XXXVIII

El invierno transcurrió violento manchando de sangre la blanca nieve. Ganamos a un precio relativamente bajo en comparación con las altas cifras de bajas en los enemigos, que los dejaron sin hombres para seguir peleando, lo que también significó problemas para nosotros en la población. No era un número extremo, pero si fue algo un tanto relevante que nos obligó a abrirle las puertas del país a extranjeros que deseaban iniciar una nueva vida aquí.

Las cosas salían bien y todo seguía tranquilo, los Reyes y consejeros aseguraban que nuestro reinado sería de paz y armonía debido a la justicia y actitud de acción de Antoine, además del gran apoyo de su esposa.

Mi esposo solía llevarme incluso a reuniones en las que no debería estar, pero aseguraba que era una excelente consejera, cosa que demostré cuando me gané la confianza del ministerio y demás delegados al ver mi asertividad.

Los años pasaban en ambos; las arrugas de Antoine y canas se convirtieron en experiencia, y yo, en su aprendiz. No dejaba de admitirlo a pesar de que la vida le comenzara a cobrar factura, aún seguía siendo ese hombre tan perfecto del que me enamoré a los catorce años.

Decidimos volver a intentar ser padres pero no funcionó nada esta vez, no teníamos idea de porqué debido a que los médicos aseguraban que era muy fértil y que no debería tener problema alguno, así que asumimos que Dios así lo quiso. Por otra parte, no todos estaban de acuerdo y pedían que se asegurara el linaje con más vástagos, así que le propusieron al rey conseguirse concubinas.

-¿Están pidiéndomelo en verdad?

-Así es, majestad. Entre más hijos, mejor asegurado está su apellido en el trono por más generaciones.

-Una burla, de terrible y pésimo gusto que creo que sólo ustedes están disfrutando.-Lo peor del asunto no era que se lo propusieran, sino que yo estaba ahí, sentada al lado de Antoine con ellos de frente.-Permítanme, caballeros, que estoy aquí a plena vista escuchando cada grotesca palabra que sale de sus bocas.

-Esas, grotescas palabras, son la solución a su...poca disposición de dar a luz más hijos, majestad.

-Yo le tengo una mejor solución: no cuestione a Dios. Los tiempos llegan cuándo Él lo quiera, no cuando usted o ustedes lo decidan. Escrito está, señores míos, que habrá más familia Rupenauv, sólo que la impaciencia no es una virtud que coseche buen fruto.-La sala se quedó en silencio y mi esposo me veía con una evidente admiración que incluso me sorprendió.-Una concubina. ¿Ama a su madre?

-Así es, mi reina. Con todo mi corazón.

- Imagine que a su padre le dicen que deje a su madre por otra mujer para que tenga más hijos, ¿cómo se sentiría? Le están diciendo que su madre es una inútil, es reemplazable, no tiene valor y la pueden cambiar como si de un objeto se tratase.

-Sería un insulto a mi madre, majestad.

-Exactamente. Usted y sus acompañantes, me están insultando de la forma más vil posible, cambiando a SU reina por una ramera cualquiera.-Alcé un poco la voz para dejar en claro que esas ideas estúpidas no estarían permitidas en nuestra corte ni en nuestro hogar.

-Pido una sincera disculpa, pero la situación nos dejó intranquilos y buscamos soluciones viables. Ese es nuestro trabajo.

-Háganlo bien la próxima vez.-Me callé y la gran mesa se quedó en silencio de igual forma. Mi esposo tomó mi mano y la acarició para tranquilizarme.

-¿Alguien más cree que deba hacer tal cosa?-Antoine lanzó la pregunta y todos comenzaron a negar con la cabeza y comentar negativas.-Bien, entonces esa opción está mediaticamente cancelada.

No hubo solución más que esperar, cosa que no dio resultados durante cinco años. Nuestros hijos estaba creciendo en gracia y virtudes, aprendían rápido y amaban a sus padres de la misma forma en que los amábamos a ellos.

Durante la pintura familiar del quinto cumpleaños de nuestros pequeños, comencé a sentir unos mareos que me dejaron la piel amarilla, cosa que el pintor se tomó muy apecho, coloreando mi cutis de ese color, dejándome ver como una muerta entre tres bellas persona. La tiré y despedimos al hombre a pesar de que no era completamente su culpa.

Tres semanas después anunciábamos a todo Normanda y alrededores sobre nuestro embarazo. Un nuevo hijo se estaba creando dentro de mí, listo para callar más bocas y tranquilizar al consejo que tanta presión nos metía.

Esta etapa fue mucho más tranquila debido a que ya tenía una experiencia con todas las situaciones; controlé mis antojos, los mareos eran escasos al igual que las náuseas, mis pies no se hincharon gracias a que equilibraba el tiempo que me la pasaba sentada con unas caminatas en paz. Mi esposo estaba ansioso por conocer al nuevo miembro de la familia, mientras que sus hermanos aún no terminaban de entender como un bebé podía estar dentro de su madre sin matarla, o peor aún, no entendían como había llegado ahí.

El pequeño llegó, fue un varón hermoso que mi esposo llamó León, asegurando que sería un niño fuerte y sano, de gran corazón y suma valentía. Tenía sus expectativas muy altas, pero no se podía esperar menos del hijo del rey, así que nos aseguramos de que las palabras de mi rey, fueran cumplidas.

Los tres pequeños recibieron educación de todo tipo, no sólo de protocolos y modales, sino de cultura, historia, geografía, astronomía, literatura, matemáticas y demás asignaturas que se fueran agregando. Mi pequeña Debby resultó ser excelente costurando, lo que le permitió llevar una clase extra de tejido y demás cosas que le fascinaban. Era coqueta y bella como ninguna, tenía un carácter dominador entre sus hermanos pero al mismo tiempo era encantadora.

James, por otra parte, era un divino pintor. Resultó ser leal, amable y generoso por naturaleza, siendo muy apto para ser un digno sucesor de su padre. Solía pintar cuadros hermosos sobre cosas reales y una que otra vez sobre sus sueños.

Mi querido León desde que aprendió a caminar fue un total descontrol; tenía mucha fuerza y altura, lo que le dio el apodo del Rompe Huesos debido a que solía romper brazos y piernas a sus compañeros de clase de lucha y ataques. Se la pasaba la mayoría del tiempo con el encargado de la guardia real aprendiendo todo sobre estrategias y armas. Conforme pasaba el tiempo, lograba calmar sus ansias de destruir y pudo ser un niño balanceado en conducta.

Mi familia me visitaba de vez en cuando debido a la larga distancia, el tema del escape furtivo de Juliette fue un tema que no se tocaba en la ciudad, pedí que lo olvidaramos y así fue. Por fortuna, no supieron que el hombre con el que se fue, era el príncipe Dior.

Hugh, también nos visitaba. Las diferencias que alguna vez hubo con mi esposo, se habían disipado por completo. Los tres éramos buenos amigos y mis hijos solían llamarlo "tío Hugh". Su esposa era tosca pero buena persona, carecía de femeneidad y sus damas hacían lo posible por hacerla ver más como mujer y menos como un herrero, cosa que lograban con demasiado esfuerzo.

Quince años después de dar a luz a mis gemelos, ambos estaban listos para presentarse frente a sus comprometidos para que se conocieran. Antoine tenía un viaje hacia un puerto así que me pidió que fuera con alguien de confianza y que entendiera los protocolos; por supuesto que no dudé en pedirle el favor a Hugh, quien no lo pensó dos veces y aceptó.

Hicimos todos los preparativos y estuvimos listos más rápido de lo que pensábamos, el viaje era extremadamente largo así que íbamos bien equipados. Entonces, en una parada a comer, me di cuenta de un para de miradas cómplices que había experimentado yo misma, había un lenguaje corporal distinto, unas risas...había un descarado coqueteo entre Debby y Hugh.

Ambos se estaban enamorando y estaban repitiendo mi historia.

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