Capítulo 32: Un choque de perspectivas
AVISO: Este capítulo contiene parte de una escena canónica de las novelas del capítulo "La historia del príncipe", de Las Reliquias de la Muerte. La he modificado un poco, manteniendo la esencia. Como todo el fanfic, los personajes pertenecen a J.K.Rowling, y los derechos a Warner Bros. y a J.K.Rowling.
Dicho esto, os dejo con el capítulo. ¡Disfrutadlo!
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James dio un paso hacia Snape, que seguía sosteniendo en alto su varita, mirándolo con una aversión como nunca antes lo había hecho.
—¡No te acerques, Potter!—bramó Snape.
James se detuvo en seco, atónito. Pero apenas tuvo tiempo para intentar comprender, pues de la varita de Snape surgió un chorro de luz verde que obligó a James a lanzarse a un lado para esquivarlo.
—¿Estás loco?—preguntó James, estupefacto.
James también había sacado su varita, y miraba a Snape de hito en hito. El cetrino rostro de Snape se asemejaba más que nunca a una máscara de odio. James todavía no se había levantado del suelo, y Snape aprovechó para acercarse a él, con la varita en ristre, listo para atacar.
—¡Cruc...!
—¡Expulso!—gritó James desde el suelo, agitando la varita como un desaforado.
Un haz de luz azul golpeó de lleno a Snape en el pecho, desplazándolo por los aires varios metros para caer de espaldas contra la crecida hierba de los jardines. James consiguió ponerse en pie y se acercó lentamente hacia donde yacía Snape, manteniendo la precaución.
—Acabo de salvarte la vida, imbécil.—le espetó, y le tendió una mano para ayudarlo a levantarse.
Pero Snape se revolvió en el suelo, apuntó a James con la varita, y este último fue alzado en el aire como si una cuerda invisible tirase de su tobillo, y se le cayeron las gafas sobre la hierba. Snape se acercó a ellas y las pisó con toda la intención. Se oyó un crujido cuando la montura se partió en dos. Ahora James solo distinguía una sombra con dos cortinas a los lados que se acercaba a él.
—Vuestra broma ha sido muy graciosa.—le susurró Snape al oído peligrosamente—: Yo que vosotros empezaría a hacer las maletas esta noche, porque os van a expulsar.
—Snape.—dijo James con dificultad, pues la sangre empezaba a bajarle a la cabeza.—No lo comprendes.
—Comprendo más de lo que crees, Potter.—siseó él, llenándolo de saliva y enseñando con fiereza los amarillentos dientes.
Snape dio un paso atrás y se regodeó con la vista de su mayor enemigo totalmente indefenso.
—Qué pena para ti.—dijo entonces, con una falsa voz de tristeza.—No podrás volver a ver a Lily.
Snape alzó de nuevo la varita, dispuesto a dar el golpe de gracia, cuando un haz de luz roja pasó justo a su lado. Snape giró sobre sus talones para ver quién lo estaba atacando, y vio a Sirius y a Peter que corrían hacia él.
—¡Aléjate de él, Quejicus!—gritó Sirius.
Snape miró de manera calculadora con sus ojos negros al joven Black, y con un ligero asentimiento de cabeza, aceptó el duelo. Levantó la varita y apuntó a Pettigrew.
—¡Tarantallegra!—exclamó.
—¡Salvio hexia!—gritó a su vez Sirius.
Peter se había quedado quieto, arrodillado, con los ojos cerrados. Los dos hechizos se encontraron, y el haz de luz que había salido de la varita de Snape fue desviado por el maleficio de Sirius.
—¡Impedimenta!—pronunció Sirius.
Un chorro de luz roja surgió del extremo de la varita de Sirius y se dirigió en dirección a Snape, que rechazó el maleficio con un encantamiento escudo. Mientras Snape y Sirius se lanzaban hechizos el uno al otro, James fue capaz de alzar su varita. Se produjo un destello y el chico cayó de bruces contra la hierba.
—¡Accio gafas!—dijo, y los dos fragmentos de sus gafas se dirigieron volando hacia su dueño.
James las atrapó al vuelo y les dio un toque con su varita.
—¡Reparo!—pronunció.
Los dos fragmentos se soldaron nuevamente y con un ligero chasquido, las lentes quedaron como nuevas. James se las colocó y volvió a ponerse de pie.
—¿Te atreves ahora, Quejicus?—dijo.
Snape miró a James, y torció el gesto al verlo recuperado. James levantó su varita y lanzó un hechizo que fue repelido por Snape, quien, con un grito de rabia, se giró y echó a correr hacia el castillo. Sirius lo apuntó con su varita, pero James le retuvo por el brazo.
—Déjalo, Canuto.—dijo.
Sirius miró a James y se sorprendió al ver un rastro de decepción en los ojos marrones de su amigo.
—Cuando la noche de hoy acabe, me debes una explicación.—concluyó seriamente James.
Y sin decir una palabra más, se transformó en un enorme ciervo. Sirius sonrió y se transformó a su vez. El ciervo y el gran perro negro comenzaron a correr en dirección al Sauce Boxeador. Peter, que seguía arrodillado en la hierba, se decidió a abrir los ojos cuando escuchó a lo lejos unos fuertes aullidos. Al observar que Snape ya no estaba, resopló aliviado y realizó también su transformación.
Dos días después, el Gran Comedor era un hervidero de cotilleos a la hora del almuerzo. Mary ya había sido dada de alta por la señora Pomfrey, y se encontraba comiendo con total normalidad un plato de pavo confitado a la naranja cuando los Merodeadores hicieron su entrada.
Unas estudiantes de Hufflepuff de quinto curso se acercaron a James y le obsequiaron con sus más radiantes sonrisas y unas caídas de pestañas, llegando a reírse de cualquier comentario normal que el joven hacía.
—Habráse visto.—bufó Lily, indignada.
—Uy, me da a mí que alguien está celosilla.—ironizó Marlene.
Lily pinchó un trozo de brócoli con tanta fuerza que salió despedido y fue a parar a la espalda de un estudiante de primer año de Ravenclaw.
—¿Celosa, yo? ¡Ja!—repuso Lily.—Solo les gusta porque es bueno jugando al quidditch.
—Y es inteligente.—añadió Arista.
—Y leal.—dijo Marlene.
—Y tremendamente guapo.—terminó Mary.
Lily les lanzó una mirada de fastidio a sus amigas.
—¿Vosotras de parte de quién estáis?—preguntó.
—Vamos, Lils—replicó Arista—no intentes negar lo evidente.
Lily no respondió, manteniendo la mirada fija en su plato de verduras.
—Además-agregó Marlene—¿no sabes lo que pasó hace dos noches?
—No.—dijo la prefecta, secamente.—¿Por qué debería saberlo?
—Vamos, Lils.—respondió Mary, exasperada.—Lo sé hasta yo y me he pasado estos dos días en la enfermería.
—Resulta—dijo Arista, mirando de reojo a Mary—que hace dos noches tu amigo Snape intentó colarse por el túnel que hay en el Sauce Boxeador, y James le salvó de lo que hubiera dentro.
—¿Qué?—exclamó Lily, sorprendida, dejando caer el tenedor con estrépito sobre su plato.
Lily se giró para mirar al otro extremo del Comedor, a la mesa de Slytherin. Allí, el profesor Slughorn se había acercado para hablar con Snape, y momentos después su amigo se levantaba de su asiento y salía de la estancia detrás del jefe de su casa.
Mientras seguía al profesor Slughorn, Snape cavilaba sobre lo que le podía suceder. Subieron hasta la primera planta del ala oeste, donde el profesor Slughorn se detuvo frente a una gárgola, dijo unas palabras y la gárgola se hizo a un lado.
—Aquí te dejo, Severus.—dijo el profesor Slughorn.-Buena suerte.
El profesor Slughorn dio media vuelta y se dirigió de nuevo al Gran Comedor. Snape ascendió por la escalera de caracol, picó a la puerta y, al no recibir respuesta, entró en el despacho del director.
En la estancia circular no había nadie. Snape recorrió con sus ojos la oficina. Observó los retratos de los antiguos directores y directoras de Hogwarts, y sonrió levemente al reconocer al único director de su casa, Phineas Nigellus Black. También vio el ajado Sombrero Seleccionador en un estante, y sus ojos negros se fijaron en un precioso pájaro rojo en una percha cerca de la puerta. Se acercó a él. El pájaro lo miró con ojos agotados y, sin previo aviso, estalló en una bola de fuego.
—Buenas tardes, Severus.—dijo una voz detrás de él.
El profesor Dumbledore había salido de no se sabía dónde. Snape no supo cómo reaccionar, mirando alternativamente a la percha donde segundos antes había estado el pájaro y al director.
—No te preocupes.-dijo Dumbledore, tranquilamente.—Fawkes es un fénix.
Snape asintió, más relajado.
—Te he hecho venir para hablar de lo que ocurrió hace dos noches.—siguió Dumbledore.
—Profesor, yo...—empezó Snape.
—Prométeme que no contarás lo que viste.—dijo con tono más serio el director.
—Pero profesor...—protestó Snape, pero se fijó en la severidad de la mirada de Dumbledore, y bajó la cabeza antes de decir en un susurro—: De acuerdo, prometo no decir nada.
—Bien.—respondió Dumbledore con un tono más jovial.—Puedes irte.
Snape levantó la cabeza, extrañado.
—¿Y qué pasa con Black?—preguntó alzando la voz.
—El joven Black ha actuado muy mal, Severus.-concedió Dumbledore.—Pero no es el único que ha puesto en peligro la vida de otros estudiantes, ¿me equivoco?
Snape clavó sus ojos en los de Dumbledore, pero apartó la mirada al reconocer en ellos un brillo de culpabilidad. Entonces se dio media vuelta y salió del despacho. Al llegar al final de la escalera se encontró con Lily, que lo miraba con cara de pocos amigos.
—Hola, Lily.—saludó alegremente él.
—Hola.—contestó secamente la joven, y echó a andar aprisa.
Snape echó a correr detrás de ella. Cuando la alcanzó, la cogió por el brazo.
—¿Se puede saber qué te ocurre?—preguntó Snape, molesto.
Lily se zafó de la presa de Snape y siguió caminando. Snape la miró, y un impulso de ira brotó en su interior.
—Creía que éramos amigos.—dijo.—Buenos amigos.
Lily se detuvo, se dio la vuelta y se acercó a Snape.
—Lo somos, Sev.—aseguró la pelirroja.—Pero no me gusta algunas de las compañías con las que te juntas. En especial Avery y Mulciber. ¡Mulciber, Sev! ¿Se puede saber qué le has visto?
Snape sostuvo la mirada de enojo de Lily, pero no fue capaz de articular palabra.
—¿Sabes qué le hizo el otro día a Mary McDonald?—preguntó ella.
—Solo era una broma.—se defendió Snape.
—Era magia oscura.—repuso la prefecta.—Y si eso lo consideras divertido...
Snape notó que de nuevo la rabia ascendía por él.
—¿Y qué hay de Potter y sus amigos?—espetó.
Lily se quedó perpleja.
—¿Qué tiene que ver Potter en esto?—preguntó.
—Se escapan por la noche. Ese Lupin oculta algo. ¿A dónde va siempre?—dijo Snape.
—Está enfermo.—contestó ella
—¿Todos los meses, en luna llena? Qué casualidad.—repuso Snape
Lily se apoyó sobre una columna y resopló, cansada.
—Ya conozco tu teoría—dijo—y no la comparto.
—También hechizan a la gente.—volvió a la carga Snape.
—¿Por qué te importa tanto lo que hacen?—preguntó Lily.—Estás obsesionado con ellos.
—Solo quiero que te des cuenta de que no son tan geniales como la gente cree.—declaró él.
—Pero al menos no usan magia oscura.—respondió ella, y añadió en un susurro—: Eres un desagradecido. Me he enterado de que el otro día te colaste por el Sauce Boxeador, y James Potter te salvó de lo que hubiera allí dentro.
—¿Que me salvó?—gritó Snape, indignado.—¿Que me salvó? ¡Estaba salvando su propio pellejo y el de sus amigos! No te permito, no voy a consentirte que...
Los verdes ojos de Lily se entrecerraron de rabia, y sus pupilas se convirtieron en apenas dos puntos negros.
—¿No vas a permitirme qué?—murmuró ella con ira.
—Es solo que no quiero ver cómo se ríe de...—empezó Snape—: ¡A James Potter le gustas!—estalló.—Y no es... pero todo el mundo cree... Se pavonea por jugar bien al quidditch...—La aversión y la rabia contenida de Snape hacía que no acabase ninguna frase.
—Ya sé que James Potter es un chulo y un cretino.—dijo Lily, aunque se había ruborizado al oír que le atraía.—No necesito que tú me lo expliques. Pero la diversión de Avery y Mulciber es simplemente malvada y cruel, Sev. Malvada y cruel. No entiendo que puedas ser amigo de ellos.
Pero Snape ya no la escuchaba. Todo su cuerpo se había vuelto ligero como una pluma al oír a Lily insultar a James. Ambos se alejaron del pasillo sin dirigirse la palabra, aunque Lily lanzaba miradas de soslayo a Snape.
Muy lejos de allí, una figura planeaba por el aire dejando una estela negra tras ella. Se acercaba a una gran mansión solariega, con grandes jardines que estaban decorados ostentosamente, con fuentes de las que brotaba vino, y exóticas criaturas.
Lord Voldemort se apareció en el gran salón de la mansión de los Malfoy, donde una veintena de personas encapuchadas y con máscaras se habían quedado en silencio.
—¿Alguna novedad en el Ministerio, Rookwood?—preguntó, con una voz aguda y fría.
Uno de los encapuchados asintió.
—Bien-siseó Voldemort.—¿Hay avances con los gigantes, Dolohov?
—Sí, mi señor.—contestó otro de los encapuchados con un acento extranjero.
Los labios de reptil de Voldemort se curvaron en una especie de sonrisa.
—Pero antes...—dijo.
Los mortífagos se apartaron, abriendo un pequeño camino por el que pasó una joven bruja de abundante melena negra, ojos castaños, tez pálida y una belleza fría. La bruja llegó ante Voldemort y se arrodilló ante él, mirándolo con absoluta devoción.
—Bellatrix.—murmuró el Señor Tenebroso.—Provienes de una de las más nobles casas de magos. Estoy seguro de que serás una gran guerrera para nuestra causa.
—Mi señor,—dijo ella ansiosa—ardo en deseos de pelear para vos.
Voldemort rio en una especie de siseo.
—No lo dudo.—repuso.—Pero antes, has de pasar la prueba. No me falles.—le dijo, en tono de amenaza.
Bellatrix se levantó y miró con febril admiración al mago tenebroso.
—No lo haré, mi señor.—declaró, y haciendo una reverencia, giró sobre sí misma y desapareció.
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¡Hola de nuevo! Nuevo capítulo, el de hoy cargado de emociones. Tenemos duelos, enfados entre dos amigos y terminamos con un clímax que nos transmite intranquilidad. ¿Qué os ha parecido? Contadme en los comentarios. ¿Qué os parece la reacción de Severus? ¿Creéis que Lily actúa bien avisándolo de las amistades que tiene? ¿Cuál pensáis que va a ser la prueba que tendrá que pasar Bellatrix? Como es ya habitual porque os lo repito siempre, ¡os leo!
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