Capítulo 21: Un dulce pasadizo

Al día siguiente, la pandilla más popular de Hogwarts entró al desayuno en el Gran Comedor, recibiendo algún aplauso de los estudiantes y caídas de ojos por parte del grupo de fans de los Merodeadores. Marlene puso los ojos en blanco cuando vio a Sirius saludar con una sonrisa a una estudiante de Ravenclaw. Los chicos se sentaron en sus sitios en la mesa de Gryffindor y comenzaron a servirse el desayuno. James tomó unos huevos revueltos con cebollino y champiñones, Sirius se sirvió unas tiras de bacon con alubias y tostadas con mantequilla, Remus hizo lo propio con tostadas con mermelada y gachas de avena y finalmente Peter se sirvió una mezcla de verduras con jamón y unos baklavas. Para beber todos tomaron zumo de calabaza.

-Hoy tenemos salida, ¿no?-preguntó Peter en voz baja.

Sirius y James chistaron. Remus los miró con cara de circunstancias.

-Esto no está bien.-dijo, llanamente.

-Vamos, Lunático-replicó James-no me digas que no te lo pasas bien.

Remus sonrió levemente. James guiñó el ojo a Sirius y Peter.

Unos asientos más lejos, Lily se encontraba hablando con sus amigas.

-Hoy tenemos un día duro.-estaba diciendo la pelirroja.

Cuando levantó la vista, vio que las otras tres miraban a los Merodeadores. Lily dio una palmada al aire, lo que hizo que Mary, Marlene y Arista botaran en sus sitios del susto.

-Perdona, Lils.-dijo Arista.-¿Decías?

-Ya veo que os interesan más esos que las clases.-respondió ella, señalando con la cabeza a los Merodeadores.

-Lils-dijo Marlene, hastiada-nos sabemos el horario de memoria. Hoy tenemos Aritmancia, Estudios Muggles, dos horas de Pociones y dos horas de Defensa Contra las Artes Oscuras. ¿Contenta?

Lily sonrió. Marlene se irritaba con facilidad.

-¿Qué tal con Black?-quiso saber ella.

La joven rubia, que estaba bebiendo un sorbo de zumo, se atragantó.

-¿Cómo?-preguntó entre resoplidos.

-Vamos, Marls, no niegues lo evidente. Te gusta Black.-siguió Lily.

Mary y Arista asintieron.

-Bueno-claudicó Marlene-James está en ello.

El rostro de Lily fue de relajación a tensión en dos segundos.

-¿Que Potter qué?-inquirió, enojada.

-Lo que has oído. James me va a echar una mano con Sirius.

-Así que ya no es Black, Marls.-la picó Arista.

-La verdad, no veo a James de alcahuete.-añadió Mary.

Lily sacudió las manos para pedir silencio.

-Pero vamos a lo importante, Marls. Porque aquí James no hace favores de manera desinteresada.

-¿Y tú qué sabes, Lils?-contraatacó Marlene.

-¿Te ha pedido algo?-preguntó la prefecta.

Marlene sostuvo la mirada y los ojos azules se encontraron con los verdes, pero esta vez no cedió.

-No me ha pedido nada, Lils.-afirmó ella.

Lily suspiró aliviada. Cuando terminaron el desayuno, las chicas se dirigieron a la clase de Aritmancia, mientras que los Merodeadores tomaron el camino de los terrenos para la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas y ya no se vieron hasta la tarde, momento en que volvieron a encontrarse en la doble clase de Pociones, que daban junto a los alumnos de Slytherin. Aquel día, el profesor Slughorn les había pedido que elaborasen la poción de Despertares.

-La primera vez son tres veces en el sentido de las agujas del reloj-corrigió Remus a Peter.

Como era habitual, Lily, Snape, James y Sirius consiguieron la máxima nota en sus pociones. Cuando sonó la campana que indicaba el final de las clases, los alumnos de Slytherin se dirigieron hacia su sala común, mientras que los Gryffindor se dirigieron al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras para su doble lección. Aquel día estudiaron los efectos del hechizo de desvío de maleficios. Remus, James y Sirius fueron los únicos estudiantes que lo realizaron perfectamente a la primera, mientras que Lily tuvo que intentarlo cuatro veces hasta que consiguió hacerlo.

A la hora de la cena, Remus estaba mohíno. James y Sirius trataron de animarlo, pero fue en vano. Remus cenó un pavo relleno de pasas, James comió pastel de carne con riñones y patatas, Sirius devoró un entrecot de buey rociado en salsa de comino y Peter degustó una apetitosa empanada de verduras. Una vez que cenaron, se dirigieron a la Sala Común, entraron por el agujero del retrato y los cuatro se sentaron en las mejores butacas frente a la chimenea. Remus era incapaz de articular palabra, estaba abstraído en sus pensamientos, así que los chicos no se percataron de cuando Marlene se sentó junto a ellos.

-¿Os pasa algo?-preguntó ella, al ver el rostro serio de Lupin.

-Ah, hola Marls.-saludó James.-Nada, Remus tiene un pequeño problema peludo en casa y tiene que ir ahora a solucionarlo.

-Vaya, siento mucho lo de tu conejo, Rem.-dijo Marlene.

Remus agradeció el gesto con un ademán, se puso en pie y subió a las habitaciones. Quince minutos después salió con su capa de viaje y atravesó el agujero del retrato para salir de la torre.

-No te preocupes, Mckinnon.-dijo Sirius, viendo el rostro de Marlene.-Todos los meses tiene que volver a casa. Entre su conejo y su madre, el pobre Remus no tiene ningún tipo de relajación.

Marlene asintió, comprensiva. Entonces miró a Sirius y deslizó su mano tímidamente para rozar la de él. Sirius no apartó la mano, pero miró extrañado a la joven.

-¿Qué haces, Mckinnon?-preguntó, incómodo.

-Perdona, Black, no sabía que estaba tu mano ahí.-respondió ella, coquetamente, quitando la mano.

Sirius alzó las cejas, escéptico, y Marlene rio. James también soltó una carcajada ante la expresión de alborozo de Sirius. Este, molesto, se levantó del asiento y se dirigió hacia los dormitorios. Peter no tardó en seguirlo.

-Es un comienzo.-dijo James cuando se quedaron solos.

-Sí. Tampoco ha reaccionado como yo esperaba.-respondió Marlene.

-Yo pensaba que iba a pegar un salto.-añadió James, y Marlene volvió a estallar en carcajadas.

James subió al final a la habitación, despidiéndose de Marlene, que se había quedado para esperar a sus amigas.

Remus llegó al vestíbulo para encontrarse con la señora Pomfrey. Ella abrió la puerta de roble y los dos salieron a los terrenos del castillo con las últimas luces del atardecer. Ninguno se percató del joven moreno de pelo grasiento que los miraba a través de una ventana del primer piso. Caminaron hasta las proximidades del Sauce Boxeador, que se agitó un poco al notar presencia cercana. La señora Pomfrey agitó su varita e hizo que una ramita del suelo tocase el nudo en el tronco que dejaba inmóvil al gran árbol. Remus se deslizó por el hueco que quedaba y atravesó el tunel en solitario hasta llegar a la cabaña que le servía de refugio. Allí esperó hasta que el sol se perdió por el horizonte y en su lugar apareció una gran luna llena que bañó la superficie de la habitación.

En cuanto el haz de luz blanca alcanzó a Remus, el chico gritó de dolor y cayó de rodillas sobre el polvoriento suelo de la cabaña. Se miró sus manos, que se agrandaban dolorosamente, deformándose. Las uñas empezaron a crecer a velocidad alarmante. La espalda se combó, acentuándose la cifosis dorsal, la columna comenzó a crecer, de tal manera que nuevas vértebras y pequeños huesos empezaron a surgir a nivel sacro, las escápulas se lateralizaron, y los pies empezaron también a crecer a un ritmo alarmante, haciendo que quedasen aprisionados en los zapatos, que se rompieron cuando las garras del lobo fueron a desabrocharlos. La cara se le alargó, los dientes se hicieron más afilados, las orejas cambiaron de posición y se tornaron en orejas puntiagudas, y el pelo fue cubriendo poco a poco el cuerpo de aquel ser.

Tras cinco minutos que se hicieron eternos, el lobo aulló, libre al fin de su envoltura humana. Se abalanzó sobre la puerta, arañándola con las garras, la sed de sangre humana era demasiado fuerte, pero allí no había nadie a quien morder, de tal manera que el lobo comenzó a morderse a sí mismo, lo que provocaba nuevos aullidos. Dos horas más tardes, el lobo estaba tumbado en el suelo, exhausto, cuando levantó la cabeza y olfateó al aire. Había alguien allí. El lobo se acercó, gruñendo. Unos segundos después, un gran perro negro apareció, ladrando, y se puso a jugar con el lobo. Detrás del perro entraron una pequeña rata gris y un ciervo con una prominente cornamenta.

Los cuatro animales se dedicaron a jugar entre ellos. Mientras tanto, en la mente del lobo se libraba una batalla. Por un lado estaba su instinto lobuno, que pedía a gritos morder a algún humano, y por otra parte algo dentro de él reconocía que esos animales no lo eran del todo y que se sentía cómodo con ellos.

El perro se acercó hasta el pequeño agujero que llevaba al túnel y salió por él, seguido de la rata. El ciervo miró al lobo, y los ojos marrones se encontraron con los ojos ambarinos del gran cánido. El ciervo indicó con sus cuernos la salida del túnel, y el lobo desapareció por el túnel. El ciervo no tardó en seguirle.

Cuando estuvieron fuera, se alejaron rápidamente del alcance del Sauce. El ciervo agachó la cabeza y con uno de sus cuernos enganchó algo que estaba en el suelo. Con un movimiento rápido liberó una especie de capa que cayó sobre los cuatro animales, cubriéndolos, y en ese momento se dirigieron a la salida del colegio, pasando las verjas flanqueadas por jabalíes alados, y se dirigieron en dirección norte.

El alba despuntaba cuando los cuatro animales llegaban al pequeño pueblo de Hogsmeade. En ese momento, el lobo aulló de dolor, y poco a poco fue transformándose en un joven de quince años de pelo castaño. Remus alzó los ojos y vio a James, Peter y Sirius sonriéndole bajo la capa de invisibilidad de James. El estado de Remus después de la transformación era lamentable. Tenía la ropa hecha jirones, los zapatos rotos y presentaba marcas en las manos de arañazos.

-Ten, Lunático.-dijo Sirius, dándole un par de zapatos nuevos.

-Gracias, Canuto.-dijo Remus, calzándoselos.

-Y aquí tienes, camisa y túnica nuevas.-dijeron James y Peter extrayendo sendas prendas de sus bolsas.

Remus se vistió debajo de la capa. Una vez estuvo listo, James cogió la capa y tiró de ella, haciendo que los cuatro aparecieran en mitad del pueblo, que estaba vacío en ese momento. James se guardó la capa en la túnica, y los cuatro se dirigieron a Zonko, la tienda de artículos de broma.

-Alohomora-dijo Sirius, apuntando a la cerradura de la puerta.

Sonó un chasquido y la puerta se abrió de par en par. Los chicos entraron en la tienda. Los estantes estaban repletos de diversos artículos de broma como discos voladores con colmillos, bengalas mágicas o boomerangs porrazo. Encima del mostrador había una caja con el rótulo James Potter. Los cuatro se acercaron a la caja y la abrieron. Dentro había varias bengalas del doctor Filibuster, discos con colmillos y pergaminos que insultaban al lector.Remus miró a James.

-Envié a Iris con el dinero el lunes pasado para que nos lo dejasen preparado.-explicó este.

-Déjate de explicaciones, Cornamenta.-dijo Sirius, y cogió la caja.

Los Merodeadores salieron de Zonko y se dirigieron hacia la calle principal, a la tienda de Honeydukes. James abrió esta vez la puerta y compró a Remus unas tabletas de chocolate, dejando el dinero en el mostrador con una nota. Peter olisqueó el aire.

-Aquí hay algo.-dijo simplemente.

-Specialis revelio-musitó Remus, alzando su varita.

Un rastro de huellas mágicas apareció en el suelo.

-Vamos.-apremió Sirius.Las huellas se dirigieron hacia la trastienda de Honeydukes.

James cerró con magia la puerta de la tienda de golosinas, y se dirigió siguiendo a los demás hasta la parte trasera de la misma, bajando unas escaleras para llegar al sótano de la misma. Las huellas terminaban en una trampilla.

-¿Qué habrá ahí?-preguntó Sirius.

-No lo sé.-respondió Peter, intranquilo.

-Vamos a averiguarlo, ¿no?-apuntó James, entusiasmado.

Pero el resto miraba de manera escéptica la trampilla.

-Yo voy.-aseguró James valientemente, y cogió la argolla de la trampilla, tiró de ella y se metió por el agujero.

Sirius suspiró y fue tras él, tras dar la caja a James. Remus siguió a sus amigos y, lleno de miedo, Peter cerró la marcha, volviendo a tapar la trampilla. Los Merodeadores se vieron atrapados en la oscuridad.

-Lumos-musitaron Remus y Sirius.

Dos pequeñas puntas de luz aparecieron en los extremos de sus varitas, iluminando un angosto túnel bajo de tierra que descendía, con un tamaño para una persona delgada.

-¿Dónde estamos?-preguntó un angustiado Peter.

-Calla, Colagusano.-mandó Sirius.

James empezó a bajar por el túnel, seguido en fila de a uno por Sirius, Remus y Peter. El túnel era largo y el trayecto debía hacerse despacio y prácticamente agachados. Tras caminar unos cuarenta y cinco minutos, el túnel volvió a subir, y se mantuvo así durante unos quince minutos. Parecía que el trayecto no tenía fin cuando James chocó contra algo duro.

-¡Ay!-gritó James, frotándose la coronilla por el dolor.

Sirius proyectó el haz de luz hacia delante. Había algo sólido delante de ellos, como una pared. James la palpó. Era piedra, pero no estaba trabajada en forma rectangular, sino que parecía tener otra silueta.

-Esto es una estatua.-adivinó James.-Probablemente estemos en Hogwarts.

-¿Y cómo salimos de aquí?-preguntó Peter.

-Alohomora-pronunció Remus, pero no ocurrió nada.

-Estamos encerrados.-repetía Peter, muy nervioso.

-Cálmate, Colagusano.-pidió James.-Saldremos de esta.

Los cuatro enarbolaron sus varitas y probaron todos los hechizos que conocían, desde el encantamiento de apertura hasta el encantamiento detonador, pero ninguno funcionó.

-¿Cómo demonios salimos de aquí?-preguntó Sirius, exasperado.

Y entonces, como si el túnel les hubiera oído, apareció una palabra escrita en pequeñas letras doradas en la piedra. James se acercó y se encogió de hombros.

-Por probar.-dijo, y golpeó con su varita la piedra.-Disendio-musitó.

El túnel comenzó a temblar, la piedra empezó a separarse y se formó una pequeña escalera de piedra en medio. James, con una sonrisa en la cara, pasó la caja con los artículos de broma a Remus y lideró la subida.

-¡Estamos en Hogwarts!-gritó cuando llegó arriba.

Remus agitó su varita y la caja levitó hasta salir por el pequeño agujero. James, con la destreza de un jugador de quidditch, la atrapó al vuelo. Remus fue el segundo en salir, seguido por Peter y finalmente, Sirius. Los cuatro contemplaron la escena. Se hallaban en el corredor del tercer piso, y detrás de ellos se encontraba la estatua de una bruja tuerta y jorobada.

-Vamos.-dijo Sirius, cuando empezaron a oírse ruidos de pasos.

Y los cuatro se alejaron de allí a buen paso. Cuando hubieron salido del corredor, la estatua volvió a su posición original, cerrando el pasadizo secreto que existía en su interior. Los Merodeadores se mezclaron en la Gran Escalera con la multitud, y, así, cansados pero felices, entraron en el Gran Comedor a la hora del desayuno.

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¡Hola! Siento haber estado unos días sin escribir, he estado ocupado. ¿Qué os ha parecido el capítulo? Esta es la parte difícil del relato, imaginar cómo pudieron encontrar los Merodeadores los diversos pasadizos a Hogsmeade. Como siempre, leo vuestros comentarios y, si os ha gustado, podéis votar. ¡Os leo!

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