XLVII
A la semana tenía náuseas y vómitos. De nuevo estaba en cinta esperando a nuestro cuarto bebé. Estaba feliz, pero segura de que este sería mi último hijo, ya no podía seguir regalándoles mi vida y mis fuerzas.
Hicimos un banquete y hubo fiesta por el nuevo miembro de la realeza, estábamos tan felices, mi Antoine se la pasaba diciendo que tenía la vida perfecta, y así era, todo era perfecto.
A la siguiente semana se condenó a Deborah por traición a la corona y adulterio, mientras que a Hugh se le quitó el nombramiento de marqués, dejando a su esposa y su hija con el título. Puede que seamos una civilización, pero aquí siempre la mujer será la mal librada de cualquier asunto. Un hombre puede tener concubinas a placer, pero si una princesa lo intenta, es castigado.
Mi hija había tenido cópula con Hugh, por lo que ya no era digna de contraer matrimonio con ningún príncipe o noble. Hugh iba a ser perdonado, pero para eso, su esposa tenía que aceptar que ya los había visto juntos o que tenía conocimiento de esto, cosa que ella negó tal y como me lo había dicho. Los jueces fueron duros contra él, dijeron que en vez de estar al pendiente de sus obligaciones, sólo pensaba en acostarse con la princesa, así que ya no era digno de OliveHill. Antoine fue aún más duro, lo expulsó del país y le prohibió la entrada el resto de su vida.
Cuando me enteré que los habían encontrado juntos haciendo el amor en el bosque, sentí un vuelco en el corazón; traté de hacer que los jueces entraran en razón pero la ley era la ley, y ni la princesa sería la excepción. Antoine llegó echo una furia a la habitación y después simplemente lloró y lloró, dijo que imaginaba a su pequeña ahora mismo encerrada en un frío y sucio calabozo bajo sus pies, y que no tendría el valor de juzgar a su propia hija para mandarla a la muerte.
Toda esa noche no descansamos, simplemente lloramos y lamentamos perder a nuestra Debby. Le pedí permiso a Antoine para mandar a matar al grupo que la había encontrado, él aceptó, así que mandé a hacerlo, quería que al despertar esa fuera la noticia, no importaba que sospecharan de nosotros, sólo los quería muertos.
El juicio fue al día siguiente, no podía dejar solo a mi esposo y mi rey en esto, no era justo, así que me senté a su lado y escuché como con odio y desprecio sentenciaban a mi amigo de años. Luego la vi entrar con su vestido sucio y su cabello rubio despeinado, sin embargo, su postura era erguida, su rostro sereno y la mirada acusadora. Quería ir por ella, bajar y llevármela lo más lejos posible, pero no me era posible, no para la reina.
-¿Desea confesar sus pecados y delitos, o simplemente ser juzgada por lo que sabemos?
-Quiero confesar.-Hubo un silencio, no se esperara que confesara algo ya que era obvia su condena.-Pero no para rogar por mi vida, sino para condenarla más. No me sirve de nada guardarme lo que he hecho, así que aprovecharé esto para redimir mis pecados. Maté al príncipe Herol, de Nova Escocia. Ese día en el laberinto, me aseguré de que hubiera testigos que vieran que iba indefensa y no tenía culpa, cuando lo encontré en el centro, lejos de las miradas, saqué un pastelillo de las bolsas de mi vestido, le aseguré que era sin azúcar como los que él podía comer, le dio una mordida y se dio cuenta que tenía razón. Lo reté y le dije que no podría comérselo todo de un mordisco, el muy tonto lo hizo y al tragar se dio cuenta de que el azúcar estaba todo en el centro, empezó a fallarle el aire y a ver borroso, se cayó y su piel se puso pálida, cuando ya no se movía comencé a gritar y a arrastrarlo fuera del laberinto. Era un obstáculo, no podía estar lejos de Hugh y menos casarme con alguien que no fuera él, así que me deshice del príncipe.-Si voz siempre fue la misma, como si contara un cuento. Su mirada siempre nos vio como si nosotros fuéramos los culpables, sin un atisbo de arrepentimiento.
La corte estalló en gritos y palabrerías, le tomé la mano a Antoine con la sorpresa impactando mi ser; su mano fría estaba temblando, me vio con los ojos llorosos y simplemente negué con la cabeza.
-¿Qué hicimos mal, Beverley?
-Nada, simplemente se enamoró de más.-El juez pidió orden y ordenó un veredicto, ambos la declaramos culpable de ambos casos y la senteciamos a muerte. Nos levantamos lo más rápido posible y nos fuimos de ahí, con los gritos de la gente del pueblo adornando el ambiente, pidiendo a gritos que se hiciera justicia a la "ramera".
No estuve con ella, no me despedí de ella, ni si quiera la enterramos en el panteón familiar. Su cuadro fue tapado con un velo negro y no quise volver a ver su rostro, hacerlo me dolería más que cualquier cosa en el mundo.
Un mes después alguien tocó mi puerta, en cuanto la abrí la cerré de un portazo con mi corazón latiendo más fuerte que nunca.
-Lárgate, ¡hazlo ya!-La puerta volvió a sonar con sus nudillos golpeándola.-Estás muerta, ¡vete!-La puerta cesó y me alejé de ella lentamente.
-Hola, querida.-Me giré y Gaela se encontraba sentada sobre mi cama, más joven y sin canas.
-¿Quién eres?
-Ya sabes quién soy, no te hagas tonta.
-Vete de aquí, desaparece, tu ya no existes.
-Sí ya sé, me mataste. Pero no me puedo ir, estoy en tu mente.
-Por favor, déjame en paz, vete de mi cuarto.-Comencé a rogarle, odiaba tener que verla ahí, tener su recuerdo.
-¿Acaso te volviste retrasada? Solías ser muy lista Beverley, me mataste, mataste a mi hijo, me quitaste a mi marido, y todo sin que dudaran de ti y ahora simplemente no puedes entender que te estás volviendo loca. Que ironía, ¿no? Tal como yo.
-No estoy loca, simplemente es una crisis por mi embarazo y mi hija.
-Oh si, tu hija, que lamentable, salió idéntica a su malvada madre, mira que asesinar a un pobre muchacho por la calentura de querer a fuerzas a ese muchacho que rechazaste por mi esposo, si que es algo de sorprenderse.
-Ya cállate, no quiero oirte.
-Que mal, no puedo. Estoy aquí para atormentarte, tu propia cabeza te está jugando una mala pasada.
-Está bien, no me importa, puedo soportar lo que sea, incluyéndote.
-Bien, veremos cuanto puedes mantener la cordura.-En un pestañeo Gaela ya no estaba en mi cama ni en ningún otro lado de la habitación, se había ido, pero sabía que volvería, no sabía cuando, pero tenía que estar preparada.
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