Así me gusta


EMMA

Casi como por llamado del destino, me encontré a Ly en la cafetería al día siguiente, estaba tomando un frappé ensimismada mirando hacia la bellísima pared, no sé, tal vez esperando a que cambiara de color.

Aproveché para acercarme, de hecho estuve casi un minuto parada frente a ella sin que se inmutara, ya comenzaba a preocuparme, cuando al fin notó mi presencia, lo que la hizo dar un brinco.

« ¿Tan mal me veo en la mañana? »

—Vaya, tú sí que eres de las que se pierden pensando. —señalé.

— ¿Se me nota mucho?—preguntó ella avergonzada.

—No, se te nota más que estás triste ¿puedo saber por qué?

Bien, tal vez no tenía un tema de conversación, pero creo que ser metiche tampoco es de las mejores ideas para hacerte amigo de alguien, o que se yo.

Por un momento pensé que se trataba de Matt, estaba a nada de enojarme con él, supongo que es la costumbre de conocer a un Matt muy grosero, pero por suerte no era eso.

Se trataba de Mónica, la otra amiga de Fred, no había hablado mucho con ella más que ese día que hicimos los pastelillos en mi casa. Era agradable, pero muy seria. Fred me ha dicho que ella no suele ser así y yo creo saber el por qué.

Le hablé a Ly de Sarah, el demonio en persona, la conocía perfecto porque un tiempo fuimos muy buenas amigas, pero en el momento en que me di cuenta de cómo trataba a sus novias decidí sacarla de mi vida, no quería relacionarme con alguien abusiva.

Le dije a Ly que trata de hablar con Mónica, pero al parecer no es de las personas que escuchan, me refiero a Mónica, Ly por supuesto que es buena escuchando.

—No quiero meterme en su vida, ella puede andar con quien guste, pero ¿si hay algo malo pasando?

Notaba la gran preocupación de Ly, creo que jamás había visto a alguien preocuparse por otros como si de lo más preciado de su vida se tratara.

—Eso no lo sabemos Ly, no hay que apresurarnos, solo sigue las señales, intenta ayudarla en caso de ser necesario. —le aconsejé.

—No funciona hacer eso con Mónica, ella es tan hostil, cuando algo se le mete a la cabeza nadie puede sacarla.

—Pero son amigas, ella va a entender que lo haces por su bien.

Después de decir eso, recordé lo manipuladora que puede llegar a ser Sarah, ella lograba que cualquiera se pusiera a su disposición, que creyeran todas sus verdades como las únicas, bien podría ser la versión femenina de Charles Manson sin problemas, es por eso que alguien debería detenerla.

—Ya no sé si ella me considere una amiga. Ni siquiera tiene la confianza de hablarme sobre su vida, desde hace unos meses que no tengo idea de lo que le pasa, ya no somos unidas. Solo hablamos de vez en cuando, pero ya no es lo mismo. —confesó Ly con tristeza.

Me dolió verla de esa forma. Porque hasta su voz estaba a nada de quebrarse. Esa era la verdadera representación del amor que se podían tener dos amigas.

Ella disimuló sus ganas de llorar tomando un sorbo de su frappé.

Pensé en acercar mi mano para que la tomara, pero algo me detuvo.

—A veces así son las amistades, algunas no se quedan para siempre, pero no significa que te vayas a quedar sola. —dije tratando de animarla.

—Eso es una mierda,—me sobre salté al oírla decir eso. —Perdón, es que de verdad no entiendo porque las cosas tienen que ser así. —se disculpó avergonzada.

Seguimos un rato platicando de lo mismo, luego la plática se volvió más alegre, me di cuenta de lo bien que se sentía hablar con ella, hace tanto tiempo que no congeniaba así con otra chica, me agradaba.

Fue ahí cuando me di cuenta que esto se convertiría en una muy bonita amistad, espero que también sea longeva, Ly me agradaba y era la casi novia de mi mejor amigo, era bueno que nos lleváramos bien.

Después de estar un buen rato hablando ambas nos despedimos para irnos a nuestra siguiente clase. Aunque en realidad me salté una que otra clase, por mero gusto, lujos que uno se da cuando le cae bien a los maestros.

El resto del día estuvo normal, mis clases seguían igual de aburridas o tal vez no y solo estoy teniendo un burnout, me pasa más seguido de lo que me gustaría.

No es divertido quedarme todo el día en la cama solo porque mi cerebro decidió que esta cansadísimo. Lo peor es que ni con cafeína logro sentirme con las ganas de estudiar.

Fred sabía esto, no le molestaba, de hecho a veces iba a verme a mi cuarto o me ayudaba a estudiar, también me pasaba los apuntes, porque me sentía tan débil que ni siquiera podía agarrar el lápiz para escribir.

De la nada mi mente se iba y no me dejaba estar presente en el momento. Fred estaba más preocupado por mí que yo misma, era curioso, pero agradecía que me quisiera tanto.

Cuando pasaba a verme me llevaba algo que pensara que me haría sentir mejor, cada día algo distinto, me hacía muy feliz que fuera así de detallista.

Le ponía algo de alegría a mis días, bueno, siempre lo hacía, pero más ahora que tengo el ánimo por los suelos y la mente por las nubes.

Hoy llegó un poco más tarde de lo que suele llegar, lo que me extraño un poco por lo puntual que le gusta ser.

Toco la puerta y luego entró, yo no quería levantarme de la cama, es por eso que le había dado una llave de mi cuarto. Cuando se acercó, tenía una expresión de emoción que pocas veces muestra.

—Ya sé qué haremos para que te animes.

— ¿Terapia?—pregunté tallándome los ojos mientras me sentaba.

—No rubia, te voy a llevar a una fiesta, hace mucho no vas a ninguna por salir conmigo, así que pensé que podríamos ir juntos.

Entre cerré los ojos, tratando de adivinar donde estaba el truco.

—No hay trucos, hablo en serio. —dijo como si acabara de leer mi mente.

—Algo me dice que solo quieres ponerme feliz para luego hacerlo—. Lo empujé riéndome.

— ¡No! No, pienses eso, o sea claro que me gustaría, pero lo principal es que estés bien.

Me levanté de la cama un poco más animada, Fred se quedó sentando en la cama, siguiéndome con la mirada, abrí mi closet para buscar que ponerme, encontré un vestido color café de satín que hace mucho que no usaba.

Lo dejé sobre la cama y me metí a bañar. El agua estaba hirviendo eso hizo que me doliera un poco la espalda, que después se relajó un poco, no me imagino lo contracturada que debe estar.

Al salir del baño, encontré a Fred recostado en mi cama, viendo su celular, cuando me vio salir se puso rojo, pero en serio, tan rojo como su cabello.

—No pongas esa cara, como si no me hubieras visto desnuda antes.

Desde esa primera vez que tuvimos sexo, hubo una racha muy extensa en que lo hicimos casi diario, antes de que me diera el burnout, porque desde hace semanas que no lo hemos hecho, por suerte Fred no es de los que se lo toma mal.

Pero obvio ambos teníamos necesidades.

Me quité la toalla mientras estaba de espalda, sabía que él me estaba viendo, me acerqué a agarrar mi vestido, lo vi directo a los ojos, me gustaba ver lo nervioso que se ponía, me gustaba causar eso en él.

Estar desnuda frente a él no me hacía sentir incomoda, en todo caso, estar sin nada con él al lado, era tan cómodo que olvidaba que no traía ropa.

Seguro con otra persona me hubiera avergonzado, pero con él las cosas siempre eran muy distintas.

Me puse el vestido en su cara, sin dejar de verlo a los ojos, cuando ya lo tenía puesto le pedí ayuda con el cierre. La tensión abundaba en el aire, ambos la sentíamos en silencio.

Cuando terminó de ayudarme me dedicó un beso en el cuello. Uno de esos suaves y deliciosos besos, como adoraba que hiciera eso.

—Bien, vamos a la fiesta. —dije mientras me giraba para verlo.

Su cara aún estaba roja, le costaba trabajo pasar saliva.

«Así me gusta»

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