Capítulo 28: En el bosque
La sala común de Hufflepuff se encontraba desierta cuando Basil Hawthorne, un estudiante de segundo año, salió de la puerta que daba al dormitorio de los chicos. Era un chico de unos doce años, de pelo castaño, de aspecto larguirucho y nariz alargada. Le seguía un compañero de casa de su mismo curso, Oliver Yuck, un chico moreno y de ojos claros. Basil se llevó un dedo a los labios para pedir silencio.
La sala común de Hufflepuff tenía forma circular. De las ventanas con forma de claraboya situadas en la parte alta de la estancia penetraba la luz de la luna y las gitanillas, fucsias, ficus y verbenas, desbordantes de los floreros que levitaban en el aire o colgaban de los pebeteros llenaban la sala con sus aromas.
Oliver y Basil se dirigieron a la salida de la sala común.
-¿A dónde os creéis que vais?-preguntó una voz a sus espaldas.
Los chicos se dieron la vuelta y vieron a una chica de pelo castaño muy abundante que venía hacia ellos.
-Cállate, McMillan.-dijo cortante Oliver.-Vas a hacer que nos descubran.
-Pues os estaría bien empleado.-respondió la chica con voz de mandona.-Vais a hacer que perdamos los puntos que yo he conseguido en Herbología, y no estoy dispuesta a...
-Vámonos.-la cortó Oliver, y dio tres toques con su varita a la pared que tenía delante.
La pared se hizo a un lado, descubriendo una abertura por la que salieron los chicos. Pasaron al lado de unos barriles y se encontraron en el pasillo de las cocinas, situadas al fondo del pasillo tras un tapiz de frutas.
Los chicos se dispusieron a subir por las escaleras.
-Yo que vosotros no lo haría.-oyeron detrás de ellos.
Era la chica que les había hablado en la sala común.
-Pues delátanos, si quieres.-respondió Oliver.
-Eso haré. Pero como no quiero meterme en problemas, ahora me iré a la cama.-contestó.
Pero cuando se dio la vuelta se encontró con que el agujero de entrada a la sala común ya se había cerrado.
-Ven con nosotros, si quieres.-dijo Basil.
A su lado, Oliver lo miró como si se hubiera vuelto loco.
-¿Pretendes que nos acompañe Ariadne McMillan?-preguntó, como si la sola idea fuese una locura. Basil asintió.
-Está bien.-dijo la chica llamada Ariadne.-Así si nos encontramos con algún miembro del personal yo podré decir que os había seguido para deteneros y que me quedé fuera de la sala común.
Oliver puso los ojos en blanco. Los tres se pusieron en marcha y ascendieron por las escaleras hasta llegar a la Gran Escalinata de mármol. Allí oyeron unos gemidos que hicieron que los tres jóvenes echaran a correr despavoridos. Una vez llegaron al vestíbulo de entrada, bajaron por la escalera y, dejando los grandes relojes que marcaban las puntuaciones a la derecha, abrieron con cuidado las pesadas puertas de roble y salieron a los jardines.
La luz de la luna bañaba los terrenos del colegio dando un color blanquecino. Los tres Hufflepuff tomaron la dirección hacia el Bosque Prohibido, pero se quedaron en las inmediaciones, temerosos.
-¿Entramos?-preguntó Basil, asustado.
-La nota decía que los Merodeadores estarían dentro.-dijo Oliver, decidido.
-¿Cómo haremos para volver?-repuso Basil.
-Dejadme a mí.-dijo Ariadne.
La joven extrajo la varita de su túnica y la agitó en el aire.
-Lana apparentium-pronunció.
Un ovillo de lana apareció de la nada y cayó al suelo. Ariadne se agachó para recogerlo y se lo lanzó a Basil, que lo cogió extrañado.
-Es un ovillo mágico que se ilumina para mostrar un camino.-explicó Ariadne.
A Basil se le iluminó la cara.
-¡Genial, McMillan!-dijo.-Podremos volver sin problema.
Animados por la presencia del ovillo mágico, los tres chicos se adentraron en la espesura del bosque. Basil iba el último, desenroscando el ovillo para que marcase el trayecto que iban tomando. Cada vez se adentraban más.
Llevaban andado media hora cuando notaron que las plantas ya les llegaban a la altura del hombro. Cada vez la luz tenía más dificultades para penetrar debido a la gran altura que iban adquiriendo los árboles del bosque.
-¿Faltará mucho?-preguntó Basil, intranquilo.
-No lo creo.-respondió Oliver, y siguieron caminando.
Anduvieron por otra hora sin encontrar ningún rastro de los Merodeadores. La luz de la luna no era ya capaz de iluminar ningún tramo del camino. Oliver, que lideraba la comitiva, tropezó con una enorme raíz de un árbol y cayó en el suelo.
-¿Estás bien?-preguntó Basil.
-Sí.-contestó su amigo.-Menos mal que he caído en esta capa de hierba.
Pero Ariadne miraba el suelo con expresión de preocupación.
-Eso no es una capa de hierba.-repuso ella.
Entonces Oliver se fijó bien y observó unos hilos blanquecinos, casi transparentes, que se irradiaban desde el centro de un enorme claro. De repente, oyeron un crujido delante de ellos. Ariadne volvió a empuñar la varita, valiente, mientras que Oliver se echaba hacia atrás, acobardado.
-¡Lumos!-pronunció la chica.
De la punta de su varita surgió un pequeño haz de luz que iluminó lo que tenían enfrente. Y lo que vio les hizo gritar de terror. Ante ellos se alzaba una enorme araña de unos seis metros, que los miraba con sus ocho ojos, sedienta de sangre, y chascaba las pinzas amenazadoramente. Los tres se dieron la vuelta y echaron a correr, chocando a los pocos metros con una gran mole que hizo que cayesen de nuevo hacia atrás.
-¡Hola, muchachos!-saludó una voz amablemente.-Veo que ya habéis conocido a Aragog. ¿A qué es encantador?
Basil y Ariadne miraron hacia quien les había hablado, y distinguieron entre las sombras la enorme figura de Hagrid. El guardabosques los ayudó a levantarse, y los tres se colocaron detrás de él.
-Buenas noches, Hagrid.-dijo la enorme araña.
-La araña te está hablando, Hagrid.-murmuró Oliver, totalmente pálido de miedo.
-Claro que habla.-respondió el guardabosques, como si Oliver hubiera dicho una obviedad.-Es una acromántula, ¿qué esperabas?
-Pero Hagrid,-dijo Ariadne, tragando saliva-las acromántulas están catalogadas como criaturas de categoría XXXXX.
-Tonterías.-repuso Hagrid.-Aragog no le haría daño a una mosca.
Pero los tres alumnos de Hufflepuff no pensaban lo mismo. La enorme araña mantenía sus ojos fijos en ellos, y daba la impresión de que en cualquier momento saltaría sobre ellos.
-¿Cómo se encuentra Mosaj?-preguntó Hagrid.
-Agotada, pero bien, gracias.-dijo Aragog.
-Te he traído comida.-dijo el guardabosques.
-Ya lo veo.-contestó Aragog, y los chicos notaron un deje de peligro.
Hagrid, sin embargo, descolgó unos enormes sacos que cargaba a su espalda y los lanzó hacia el centro del claro. La enorme araña se acercó hacia ellos y los desgarró con sus pinzas. Unos enormes gusanos se desparramaron por la enorme telaraña, y la descomunal criatura comenzó a devorarlos uno a uno. Oculto tras la espalda de Hagrid, Oliver se dobló para vomitar.
-Bien. Aragog, he de volver. Vosotros tres, venid conmigo.-les dijo a los tres chicos.
-De acuerdo, Hagrid. Gracias por la comida.-respondió Aragog.
Y, aunque Ariadne no se lo quiso comentar a Hagrid, estaba segura de que el guardabosques era la única razón por la que los tres seguían vivos.
-¿Se puede saber qué demonios hacíais allí?-dijo Hagrid muy enfadado cuando llegaron de nuevo a las inmediaciones de su cabaña.
-Nos habían mandado una nota.-dijo Basil.
-¿Una nota?-preguntó el guardabosques.
-Sí. Los Merodeadores.-respondió Oliver, que todavía no se había recuperado del susto.
-Me extraña que hayan sido ellos.-replicó Hagrid.-¿Tenéis esa nota?
-Sí.-dijeron a la vez Basil y Oliver.
-Muy bien. Os llevaré a ver al director. Él decidirá.
Ariadne lanzó una mirada a los dos chicos que hizo que todavía sintieran más miedo del que ya tenían dentro del cuerpo. Los cuatro llegaron a la entrada del castillo. Hagrid abrió la puerta y se dirigieron por la Gran Escalera de mármol hasta el primer piso, donde a mitad de pasillo se hallaba una gran gárgola de piedra. Hagrid se puso delante de ella y dijo la contraseña. La gárgola se desplazó hacia un lado, haciendo que apareciera una escalera de caracol.
Los cuatro ascendieron por ella. Los tres estudiantes de Hufflepuff temblaban de nervios. Llegaron al final de la escalera y vieron una puerta de madera decorada con una rica aldaba de oro. Hagrid picó y abrió la puerta.
-Buenas noches, profesor Dumbledore. Oh, disculpe.-Hagrid se calló de pronto.
Dumbledore no estaba solo. Sentado frente al director se hallaba un mago de unos setenta años, de pelo castaño aunque ya se encontraba bastante encanecido y unos ojos marrones que emanaban gran amabilidad tras unas lentes cuadradas. Llevaba un largo abrigo azul del que asomaba una graciosa criatura, parecida a un topo, que miraba con avidez los numerosos instrumentos de plata que decoraban el despacho del director.
-Hola, Rubeus.-saludó el hombre.
-¡Newt!-lo saludó el guarda cariñosamente, y lo abrazó con tanta fuerza que por poco no le rompe un par de costillas. En ese momento, la pequeña criatura aprovechó para saltar del bolsillo y corrió hacia un lunascopio que el director tenía en una mesa colocado. El hombre levantó su varita y la criatura volvió a su bolsillo, resignándose.
-Es Newt Scamander.-susurró Ariadne a Basil y Oliver, que miraban con extrañeza al desconocido.
-Veo que me conoces.-dijo Newt Scamander, y la joven pegó un salto, sorprendida.
-Lo siento, señor.-respondió ella, sonrojándose.
-No pasa nada.-contestó amablemente el magizólogo, y miró al bolsillo, donde la criatura intentaba volver a salir.-Esto es un escarbato,-explicó, viendo la cara de curiosidad de los chicos-y ha sido mala idea traerlo aquí.
-¿Qué ocurre, Hagrid?-preguntó el director, interrumpiendo la conversación.
-Verá, profesor Dumbledore, me he encontrado a estos jóvenes en el claro de Aragog y...
-¡Aragog!-lo interrumpió Newt.-¿Cómo se encuentra?
-Muy bien. Acaba de tener una nueva camada de crías.-contestó Hagrid.
Oliver por poco se desmaya. Basil y Ariadne tuvieron que sujetarlo por los hombros.
-Creí haber dejado claro que el Bosque Prohibido quedaba totalmente restringido para los alumnos.-declaró el director.
-No entramos por gusto.-se defendió Ariadne.
-Nos citaron allí.-explicó Basil.
-¿Os citaron?-inquirió Dumbledore.
-Sí. James Potter y Sirius Black.-respondió Oliver.
Los azules ojos de Dumbledore se agrandaron de la sorpresa.
-Bien, lo investigaré.-dijo sencillamente.-Ahora regresad a la sala común de vuestra casa.-ordenó.
Los tres chicos se dieron la vuelta y salieron del despacho del director.
-Tú también, Hagrid, sal, por favor.-pidió Dumbledore al guardabosques.
En cuanto la gran figura del guardián de los terrenos hubo desaparecido tras la puerta, Dumbledore se volvió hacia Newt.
-¿Y bien, Newt? ¿Me ayudarás?-preguntó.
Newt Scamander negó con la cabeza.
-Lo siento, Dumbledore. Ya le ayudé una vez, y perdí más de lo que quería. Ahora quiero pasar los días tranquilamente junto a mi familia.
-¿Y Propertina? Ella es una auror, tendrá ganas de misiones.
Newt volvió a mover negativamente la cabeza.
-Tina está cansada, profesor. Quiere retirarse y descansar. Nos echó una mano con Grindelwald porque amenazó también a su país, pero esta guerra ya nos ha cogido mayores.
Y dicho esto, Newt también se dirigió a la salida. Se paró en el umbral de la puerta y, mirando con tristeza al director, dijo:
-Me ha gustado verle, Dumbledore.
-A mí también, Newt.-respondió él.
A la mañana siguiente, Lily se despertó en la enfermería. La señora Pomfrey le retiró los vendajes del brazo y decretó que ya estaba en condiciones para poder volver a la vida normal. Mientras se vestía, entraron Marlene, Mary y Arista, y descorrieron el biombo que ocultaba a su amiga.
-Apagad la luz, chicas.-dijo la pelirroja.
-¿Qué luz?-se burló Marlene.-Es el sol.
Mary y Arista se rieron de forma estridente, y Lily se llevó las manos a la cabeza, tapándose los oídos.
-Menuda resaca que tenemos.-se burló Arista.
-¿Qué hice ayer? No me acuerdo de nada.-dijo Lily.
-Oh, nada del otro mundo.-dijo Mary, con sorna.-Solo le pediste a James que te diera un beso.
-¡¿Qué?!-exclamó la prefecta.-Decidme por favor que eso no es verdad.
Pero vio que las sonrisas se habían esfumado de las caras de sus amigas y supo que no se estaban burlando de ella. Lily enterró la cara detrás de sus manos.
-¿Cómo he podido decir yo semejante burrada?-se lamentaba la pelirroja.-Pedirle un beso a Potter, al egocéntrico, engreído y arrogante Potter.
-Pues ayer se te veía muy cómoda con él.-la chinchó Arista.
Lily alzó la cara y miró con rencor a sus amigas.
-Es todo culpa vuestra.-repuso ella.
-¿Qué?-preguntó incrédula Arista.
-Si no me hubierais hecho beber tanto...-continuó Lily.
-Vamos, Lils, estás siendo injusta.-dijo Mary.
-¿Ah, sí?-preguntó la pelirroja, molesta.
-Nadie te obligó a jugar.-contestó Marlene, tajante.
Lily se levantó de la cama y salió de la enfermería sin mirar a sus amigas. Las otras tres la siguieron, enfadadas por la actitud de la pelirroja. Entraron en el Gran Comedor cuando el resto de alumnos ya estaban desayunando. James Potter se levantó de la mesa de Gryffindor y se acercó a sus compañeras.
-¿Cómo te encuentras, Evans?-preguntó amablemente.
Pero Lily le cruzó la cara de una bofetada.
-Déjame en paz, Potter.-dijo, mirándolo furiosa.
James se palpó la mejilla dolorida.
-No te preocupes.-musitó Marlene.-Se ha enterado de lo de anoche y quiere ir de digna.
-¡Marlene!-oyeron gritar a Lily.
-Lo siento.-dijo la rubia.-Tengo que irme antes de que se transforme en un basilisco.
Y Marlene fue a sentarse con las otras tres, no sin antes dedicarle una enorme sonrisa con guiño de ojos a Sirius.
-¿Qué acaba de ocurrir?-preguntó Remus cuando James volvió a su sitio.
-Nada.-dijo James, restándole importancia.-Ayer Evans estaba bebida, se cayó por las escaleras de la sala común y se rompió un brazo.-explicó.-Bueno, también me pidió un beso.-añadió.
Peter se atragantó con un trozo de tostada, a Remus se le cayó el tenedor en el plato y Sirius escupió el zumo de calabaza encima de James.
-Perdona, Cornamenta.-dijo, agitando la varita y limpiando a su amigo.
-¿Es verdad?-preguntó Peter.
James asintió.
-¿Y tú qué hiciste?-quiso saber Remus.
-Nada, la llevé a la enfermería.-contestó James.
-¿O sea que me llevas dando la turra todo el año con Evans, y cuando la tienes a tiro no te atreves?-preguntó molesto Sirius.
-¡Sirius!-protestó James.
-¡James!-replicó Sirius.
-Basta.-zanjó Remus.-James ha hecho lo correcto, Sirius. Ella no sabía lo que hacía, si estaba borracha.
-Exacto.-dijo James.-Ya visteis cómo me ha abofeteado en cuanto me ha visto.
Un carraspeo sonó tras ellos. James se dio la vuelta.
-¡Hola, Minnie!-saludó James a la profesora McGonagall.
-Siento interrumpir lo que seguro estaba siendo una agradable conversación entre amigos, pero Potter y Black, tenéis que acompañarme ahora mismo.
James y Sirius se levantaron de sus asientos sin comprender lo que estaba sucediendo y siguieron a la profesora McGonagall hasta su despacho. La profesora abrió la puerta y dejó pasar a los chicos. En el despacho se encontraba el profesor Dumbledore y la profesora Sprout, jefa de la casa de Hufflepuff, que los miraban tremendamente disgustados.
-Profesor Dumbledore, ¿qué ocurre?-preguntó James.
-Eso me gustaría saber a mí.-replicó el director.
Los ojos azules del profesor Dumbledore, habitualmente afables, emanaban una seriedad y una rigidez que hizo que los chicos se preocupasen.
-Anoche, tres estudiantes de segundo año de la casa de la profesora Sprout fueron encontrados por Hagrid en la colonia de las acromántulas, y dijeron que vosotros los habíais citado.-explicó.
-¿Qué?-dijo Sirius, incrédulo.-Profesor, nosotros nunca...
Pero Dumbledore había alzado una mano para pedir silencio, y Sirius enmudeció.
-Os he pasado por alto muchas de vuestras bromas, pero poner en peligro la vida de otros estudiantes es muy grave.-dijo seriamente.-No tengo más remedio que solicitar vuestra expulsión al Consejo Escolar.
-¿Tiene alguna prueba de que hayamos sido nosotros, profesor?-preguntó desafiante Sirius.
-Los alumnos afirmaron que vosotros les enviásteis una nota.-respondió la profesora Sprout.
-¿Podemos verla?-solicitó James.
El profesor Dumbledore se metió la mano en un bolsillo del interior de la túnica escarlata y extrajo el trozo de pergamino. Se lo tendió a James, que lo asió y lo abrió. Los chicos echaron un vistazo y levantaron la cabeza, mirando al director.
-Esta no es nuestra letra, profesor.-dijo James.
-¿Me permitís echar un vistazo a esa nota?-pidió la profesora McGonagall.
Sirius tomó la nota de manos de James y se la tendió a la profesora. Esta la tomó y la miró detrás de sus lentes cuadradas.
-Efectivamente, Albus, esta no es la caligrafía de Potter ni de Black. Tampoco lo es de los señores Pettigrew o Lupin.-proclamó la profesora.
-¿Y entonces quién ha sido?-preguntó la profesora Sprout.
-Creo que tenemos una ligera idea.-dijo misteriosamente James, y este notó un brillo de comprensión en los ojos del director.
-Bien, por suerte no ha habido que lamentar ninguna desgracia. Podéis marchar.-dijo el director.-No habrá castigo.
James y Sirius abandonaron el despacho de la profesora McGonagall y se dirigieron de vuelta al Gran Comedor.
-Seguro que fue Snape.-dijo James.-Por lo de Hogsmeade.
-¡Quejicus!-gritó Sirius.-Se va a enterar.-declaró con todo el odio que fue capaz Sirius.
Y los dos entraron en el Gran Comedor, terminando de desayunar en silencio bajo las miradas de soslayo que les lanzaban Remus y Peter.
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¡Hola de nuevo! ¿Qué os ha parecido el capítulo? He querido hacer un homenaje a "Harry Potter y la piedra filosofal" en la primera parte del capítulo, si os habéis dado cuenta. También el crossover con "Animales Fantásticos" para terminar el capítulo con nuestros protagonistas.
Espero que os haya gustado. Ya sabéis que cualquier opinión, crítica o algo que queráis comentar del capítulo es bienvenida y será contestada. Como siempre os digo, ¡os leo!
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