Aléjate de ella
FRED
Trabajar en equipo con Emma había sido un huracán para mis sentimientos, no estaba acostumbrado, la última vez que sentí algo parecido iba en primaria. A mis padres eso no les agrado y es obvio porque, mis calificaciones no fueron las mejores en ese entonces.
No quería que pasara lo mismo de nuevo, por eso me las estuve ingeniando para alejarla de mí, aunque internamente gritara por tenerla cerca, pero eso no parecía funcionar, porque ella se esforzaba para que yo no quisiera irme.
Debía tener mucha fuerza de voluntad. Pero entonces una idea nueva llego a mí, tal vez solo estoy enredado entre el proyecto y Emma, eso confunde mis sentimientos, así que solo tenía una forma de mandar esos pensamientos al carajo.
Tendría que besarla, solo así sabría que ella en realidad no me atrae de ninguna forma. Sí, eso haría.
¿Qué sería lo peor que podía pasar? ¿Enamorarme de ella? Eso sería imposible, la gente no se enamora por su simple beso, pero si descubren si su compatibilidad es la necesaria para crear un lazo afectivo.
« ¿Por qué siempre le busco lo científico a todo aunque no lo tenga? Ah esperen, el amor si tiene bastante ciencia, vayan a leer un poco.»
Ella me invito una fiesta, yo detesto esas cosas, son el peor invento que creo la humanidad luego de que a un loquito se le ocurrió mezclar mermelada con crema de cacahuate.
Pero a pesar de que las fiestas no fueran “lo mío” acepte ir, solo para tratar de besarla, no sabía si eso funcionaria, habían dos opciones, o me daba una cachetada horrible ó me daba un golpe directo en la nariz. Sin embargo, no me quería quedar con la duda.
«No, no, ésta es una pésima idea»
No debía aceptar la invitación, mucho menos debía haberle dicho que le prestaría mi suéter si le daba frio.
«Eso no se hace estúpido»
No quería que ella pensara otra cosa.
«Tampoco te sientas tan importante, imbécil»
—Ya no sé si quiero ir a una fiesta. —confesé mientras ya íbamos de camino.
Ella se giró a verme, confundida, no me sorprendía que me viera así, ella siempre ponía esa expresión conmigo, supongo que es mi culpa.
—Eso se avisa antes, ya estamos a dos cuadras de llegar, si quieres nos quedamos una hora y luego nos largamos, te llevo a la escuela y yo me regreso. —dijo ella.
―O tal vez podríamos ir a algún lugar solo tú y yo, para celebrar y esas cosas. —expresé nervioso.
Y ahí estaba de nuevo esa expresión en ella, era como si estuviéramos hablando lenguajes totalmente diferentes fingiendo que nos entendíamos.
Ella puso su mano en mi frente.
―Bueno, no tienes fiebre. —dijo bromeando.
— ¿Debería tener fiebre?― pregunté preocupado.
―No tonto, así se le dice a la gente cuando hace algo que normalmente no haría. — explicó ella.
─ ¿Estoy actuando raro entonces?
―Muchísimo, hasta me das miedo, jamás imagine que tú me dirías algo como que quieres estar a solas conmigo ¿Qué tramas? ¿Asesinarme para ser el mejor de la clase? No te saldrá muy bien porque por si no lo recuerdas soy cinturón negro en karate. —mencionó ella.
―Por supuesto que lo recuerdo, también recuerdo tus primeros lugares en los concursos de matemáticas, también, tus trofeos al mejor talento, sin olvidar claro todas las carreras en las que estuviste, ni la vez que ganaste le premio a la chica más linda de la secundaria. —dije irritado.
—Uy, lo dices como si fuera lo peor de mundo, ¿Qué tiene de malo? Tú también ganabas muchos premios, reconocimientos y diplomas. ―aseguró ella.
─Sí, pero yo no voy por ahí presumiéndolos a diestra y siniestra.
― ¿En serio te molesta eso Fred? —preguntó incrédula.
―No, no me molesta, es solo que…
— ¿Solo que es que Fred? Mira, no creo que sea tan relevante para tu vida, pero de verdad creo que tienes un problema personal conmigo, ya te lo pregunte una vez, y lo volveré a hacer ¿Cuál es tu problema conmigo?
Ella estaciono el auto, ya estábamos frente a la casa de la fiesta, sabía que era así porque estaba lleno de luces y la música hacia rebotar todo a su alrededor.
Emma sostenía el volante con ambas manos, esperando mi respuesta como si fuera lo más importante de su vida.
― ¿De verdad quieres saber cuál es mi problema? —pregunté despegando mi cuerpo del asiento.
Ella lo dudo, pero asintió, incliné mi cuerpo más hacia ella, ya estaba esperando una cachetada de su parte, pero eso no paso, ella ni siquiera se movió cuando mis labios se acercaron a los de ella, tampoco hizo nada cuando se juntaron.
Al contrario de lo que pensé, ella se aferró a mi cabello, acercándome más a ella, tanto que sentía el calor de su cuerpo emanaba, el mío no tardo en sentirse igual.
Me dije que solo sería un beso corto, pero cuando menos me di cuenta, nuestros labios jugaban uno arriba del otro, a veces cambiando de lugares, entonces el hambre que atraía a uno del otro se hizo notable, hasta juraría que ella deseaba esto, tanto como yo.
«Tanto como yo» Era un pensamiento complicado, no en realidad, solo lo era porque yo quería que fuera complicado, tan complicado que no pudiera solucionarlo y así fuera más fácil para mi dejarlo de lado.
Entonces eso hice, dejarlo de lado, mis manos que estaban en su cintura, subieron para luego posicionarse en sus hombros, ya ahí, la aleje, no de forma brusca, era algo mas como “creo que ya fue suficiente”
Al separarnos, note como su cara estaba roja, pero en serio, estaba roja, roja, sus pupilas estaban dilatadas, su respiración agitada, la boca estaba entre abierta y tenía el mismo tono rojizo de sus mejillas, al instante me obligue a retirar la mirada. No podía mirarla así, no tenía buenos argumentos para no hacerlo, simplemente no quería, punto.
― ¿Puedes explicarme que fue eso?— preguntó ella.
Yo tenía la misma pregunta, ni siquiera lo pensé, no analice la situación, solo paso.
Me temblaba todo, las manos, las piernas, ese fue el segundo mejor beso que había dado en toda mi miserable vida amorosa, el primer lugar curiosamente, fue con la misma chica, solo que hace años.
Es solo que esa vez, ella me beso a mí y yo, bueno, lo eche a perder, no quería involucrarme sentimentalmente con alguien. Menos ahora, entonces que haría, ¿Qué puedo hacer ahora? No puedo evitar la situación como si tuviera doce de nuevo, ya soy un adulto, los adultos afrontan sus equivocaciones.
Pero si esto fue una equivocación ¿Por qué se sintió tan bien?
Bueno si fuera religioso, pensaría algo como “el pecado se siente bien porque Satán quiere que así sea para que caigas en el”
La cuestión es que no soy religioso, así que nada me excusaba, nada, nada.
―Perdón, yo no debí hacer eso, no lo pensé, perdón. —me excusé.
Como pude abrí la puerta del auto, salí de ahí tan rápido como mis piernas me lo permitían, por suerte era alto, eso significa que camino relativamente más rápido que los demás, pero Emma también era alta, no tardo mucho tiempo en alcanzarme.
― ¡Oye! No puedes besarme y luego correr Fred, ha de ser una costumbre tuya, pero déjame decirte que es muy mal educado siempre dejarme así.
—No seas dramática, solo han sido dos veces.
―¿Y eso que importa?
—Exacto, ¿Qué importa?
Ella me tomo del brazo con fuerza mientras caminaba, me giro hacia ella mientras caminaba, no quería verla a los ojos, pero me obligo a hacerlo, tomo mi cara entre sus manos y me beso, pero no podía dejar que eso volviera a hacer, así que la rechacé.
― ¿Me dirás que no sientes nada? No te entiendo Fred, trato pero no puedo en serio, un día me miras como si fuera el peor adefesio del mundo, después te comportas bien conmigo, te vuelves cortante de la nada, me besas y ahora pretendes que nunca sucedió, sé que ya te lo pregunte muchas veces, pero es que de verdad me interesa saberlo ¿Cuál es tu maldito problema conmigo?
—Ya te lo he dicho, no tengo ningún problema contigo, deja de pensar que es así, entiendo que estés acostumbrada a que todos te amen y que no te entre en la cabeza que no todos te trataremos como una reina.
― ¿Acaso estas celoso de mí? En serio me sorprendes, Fred. —dijo incrédula.
Mordí mi cachete desde dentro de mi boca, hasta que sentí un hilo de sangre del sabor del hierro recorrer mi lengua.
― ¡Si! Si lo estoy ¿bien? ―solté.
Esa mirada suya estaba ahí de nuevo, pero estaba combinada con algo de susto, supongo que hable demasiado fuerte, no era mi intención gritarle, no debí gritarle, yo no hago ese tipo de cosas.
―No, yo, yo no quería gritarte, perdón. ―dije mientras golpeaba mi cabeza con mi mano.
Fue entonces cuando un chico, con la chaqueta del equipo de futbol, yo lo conocía, era el ex novio de Emma, o algo así, nunca descifre lo que pasaba entre esos dos. Ni quería saberlo si soy honesto.
Él era el típico chico por el que todas se derriten, piel morena, ojos profundos que tienen un aire triste, hasta podría decir que misterioso, era musculoso, seguro podría romperme la cara a golpes y por supuesto era el típico chico insoportable, del tipo que no me agradan.
― ¿Te está molestando, preciosa? —preguntó él.
―No Marco, él ya se iba. —espetó con seriedad ella.
―Si yo ya me iba.
Me di vuelta, camine unos pasos cuando Marco volvió a hablarme.
—Aléjate de ella, pelirrojo. ―advirtió el.
Los mire de arriba abajo, Emma estaba aferrada el brazo de Marco.
Hubiera dado lo que fuera porque ella se aferrara así de mí. Eso jamás pasaría, pero la mente era el lugar en donde hasta las fantasías más ridículas se hacían realidad.
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