XXXIX
No sabía que hacer o decir, mi hija de quince años estaba siendo cortejada por un hombre casado que la había visto nacer y crecer, uno de la misma edad de su madre. Pero, el problema no era ese, yo estaba a favor de que para el amor no había edad debido a mi situación. Sin embargo, lo que me llenaba de preocupación era el hecho de que ella estaba comprometida con un país protestante que no dudaría en declararnos la guerra si ella rechazaba al hijo de su rey. ¡Y cuando Antoine se enterara!
Los dos se encontraban recargados en un árbol con tazas de te en sus manos, charlando amenamente hasta que llegué y tomé a ambos del brazo fingiendo que caminaba con ellos por un paseo tranquilo.
-No me van a decir que aquí no está pasando nada porque ya estuve en su lugar. ¿Desde cuándo comenzó esto?
-No, no sé de qué hablas, Bev.-Hugh comenzó a ponerse nervioso mientras que Debby mostraba una tranquilidad inquietante.
-Los he estado viendo, pueden hacer lo que se les venga en gana siempre y cuando sea algo estúpido y pasajero. Deborah tiene un compromiso al que debe llegar virgen, ¿me escuchaste?-El hombre asentía sintiéndose descubierto sin ninguna otra opción que aceptar.
-Y tú, no me decepciones.-Observé a mi hija, luciendo mis mismos ojos y mi mismo cabello. La amaba, más que a los otros dos hombrecitos de mi vida. Ella me entendía y nos habíamos vuelto las mejores amigas, nos complementábamos de una forma imposible, que nos hacia cómplices.
-Madre, respira. Descansa tranquila, sólo estoy intentando practicar para el príncipe, debo dar una buena impresión y agradarle.-No le creí ni media palabra, pero fingí hacerlo y me regresé a terminar mi comida. No podía retrasar más el viaje así que esperé impaciente a la siguiente parada en la que pudiera enfrentarlos a ambos por separado y asegurarme de que ese amorío tonto no fuera el motivo de un desastre monumental.
Llegó el momento y primero decidí ir por Hugh. Se había vuelto un hombre de buena altura, más alto que mi Antoine; su rostro era el mismo sólo que las espinillas habían sido cambiadas por una barba que se recortaba constantemente; si cuerpo seguía siendo delgado pero tenía una barriga que sobresalía debido a la cerveza que tomaba constantemente.
-Ven, amigo mío, es hora de que hablemos como no lo hacíamos hace mucho tiempo.- Se encontraba cepillado a su caballo cuando me acerqué, al escuchar extendió su brazo para que comenzaramos.-¿Cómo está tu esposa?
-Muy bien, goza de buena salud y está con su madre. Es muy apegada a y decidí que la llevaramos al castillo con nosotros mientras no estoy. La señora resultó ser una dama muy amable y no es nada entrometida, como todas las suegras deberían de ser.-Reí ante su comentario y el hecho de que sólo bastaba una pregunta para que me dijera todo sin ningún filtro.
-Conseguiste una buena esposa, entonces. ¿Cómo le va con su nuevo título?
-De maravilla, es una líder nata y todos en OliveHill la adoran.-Sentí una punzada cuando mencionó mi pequeña ciudad, una que a pesar de no tener nada que aportar al país, era el centro de este y uno en que los viajeros constantemente se detenían para provisiones, comida, una cama para dormir o cualquier cosa que necesitaran; eso hacia importante a OliveHill.
-Hablando de la ciudad, ¿qué opinan de mí ahí?
-¿De su reina? La mejor que han tenido en años, gracias a que envías buenos fondos la ciudad ha crecido y según tengo entendido, todo el país está igual. No sé que buenas cosas han estado haciendo pero tienen a un pais contento, excepto por religiosos que aseguran que son los gobernantes del diablo.- Respiré al saber que éramos aceptados, no soportaría que un pueblo entero no estuviera a gusto con nuestra presencia.
-Bueno, regresando a tu esposa. ¿Cuándo planean tener hijos?-La pregunta no lo tomó desprevenido, sabía que tarde o temprano alguien preguntaría ya que llevaban años sin tener ningún heredero, sin embargo, la respuesta tardó.
-Yo soy el del problema, hago demasiado trabajo y me olvido de ella, cuando logro llegar a la cama sin dormir, entonces lo hacemos pero ella dice que no son sus días fértiles. Le prometí que regresando me encargaría de ella como mi tarea primordial y haría lo imposible porque tuviéramos hijos por fin.
-¿Crees que lograrás eso con Debby metida en la cabeza?
-Bev, mira, esto es algo tonto, lo sé.
-No te pregunté eso.
-Deborah es algo del aquí y ahora. Sólo la veo cuando vengo o ella va y eso está a punto de terminarse, se casará con otro hombre y no la volveré a ver. Aquí es ella, pero cuando regresó a OliveHill mi esposa acapara cada rincón de mí.
-¿Debby tiene claro esto?
-Desde un principio le dije que no podía darle más, que tenía una responsabilidad, aún así me envía un par de cartas pero no son nada serio, nunca me ha dicho que esté enamorada de mí ni nada.
-¿Te das cuenta que estás utilizando a mi hija como un distractor, un entretenimiento?
-Si...-La respuesta quedó flotante y sentí su vergüenza, no estaba orgulloso de lo que hacía pero sabía como funcionaba esto; era adictivo. Por más que supiera que algo indebido, sabía que con una mirada o una insinuación de Deborah sería suficiente para que no quisiera irse de esa comodidad de tener a una niña que lo hiciera sentir querido cuando tenía a su esposa demasiado lejos.
-¿Cómo comenzó todo esto? No logro hilar en que momento se dio.
-Bueno los gemelos han estado muy unidos siemprea mí, así que era normal que hablaran conmigo para pedir consejos o simplemente platicar. Así que en el viaje por su cumpleaños número trece habló conmigo diciendo que le empezaban a gustar los muchachos pero no sabía que decirles. Le dije que no podía hacer nada ya que tenía a un prometido, entonces me salió con el pretexto de que tenía que hablar con ella de hombres porque sería algo vergonzoso llegar ante el Príncipe y no saber nada. Le pedí que hablara contigo sobre eso o su padre pero dijo que me tenía más confianza a mí así que hablamos sobre cosas como la risa que debe hacer dependiendo de los chistes que diga. Fue algo simple pero ahí empezó todo.
-Lo recuerdo, me dijo que estaba feliz porque estaba aprendiendo de ti y que deseaba que volvieras pronto.
-Me escribió pidiendo volver pero no pude, mi esposa enfermó en ese tiempo y se me complicó así que volví hasta su cumpleaños catorce. Ahí todo iba como siempre, salimos a montar y se bajó a correr hasta llegar a un lago, yo iba atrás de ella tratando de alcanzarla. Debo decir que tu hija está loca, no sabe nadar y aún así se iba a aventar a ese algo que está lleno de desniveles. La jalé y su peso me hizo caer, ella cayó en sima y me besó, la quité de inmediato y me preguntó que cómo lo había hecho, estaba confundido y no la entendía, hasta que dijo que tenía que aprender a besar y yo le debía decir como lo hizo. Lo tomé como un juego y le dije que pésimo, sólo había pegado sus labios; me pidió otra oportunidad y no se la si hasta que se puso frente a mí y dijo que sería nuestro secreto, que seríamos confidentes. Te vi, te vi ahí parada teniendo 16 años y yo me vi igual de adolescente, así que acepté y se acercó lentamente hasta besarme, la tuve que cargar porque es muy bajita y comenzó a acariciarme, sabía que iba a terminar mal así que la detuve y le dije que era suficiente, que ya había aprendido.
-Eres un gran tonto, Hugh. Me tuviste a mí como tu mejor amiga y no pudiste aprender nada sobre todas las artimañas que somos capaces de hacer para conseguir a un hombre. Ella sabía besar, la obligo a practicar con un muñeco. Ella sabía que la detendrías y no dejarías que cayera al agua. Lo planeó todo desde que llegaste o antes.
-Eso es lo que me hace peor persona de lo que ya soy, lo sabía, Bev. Sabía que eran mentiras, que desde un principio quería llegar a eso y yo no me detuve, yo también quería besarla.
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