Capítulo 25: Marcas y arrebatos

     El pequeño pueblo de Stratford se encontraba completamente en silencio, un silencio que fue roto por el ruido que hicieron dos hombres pelirrojos que rozaban la treintena al aparecerse. Los dos recién llegados eran como dos gotas de agua, la misma estatura, la misma complexión y la misma apariencia. Solo se diferenciaban en la ropa. Uno de ellos vestía una túnica de mago, mientras que el otro parecía que iba a un concierto de rock. Se había puesto una cazadora roja, unos pantalones negros y unas botas, que, a juzgar por el tejido, eran de piel de dragón. Los dos extrajeron sus varitas a la vez y escudriñaron en la oscuridad.

     Comenzaron a caminar por el pueblo hasta que vislumbraron, a las afueras del mismo, algo enorme de color verde que destellaba en lo alto del firmamento. Echaron a correr hacia el lugar donde había aparecido esa silueta, y se encontraron frente a una casita solitaria que, por cómo había quedado, había sido víctima de un ataque, y entonces vieron con claridad qué era lo que emanaba aquella luz verde. En el despejado cielo, brillando como una terrorífica constelación, se hallaba la enorme silueta de un cráneo del que salía, a modo de horrorosa lengua, una serpiente que se enroscaba como una cenefa alrededor de la espectral calavera.

     -Maldición.-juró Fabian Prewett entre dientes.-Hemos vuelto a llegar tarde.

    A su lado, su hermano Gideon avanzó con cautela y traspasó el umbral de la entrada. La casa había quedado totalmente patas arriba, con los muebles del salón rotos, y parte de la pared agujereada. El pelirrojo se percató de la presencia de un cuerpo que yacía en el suelo. Se acercó a él y le dio la vuelta, encontrándose con los ojos inexpresivos, vacíos de cualquier atisbo de vida, de Syn Bones.

     Gideon cerró los párpados de la mujer en señal de respeto, cuando fue lanzado por los aires. El mayor de los gemelos chocó contra la pared y quedó inmóvil. Fuera de la casa, Fabian había escuchado el ruido, y entró corriendo. Se arrodilló junto a su hermano y le tocó el cuello, buscando el pulso. Alzó la vista cuando notó unos pasos cerca de él, y observó cómo de entre las sombras surgían cuatro figuras encapuchadas, tres de ellas enmascaradas.

     -Me imaginaba que vendríais a salvar a la señora Bones, aurores.-dijo la primera figura, con una voz tan fría que a Fabian se le heló la sangre.

     Entonces, la figura que había hablado se llevó dos manos espectrales, con unos dedos anormalmente largos, y se bajó la capucha. El auror miró la cara del mago que había poblado las pesadillas de muchas familias mágicas y muggles desde hacía cinco años. Ante él se hallaba un mago alto, de piel blanco tiza, ojos rojos, pupilas alargadas y dos rendijas en donde debería haber estado la nariz.

     Fabian se puso en pie y clavó decidido la mirada en el rostro de lord Voldemort. El mago tenebroso alzó la varita, apuntando a Fabian.

    -¡Avada Kedavra!

    Un haz de luz verde surgió del extremo de la varita de Voldemort. Fabian se quedó petrificado, sin saber cómo reaccionar. Pero de la nada apareció un enorme muro de piedra. La maldición asesina chocó contra él, y el muro se hizo añicos. Voldemort buscó el origen de aquel hechizo.

    -Dumbledore.-siseó.

    En el umbral de la puerta habían aparecido varias personas. En primer lugar se encontraba Albus Dumbledore, cuyos ojos azules destellaban con determinación, y tenía la varita levantada. Tras él se encontraban Alastor Moody y Dorcas Meadowes. Los tres entraron en la estancia enarbolando las varitas en actitud de ataque.

     Moody lanzó una maldición de inmovilización contra uno de los mortífagos, que la bloqueó con un encantamiento escudo. Otro de los mortífagos lanzó una maldición asesina que pasó rozando a Dorcas y chocó contra la pared, quemándola. Dumbledore agitó la varita e hizo surgir unas cuerdas que atraparon a Voldemort, pero se deshicieron en llamas. El mago tenebroso agitó la varita y una gran nube de oscuridad inundó la habitación.

     Cuando la oscuridad se desvaneció, el Señor Tenebroso y los mortífagos habían desaparecido.Dumbledore se arrodilló frente a Gideon.

     -Está desmayado, Fabian.-dijo, ante la cara de miedo del otro gemelo.-Llévalo a casa y espera a que se recupere.

Luego se levantó y se dirigió hacia Moody y Dorcas.

-Tengo que volver a Hogwarts.-respondió.-Volved al Ministerio y mantenedme al corriente de las noticias. Habrá que avisar de la muerte.-añadió, mirando con pesadumbre el cadáver.

     -Yo lo haré, Dumbledore.-se ofreció Moody.-Tengo que reunirme con Crouch.

     Dumbledore asintió. Salió al exterior, y bajo la luz que emanaba de la Marca Tenebrosa, giró sobre sí mismo y desapareció.

     La situación en Hogwarts era diametralmente opuesta. Los estudiantes se encontraban charlando animadamente a la hora del desayuno en el Gran Comedor en aquella mañana del sábado.

     -Hoy tenemos excursión a Hogsmeade.-decía alegremente Marlene.

     -Sí.-respondió Mary.

     -Por fin podré ir a probar los nuevos caramelos de sirope de calabaza de Honeydukes.-añadió Arista.

     Lily sonrió. Echaba de menos las excursiones a la aldea mágica cercana al Colegio. Con nuevos ánimos, pinchó con el tenedor unas salchichas empanadas a las hierbas y untó mermelada de naranja dulce en una tostada. Se produjo un enorme rugido en el Comedor cuando las lechuzas del correo entraron por los ventanales, salpicando a los alumnos con gotas de agua. Fuera estaba lloviendo.

     Una bonita lechuza parda se posó frente a Lily, la cual extendió la mano para coger la edición matutina de El Profeta, y depositó varios knuts en la bolsita que la lechuza llevaba atada a la pata. El animal alzó el vuelo nuevamente.

     -Oh, no.-murmuró Lily, extendiendo el periódico.

     -¿Qué ocurre?-preguntaron las demás.

     Como respuesta, Lily les pasó el periódico. Arista endureció el semblante, Mary se llevó las manos a la boca, horrorizada, y Marlene soltó un exabrupto. En primera página se hallaba la foto en movimiento de la Marca Tenebrosa. El titular rezaba "Hallada muerta una funcionaria del Ministerio". Mary, con manos temblorosas, abrió el periódico y comenzó a leer la noticia.

     La funcionaria del Ministerio, Syn Bones, de 40 años, fue hallada muerta en la pasada noche en una casa de las afueras de Stratford. El cadáver fue encontrado bajo la silueta de la Marca Tenebrosa, lo cual parece obedecer a un asesinato perpetrado por El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado o sus correlegionarios, aquellos magos y brujas que se hacen llamar a sí mismos mortífagos. Tras los sucesos, se trasladó hasta allí Bartemius Crouch, Jefe del Departamento de Seguridad Mágica del Ministerio de Magia.

     -"Estamos haciendo todo lo posible por acelerar la aprobación de la ley que garantice a nuestros aurores la posibilidad de utilizar las maldiciones imperdonables contra Quien-ustedes-saben y sus seguidores, en base a la ola de asesinatos que está habiendo de miembros del Ministerio y de muggles".-aseguró el señor Crouch a nuestra reportera, la joven Rita Skeeter.

     Fuentes del Ministerio han confirmado a este diario que se harán redadas todas las noches, y que se colocará personal de refuerzo a las principales figuras del Ministerio, así como al Primer Ministro muggle.

     Hasta que se obtengan nuevas averiguaciones, el Ministro de Magia ha recomendado extremar la precaución, mantenerse con gente en todo momento y conocer los principales hechizos defensivos para poder protegerse en caso de ataque, así como la utilización de contraseñas en los núcleos familiares, para evitar que alguien no deseado pueda infiltrarse utilizando Poción Multijugos. También solicita la colaboración de la comunidad mágica para informar en caso de que se produzcan ataques por inferi, o se detecten comportamientos extraños en una persona, para poder actuar si esta se encuentra bajo los efectos de la maldición Imperius.

     Cuando terminó de leer, Mary levantó los ojos del periódico. Marlene estaba apesadumbrada, Arista derramaba lágrimas y Lily se giró para mirar la mesa de Slytherin. Prácticamente ningún alumno en la mesa de la casa de la serpiente parecía estar consternado, es más, Lily observó con estupor como varios estudiantes sonreían y señalaban entre ellos la noticia. Lily apartó la mirada, asqueada.

     -Hola, chicas.-saludó detrás de Lily la voz de Remus.

    Los Merodeadores habían llegado al Gran Comedor. Aquella mañana se habían levantado más tarde, y habían sido de los últimos en llegar a desayunar.

     -¿Ocurre algo?-preguntó James, observando los rostros de las cuatro alumnas.

     Marlene tomó el periódico de manos de Mary y se lo pasó a Remus. Los cuatro chicos se juntaron y lo leyeron en silencio. Cuando terminaron, James lanzó una mirada de odio a la mesa de Slytherin. Sirius, sin embargo, fijó sus ojos en Marlene, que había comenzado a sollozar, y la abrazó torpemente.

     -¿Estás bien?-preguntó dulcemente.

     Por toda respuesta, Marlene se giró y comenzó a llorar en el hombro de Sirius. Este no supo cómo reaccionar y se quedó quieto. Sirius levantó la vista y miró por encima de la coronilla de la joven, para ver cómo una alumna de séptimo curso de Ravenclaw salía corriendo del Gran Comedor.

     -Sujétala, James, por favor.-pidió Sirius.

     Este tomó el relevo de Sirius y abrazó a Marlene, que no paraba de llorar. Sirius salió del Gran Comedor aprisa, y al hacerlo chocó contra su hermano pequeño.

     -Ten más cuidado, traidor.-le espetó Regulus, pero Sirius no le hizo caso y echó a correr escaleras arriba.

     Finalmente, encontró a la joven en un lavabo de chicas del segundo piso, agarrada a uno de los lavabos y llorando desconsoladamente. Sirius miró a ambos lados antes de franquear el umbral y cerrar la puerta tras él.

     -Amelia.-llamó él, y la joven alzó la cabeza.

     Era una chica morena, de ojos grises penetrantes y serios, aunque en aquella ocasión se encontraban con una película brillante de lágrimas y expresaban una enorme desazón.

     -Amelia.-repitió Sirius.-Me acabo de enterar. Lo siento mucho.

     Amelia Bones se acercó a Sirius y lo abrazó, llorando. Sirius le devolvió el abrazo como un hermano, y acarició el cabello negro de la joven Bones, una de las familias sangre pura con la cual Sirius mantenía una buena relación, a diferencia del resto de la familia Black.

     Pasados unos minutos, Amelia paró de llorar y se separó de Sirius, mirándolo lleno de agradecimiento en sus ojos grises, cuando de repente se abrió la puerta de golpe y una corriente de aire entró en la sala. Los dos se separaron, y a Sirius se le cayó el alma a los pies.

     Allí estaba Marlene, mirándolos, y Sirius vio decepción en aquellos ojos azules. James llegó jadeando, y detrás de él apareció Lily. Sirius se acercó a Marlene.

     -Marls, esto no es lo que parece.-dijo.

     Pero Marlene no lo escuchaba. Alzó la mano y golpeó con una sonora bofetada a Sirius, que la miró con estupor. La joven Mckinnon, lanzando una mirada de tristeza a Sirius y fulminando a Amelia con la mirada, se dirigió llorando escaleras arriba. Lily la siguió.

     -Te dije que Black no te convenía.-la oyeron decir.Amelia se encontraba ahora doblemente disgustada.

     James no fue capaz de ocultar su enojo y le pegó una patada a la puerta del aseo.

     -Sirius, lo siento.-dijo Amelia.

     -No te preocupes.-repuso él, con una voz rasgada por el dolor.

     -Tendremos que solucionarlo.-repuso James, y Amelia asintió.

     Aquel día se suspendió la excursión a Hogsmeade y los estudiantes fueron exhortados a permanecer en las Salas Comunes de sus respectivas casas. El ambiente en la Torre de Gryffindor era completamente incómodo. Los Merodeadores se habían sentado al lado de una ventana, y miraban hacia los sillones que estaban frente a la chimenea, donde se hallaban Marlene y su grupo de amigas. De vez en cuando, Lily giraba la cabeza y lanzaba una mirada de profunda antipatía a Sirius.

     Pasadas dos horas, Sirius se levantó de su sitio.

     -Me voy a dormir.-anunció a sus amigos.

     Ninguno de ellos le pidió que se quedase. Entendían que prefería estar solo. Diez minutos después, James salió de la Sala común y abrió el retrato nuevamente para entrar con Amelia Bones. Se dirigieron hacia los sillones donde estaba Marlene.

     -¿Qué hace ella aquí?-espetó Lily.

     -Está aquí porque yo le he pedido que viniera.-respondió James.-Marls, por favor, te suplico que la escuches.-rogó el pelinegro.

     Pero Marlene se levantó de la butaca en la que estaba sentada y sin echar una mirada, se dirigió hacia los dormitorios de las chicas. Amelia apresuró el paso y se interpuso entre la puerta y la joven.

     -Me vas a escuchar, Mckinnon.-ordenó ella.

     -No tengo por qué escuchar tus estúpidas excusas.-replicó ella.-No sé quién eres, pero si quieres a Black, es todo tuyo.

     Amelia prorrumpió en carcajadas cargadas de cólera.

     -Si crees que tengo interés en Sirius, estás muy equivocada.-dijo.

     -¿Pretendes convencerme de lo contrario cuando vi lo que vi?-preguntó Marlene.

     -¡Sirius me estaba consolando, estúpida!-gritó la Ravenclaw.

     -Marls-intervino James-ella es Amelia Bones. La mujer a la que mataron era su hermana.

     Entonces la expresión de Marlene cambió, percatándose de su error, y miró a Amelia con cara de remordimiento.

     -Sirius es un buen amigo de mi familia, Mckinnon. Por eso me buscaba.

     Marlene no sabía dónde meterse. Bajó la cabeza, avergonzada. Había metido la pata hasta el fondo.

     -Yo... lo siento muchísimo.-dijo ella.-Soy una idiota.

     Amelia le tomó del mentón con suavidad y la hizo alzar la cabeza. Los ojos de Marlene se encontraron con los grises de Amelia, y la primera se sintió todavía peor cuando vio que en los ojos de la alumna de Ravenclaw no había ni un asomo de rencor, sino entendimiento.

     -Habla con Sirius y arregla las cosas con él.-le rogó Amelia, sonriéndole.

     Marlene asintió con un nudo en la garganta, y la abrazó. Amelia, sorprendida por tan repentino arranque, correspondió al abrazo. Cuando se separaron, Marlene la miró con los ojos brillantes.

     -Gracias.-murmuró, y abrió la puerta, dirigiéndose escaleras arriba.

     Amelia miró a James y sonrió tristemente.

     -Creo que ya no hago falta aquí.-dijo.

     -¿De verdad no quieres quedarte?-preguntó James.

     -No, gracias, James.-agradeció Amelia.-He de volver a la Torre de Ravenclaw. Tengo que preparar mi equipaje. Mañana marcho para la celebración del funeral.

     Y sin más palabra, la alumna de Ravenclaw se dirigió a la entrada, empujó el retrato y salió por el agujero. James se dirigió de nuevo hacia la butaca donde estaba Lily.

     -A ver si empiezas a no juzgar a la gente con tanta rapidez.-dijo, molesto.

     -Potter...

     La pelirroja levantó la cabeza para replicar, pero James Potter ya había desaparecido por las escaleras que conducían a los dormitorios de los chicos.

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   ¡Hola! He cambiado la sangría, ya que he leído que en Wattpad es mejor que sea así. Decidme en los comentarios si se os hace más sencillo así o de la otra manera.

   En otro orden de cosas, capítulo muy intenso en el que ha habido de todo. Como siempre os digo, espero vuestros comentarios y críticas sobre lo que os ha parecido el capítulo. ¡Os leo!

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