Capítulo 14: Una visita inesperada
Llegó el mes de diciembre a Hogwarts y, con él, un aire frío que se colaba por los muros del castillo, lo que obligaba a los estudiantes a ir muy abrigados y buscar refugio en sus respectivas salas comunes.
Ese sábado, Lily y Remus se encontraban en la sala común, sentados en una de las mesas cercanas a los ventanales, terminando un trabajo de Encantamientos sobre la manera adecuada de realizar el hechizo Silencius para el profesor Flitwick. Una serie de bolas de nieve golpearon contra el ventanal. Después de cinco choques, Remus, hastiado, abrió la ventana y sacó la cabeza.
-Soy prefecto.-dijo.-Parad ahora mismo de...
Una bola de nieve impactó contra el rostro de Lupin, que se volvió a sentar en la silla y cerró la ventana.
-Son James y Sirius.-dijo Lupin, ante la mirada de Lily.-Y creo que Peter también estaba.
Lily se levantó, exasperada, y abrió nuevamente la ventana.
-¿Todo bien, Evans?-preguntó James cuando la cara de Lily asomó por el hueco.
-Parad de una vez.-contestó Lily, autoritariamente.
-Vamos, Evans, no seas aguafiestas.-repuso Sirius.
-Evans, di a Remus que baje a jugar.-añadió Peter. Lily puso los ojos en blanco.
-Remus bajará cuando decida él.-respondió.
-Sí, señora.-se burló James, cuadrándose como un militar. Lily abrió la boca para replicar, molesta, pero los tres chicos se alejaban riendo a carcajada limpia. Ella cerró la ventana y se dejó caer en la silla.
-Imbéciles.-masculló entre dientes.
-Tampoco tanto.-dijo Lupin, de forma automática.-Bueno, a veces son completamente imbéciles.-añadió, al ver que Lily arqueaba las cejas. Lily rió suavemente.
A mediodía todo el colegio se dirigió hacia el campo de quidditch para presenciar el partido de Ravenclaw contra Hufflepuff. Cuando se hallaban en el vestíbulo, James, Sirius, Lupin y Peter se encontraron frente a dos estudiantes de tercer curso de la casa Slytherin.
-Hola, Reg.-saludó Sirius.-¿Cómo te va el curso?
Regulus Black no contestó. Como Sirius, había heredado los rasgos de la familia Black, pelo moreno y cierto atractivo, aunque no era tan pronunciado como en el caso de su hermano mayor.
-Tú eras Bartemius, ¿verdad?-preguntó Sirius al compañero de Regulus, un chico pálido de pelo rubio pajizo. El chico asintió levemente.
-No te incumbe, traidor.-dijo Regulus duramente, y, agarrando al joven Bartemius, salió deprisa del vestíbulo en dirección al campo.
-Idiota.-murmuró Sirius.
-No te preocupes, Sirius.-animó James.-Algún día se le pasará. Sirius rió amargamente.
-Regulus tiene tan poca personalidad que seguiría las creencias de mis padres hasta si lo llevaran a la tumba.-repuso.
El partido entre la casa del tejón y la del águila duró alrededor de hora y media, saldándose con la victoria de Hufflepuff por una diferencia de cincuenta puntos. Eso colocaba momentáneamente a Gryffindor en cabeza de la Copa de Quidditch, seguido por Hufflepuff, Ravenclaw en tercera posición y, para júbilo de los Gryffindors, en último lugar se encontraba Slytherin.
Después del partido, los estudiantes volvieron al castillo. James, Sirius, Remus, Peter, Lily, Marlene, Arista y Mary se habían quedado en el campo con permiso de la profesora McGonagall para jugar un partido de cuatro contra cuatro. Para hacer los equipos más parejos, James jugó con Peter, Mary y Sirius, mientras que Marlene lo hizo con Lily, Arista y Remus.
James y Marlene demostraban el gran nivel que tenían, mientras que Peter, Lily y Remus eran bastante malos, Arista tenía un buen nivel, y Mary ejercía de factor diferencial entre los dos equipos, ya que también era cazadora del equipo. Finalmente el equipo de James venció por un gol de diferencia.
Mientras los ocho Gryffindors volvían riendo al castillo, vieron a dos hombres, una mujer y una criatura que se acercaban por el puente hacia la entrada principal de Hogwarts.
-Eso es...-comenzó Peter.
-Una elfina doméstica, sí.-concluyó Sirius.
La comitiva pasó cerca de los alumnos, y entonces pudieron ver mejor a los recién llegados. Uno de los dos hombres llevaba el pelo negro con raya diplomática y lucía un bigote recto, vestía una túnica y capa de viaje grises, y su mirada era inflexible. A su lado, la extraña criatura que Sirius había definido como elfina doméstica, pequeña, con unas orejas puntiagudas largas, unos grandes ojos marrones y una nariz redonda como un tomate, que llevaba un vestido morado y un sombrero con agujeros para dejar salir las orejas. Detrás del primer hombre, se encontraba otro adulto, que al pasar, hizo que Peter temblara de miedo. Su cara estaba surcada por varias cicatrices, debajo de la túnica y la capa de viaje se dejaba entrever una pata de palo. Pero nada resultaba tan escalofriante como sus ojos. Uno de ellos era normal, de color marrón. El otro era un ojo azul eléctrico que se movía en todas las direcciones. El grupo era cerrado por una joven de unos veinticuatro años, negra, de pelo rizoso y que fue la única que miró al grupo de una forma más cálida. James la miró, y supo que esa cara le era familiar.
Los extraños entraron en el vestíbulo, y el mago del bigote se movió hacia la elfina doméstica y, sin mirarla, ordenó:
-Winky, ve a la sala común de la casa de mi hijo y quédate con él hasta que vuelva.
El grupo se dirigió escaleras arriba, mientras que la elfina llamada Winky chasqueó los dedos y con un sonoro crack desapareció.
-Es el señor Crouch. Trabaja en el Ministerio. Mi madre me habló de él.-dijo Arista, rompiendo el silencio que se había hecho entre ellos.
-¿Qué habrá venido a hacer aquí?-preguntó Mary.
-Averigüémoslo.-respondió James, y se dispuso a subir por la escalera.
-Ni hablar, Potter.-repuso Lily, sujetándolo por el brazo.
-Vamos, Evans, no me digas que no tienes curiosidad.-inquirió James.
-Nada.-sentenció ella.
James desistió, y los ocho se encaminaron hacia la Torre de Gryffindor. Sin embargo, al llegar al dormitorio, James abrió el baúl y sacó de él la capa de invisibilidad.
-James, ¿qué haces?-preguntó Lupin.
-Yo voy a ver si me entero de algo. ¿Venís?-dijo James.
Sirius asintió, Peter también se metió debajo de la capa, y Lupin, sin desearlo, también se metió debajo.
Los cuatro se dirigieron hasta el pasillo del quinto piso, donde a mitad del corredor se encontraba una gárgola. Los chicos se detuvieron cerca cuando vieron moverse la gárgola y dejar un pasadizo con una escalera de caracol por la que bajó el señor Crouch, visiblemente enfadado. Los chicos se salieron de debajo de la capa de invisibilidad y subieron por las escaleras antes de que la gárgola volviese a su posición original y cerrase el pasadizo.
Cuando llegaron al final de la escalera se encontraron una puerta de madera con una aldaba de un grifo en ella. Pero no les hizo falta llamar, porque la puerta se abrió sola, y vieron que el profesor Dumbledore, el hombre del ojo mágico y la mujer los observaban.
James, Sirius, Remus y Peter nunca habían entrado en el despacho del director. A diferencia de otras estancias de profesores, era un despacho circular en el que se amontonaban diferentes instrumentos de plata, que los chicos ignoraban para qué servían, y las paredes estaban ocupadas por los retratos de los anteriores directores y directoras de Hogwarts.
Al traspasar el umbral de la puerta, vieron en una percha un gran ave rojo y dorado.
-No se debe escuchar conversaciones ajenas.-gruñó una voz.
El que había hablado era el hombre de la cara desfigurada y el ojo mágico.
-¿Su ojo puede...?-empezó Peter, incrédulo.
-Mi ojo puede ver a través de los objetos, sí.-respondió el hombre, secamente.
-Ojoloco, deja a los chicos.-dijo la mujer.
-¡Dorcas!-exclamó James, pues había reconocido finalmente a la mujer.
-Hola, Jamie.-lo saludó ella, con una sonrisa en la cara.
-¿La conoces?-preguntaron los otros tres. James asintió.
-Dorcas venía a casa alguna vez cuando yo era pequeño.
-Pero eso no explica por qué estaban escuchando una conversación que no les incumbe en modo alguno.-gruñó Ojoloco.
-Tranquilo, Alastor.-dijo Dumbledore, calmadamente.
-Seguro que existe una buena explicación para ello.-y miró fijamente a los chicos con sus ojos azules.
Lupin se sintió avergonzado. La expresión de Dumbledore y su tono de voz habían sido tranquilos, pero había algo en su mirada que les hacía sentirse culpables. James y Sirius tenían la teoría de que el profesor Dumbledore podía leer los pensamientos y los sentimientos de las personas.
-Lo siento, profesor Dumbledore.-dijo James.-Fue culpa mía. Me pudo la curiosidad.
-La curiosidad no es un pecado, James.-respondió Dumbledore.-Pero hay que saber tratarla con cautela.
-Sí, señor.-dijo James. El profesor Dumbledore sonrió y un brillo de inteligencia se atisbó en sus ojos.
-Sin embargo, creo que puedo presentaros. Ellos son Alastor Moody-dijo, señalando a Moody con la cabeza,-y Dorcas Meadowes. Son aurores.
Los cuatro jóvenes miraron a los dos aurores con mayor respeto todavía. Los aurores eran magos y brujas que conformaban la élite del Ministerio de Magia y cuya misión era cazar magos tenebrosos.
-Y, si no estoy equivocado-añadió, y volvió a sonreír- os habéis cruzado con el señor Crouch abajo.
Los cuatro asintieron.
-Bartemius Crouch es el jefe del Departamento de Seguridad Mágica.-explicó Dumbledore.
-¿Por qué se fue tan enfadado, profesor?-preguntó Sirius.
Uno de los retratos de la oficina de Dumbledore resopló, contrariado. Sirius levantó la mirada y la dirigió hacia la pintura de un hombre con barba negra que ya presentaba canas, ataviado con una túnica verdinegra y un turbante que le cubría la cabeza.
-Hola, tatara-tatara-abuelo.-saludó secamente Sirius al retrato de Phineas Nigellus Black.
Phineas Nigellus ignoró el saludo y se dirigió al lateral del cuadro, desapareciendo.
-Habrá ido con el cuento a mi madre.-dijo Sirius a James.
El profesor Dumbledore, Alastor Moody y Dorcas habían contemplado la escena sin decir nada.
-Profesor, ¿por qué se marchó el señor Crouch tan alterado?-preguntó de nuevo Lupin.
-Eso, Remus, es un asunto entre el señor Crouch y yo.-respondió Dumbledore.
Había hablado en tono tranquilo pero autoritario, dando a entender que el profesor ya no admitiría más preguntas por parte de los Merodeadores, así que los cuatro se dieron media vuelta y se dirigieron a la salida. Cuando ya se encontraban cerca de la puerta de salida, el enorme pájaro que se encontraba en la percha agachó la cabeza. James le acarició el pico, y el ave cerró los ojos, agradecido. Entonces, abrió sus alas y voló hasta posarse en el reposabrazos de la silla del profesor Dumbledore, que le acarició las plumas de la cabeza.
-Bonito fénix, profesor.-dijo James, antes de salir.
-Gracias, James. Se llama Fawkes.-respondió Dumbledore, y cerró la puerta tras ellos con su varita.
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¡Hola! Siento la tardanza respecto a otras semanas de subir capítulo, han sido días intensos, pero espero que os guste. Empezamos a conocer a miembros de la Orden del Fénix original, y nos encontramos con viejos conocidos. ¡Os leo!
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