Certeza
EMMA
Fred se fue horas más tarde, yo le pedí que se fuera con la excusa de que no quería que mañana estuviera desvelado para ver a Ly.
Pero la verdad es que, a veces me sentía mal estando con él y no precisamente por él, es más bien por nuestra situación, me encantaría que pudiéramos salir como una pareja normal por la escuela. Solo que habían varios problemas, pero los que resaltan más son:
1.-No somos pareja aún o no que yo sepa.
2.- Fred quiere que solo sea algo nuestro.
Y bien, lo entiendo, pero ese no es el tipo de romance que yo esperaba para mí, yo me lo imaginaba tan distinto, al menos en ese sentido, porque en lo demás Fred era todo lo que siempre quise, es que, él siempre fue lo único que anhelaba.
Así que quizá yo estoy mal y solo quiero buscar algo malo a lo nuestro. He pensado en decírselo a él, pero no sé si lo entienda.
Tal vez solo tendré que esperar un poco más a que él esté listo para formalizar lo nuestro.
Seguro solo es un tonto miedo mío.
Si, seguro lo es.
Apagué la lámpara de mi mesa y pude dormir.
A la mañana siguiente tomé mi celular para ver si tenía mensajes, o algo importante por lo cual levantarme. Tenía algunos emails de Fred, contándome que ya estaba esperando a que Mónica y Ly bajaran, también me dijo que después de llevar a Lyra iría a verme.
Yo le dije que sí, me gustaba que viniera a verme como cuando éramos niños. Pero entonces entré en pánico.
Mis padres llegarían en un rato. Seguro mis padres no tendrán inconveniente con que venga Fred, seguro se sentirían muy felices al respecto, lo que me preocupaba era que él pensara que íbamos muy rápido.
«No tendría por qué enojarse si solo somos amigos frente a los demás. »
Le mandé a mi mamá un mensaje preguntando si podía invitar a un amigo a comer, ella obvio dijo que si, le fascina tener visitas y sorprenderlos con sus dones culinarios.
Bajé a la cocina para prepárame el desayuno, por suerte no había un desastre en la cocina, Matt desde luego se ofreció a limpiar, era lógico, su desastre, su problema.
El resto de la mañana estuve haciéndome tonta, tenía bastante tarea pendiente, pero no tenía ganas de hacerla.
Luego llegaron mis padres, que me recibieron con todo el amor del mundo, los había extrañado tanto, me alegraba verlos al fin.
Obvio me contaron todas las cosas que pasaron y eso me encantaba.
—Pero bueno linda, ¿a qué amiguito vas a invitar?—preguntó curiosa mi mamá.
Noté el énfasis en la palabra “amiguito” Fred si era ese tipo de amigo, pero no hacía falta que mis padres lo supieran.
—Fred. —solté.
— ¿Fred el que era nuestro vecino? ¿Él Fred que dijiste que te hacía la vida imposible en la universidad? —preguntó mi padre algo confundido.
—Sí, ese mismo.
— ¿Ya se llevan bien?
«Ay si supieran lo bien que nos llevamos ahora»
—Sí, resultó no ser tan detestable como pensé. —dije sonriendo.
Mis padres se voltearon a ver entre ellos y luego a mí, mi madre sonrió. Sabía lo que esa sonrisita significaba, ella piensa que me gusta y bueno no se equivoca.
Así que después de ese momento algo incómodo ambos se fueron a la cocina a preparar todo para la comida, entonces recordé lo del gluten. Le dije a mi madre y ella solo respondió.
—Lo sé Emily, su madre me lo dejó muy claro la primera vez que vino.
Si, nuestras madres no se llevaban del todo bien, es que, digamos que la mamá de Fred no es la persona más fácil de tratar. Pero no la culpo, alguna razón deberá tener para ser así.
A las horas, se escuchó el sonido del timbre.
— ¡YO ABRO! —grité.
Al abrir la puerta me encontré con Fred usando una chaqueta de cuero, pantalones negros ajustados algo rotos, y una playera de Lamb Of God.
«Mi Fred no se suele vestir así, ¿acaso está tratando de impresionarme? Porque funcionó.»
— ¡Fred! Haz crecido tanto, hace años que no te vemos, estás tan guapo. —habló mi madre saliendo de la nada.
— Un gusto verte muchacho, me alegra que vinieras a comer. —dijo mi padre.
Noté la tensión en su cara, en realidad en todo su cuerpo cuando mis padres lo abrazaron como si hubiera regresado de una guerra o algo así.
—Ya, fue suficiente amor para Fred, lo van a asfixiar. —objeté.
—Sí, lo siento. Pasa a sentarte Fred, ya casi está la comida. —dijo mi mamá señalando el comedor.
Luego mis padres se retiraron de nuevo, dejándonos solos, lo que al inicio fue una cara de incomodidad poco a poco se tornó en una enorme sonrisa de esas que pocas veces Fred me deja ver.
Fred se acercó a mí y me dio un beso en la boca, uno muy corto, pero que supo delicioso. Yo tampoco pude evitar sonreír, me alegraba que no estuviera enojado por la presencia de mis padres.
Entonces nos sentamos todos juntos para comer. Yo solo rogaba porque mis padres no dijeran nada vergonzoso sobre mi niñez, tarde recordé que Fred estuvo en mi niñez, seguro él sabe más cosas vergonzosas de mí.
Él pelirrojo comía con tanta felicidad de estar ahí y platicaba con mis padres como si no quisiera hacer nada más que eso. Me di cuenta de que se sentía muy cómodo con ellos.
Así que me cuestioné si no se lleva así con sus padres. Estaba segura de que era así. Hasta mi madre lo notó.
— ¿Te gusta la comida Alfred? —preguntó mi madre llamándolo por su nombre completo.
Mi madre solía llamar a todos por su nombre completo, era algo molesto, a mí siempre me decía Emily aunque ese no es mi nombre, pero ella dice que es una forma bonita de decirlo, aunque poco tuviera que ver con mi nombre.
Pero se lo podía perdonar porque era yo, la cosa es que Fred odia que le digan su nombre completo, ya que en la primaria lo solían tomar como mayordomo, porque ya saben, Batman y su mayordomo Alfred.
Era muy molesto para él, por eso en secundaria le pidió a todos los maestros el primer día del primer año que solo le llamaran Fred, ninguno objetó.
—Hace mucho que no me llaman así. —confesó él, riéndose.
—Sí, mamá, mejor llámalo Fred.
—No, está bien, no me molesta tanto al parecer. —dijo sonriendo.
Cuando terminamos de comer y recogimos nuestros platos, mi padre me hizo la típica mirada de “él me agrada” acompañado de un pulgar arriba, cuando volteé a ver a mi madre, ella asentía con rapidez la cabeza.
— ¿Les importa si subimos a mi cuarto? Es que tenemos tarea.
—Claro chicos. —respondió mi papá.
— ¿No quieres quedarte a cenar, Fred? —preguntó mamá.
—Ah yo…no sé si debería.
—Anda, quédate a cenar. —le rogué.
Él lo pensó unos segundos y después aceptó. Ambos subimos a mi habitación, para estudiar, bueno, con Fred aprendí que la palabra “estudiar” tiene muchos significados.
Ya en mi cuarto cerré la puerta con seguro, eso extrañó a Fred, si supiera lo poco preocupados que eran mis padres, no les importaba si cerraba la puerta con miles de candados, jamás pensaban mal de mí, jamás les he dado razones para hacerlo.
Fred se recostó en mi cama, viendo hacia los muros, al techo, a la nada, como si estuviera pensando en algo muy profundo.
—Tus padres siempre han sido muy agradables conmigo, no entiendo por qué, no soy su hijo. —señaló él con seriedad.
—No, pero ellos te tratan bien porque saben que me agradas—. Me recosté a su lado.
— ¿Solo porque sí?
— ¿Por qué lo preguntas?
—No lo sé, ni siquiera mis padres me tratan así, como si pudieran desvivirse por mí, ellos son tan fríos, tan herméticos que hacen que tus padres me asusten, porque todo el tiempo espero a que haya una trampa ¿me entiendes?
«No, no te entiendo, pero es horrible que te sientas así» pensé pero no lo dije.
Así que tomé su mano con fuerza y me recargué en su pecho, su corazón latía a una velocidad impresionante.
—Tranquilo, aquí siempre tendrás un hogar amoroso, mis padres también pueden ser tus padres. —dije para animarlo.
—No, Iugh, eso te convertiría de alguna forma en mi hermana y ya sabes que yo no te veo de esa forma.
Me quedé en silencio, dudando en si debía responder lo que estaba pensando, al final me decidí a hacerlo.
—Fred, ¿tú me quieres?
—Pensé que ya había quedado claro que te odio y te desprecio con toda el alma.
—Fred, hablo en serio.
—Bueno, digamos que mi cariño por ti es proporcional al universo.
— ¿Por qué?
—Porque siempre está en expansión.
Estoy segura de que eso era lo más adorable que me había dicho alguien en toda mi vida. Me levanté un poco para poder ver su cara mejor, entonces lo llené de besos por todas partes, porque era lo único que podía hacer si no quería que mi corazón explotara.
— ¿Tú me quieres?—preguntó.
—Claro que te quiero pelirrojo.
—Jamás pensé que tendría semejante privilegio.
—Cállate, tampoco es la gran cosa. —dije mientras le apachurraba la nariz.
—Lo es para mí porque tú siempre has sido todo lo que quería, siempre fuiste tú, nunca hubo alguien más, nadie causa estragos en mi corazón como tú lo haces, nadie logra que olvide mi nombre así de fácil.
—Tú igual siempre fuiste todo lo que quería, el cariño que le tuve a otros no se compara porque siempre te tuve a ti.
—Te odio tanto Emma, porque sacas la única parte de mí que siempre guarde para no ser vulnerable, pero aquí estoy, con el pecho abierto, entregándote todo lo necesario para que acabes conmigo.
—Yo jamás te haría daño de esa forma, pelirrojo.
—Lo sé—pasó su mano por mi cabello.
Me recosté de lado, para verlo mejor. Me encantaba cada parte de él, las suaves pecas que adornaban su cuerpo, el bonito color oliva de sus ojos que a veces llegaba a ser tan severo, lo rosado de sus labios, parecía que jamás perdían su color.
Él también se volteó de lado, estábamos frente a frente, sintiendo todo pero diciendo nada, por miedo o tal vez porque era tan grande el sentimiento que describirlo tomaría siglos en perfeccionarse, seguro también el tener que inventarse unas nuevas palabras.
Nos dedicábamos tiernos besos, lentos, no teníamos prisa para nada, solo éramos él y yo, perdidos en la nada de nuestros sentimientos correspondientes, dejándonos llevar, dejándonos arrastrar por aquello que nos asusta pero nos mantiene juntos.
—No te merezco Emma.
—No digas eso tonto, tú mereces lo que te haga feliz y si yo puedo ser eso para ti, ten por hecho de que siempre me merecerás.
—Tengo miedo de arruinarlo. —susurró mientras se ocultaba en mi cuello.
Yo lo abracé con fuerza, como si estuviera a nada de quebrarse.
Me daba cuenta que él aún estaba asustado, mucho más que yo y lo entiendo, Fred siempre ha sido más racional, todo lo contrario a mí, que pienso con el corazón.
—Tranquilo, no estás arruinando nada.
—Pero lo haré en algún momento.
— ¿Cómo estás tan seguro de eso?—le cuestioné.
—No lo sé, lo presiento. —confesó él.
Acaricié su cabello hasta que sentí que su postura se relajaba sobre mí, me gustaba sentir que estaba tranquilo a mi lado, que nada lo perturbaba si yo estaba con él.
Pero me di cuenta de que algo sí que lo perturbaba, lo mantenía preocupado, tal vez a la defensiva.
Ese algo era yo.
No quería pensar en lo peor, pero seamos honestos, ¿Qué nos asegura que estaremos juntos siempre? ¿Qué certeza tenemos de que las cosas no terminarán mal y que ambos terminaremos heridos.
El amor es como una liga sostenida por dos personas, pero alguno de los dos la termina soltando, lastimando al otro.
¿Esa seré yo o será él? No me gustaría saberlo nunca, en realidad preferiría que jamás pasara.
Nunca antes me había sentido como si estuviera en el momento y lugar correcto con una persona, no quería que esto acabara, no quería que se desgastara, ¿pero de donde saco la certeza?
Certeza, certeza, certeza
¿Será que de verdad es tan necesaria? Qué más da si me tiro sin nada que me detenga, aún con certeza cabe la posibilidad de romperme unos cuantos huesos, solo depende de que tan alto caiga.
El amor no cura huesos rotos, en todo caso te deja tantas heridas, arden, no duelen, les juro que arden mucho, yo no quería eso para mí, menos para él.
Pero si ambos nos queríamos tanto ¿Qué habría de salir mal? ¿No es también el amor el pilar de muchas cosas? ¿No es el amor suficiente garantía? Creo que no.
Tal vez jamás sería suficiente solo intentarlo, es vendarse los ojos y fingir que todo saldrá de maravilla, pero no por eso era malo intentar.
¿Qué era lo peor que me podía pasar? ¿Llorar por noches completas hasta dormirme?, ¿dejar de comer?, ¿deprimirme?, ¿terminar en terapia? Esas son cosas por las que ya he pasado antes, la diferencia es que esas veces me lastimé a mí misma y ahora Fred tenía el poder de ser mi verdugo.
La cuestión aquí era que, había esperanza, seguro más pequeña que las posibilidades de que todo saliera mal, pero pierde más el que no intenta.
Y yo por ti Fred, soy capaz de hacerme pasar un infierno si al final puedo gozar de lo bien que me haces sentir.
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