Capítulo 31: La acción que Snape no pudo perdonar
Snape alzó la vista y no se extrañó de ver quién era el que le había hablado. Allí, mirándolo socarronamente, estaba Black.
El joven se encontraba unos metros más alante de Snape, apoyado con una elegancia innata sobre la pared. Este lo miró con los ojos destellando cólera. Sin embargo, no había rastro de agresividad en el rostro de Black, al contrario, lo miraba con amabilidad.
—Tranquilo, Quejicus.—dijo.—Vengo en son de paz.
Black levantó las manos e hizo aparecer un pañuelo blanco de su varita, tirándolo al suelo y guardándose la varita en la túnica.
—¿Ves?—continuó.
Pero Snape seguía mirando fijamente a Black, deteniéndose en cada detalle de su rostro, calculador, aquel rostro que, junto al de Potter, tanto odiaba. El pelo negro de Black le caía sobre la frente con una gracilidad de la que Snape carecía. Los ojos grises de Black mostraban un guiño bromista que hacía que, con sus finas facciones, hacía que fuera extremadamente atractivo, algo que Severus envidiaba.
Black se acercó lentamente a Snape, y también miró a través de la ventana.
—Si quieres ir tras Remus y averiguar qué le ocurre,—dijo—solamente tienes que tocar el nudo que hay en el tronco del Sauce Boxeador con un palo.
Snape miró a los ojos de Black, esperando encontrar algún tipo de brillo que le indicase que no era de fiar. Pero no encontró ningún tipo de signo de alarma.
—No me lo agradezcas.—añadió Black.
Snape asintió y marchó de allí. Sirius echó un último vistazo al Sauce Boxeador, y también encaminó sus pasos hacia la Torre de Gryffindor.
Era más de medianoche cuando Snape se deslizó silenciosamente fuera del dormitorio. Se había puesto la capa encima de un pijama de color gris, y había guardado su varita en uno de los bolsillos.
Abrió la puerta y subió las escaleras hasta la sala común. En la negra chimenea todavía quedaba alguna brasa, y la luz verdosa que se reflejaba del lago iluminaba la sala común. Snape se dirigió bordeando los grandes sillones de cuero negro hasta una enorme pared de piedra en el otro extremo de la sala. Del enorme muro surgió un tirador en forma de serpiente. Snape asió con fuerza el pomo y tiró. La pared se desplazó hacia dentro, mostrando un enorme arco de piedra que daba a las mazmorras.
Snape inspiró profundamente y salió de la sala común. Se dirigió hacia arriba en dirección a la Gran Escalera. Una vez allí, descendió por las escaleras que daban al vestíbulo, y tiró de la gran aldaba que colgaba de la gran puerta de entrada.
Cuando se encontraba fuera del castillo, Snape sacó su varita y susurró:
—Lumos.
De la punta de su varita surgió un pequeño haz de luz que iluminaba justo delante de Snape. Este caminó sigilosamente por entre los terrenos, lo más pegado posible a los muros del castillo para evitar miradas furtivas.
Miró al cielo. Una gran luna llena lucía en todo su esplendor.
Una vez que estuvo completamente seguro que era imposible que nadie lo descubriera, echó a correr hacia un enorme sauce que había en una explanada de los terrenos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, el árbol se agitó y empezó a lanzar golpes a Snape, el cual se mantenía a cierta distancia para evitar que las ramas pudiesen alcanzarlo.
Snape agitó su varita e hizo aparecer una vara de madera, la cual hizo que levitara y la dirigió hacia el tronco del árbol, donde en la unión entre las raíces para formar el inicio del grueso tronco se observaba un pequeño nudo que protruía como un botón.
Snape hizo posar la vara sobre ese punto, y al instante, el enorme sauce se quedó inmóvil. Entonces, se echó al suelo y reptó entre las raíces para pasar por una abertura que había entre ellas. Entró en una especie de túnel bajo el árbol, entre piedra y tierra.
La oscuridad cada vez era mayor, y Snape se arrastraba a tientas, sin apenas poder distinguir nada. El chico siguió el trayecto del túnel, preocupado pues no sabía hacia dónde iba. Continuó arrastrándose al menos una hora, hasta que empezó a verse algo de luz al final.
Snape sonrió para sí, triunfante. Aumentó el ritmo, pero cuando estaba cerca de la abertura, algo lo sostuvo por el tobillo. Miró hacia atrás, pero no fue capaz de distinguir qué era. Sin embargo, al intentar deslizarse hacia la abertura, vio algo que lo paralizó. Una enorme cola gris se había deslizado por la abertura, y acto seguido, una enorme boca de dientes afilados apareció.
En ese preciso momento, la cosa que lo sujetaba del tobillo venció la fuerza que estaba haciendo Snape y consiguió desplazarlo hacia atrás.
Snape se había quedado congelado, y no fue consciente del tiempo que había transcurrido hasta que, entre polvo y tierra, salió al exterior y la cosa que lo sujetaba del tobillo lo soltó sobre la hierba de los terrenos del castillo entre jadeos.
Snape se dio la vuelta con celeridad y empuñó su varita, dispuesto a atacar a la criatura que lo había atrapado. Pero su sorpresa fue mayor cuando, en lugar de una bestia, se topó de frente con un chico moreno, alto, que lo miraba a través de unas gafas redondas.
—¿Estás tonto?—preguntó James Potter, furioso.—¡Te podía haber matado!
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¡Pues aquí lo tenéis! La famosa "broma" que Sirius le gastó a Severus en sus años de escuela y que provocó que Snape los odiara más aún, incluyendo a Lupin.
¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Lo imaginabais de otra manera?
¡Os leo!
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