XLVI
-¿Cómo pudiste dar a esa cría con León? No fue suficiente que fuera su hija, ahora también seremos parientes.
-No sólo fue mi decisión, además, estarán lejos, tu irás a algún otro reino mientras que ellos se irán a regir muy al sur.
-Eso no quita que tenga que estar en su boda, aparentar que los felicito por su bendecido matrimonio. Y ver a Hugh feliz con su bendecida esposa.
-Deborah, las cosas siguen su curso, ese amorío era imposible.-Me acerqué a ella y la tomé de los hombros para tratar de hacerla reaccionar, pero seguía tan reacia.
-Las cosas no eran imposibles, sólo difíciles.- tomó mis manos y las apartó con delicadeza, luego salió de su habitación hacia quién sabe dónde.
Pasó la tarde como un suspiro, tan triste y lleno de incertidumbre, en cuanto mi hija no aparecía, pensé en pedirle a alguien que la buscara, pero de inmediato dudé, ya que podrían verla en alguna situación prohibida. La conocía, sabía lo temeraria que era, le gustaba siempre estar al margen de lo permitido, no podía estar más orgullosa, pero por desgracia, era igual de descuidada que su padre.
Caminé por todo el castillo en su búsqueda, llegué a la habitación de Hugh y estaba vacía, seguí por recovecos, abrí puertas, subí y bajé, pero nada. Pregunté a sus hermanos y nada, nada ni de mi hija ni de Hugh y su esposa. La pequeña Luisana, hija de ambos, se encontraba a cargo de un par de nanas, la tenían cerca de la cocina preparándole un poco de leche para dormirla.
-Es tan linda.-Me acerqué y con el dorso de mi mano acaricié su mejilla suavemente, esperaba que cuando creciera siguiera igual en vez de ponerse fea o gorda.
-Sí, muy tranquila también, su alteza.-Una de sus niñeras me sonrió al responderme, se notaba que era muy hablantina; típica servidumbre chismosa.
-¿Dónde están sus padres?
-No lo sabemos, primero salió el marqués, luego su esposa nos trajo otra vez a la niña y dijo que iba a salir.
-¿Otra vez?
-Sí, acababa de venir por ella. La mayoría del tiempo la niña está con nosotras, más cuando tienen sus peleas, la señora se niega incluso a amamantarla.-La otra niñera dio un cuchillazo fuerte al partir la zanahoria para preparar papilla, y la hablantina dio un respingo para después callarse.
-Las peleas en los matrimonios son normales, más cuando sd trata de alguien de la nobleza, tienen más responsabilidades y menos tiempo para la familia.-La niñera seria se fue en busca de una cacerola a una parte alejada de la cocina, cosa que aprovechó la otra.
-No se pelean por tiempo, se pelean por una mujer.-Mantuve mi mirada en la bebé, tan inocente, sin saber que su padre estaba engañando a su madre con mi propia hija.
-Las dejo, mis deberes llaman.-Hicieron una reverencia y me fui en dirección al único lugar que me faltaba por buscar: el jardín.
Nuestro jardín era demasiado extenso y mis zapatos pocos cómodos, pero mi determinación era mayor. Caminé en línea recta volteando a ambos lados por si alcanzaba a visualizar algo, pero no había nada. A lo lejos vi un vestido tirado en la tierra, me acerqué y noté que era la esposa de Hugh, sentada observando hacia enfrente.
-Alteza, ¿qué hace por aquí?-No me dirigió la mirada ni se levantó, sólo se quedó ahí, pérdida.
-Busco a mi hija, necesito hablar con ella y no la encuentro en el castillo.
-Está por allá en frente, ya sabe, besuqueándose con mi marido. Pero eso es algo que ya debió sospechar,¿verdad? Las madres siempre lo saben todo, lástima que mi madre no supo que Hugh nunca me correspondería.-La vergüenza me recorrió todo el cuerpo, quería abofetear a Deborah hasta que la mano me sangrara.-La invitaría a sentarse pero se va a ensuciar el vestido.
-Me he ensuciando muchas veces, unas manchas de tierra no me harán más daño.-Me senté junto a ella y observé hacia enfrente tratando de saber dónde estaban, pero no lograba encontrarlos.-¿Desde hace cuánto lo sabes?
-Desde que comenzó, es muy ingenuo, cree que no reviso su correo; siempre lo hago. A veces guardaba las cartas sin terminar en su agenda y lo dejaba todo en su escritorio, incluso las cartas de Deborah, las ponía todas juntas dentro de un viejo libro verde de su estantería. Se me hacía tan raro que no se saliera decirme Deborah mientras se acostaba conmigo. ¿Desde cuándo lo sabe usted?
-Poco tiempo antes de su intento fallido de boda. Intenté hacer que terminaran con esa tontería, pero no lograba calmar su calentura. Lo insté a que tuviera un hijo contigo, pero veo que ni eso funcionó.
-No, pero debo admitir que su hija tiene un gran poder de convencimiento. Fue a nuestra habitación, por poco y entro pero me quedé afuera, le rogó por que la besara, incluso le pidió que se fueran lejos. Él le dijo que no podía, que tenía una hija ahora, que no podía hacernos eso. Deborah se las arregló para besarlo y él cayó, es joven y bonita y sólo tenía que manosearlo un poco para que Hugh se diera cuenta que ella es todo lo que su mustia esposa no es.-Las palabras salían con desprecio, sentía culpa por no poder arreglar un matrimonio terrible.
-¿Por eso pelean tanto?
-Sí, no le he dicho que sé quién es la otra mujer, sólo le digo que se que tiene a otra, que en sus viajes la ve y que siempre está distante. Asegura que estoy loca pero si supiera que tengo sus estúpidas pruebas, no haría más que rogar y jurar que no volverá a verla nunca más.
-¿Por qué no lo haces? Sería más fácil y acabarías con todo de una vez.
-No, no quiero tener que ser yo la que lo obligue, si la va a dejar, va a ser porque así lo quiere. No quiero que finja ser un esposo y padre amoroso mientras piensa en la vida que pudo tener con su aventura. Por eso lo obligué a venir y dar a nuestra hija, para que Deborah se sintiera aún peor, pero también en parte porque deseo que los atrapen. Espero y me pueda perdonar si eso pasa.-Se levantó justo cuando los enamorados salían detrás de un árbol entre risas y besos.-No diré nada, jamás podría. Fui criada para aguantar, llorar y luego salir de nuevo como si nada.-Se dio la vuelta y caminó de regreso al castillo sin ningún sentimiento en su rostro.
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