta, a pesar de esto ella nos arrastra a todos tal como arena movediza, el miedo y el terror a la muerte son cosas momentáneas, total, todos moriremos tarde o temprano. La vida es un respiro, un día estás aquí y al otro te encuentras metros bajo tierra sin la posibilidad de despedirte de tus seres amados.

Ya habían llegado a la panadería, el mismo oficial la toma del brazo y la arrastra nuevamente, pero ahora hacia afuera de la camioneta, y le dice: – Tienes que atrapar mínimo a tres judíos, sino serás fusilada al igual que tus padres –

La chica casi llora al escuchar las últimas palabras del hombre y tuvo que abstenerse de hacerlo, no quería demostrar que le importaba, pues estos después sabrían por dónde atacar, así que la joven corrió a capturar a tres de los 5 judíos que estaban parados en la puerta.

– Hola, ¿podrían ayudarme a encontrar el puesto de doña Juana? – cuestiona la joven inventándose un nombre para así a ver si caían en su trampa

– Claro, ven con nosotros – dice un chico, alto, indio y con cejas gruesas, mirando a su grupo

– Está bien, pero primero, por favor, acompáñenme a buscar algo en mi camioneta – les dice Amelia

Los cinco jóvenes se miran entre sí dudando de acompañarle, pero uno de los chicos, que parecía ser el cabecilla del grupo dijo:

– Está bien –

Amelia empezó a caminar hacia la camioneta y le hizo una señal a los oficiales que la habían acompañado y la vigilaban para que no se escapase, así que al llegar a la camioneta invitó a los chicos a entrar y estos le hicieron caso, cayendo en su trampa. Colocó el seguro para niños en las puertas para así evitar que salieran.

Los guardias entraron a los asientos de piloto y copiloto y empezaron a manejar; los cristales de la camioneta estaban blindados y, por tanto, nadie podía ver a los cinco jóvenes llorar, gritar y patalear de miedo.

– Esto no es personal – les dijo Amelia a los jóvenes.

La camioneta se movía hacia el norte de Alemania, donde se encontraba una de las bases nazi, sus "presas" aún seguían forcejeando para escapar de las esposas que se les habían colocado en sus manos.

El conocido como cabecilla del grupo intentó ahorcar a el oficial que estaba en el asiento del copiloto, así que como reacción el oficial tomó su pistola dándole un disparo justo en medio de la frente. Uno menos, quedan cuatro.

– ¿Quién quiere ser el siguiente? – preguntó el oficial con la pistola en las manos y su cara estaba llena de sangre, se lamía los pequeños chorros que habían caído en su boca.

El grupo de judíos calló, ninguno de ellos estaba dispuesto a morir, aunque ese era el lamentable futuro que les esperaba al llegar al cuartel. El copiloto le sonríe de forma tétrica a todos y detiene su mirada en Amelia, la cual aún se encontraba conmocionada por lo que acababa de presenciar, lagrimas empiezan a salir de sus ojos y solo se lograban escuchar los "lo siento" saliendo repetidamente de la boca de la castaña en susurros.

El guardia no reaccionó bien ante sus palabras y le propinó dos bofetadas que le hicieron recordar donde estaba, porqué estaba haciendo lo que hace y qué hacía en ese lugar, por un momento pensó que su vida solo valía un poco más por lo que estaba haciendo.

Y así era, para los nazis el único hecho por el cual Amelia no era fusilada es porque tiene un pequeño valor para su ideología supremacista y les estaba ayudando a culminar con la raza que tanto odiaban.

La camioneta se detuvo señalando que ya habían llegado a la mesa, ambos oficiales nazis estaban sacando a los jóvenes tal y como la sacaron a ella aquel día de su captura, colocándolos en una fila mientras estos lloraban, sacaron sus rifles y empezaron a disparar

Amelia brincó asustada, sabía que ese sería su futuro, pero mientras más judíos atrapaba más se extendía su tiempo de vida. Tal vez suene egoísta, pero quien no es egoístas en estos tiempos muere rápido, y eso era justo lo que la castaña no quería, morir, y no es que le tenga miedo a la muerte, simplemente que aún no consideraba que era "su tiempo" para estar a tres metros bajo tierra.


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