Capítulo 34: Una Copa por un insulto
El mes de mayo había llegado al Colegio Hogwarts, y con él, un tiempo más cálido. Para los alumnos de quinto año, sin embargo, esto representaba que los exámenes de los TIMOS estaban muy próximos. Los profesores así se lo recordaban a diario, las clases cada vez se habían vuelto más exigentes, y apenas les quedaba tiempo para repasar.
—¿Cómo puede ser que ya tengamos los exámenes ahí?—se quejó un día amargamente Sirius.
—No sé de qué te extrañas.-comentó Remus.—Además, vosotros dos siempre sacáis notas excelentes.
—Lunático tiene razón.—dijo James.—Además, ni que fueras Colagusano.
Sirius se rio. Los tres amigos se habían ido turnando en las últimas semanas para ayudar a Peter con las tareas de Transformaciones y Encantamientos, pasándose horas en la biblioteca haciendo tareas y en aulas vacías practicando los diferentes hechizos.
James, por su parte, tenía que compaginar los estudios con los entrenamientos de quidditch. El final de la temporada se acercaba, con Slytherin en primera posición aventajando a Gryffindor en doscientos cincuenta puntos. James había diseñado un plan de entrenamientos que cubría cuatro tardes a la semana. El equipo entrenaba duramente hasta que se ponía el sol, lo que implicaba que James, Marlene y Mary tuvieran que quedarse estudiando hasta tarde en la sala común.
Además, se unían las escapadas nocturnas una vez al mes para acompañar a Remus en sus transformaciones. En la última habían descubierto un pasadizo tras un gran espejo que conectaba el cuarto piso del castillo con la estación de tren de Hogsmeade.
—Señor Lupin, haga el favor de no roncar en mi clase.—lo reprendió la profesora McGonagall.
Remus despertó, sobresaltado. Se había quedado dormido en la clase de Transformaciones. Miró muy azorado a la profesora.
—Lo siento, profesora.—respondió.—La noche pasada no pude dormir muy bien.
La profesora McGonagall lo miró con sus ojos penetrantes, y a Remus le pareció vislumbar un resquicio de una sonrisa en la comisura de los labios. Este observó a James y a Sirius, que se sentaban un pupitre a la izquierda. Ambos sonreían pícaramente y mostraban también signos de cansancio. Peter, a su lado, presentaba unas enormes ojeras.
—Bien.—prosiguió la profesora McGonagall, como si no hubiera habido ninguna interrupción.—Como estaba diciendo, los TIMOS son unos exámenes indispensables para cualquier mago o bruja que se precie a encontrar un trabajo que requiera cierta titulación. Se os entregarán plumas anticopia, y espero que ninguno de los estudiantes de mi casa intente hacer trampa—añadió, mirándolos severamente—o me contrariarán enormemente.
La semana finalizó y llegó el sábado. Ese día reinaba una atmósfera especial en el castillo. Era el día del último partido del Campeonato de las Casas de Quidditch, en el que se iba a decidir el ganador del torneo.
Los días previos había habido mucha tensión entre los dos equipos que se enfrentaban. Por donde quiera que pasaran los jugadores de ambos equipos recibían abucheos e insultos de los miembros de la casa rival. Incluso los de Slytherin habían tomado partido a favor de Ravenclaw, intentando hechizar a Marlene, a Mary y a Frank, lo que dio como resultado que un estudiante de sexto de Slytherin, Evan Rosier, acabara en la enfermería con forúnculos en la nariz cuando Frank Longbottom se defendió de un ataque por la espalda.
Cuando los miembros de los equipos de Gryffindor y Ravenclaw entraron en el Gran Comedor a la hora del desayuno, las mesas de las dos casas estallaron en vítores y alabanzas a sus jugadores. Los miembros del equipo de Gryffindor se sentaron juntos en la mesa del comedor y empezaron a desayunar. James, que se encontraba totalmente histérico, ordenó a sus compañeros que comieran todo lo que pudieran, pero él no probó bocado.
—Ánimo, James.—le dijo Peter.
—Lo vas a hacer bien.—añadió Remus para tranquilizarle.
—Confiamos en ti, Cornamenta.—dijo Sirius.
—Vaya, vaya, Potter. ¿Podrá tu pobre escoba con el peso de tu arrogancia?—dijo una fría voz detrás de ellos.
Snape se había acercado a la mesa de Gryffindor, y miraba a James con odio.
—Vete de aquí, Snape.—espetó Marlene.
Snape miró a Marlene con tal intensidad que hizo que la muchacha se sonrojara.
—Sí, ¿por qué no te vas con tus divertidos amigos?—añadió Mary, poniendo especial énfasis en la palabra divertidos.
Snape giró lentamente la cabeza y clavó sus ojos negros en los de Mary. La ira y la aversión que se reflejaba en ellos era casi idéntica a la que le dedicaba a James.
—No acepto órdenes de una apestosa e inmunda sangre sucia.—murmuró en un siseo amenazante.
La reacción de los componentes del equipo de Gryffindor no se hizo esperar. Marlene se levantó gritando indignada «¿Cómo te atreves?», Remus tuvo que sujetar a Sirius que se había lanzado sobre Snape con los puños cerrados y el resto del equipo se levantó apuntándolo con sus varitas.
—¿Qué pasa aquí?—preguntó una voz, y todos volvieron la cabeza.
Lily había entrado más tarde en el Gran Comedor y miraba atónita el espectáculo que se había formado ante sus ojos. Caminó decidida hasta el corro de los alumnos de Gryffindor que estaban fulminando con la mirada a Snape. Cuando llegó a su altura, miró directamente a los ojos a Snape.
—¿Qué ocurre, Sev?—preguntó, inquieta.
Pero Snape seguía mirando desafiante a los jugadores del equipo de Gryffindor. James se giró y se levantó.
—No ocurre nada, ¿verdad?—dijo, y miró a todos sus compañeros.
Snape se dio la vuelta y salió del Gran Comedor.
—Vámonos al estadio.—ordenó James a sus compañeros.
Los siete jugadores se colocaron sus escobas al hombro y se dispusieron en fila para salir del comedor.
—Buena suerte, chicas.—dijo Lily cuando Marlene y Mary pasaron a su lado. Marlene sonrió tristemente, pero Mary no miró a su amiga.
La parte de la mesa de Gryffindor que no se había enterado del altercado prorrumpió en aplausos al paso de los siete integrantes que iban a intentar ganar la copa para la casa de Gryffindor por segundo año consecutivo. Los jugadores salieron al vestíbulo atravesando las dobles puertas doradas y se dirigieron hacia el exterior por las grandes puertas de roble.
—Espero que una bludger te tire de la escoba, Potter.—dijo alguien a su lado.
James se dio la vuelta y se encontró cara a cara con Snape. Su ganchuda nariz se hallaba a escasos centímetros de la cara de James, y lo miraba con sus ojos negros resplandecientes de animadversión. James sostuvo la mirada, valiente.
—Algún día tú y yo vamos a tener un grave enfrentamiento, Snape.—declaró James.
Snape sonrió socarronamente.
—Lo estoy deseando, Potter.—respondió.—Has elegido el bando equivocado.
—Voy a pasarte la Copa de Quidditch por delante de tu grasienta nariz.—contestó James.—Será lo más cerca que la veas.
Y James se dio la vuelta y siguió al resto de sus compañeros al estadio. Media hora más tarde, los jugadores del equipo de quidditch de Gryffindor se encontraban sentados en los bancos de los vestuarios. Ninguno emitía sonido alguno. La tensión en los rostros de los jugadores era palpable. Fuera empezó a oírse la algarabía de los cánticos del resto de la escuela, que había bajado a presenciar el partido.
—Marlene.—dijo James, con un nudo en la garganta.—No debes coger la snitch hasta que saquemos una ventaja de ciento diez puntos.
Marlene asintió. Abrazaba por los hombros a Mary. El resto del equipo formó un corro alrededor de ella, y James se arrodilló para colocar su rostro a la altura del de ella.
—Mary.—dijo dulcemente.
Mary alzó la cabeza y miró a James. En sus ojos se observaba la sombra de una experiencia traumática. No era miedo lo que detectó James. Era terror. James tomó las manos de Mary entre las suyas, y cuando la joven esbozó una mueca de sonrisa, James la abrazó fuertemente.
—Tú vales mucho más que esas serpientes. Ellos son los que tienen la sangre podrida.—le dijo al oído.
Cuando se separaron, una sonrisa surcaba la cara de Mary de parte a parte. El equipo se puso en pie, formó un corro en el vestuario y se produjeron las últimas arengas. Los jugadores cogieron sus escobas y salieron al campo entre atronadores aplausos en la parte de las gradas que ocupaban los estudiantes de Gryffindor y Hufflepuff, y silbidos entre los alumnos de Slytherin y Ravenclaw.
James y Davis, el capitán de la casa de Ravenclaw, un estudiante de séptimo curso dos cabezas más alto que James, se acercaron al centro del terreno de juego, donde se situaba la señora Hooch. Se dieron la mano cordialmente, montaron en sus escobas y, con una fuerte patada en el suelo, se elevaron en el aire. Las bludger se soltaron de sus grilletes, la snitch salió rápidamente y desapareció, y la roja quaffle fue lanzada hacia arriba. La grada rugió. El partido había comenzado.
—James Potter se ha hecho con la quaffle y surca el aire.—comentaba por el megáfono mágico la voz de Alice.—James se la pasa a Mary, ¡qué buen quiebro, Mary! Se dirige como una exhalación hacia la meta rival, lanza y ¡gol de Gryffindor!
Mary surcó el aire, celebrando rabiosa con el puño en alto. En la siguiente jugada, Kim lanzó una bludger al cazador de Ravenclaw, que soltó la quaffle. James la recuperó y empezó un zigzagueo por el campo, lanzando la quaffle a Andrew, que anotó otro tanto con una espectacular acrobacia.
El equipo de Gryffindor se estaba mostrando intratable. Frank hizo dos paradas seguidas de mérito, y James y Mary anotaron otros dos tantos para la casa escarlata. Los golpeadores de Ravenclaw aprovecharon para lanzar las dos bludgers sobre Frank, que se quedó sin respiración cuando las negras bolas impactaron contra su estómago. La señora Hooch pitó penalti a favor de Gryffindor, y James convirtió otro tanto.
El partido se estaba tornando muy bronco. Los jugadores de Ravenclaw, molestos porque Gryffindor se hubiera puesto con ventaja en el marcador, estaban recurriendo a tácticas poco deportivas.
Marlene tuvo que virar rápidamente cuando los golpeadores contrarios lanzaron las dos bludgers contra ella. Davis anotó dos tantos rápidamente, lo que hizo que la ventaja se redujera veinte puntos.
Mary jugaba con una determinación de hierro. Volaba como nunca antes lo había hecho, y aprovechó dos servicios de James y Andrew para anotar otros dos tantos. Setenta a veinte. Frank volvió a realizar otras dos paradas, y James anotó otro gol. Ochenta a veinte. En la siguiente jugada, Mary robó la pelota a un cazador de Ravenclaw, la condujo hasta el fondo de los aros de gol y sirvió hacia atrás para que Andrew rematase a placer. Noventa a veinte.
Marlene surcaba el campo por encima del resto de jugadores, examinando el terreno en busca de la snitch y sin perder de vista a la buscadora de Ravenclaw. Entonces, la vio. Un destello dorado se reflejaba contra los postes de gol de Gryffindor. Pero no podía atraparla todavía, y no podía permitir que su rival se percatase de la presencia de la pequeña bola alada.
Simulando una expresión de concentración, Marlene viró el rumbo de su escoba y se dirigió como un rayo hacia el extremo opuesto del campo. Funcionó. En pocos segundos la buscadora de Ravenclaw le pisaba los talones. Marlene sonrió.
Mientras, en el campo se sucedían las ocasiones. Ravenclaw había anotado un gol, y James había contestado marcando otro, lo que ponía el marcador en cien puntos a treinta. Lisa hizo que el cazador de Ravenclaw perdiese la quaffle, y Andrew anotó su tercer gol del partido. Tras una internada de los cazadores de Ravenclaw que se fue fuera, Mary volvió a anotar.
—¡Pero cómo están jugando hoy los cazadores de Gryffindor!—exclamaba Alice en la cabina de comentarista. La grada de Gryffindor estaba afónica de tanto gritar.
Tras dos jugadas intrascendentes, James robó la quaffle, y los tres cazadores de Gryffindor se dispusieron en una formación triangular.
—¡Ahí viene, señores! La formación ala delta.—comentó Alice.
Los cazadores de Gryffindor se lanzaron como una flecha contra los rivales. Mary y Andrew se desplegaron a los laterales, haciendo que los cazadores se centrasen en James. Cuando este ya los tenía encima, pasó la quaffle hacia atrás. Andrew hizo la recepción y salió con Mary directo a la portería contraria. Cuando ya estaban frente al guardián, Andrew lanzó la quaffle hacia Mary. Entonces, esta hizo algo que provocó la exclamación de todo el estadio. Desmontó de su escoba y golpeó la quaffle con ella. La gran pelota roja entró por el aro de la izquierda.
Mary montó nuevamente mientras caía y remontó el vuelo. James interceptó el saque del portero y anotó nuevamente. El marcador se puso ciento cuarenta a treinta.
Marlene notó que cientos de ojos comenzaban a seguir sus movimientos, pues si atrapaba la snitch daba la victoria y la copa a los leones. Entonces, la buscadora de Ravenclaw salió como una centella hacia el suelo, y Marlene maldijo entre dientes. Pegándose al palo de su escoba inició un vertiginoso descenso, pero la buscadora rival le llevaba ventaja.
Lisa y Kim lo vieron y lanzaron las dos bludgers hacia la buscadora del equipo del águila broncínea. Esto hizo que la jugadora tuviera que esquivarlas, perdiendo un tiempo precioso que hizo que Marlene pudiese situarse a su par. La snitch viró súbitamente de dirección, yendo hacia los postes de gol de Gryffindor. Marlene y la buscadora de Ravenclaw se miraron. Entonces, su rival hizo algo que Marlene no se esperaba. Chocó contra ella, y cuando parecía que Marlene se iba a estrellar contra los aros de gol, fue capaz de realizar un movimiento de torbellino en el aire y pasó limpiamente a través de ellos.
Marlene alargó el brazo a la vez que su rival también lo hacía. Duró solo unos segundos.La mano de Marlene se cerró alrededor de la diminuta pelota alada, y con un rápido movimiento, Marlene dirigió la escoba hacia arriba, con el puño en alto, y el estadio se vino abajo.
Marlene todavía agarraba la snitch cuando seis borrones rojos se abalanzaron sobre ella y el equipo de Gryffindor se fundió en un abrazo.
Momentos después aterrizaban en el césped cogidos de la mano, mientras el público saltaba al campo y llevaba en volandas a los jugadores hasta la tribuna presidencial, donde Dumbledore aguardaba con la enorme copa. El profesor entregó la copa a James, que la alzó al aire, y buscó con la mirada a Snape.Lo encontró en la grada de Slytherin, junto a Rosier, Avery y Mulciber.
Los miraban con un odio exacerbado, pero a James no le importó. Sonrió maliciosamente, y le pasó la copa a Mary, que alzó el vuelo y el equipo la siguió, acercándose a celebrarlo frente a la grada de Slytherin. James sonrió encantado. Aquella noche la fiesta iba a tener que estar a la altura.
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¡Hola de nuevo! Tras el capítulo de ayer que daba una vuelta de tuerca al relato y resultaba bastante escalofriante, hoy volvemos a nuestra escuela de magia favorita, y, ¿qué mejor que hacerlo con la final de quidditch?
Decidme en los comentarios qué os ha parecido el capítulo. ¿Habéis sido capaces de imaginaros el encuentro como si lo estuvierais viendo?
Ya queda menos para el final de curso, pero esto aún no acaba aquí. Cuando llegue el final desvelaré un secreto.
¡Os leo!
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