Capítulo 26: Una excursión accidentada

Había pasado una semana desde que se había conocido la muerte de Syn Bones, y poco a poco la normalidad había vuelto al Colegio Hogwarts. Se había anunciado que ese fin de semana se recuperaría la excursión a Hogsmeade, lo que había hecho que entre los alumnos surgiera de nuevo una euforia colectiva.

Aquel viernes, a la salida de una hora de clase especialmente aburrida de Historia de la Magia, en la que el profesor Binns les había hablado de la revuelta de los duendes de 1622, Lily se encontró con Snape en el pasillo.

-Hola.-la saludó el chico, sonriéndola.

Marlene, Mary y Arista siguieron su camino, sin dirigirle la mirada. Lily le devolvió la sonrisa.

-Hola, Sev.-dijo.

Snape parecía excesivamente nervioso, no paraba de frotarse las manos, tragó saliva y se puso colorado cuando, entre titubeos, preguntó:

-¿Te-te gus-ta-ta-ría ir a Hogsmeade con-migo?

En aquel momento, los Merodeadores pasaron a su lado, y James soltó una estruendosa carcajada. Lily le dirigió una mirada ofendida, y sonriendo cruelmente, se volvió hacia Snape.

-Claro, Sev. Con gusto iré contigo a Hogsmeade.

Esto hizo que James se quedara ojiplático. Lily se alejó de allí para ir a su clase de Aritmancia, y Snape aprovechó para lanzar una mirada de triunfo a su máximo adversario. Sirius, Peter y Remus se llevaron de allí a James, que echaba chispas por los ojos.

-No le des importancia, Cornamenta.-dijo Remus.

A James se lo llevaban los demonios.

-¡¿Por qué?!-preguntó iracundo.-¡¿Cómo puede preferir a ese murciélago antes que a mí?!

-James-intervino Sirius.-solo lo ha hecho para vengarse. De verdad, no te ofusques.

Pero James no atendía a razones. Se fijó en un grupo de cuatro alumnos de segundo año, dos de ellos de la casa Slytherin. James extrajo su varita de la túnica. Remus y Sirius intentaron detenerle, pero este se zafó de ellos con facilidad.

-¡Melofors! ¡Desmaius! ¡Petrificus totalus!-exclamó, apuntando a cada uno de ellos.

Un alumno de Slytherin quedó atrapado por la cabeza en una calabaza gigante, el alumno de Ravenclaw cayó de espaldas, inconsciente, mientras que el segundo alumno de la casa verdiargéntica y una alumna de Hufflepuff quedaron rígidos como tablas y cayeron de bruces al suelo.

-¡Potter!-gritó alguien detrás de ellos.

James se dio la vuelta, y lo que vio le hizo enfadarse aún más. Era Lily, que había vuelto sobre sus pasos y lo miraba con desagrado.

-¿Se puede saber qué demonios haces?-preguntó ella, enfadada.

James la miró con gran disgusto, pero Lily no se acobardó.

-¿Que qué hago yo? La pregunta es qué haces tú, Evans.-respondió él.-¿A santo de qué viene quedar con Snape?-atacó.

Lily se cruzó de brazos y entrecerró sus preciosos ojos verdes, aquellos que hacían que James perdiera el sentido. El joven entendió rápidamente que había ofendido a la prefecta.

-Severus es amigo mío, Potter. Grábatelo en esa enorme cabeza que tienes.-repuso ella, cortante.

James estaba avergonzado consigo mismo. Había permitido que le dominaran los celos, cuando él tenía buen control sobre sus emociones.

-Lo siento, Evans.-murmuró, mirando al suelo.-Es solo que yo te he pedido varias veces ir a Hogsmeade juntos...

-Tú no eres mi amigo.-lo cortó ella.-Lo único que compartimos tú y yo, desgraciadamente, es la casa.

James alzó la cabeza. Ese comentario de Evans había sido excesivamente hiriente para él, y, por lo que observó, también para sus amigos. Miró a Lily y la rabia volvió a apoderarse de él.

-Sigue juntándote con esa gente, Evans.-repuso, dolido.-Algún día lo lamentarás.

-Lo único que lamento es haberte conocido, Potter.-zanjó ella, y se marchó.

No había dado ni diez pasos cuando la prefecta giró sobre sus talones, apuntó con su varita a cada uno de los estudiantes, deshizo los maleficios, se encaró con James y, señalándose la insignia que estaba prendida en su túnica, dijo con voz autoritaria:

-Se me olvidaba. Cincuenta puntos menos para Gryffindor.

El sábado llegó, y con él la excursión a Hogsmeade. Los alumnos se colocaron en fila en el vestíbulo, mientras el celador, el señor Filch, iba chequeando que todos estuviesen en la lista.

Aunque había llegado marzo, aquel día estaba muy desapacible. La noche antes había caído una gran nevada que había cubierto el suelo con un manto blanco. Lily se había puesto su capa gruesa de invierno, bufanda, guantes y se había recogido el pelo en un moño para poder cubrirlo con un gorro de lana que le habían regalado sus padres en su último cumpleaños. Se colocó al lado de Snape, que le sonrió. También él se había vestido con ropa de abrigo.

Lily se fijó en que un poco más adelante se encontraba James, mirándola resignado. Ella apartó la mirada, y sintió una punzada de remordimiento. El día anterior se había pasado en las cosas que le había dicho a Potter. «Pero es que Potter es insufrible a veces. Se merece que alguien lo ponga en su sitio de vez en cuando», pensó Lily.

-¿Estás bien?-preguntó Snape, haciendo que Lily se sobresaltara.

-Sí.-respondió ella, sonriéndole.-No es nada importante.

Cuando salieron al exterior, una fría brisa de aire les cortó la respiración por un instante. Una vez que se aclimataron a la temperatura, fueron caminando despacio, mientras charlaban, hasta el pueblecito de Hogsmeade.

Pasada media hora, llegaron a la aldea. Los habitantes habían derretido la nieve de la calle principal para facilitar el constante trasiego de gente que abarrotaba la calle, entrando y saliendo de los diferentes establecimientos. Sin embargo, todavía se observaba nieve en los tejados de las viviendas, y el humo salía por las chimeneas.

-¿A dónde vamos?-preguntó Snape.

-No lo sé.-contestó Lily.-¿A Las Tres Escobas?

Severus se encogió de hombros y asintió. Cualquier lugar era mejor que estar a la intemperie pasando frío.

Lily abrió la puerta del pub y entró. El repentino choque térmico hizo que los dos jóvenes entrasen rápidamente en calor, deshaciéndose de todas las prendas de invierno. En la barra se encontraban James, Sirius, Remus y Peter charlando animosamente con la curvilínea camarera del bar, la señora Rosmerta. James miró a los recién llegados con pena, pero seguidamente volvió a entablar conversación con Rosmerta. Esa visión hizo despertar en las entrañas de Lily una bestia que rugía exigiendo hechizar a James. «Tan dolido no estará cuando a las primeras de cambio habla con otra», pensó.

Dos estudiantes de quinto año de Slytherin de los que Lily solo conocía sus apellidos saludaron a Severus cuando este se movía entre las mesas.

-Eh, Snape, ven a sentarte con nosotros.-dijo Avery.

-Sí, no tienes por qué estar con esa escoria.-añadió Mulciber.

-Hola, chicos.-saludó a su vez Severus.-Hoy no puedo, lo lamento.

Los otros dos lanzaron miradas cargadas de asco y odio a Lily, pero ella sostuvo la mirada, valiente. Era de agradecer que en la taberna hubiera mucho bullicio, porque gracias a ello el comentario de Mulciber había pasado desapercibido para la mayoría. Sin embargo, Lily no había podido dejar de notar que James había tensado todos sus músculos y se había echado la mano al bolsillo de la túnica donde guardaba la varita. Pero pasados unos segundos, decidió que lo mejor era hacer oídos sordos antes que armar una revuelta. Lily suspiró, aliviada, y se dirigió hacia la última mesa libre situada en un rincón.

-¿Qué os sirvo, queridos?-preguntó solícita la señora Rosmerta cuando se acercó a ellos para atenderlos.

-Una cerveza de mantequilla.-contestó Lily sin mirar a la camarera.

-Lo mismo.-dijo Snape.

La camarera se dirigió hacia la barra, contorsionando con elegancia sus caderas. Esto hizo que muchos chicos se dieran la vuelta para observarla, incluyendo a Snape. Lily bufó.

-Hombres.-dijo, tremendamente enojada.-¿Es que no os fijáis más que en el físico?

Snape se giró para mirar a Lily, sin entender el enfado de la chica. Al poco, la señora Rosmerta volvió con dos jarras llenas de cerveza de mantequilla. Snape le dio las gracias, pero Lily se quedó en silencio. Bebió su cerveza rápidamente sin decir palabra, y, cuando la hubo terminado, dijo:

-Vámonos de aquí, Sev.

-Pero yo todavía no he acabado la mía.-protestó Snape.

Lily lo fulminó con la mirada, lo que hizo que el joven se acobardara y posase la jarra en la mesa. Ambos dejaron unas monedas en un platito de latón y salieron del pub, dejando el cálido ambiente de la taberna para regresar al exterior, donde soplaba un gélido viento del norte.

-¿Nos acercamos a la Casa de los Gritos?-propuso Lily.

-No.-negó Snape, aterrorizado.-Ese lugar está embrujado.

-No me digas que tienes miedo, Sev.-lo picó Lily.

Snape la miró, molesto.

-Si tener miedo significa querer salvar la vida, sí, tengo miedo.-respondió él.

-Vamos-lo retó Lily, agachándose para coger un poco de nieve del camino-a ver quién llega antes.-dijo, y le lanzó la bola de nieve.

La bola impactó de lleno en el rostro de Snape, que se limpió la cara con los guantes. Lily lo miraba, sonriendo pícaramente. Snape también formó una bola de nieve y se la lanzó, pero falló. Lily echó a correr, riéndose. Snape salió corriendo detrás de ella, olvidándose del lugar al que se dirigían.

Minutos después habían llegado a lo alto de una pequeña colina a las afueras del pueblo, desde la cual se podía divisar, detrás de una cancela, una cabaña de madera de dos pisos de altura. Las ventanas estaban cegadas con tablas de madera, y la puerta parecía estar atrancada.

-¿Y esto te da miedo?-se burló Lily.

-Cuentan que está habitada por unos espíritus muy agresivos.-repuso Snape, alejándose.

Entonces Lily y Snape se dieron la vuelta. Habían oído algo.

-¿Lo ves?-murmuró Snape, nervioso.-Te lo dije, este lugar está maldito.

-Cálmate, Sev. Seguro que hay una explicación.

Segundos después, James y Sirius aparecieron en lo alto de la colina.

-¿Qué tal, Evans?-la saludó James.

-¿Admirando las vistas de tu nueva casa, Quejicus?-se burló Sirius.

Snape se llevó una mano al interior de la túnica.

-No quiero peleas.-advirtió Lily.

James puso cara de niño bueno y Sirius la miró como si hubiera dicho algo extremadamente inverosímil.

-Solo hemos venido a dar un garbeo por aquí, Evans.-contestó James.

Pero Lily los miraba perspicazmente.

-¿Dónde habéis dejado a los otros dos?-preguntó.

-¿A quiénes?-contestó Sirius, con tono de no entender la pregunta.

-A Remus y a Pettigrew.-respondió la pelirroja.-Vosotros cuatro siempre estáis juntos.

-Siento decepcionarte, Evans.-dijo James.-Remus y Peter han decidido volver a la escuela antes de tiempo por el frío.

Al terminar de decir esto, se alzó una ráfaga de viento y la puerta de la cancela se abrió bruscamente.

-¿Lo ves?-gritó aterrorizado Snape.-Te dije que aquí había fantasmas.

Acto seguido, de un charco de barro del camino saltó una cantidad abundante y manchó la túnica de Snape. Este saltó hacia un lado, con el rostro lívido de terror. Entonces cayó al suelo por acción de una fuerza invisible. Algo tiró de su bufanda hacia arriba y lo arrastró por el suelo unos metros hacia el interior de la cancela.

-Pues sí que parece que hay fantasmas.-comentó Sirius, mientras James y él no podían parar de reír.

-¡Basta!-gritó Lily, cuando Snape salió corriendo despavorido y volvió a caer sin causa aparente.

Lily se acercó a James y Sirius, que tenían lágrimas en los ojos de tanto reír.

-No sé cómo lo habéis hecho-murmuró, tremendamente enfadada.-pero no ha tenido nada de gracia.

Y acto seguido, marchó de allí llamando a Snape, que seguía corriendo sin detenerse en dirección al colegio.

-Ya podéis salir, chicos.-informó Sirius, y Remus y Peter salieron de debajo de la capa invisible, sin poder contener la risa.

Ese mismo día, lejos de allí, bajo el suelo de Londres, en un despacho del Ministerio de Magia repleto de fotos de magos tenebrosos, entraba un enorme cárabo que se posó en un escritorio. En él no había más que una foto en movimiento de un apuesto joven de ojos y pelo castaños, que sonreía tímidamente. Completaba su atuendo de camisa y chaleco con un elegante abrigo azul, por el cual asomaba una pequeña criatura que parecía un palito verde con unos ojos saltones.

Unas manos de una de cierta edad asieron la carta del pico del búho, y este retomó el vuelo, dejando caer sus excrementos al salir de la oficina. La mujer, de pelo oscuro que presentaba ya alguna cana y grandes ojos marrones muy expresivos, dio la vuelta al sobre. En el anverso presentaba un sello lacrado del colegio Hogwarts. La mujer rompió el lacre y extrajo la carta del sobre.

Mi estimada Propertina:

Te escribo esta carta para pedirte que Newt y tú os reunáis conmigo en mi despacho en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería mañana por la noche. Es un asunto confidencial de suma importancia, por lo que destruye esta carta en cuanto la leas para evitar que caiga en manos no deseadas.

Espero que los dos estéis bien.

Sin más, os deseo un buen día.

Con mis más sinceros deseos,

Albus Dumbledore

Pd: No hay nada que me desagrade tanto como un las grageas Bertie Botts.

Al finalizar la lectura, Tina Scamander alzó su varita y con un movimiento, prendió fuego al pergamino, haciendo que este se convirtiese en cenizas.

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¡Hola! Nuevo capítulo, y esta vez con una sorpresa final que si sois fans tanto de la saga de Harry Potter como de Animales Fantásticos, deseo que os guste. ¿Os ha hecho gracia la broma de los Merodeadores a Snape? ¿Qué os parece el comportamiento de Lily? Como siempre os digo, leo todas vuestras críticas y comentarios al capítulo. ¡Nos leemos!

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