T R E S


«2016. Isla de Jeju»

JEON SOYEON

El agua de la playa mojaba mis pies. Había decidido escapar de casa de mis abuelos. No quería seguir discutiendo con el anciano Jeon. Nunca le ha gustado que una chica heredase su empresa y cuando se le antoja le da por decírmelo en la cara.

Me senté sobre la arena abrazando mis piernas y mirando las olas que venían a lo lejos. No era un día de mucho oleaje, pero si de un sol intenso.

Estaba sintiendo un calor insoportable. Miré a mi alrededor y la playa estaba desierta. Proseguí a desnudarme para meterme dentro del agua; estaba riquísima.

Pasé la tarde dentro del mar nadando, jugando (divirtiéndome). Algo bueno tenía que sacarle a esta visita.

Caminé hacia la arena en cuanto calló la noche. Hacía un frío horrible, temblaba por ello. Me vestí así mismo, aunque fuese incómodo.

—Tienes un lindo cuerpo.

Una voz masculina me hizo apresurar el paso. Tenía tanto frío que no podía detenerme a discutir con alguien.

—Estas buena —reiteró.

Mientras más me alejaba él apresuraba cada vez más sus pasos. Seguí ignorándolo, pero nunca se rindió.

—Te he estado mirando mientras te bañabas.

Ya arta me giré hacia él y caminé en su dirección cruzada de brazos aguantando el frío. En respuesta sonrió y no dejó de mirarme asquerosamente.

—¿Qué quieres de mí? —alcé mi cabeza hacia arriba debido a que era más grande que yo.

—Tienes frío. Dejame llevarte a mi casa y ahí te calentaras y podremos hablar con más calma.

—Ni-lo-su-e-ñes.

Con eso le di la espalda y continué mi rumbo de hace tan solo unos pocos segundos, pero fue un error haberme girado porque ese hombre me siguió en silencio hasta llegar a la entrada de la casa de mis abuelos.

Noté su precensia todo el tiempo y por el miedo me alejé de la casa, continué caminando sin un rumbo fijo hasta llegar nuevamente a la playa.

Pero, esta vez no estaba deshabitada. Sobre la arena estaba arrecostado un chico. ¿No habían chicas en Jeju? A ver si me resulta este otro pervertido.

Miré con el disimulo hacia atrás para corroborar si ese hombre me había seguido y por suerte no fue así.

Fue demasiado pronto para cantar victoria porque justamente estaba detrás de mí y me agarró por la boca pegándome a su cuerpo.

Traté de gritar para que alguien me salvara, pero nadie me escuchó. Realmente no había nadie, solamente alguien acostado sobre la arena.

El acosador me dio con algo por la cabeza y perdí la conciencia. ¿Qué me iba hacer?

...

Cuando desperté estaba dentro de una especie de cafetería pequeña y acostada sobre una mesa.

Bajé de esta y caminé el lugar buscando a alguien. Toqué la parte trasera de mi cabeza y me dolía. Ese hombre me había golpeado muy fuerte.

—Buenos días.

Por la entrada del lugar había entrado un chico rubio cargando una caja, la dejó sobre la mesa y se puso las manos en la cintura.

—¿Cómo te sientes?

Trague seco, no tenía porque responderle eso, y si era amigo de el pervertido de anoche.

—Soy BangChan —me extendió su mano sudorosa y llena de rasguños— Tu salvador.

—¿Me salvaste?

—No lo sabes porque perdiste la conciencia, pero en cuanto ese tipo te golpeó le pegué muy fuerte. Hoy amaneció en el hospital con sus costillas rotas ¡Ah! y le tienen que poner dientes nuevos —sonrió victorioso.

—Gracias.

—No me agradezcas, solo hice lo que tenía que hacer. No me gusta que maltraten a las chicas.

—Fue bueno que andarás por ahí. Te recompensaré. Mi papá es jefe de una empresa super famosa de perfumes llamada KW y estas hablando con la heredera de ese lugar.

—No se que me quieres decir —me detuve a mirar su vestimenta simple.

—Podría ayudarte a remodelar tu negocio —miré detalladamente el lugar—. No se, ¿muebles nuevos?¿pintura?Lo que quieras para hacer ver esto un lugar menos —intenté buscar una palabra no tan hiriente para decir —cutre.

—No hace falta. Sabes esto lo ha hecho mi madre. Es su negocio y lo hizo con mucho amor. No necesitamos tu dinero, ni el de tu familia. Lo que hice fue por protegerte. Tranquila no me debes nada.

¿Por qué me trata así? De un momento a otro a comenzado a ordenar un estante y a ignorarme por completo.

—Disculpa —me señalo— sigo aquí.

—Puedes irte. Ya estas bien ¿no? Puedes llamar a tu papi si quieres para que te venga a recoger en una limusina color rosa.

—Eres un idiota —refunfuñé y salí del lugar dando un portazo.

...

Hoy sería una cena muy importante para la familia Jeon. Todos estábamos sentados en una misma mesa y comíamos demasiado y apenas hablabamos hasta que el anciano levantó su copa en alto para dar un brindis.

—Quiero decirle unas palabras a mi hijo menor, mi orgullo. Me va a dar mi tercer nieto varón —dirigió su mirada al antes mencionado. Se le notaba la adoración en sus ojos, una que nunca vi para mí, ni para mi padre.

Me levante bruscamente de la mesa y eso provocó que se derramará mi copa. Mamá se apresuró a limpiar el mantel fino y papá simplemente hizo como si no pasara nada. Por otra parte, el abuelo comenzó a insultarme: —«Es una malcriada, no la han educado bien» —repetía una y otra vez.

Me dejé llevar por mis pies y terminé en el patio. Los sirvientes caminaban apresurados de aquí para allá y de allá para acá.

Me arrime a la ventana de hierro intentando calmar mi furia. Quería ser también la favorita del abuelo, nunca había recibido una sola muestra de cariño por parte de él. Nunca me ha tomado en cuenta, para él soy una simple pieza para amarrar a un millonario.

—«Por lo menos es bonita y podemos buscarle un buen marido» —Ese, es el único "supuesto halago" que me hace.

El olor a cigarro llegó a mi nariz y no falto un segundo en que mi olfato no parara de buscar de donde provenía. Hasta llegar afuera, el mismo chico rubio de esta mañana, estaba a solo centímetros de la casa. Lo intenté llamar, pero no me escuchaba hasta que le tiré una piedra y cactó mi atención.

Se acercó a mí y también se arrimó a la reja. Sus ojos estaban rojos y expulsaba humo de su cigarro por la boca.

—¿Quién eres? —me preguntó. ¿No me recuerda?

—Soy la chica que salvaste anoche.

—Ah la mimada —chasqueó su lengua sin emoción alguna—¿Qué quieres?

—¿Me das un cigarro?

—No sabía que las niñas de papi fumaban —le dio una pequeña calada.

—pusé mis ojos en blanco —¿Tienes o no?

—No, este era el último, pero podemos compartirlo —lo agitó suavemente.

—Esperame. Voy a salir.

Le di la vuelta a la casa para compartir un cigarro con un completo extraño que me había salvado de un pervertido la noche anterior. Estaba loca, pero necesitaba liberarme un poco.

—Eres rápida fresita.

—Cuando quiero algo lo soy —le arrebaté su cigarro y después de probarlo un poco boté el humo y la relajación brotó en mi cuerpo.

—¿Quieres ir a por unas copas? Creo que después de que te vi probar el humo me caíste bien.

—De acuerdo —le entregué su cigarro.

...


Arrasqué mi nariz un poco ida y señale a mi compañero de copas quien estaba regresando con las cuarta ronda de botellas de cerveza.

—Y el ganador es BangChan —di grandes golpes sobre la mesa.

—¿Qué dices? —él estaba más cuerdo que yo, en realidad no era buena tolerante al alcohol.

—Uuuuuuu. Ban te cuento un secreto—cambie el tema.

—Cuentame —comenzó a servir la bebida en un vaso de cristal pequeño.

—No, no te conozco — me silencie poniendo un dedo en mi boca— ¿Por qué estabas solo?

—Mi novia me dejó...—soltó

—¡Auch! —dijé falsamente herida.

—Por otro —bebió de una vez lo que tenía su vaso.

—No te merece. Eres demasiado guapo para ella —le roce el brazo— Ella se lo pierde.

—¿Tú crees?

—Yo creo...

🌞

El canto de un gallo me despertó. No sabía que en casa del abuelo hay una granja. Me estiré lo más que pude. Miré a mi alrededor y me quede horroriza con el dormitorio.

—¿Donde estoy?

Me arrasqué los ojos impresionada hasta que vi un pie demasiado alejado y deduje que no era mío, sino de alguien más.

Levanté la sábana que cubría a esa persona y a mí para encontrarme con una sorpresa, ambos estabamos sin ropa. ¿Nos habíamos acostado?

—Soyeon —susurró mi nombre varuas veces. Él estaba soñando y yo andaba histérica cuando le vi la cara, era BangChan.

Grité al verle y al momento abrió los ojos. Vió su torso desnudo y mi condición e imitó mis gritos.

—Dime que te protegiste —pregunté con el pulso acelerado.

—No lo recuerdo. ¿Hicimos algo anoche?

—Tampoco lo recuerdo.

Y esa fue nuestra aventura. Una historia de una noche que hasta el día de hoy no tenemos idea que fue lo que sucedió.

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