T R E I N T A Y C U A T R O





Días después




De lo único que se comentaba en las redes sociales era del problema que rodeaba a la familia Min en estos momentos.

En las afueras de la mansión de dicha familia habían unos cuantos reporteros esperando sacar información sobre la situación de YoonGi.

Al ver a la menor de la familia abrir la reja para tomar rumbo hacia la comisaría recibió aquella multitud desesperada por obtener jugosa información.

—Lo siento, no puedo decir nada —respondió, esquivando con rapidez a cada uno de los periodistas.

La mochila que llevaba en su espalda contenía su preciada flauta de plata, un premio que había recibido en Italia gracias a un concurso en el que se le otorgó segundo lugar.

La situación económica de la familia no estaba en buenos momentos. Aquel trofeo valía una cantidad exagerada a pesar de no verse así, por lo tanto, tenía pensado intercambiarlo por dinero.

—Solo le daré cien wones —afirmó el señor de la casa de empeños. No miró mucho el objeto, solo lo tocó y golpeó sobre este.

—¡¿Solo eso?! —exclamó y asustó al hombre —. Señor, eso vale una fortuna. Es de plata.

—Lo se, pero no es oro. Además, ¿quién compararía un trofeo donde dice el nombre de una celebridad?

«Mis fans»

—¿Lo tomas o lo dejas?

—Solo lo haré si me da diez mil wones.

—Como quieras —sacó una bolsa de monedas y se la lanzó, luego sacó unos billetes y los dejó sobre la mesa. Estos estaban viejos y arrugados.

—¿No tiene billetes nuevos? —preguntó viendo aquello. Estaba acostumbrada a ver billetes grandes, limpios y lizos.

—Esto no es un banco, señorita —afirmó con desánimo. Arrojo la flauta al suelo.

—¡Oiga! —llamó la atención del hombre. No le gustó como trato el objeto—. Tenga más cuidado. Eso no es una almohada. Se puede romper.

—¡No me mande! ¡Eso ya no le pertenece! ¡Y hábleme con respeto! ¡Soy mayor que usted!

—Yeong, déjalo ya.

Félix la estaba siguiendo por petición de YoonGi. Yeong tenía la costumbre de al sentirse acorralada hacer estupideces , las cuales podían comprometerlo, es decir podía irse de la lengua con el tema de Jennie.

El chico de voz gruesa agarró a la chica del brazo y en contra de su voluntad la sacó de la casa de empeños.

—¡No me sigas más! —dijo cortante—. Dile a mi hermano que no dire nada.

—¿Decir qué?

—¡Ay! Él entenderá.

—Yeong, no me gusta verte así. No eres tú.

—Estoy bien. Solo déjame.

Una lágrima se escapó de sus ojos sin darse cuenta.

—Si estás bien, como tú dices ¿por qué lloras? —retiró la lágrima con uno de sus dedos de forma tierna.

Yeong se sonrojó ante el tacto de Félix y eso la hizo pegar su cabeza en su pecho para ocultar la coloración de sus mejillas y las demás lágrimas que salieron.

Él sentía los gruñidos que la rubia soltaba, pero se limitó a quedarse callado y dejar que soltara lo que tenía adentro.



...







Yuqi y Lucas estaban metidos en una bañera. Cada uno se ayudaba a enjabonarse su espalda en forma de círculos. Jugaron hacer burbujas y aguantaban la respiración bajo el agua.

Su relación estaba pasando por un hermoso momento, no importó que dejaran de verse por un tiempo para dejar de quererse y eso los hizo amarse más todavía.

Al lado de la bañera tenían una mesita donde había un planto con diferentes frutas como: mango, pera, guayaba, fruta bomba y uvas.

Lucas tomó un trozo de mango y se lo metió a Yuqi en la boca. Ella lo masticó con prisa y abrió la boca para que él le diera otro.

—Esa es mi niña. A ver , a ver —dijo mientras le daba el otro trozo de mango.

—Está muy rico —dijo mascando.

—¿Quieres zambullirte de nuevo?

Yuqi asintió y se metió  bajo el agua. Al verse nuevamente ahí él le robó un beso corto.

—Te amo —dijeron a la misma vez y se rieron juntos.

—¿Quieres más fruta? —preguntó Lucas, todavía sonriente.

—Creo que ya estoy llena.

—Solo está —dijo con una manzana en la mano.

—¿Por qué picaste ese trozo tan grande? Espera....¿de donde sacaste una manzana? Ahí no había.

—La guarde para el final. Quería compartirla contigo ¿La picas a la mitad por mí?

Sin decir una palabra, tomó el cuchillo y la manzana. Intento picarla, pero no pudo, algo se lo impedía y casualmente era un accesorio cuando fue a ver de cerca.

—¡No puede ser! —habló emocionada—¡Es un anillo! ¡¿Me vas a proponer matrimonio?!

—¿Te gusta?

—Me encanta —lo abrazó.

—¿Quieres casarte conmigo?

—Sabes que sí —lo volvió abrazar más fuerte—. Oye, deberíamos ponernos a practicar para tener un bebé.

—¿Un bebé tan pronto? —Lucas se asustó, arrugó el entrecejo.

—¿No quieres? Cariño, después del matrimonio vienen los babys.

—Lo se, pero mi carrera está en un buen momento. Ser papá ahora es un poco...

—¡Siempre lo mismo! —bufó—. Tú, tú y tú . Si tenemos un baby la que pierde más voy a ser yo, porque mi carrera incluye estar delgada y por si no lo sabes al estar embarazada engordo.

—Por eso digo que no es momento.

—Pero hombre, yo solo decía que hay que practicar. No es que lo vayamos a tener ahora.

—Vale, vale. No te enfades. Discúlpame.

—Estuve a punto de retractarme con lo de la boda.

—¿Ah si? —se acercó a su oído—. Descuida, después de esta noche es no volverá a pasar.


...



Esa misma noche, en la mansión Min, en la habitación secreta donde dormía Jennie se cortó la luz.

Una persona entró allí, no se podía definir si era hombre o mujer por la oscuridad, pero lo que sí se sabe eran sus intenciones.

Al estar frente a la pelicastaña colocó sus manos en su cuello, quería matarla ahorcándola, pero en vez de perjudicarla le hizo un bien porque abrió los ojos.

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