VII

Apenas habían pasado 4 días y no tenía ni una noticia sobre mi amado. Aunque parecía paciente, por dentro me carcomía la duda. ¿Qué iba a pasar si prefería a su esposa? ¿Qué tal si me consideraba una niña comparada con la madura de su mujer? ¿Sería capaz de olvidar todos esos momentos de pasión a mi lado?

A las semana empezaba a ponerme triste. No me lo topé en la caminata con mi madre ni había venido a nuestra casa con su esposa.

Dos semanas después mi madre consideró oportuno ir a visitarlos ante su notable ausencia. No era normal no tener noticias de ellos, aunque fuera había cartas o algo por el estilo. Ambas familias nos habíamos vuelto inseparables.

Me arreglé lo mejor que pude para demostrar que era mucho más bonita que su mujer. Pero en cuanto bajé de las escaleras, mi madre me dio la mala noticia de que nuestros planes estaban cancelados.

-Les mandé una carta hace 3 días preguntando sobre ellos. Hace unos momentos me llegó la respuesta de que están en un viaje matrimonial, algo así como otra luna de miel.- En ese momento sentí como mi corazón se rompía una y otra vez con tan solo imaginar lo adorables que se deberían de ver paseando de la mano en algún lugar hermoso lejos de mí.

-Está bien, madre. De todos modos estaba comenzando a sentirme un poco mal. Mareada.

-Necesitas descansar hija, duerme un poco.- Me fui con un nudo en la garganta a mi cuarto y comencé a llorar mientras ahogaba mis sollozos en la almohada.

Me había dejado. Esa noche había dicho que sus sentimientos eran los mismos pero la prefirió a ella. Prefirió romperme el corazón, a mí, una chiquilla tonta.

Minutos después, Lucrecia tocó mi puerta avisando que me había llegado una carta. Mi corazón palpitó fuerte ante la idea de que podría ser mi Antoine. Pero, ¿osaría arriesgarse a enviarme un escrito a mi casa?

-Deslizala por debajo de la puerta.- Me senté en la cama y vi que la carta pasaba por debajo y llegaba a mi habitación. Esperé a que sus pasos se alejaran de mi guarida y corrí a recibirla y abrirla.

Las lágrimas salieron de nuevo en cuanto descubrí que el destinatario no era mi Antoine.

"Distinguida Berveley:

Discúlpeme por escribir hasta ahora, pero estaba armandome de valor para mandarle unas palabras.

La noche de su cumpleaños me la he pasado de maravilla con su asombrosa compañía, es una mujer excelente y me complacería en demasía poder verla de nuevo lo más pronto posible para disfrutar de una placentera charla igual que en la ocasión anterior.

Sin más, me despido deseándole que tenga un día de maravilla. Espero su respuesta.

Con aprecio.

Hugh DelaCastair."

Al parecer había enamorado al chico perfecto para mis padres. Más no el mío. Sin embargo, al leer sus palabras me había dado cuenta de que podría ser de mucha utilidad, no como pretendiente, sino como algo más. Un confidente.

Pedí a mi madre permiso para poder recibir la visita de Hugh, cosa que recibió una positiva respuesta de inmediato. Llevamos al cochero con una carta escrita por mí, pidiéndole venir y agradeciendo sus palabras.

Tiempo después él estaba aquí saludando a mi mamá y a mis hermanas, mientras las más grandes después de mí, suspiraban al verlo.

Fuimos a dar un paseo al jardín trasero y nos sentamos en una banca de piedra debajo del único árbol que teníamos: un roble.

-Tengo que pedirte algo. Quiero que tengamos un lazo, uno muy fuerte que no se podrá romper con nada. Uno muy especial, ¿entiendes?- El chico asentía sin entender la dirección de mis palabras.- Necesito que todo lo que nos dígamos se quede entre nosotros. ¿Comprendes lo que digo?

-Sí, Beverley. ¿Pero, qué pasa?

-Para empezar, dejarás de tratarme como si fuera tu mayor, somos iguales así que tratame de tal modo.- Él aceptó gustoso.- Ahora, no tengo que preguntarte para saber que estás enamorado de mí, pero yo no puedo corresponderte.

-¿Por qué?- Sus ojos estaban incrédulos y un poco decepcionados ante mi declaración, así que tenía que convertir eso en satisfacción.

-Antes de decirtelo, tendremos que hacer un juramento y reglas. Ahora, jura por tu honor, tu vida y tu familia; que no dirás nada a nadie ni me juzgarás.

-Lo juro.- Alzó su mano en forma de juramento y me tranquilizó un poco.

-Yo juro hacer lo mismo contigo. Bien, ahora que hicimos eso...no puedo corresponderte porque amo a alguien más.- El chico bajó la cabeza y pude sentir su tristeza.

-¿De quién?

-Del marques Antoine.- Su cabeza se alzó rápidamente y sus ojos se desorbitaron al escuchar semejante pecado.

-¿Qué?- Lo gritó y luego arrepentido volteó a todos lados para después continuar hablando en susurros.- ¿Estás demente? Es un hombre de la nobleza y casado. Además de que es muy mayor. No te hará caso, Bev.

-Ese es el problema. Tuvimos una aventura.

-¿Tú? ¿Aventura? ¿Eso quiere decir que...que...?

-Que no soy digna de ti. He perdido mi honor con él, y con él debo quedarme.

-No lo puedo creer. Esto es muy malo, ¿en qué te has metido? ¿Sabes lo que te harán si te descubren? ¿lo que le pasará a tu familia?

-Sí, lo sé. Es por eso que no dirás nada.

-Claro que no diré nada. Si lo hago estarás en muchos problemas.- Se pasó la mano por la cabello y resopló al ir entendiendo lo que le estaba diciendo.- ¿Y ahora dónde está él? ¿Qué te ha dicho?

-Ese es otro problema. Al parecer su esposa se ha dado cuenta de que he sido algo coqueta con él y le ha prohibido hablarme. No sabe que esto fue de dos. El día de mi cumpleaños, nos escondimos para hablar y le pedí que dejara de hacer como que no existiera. También, le dije que era hora de estar juntos.

-¿Y?

-Y resulta que se fue de viaje con su esposa.

-Oh Beverley, ¿no lo ves? Sólo te usó, él ama a su esposa.

-No es así. Si me quiere, me lo ha dicho y tu no sentiste lo que yo mientras estábamos juntos.

-¡Bev! Deja los detalles a un lado. No necesito malas visiones.- Nos quedamos callados un momento, sabía que él estaba dudando de apoyarme en mi locura de amor, o no.

-Mira Hugh, Gaela no le ha dado hijos y no le dará porque ya está a punto de dejar de sangrar. En cambio yo, tengo toda una vida para darle incluso diez hijos o más. Eso es bueno para la población, dejaría herederos.

-No sabía que eras tan altruista. Siempre pensando en los demás, por eso hiciste lo que hiciste.

-Por favor Hugh. Prometo ayudarte económicamente si me hago marquesa. ¿Te imaginas? Serías un amigo privilegiado de la excelencia.

-Sueñas mucho Bev.- De nuevo más silencio. Se debatía en su interior entre ayudarme o respetar sus valores.- A ver, el marques hizo mal, te quito lo más preciado que tienes y no podrás casarte de esa forma. Aunque si fuera yo tu esposo, no me importaría en absoluto porque...

-Hugh, no.

-Está bien. Bueno, en nuestra sociedad, los actos de cúpula solo deben darse entre marido y mujer. Si lo haces antes, debes casarte. Así que, ¿por qué no amenazas con decirle a todos lo que hiciero si no se casa el marqués contigo?

-Dirá que yo tengo más que perder. Además, no quiero que se case a la fuerza conmigo, quiero que esté conmigo por amor.

-¡Beverley! ¡Beverley! Los marqueses están aquí.

-¿Qué? ¿No estaban de viaje?- Mi madre había atravesado el patio corriendo despavorida.

-Sí, pero la carta llego con tardanza. Vengan a recibirlos.- Mi madre regresó a la casa y Hugh y yo nos miramos.

-Es una mala idea, muy mala idea. Pero por el amor que te tengo; te ayudaré. Espero y consigas felicidad con eso. Aunque le arruinen la vida a Gaela.

-¡Vamos Hugh! - lo tomé de la mano y lo jalé corriendo hacia la entrada de mi casa con el corazón en la mano.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top