Capítulo 10: Maldito orgullo

-Estoy profundamente disgustada con usted, señorita Evans.-decía la profesora McGonagall tras su escritorio.-Jamás pensé que vería un comportamiento como ese por su parte.

Lily, sentada enfrente de la profesora McGonagall, aguantaba la reprimenda de la jefa de su casa con la vista clavada en sus zapatos.

-Escribiré a tus padres contándoles lo sucedido.-añadió la profesora.-Y te quedarás sin la segunda excursión a Hogsmeade. Y tienes suerte que no te retire la asignación de prefecta.

Lily levantó entonces la mirada, y sus ojos verdes se encontraron con los marrones de Minerva McGonagall, los cuales tenían la decepción pintada en ellos.

-Profesora, por favor, no me deje sin la excursión antes de Navidad.-suplicó Lily.

-No veo por qué no habría de hacerlo.-repuso la profesora McGonagall.-Lo sucedido hoy en el Gran Comedor es bastante grave.

De los bordes de los ojos de Lily brotaron lágrimas.

-En esa excursión es cuando aprovecho para comprar los regalos de Navidad a mi familia, profesora.-explicó Lily.

McGonagall no mudó la expresión ante la evidente decepción de la alumna.

-Coge una galleta.-dijo de repente, abriendo un tarro con galletas de jengibre.

-¿Qué?-dijo Lily, sorprendida.

-Ya me has oído, Evans, coge una galleta.-insistió la profesora McGonagall.

Lily alargó un brazo y tomó una galleta del tarro.

-Cuéntame qué ha sucedido.-dijo calmadamente la profesora McGonagall.

Y Lily empezó el relato de lo sucedido la noche anterior, de cómo ella y Marlene habían llegado cuando solo vieron a James y a Sirius realizar el encantamiento agrandador de cabeza a Bertran Aubree, de lo que les había contado el pequeño Barnaby y de lo que se rumoreaba por la mañana en el Gran Comedor.

-Gracias por confiármelo.-dijo la profesora cuando Lily hubo terminado-pero ya estaba enterada del ataque de anoche, pues el señor Filch me puso al corriente cuando los trajo a este despacho.

-Pero, profesora, el señor Filch solo vio la última parte de lo sucedido.-dijo Lily.

-Lo siento, señorita Evans, pero me temo que no tengo potestad para mandar a nadie a Azkaban sin un buen testimonio que lo sustente.-respondió la profesora.

-Potter y Black...-empezó ella, pero la profesora McGonagall la interrumpió.

-Potter y Black han sido castigados por lo ocurrido. De cualquier forma, un testimonio de unos adolescentes nunca será tenido en cuenta en una comisión.

Lily frunció el ceño.

-Profesora, ¿tuvo noticias de si Severus realmente participó?

La profesora McGonagall negó con la cabeza.

-Lamento no poder revocar la prohibición de la visita, señorita Evans.-dijo la profesora McGonagall-pero agredir a un compañero de la escuela me parece bastante grave para irse de rositas.

Lily bajó la cabeza, apenada.

-Coge otra galleta.-dijo entonces la profesora McGonagall, y rodeó los hombros de Lily con un brazo.

Lily tomó otra galleta y se levantó. La profesora McGonagall la miró con cariño y dijo:

-Evans, ten cuidado con las amistades de tu amigo. No son de fiar.

Lily miró a la profesora McGonagall, asintió, se dio media vuelta agitando su larga cabellera roja y salió del despacho. La profesora McGonagall suspiró.

Aquella mañana, y para desconcierto de sus profesores, Lily Evans estuvo por debajo de su nivel habitual en cuanto a atención y desempeño se refiere. Incluso el profesor Slughorn resaltó ese hecho, aunque le restó importancia argumentando que bien podía ser que la joven estuviera nerviosa dados los sucesos de la noche anterior. A la hora de la comida, Lily estuvo totalmente en silencio, encerrada en sí misma y sin levantar la mirada del plato más que para servirse.

Por la tarde, Marlene subió a los aposentos de las chicas, dado que las tres amigas habían hablado y viendo que la situación de Lily no mejoraba, decidieron que Marlene hablase primero con ella. La pelirroja había hecho sus tareas en la biblioteca, como de costumbre, y se había ido directa a las habitaciones en cuanto llegaron a la Sala Común.

Marlene subió la escalera de caracol hasta el dormitorio de las chicas de quinto año. Cuando se encontró frente a la puerta, dudó un instante, pero picó suavemente. No recibió respuesta verbal, en cambio oyó proveniente del otro lado el ruido del llanto. Marlene abrió la puerta con suavidad, sabedora de lo que se encontraría al otro lado de la misma.

-¿Lils?-dijo duditativa y al mismo tiempo dulcemente.

Lily se encontraba llorando desconsoladamente en la cama, con las cortinas escarlatas echadas. Marlene se acercó despacio, corrió los doseles y se sentó al lado de su amiga, colocando una mano en el hombro derecho de Lily. Esta poco a poco se fue calmando, y levantó la cabeza para ver quién estaba a su lado. Sus ojos verde esmeralda estaban brillantes del llanto, y las últimas lágrimas recorrían las pecas de las mejillas, que resaltaban en su nívea piel.

-¿Estás mejor?-preguntó Marlene.

Lily asintió. Se incorporó y se sentó al lado de su amiga en el borde de la cama, secándose las últimas lágrimas con el dorso de la manga del jersey.

-Entiendo lo que te pasa.-afirmó la rubia. Lily sonrió, escéptica.-De verdad.-añadió Marlene.-Eres Lily Evans y nunca antes te habían castigado. También yo pasé esa fase, acuérdate.

Y era verdad. Marlene había sido una alumna modelo hasta que el año anterior había preparado una broma con Potter, habiendo sido pillados in fraganti y recibiendo ambos castigo.

-¿Cómo es posible que te caiga bien Potter?-inquirió Lily.

Marlene se encogió de hombros.

-Nuestras familias se conocen desde hace tiempo. Y yo he pasado temporadas con los Potter, cuando mis padres estaban en alguna misión.

Lily abrió los ojos sorprendida, pues desconocía ese dato sobre Marlene. Sabía que sus padres eran aurores, pero Lily siempre pensaba que en las vacaciones su amiga volvía a la casa familiar.

-En realidad, James es un buen chico.-agregó Marlene.-Puede que sea un poco arrogante por haber sido un niño consentido, pero tiene buen corazón. Y detesta las artes oscuras. De hecho, los Potter son una de las familias marcadas por los sangre pura.

-Pero si ellos son sangre limpia.-repuso Lily.

-Pero se han opuesto a la pureza de la sangre, ya sabes, a que los muggles no puedan ser brujos ni puedan mezclarse con los de sangre pura, y por eso son considerados traidores a la sangre.-respondió Marlene.

Lily calló y miró las escarapelas del león dorado que decoraban la habitación. Sin duda, eso era un acto de valentía, propio de la casa a la que pertenecían. Marlene contempló a su amiga unos segundos.

-¿Tienes miedo de cómo reaccionen tus padres?-preguntó acertadamente. Lily asintió y Marlene abrazó a la pelirroja.

-Lo que más me apena-dijo esta-es que no podré comprarles los regalos de Navidad.

Las dos chicas se separaron, y Marlene quitó un mechón de pelo que caía sobre la cara de Lily. Esta se rió. Marlene también sonrió, y se levantó para salir. Lily la imitó. Cuando ya estaban para salir del dormitorio, Marlene dijo:

-James está abajo. Deberías de disculparte antes de que él y Sirius vayan a cumplir sus respectivos castigos.

Lily contrajo el gesto, pero bajó con su amiga a la sala común. Potter, Black, Pettigrew y Remus estaban sentados en unas butacas enfrente de la chimenea. James y Sirius se levantaron y se dirigieron a la entrada de la Torre, flanqueada por el retrato de la Dama Gorda. Lily se fijó en que Black le pasaba un paquete a Potter.

-¡Potter, Black!-exclamó.

James y Sirius se detuvieron. James se giró, pero Sirius dio la espalda a Lily.

-¿Qué pasa ahora, Evans?-preguntó exasperado James.-Si vienes a volver a pegarme te aconsejo que no me vuelvas a romper la nariz.

-Enseñadme lo que lleváis en los bolsillos.-ordenó la pelirroja.

-No estás en tus cabales, Evans.-dijo Sirius.

-Dad la vuelta a los bolsillos o vamos a hablar con McGonagall.-dijo Lily de forma autoritaria.

James y Sirius sacaron los paquetes y los desenvolvieron. Eran dos espejos.

-James y yo tenemos que ir a limpiar los orinales y la sala de trofeos, sin magia.-explicó Sirius.-Le dejé un espejo para que mirara bien si se había dejado algo sucio.

Pero Lily alzó una ceja, sacó su varita y apuntando a los espejos, dijo:

-¡Revelio!

Pero no sucedió nada, los espejos se mantuvieron igual a cómo estaban.

-¿Contenta?-espetó Sirius.

Lily alzó la vista y se encontró con los ojos marrones de James, que la miraban con un brillo de desilusión. Lily abrió la boca pero no le salieron las palabras.

-Vámonos, Jamie, o llegaremos tarde.-dijo Sirius, y James, tras echar una intensa mirada a Lily, se dio la vuelta y trepó con Black a través del agujero del retrato.

Lily se quedó quieta, sin saber cómo reaccionar. Cuando el retrato se cerró, Lily giró sobre sí misma, y vio a Peter y a Remus que seguían en las butacas. Marlene se había sentado con ellos. Lily se acercó hasta allí, pero Peter cerró el libro que estaba leyendo y subió por las escaleras de los dormitorios de los chicos. Lily observó cómo se cerraba la puerta, y sintió una punzada de culpabilidad en su pecho.

-Hola, Rem.-dijo, sentándose en el sitio que había dejado Pettigrew.

-Hola.-saludó el chico, secamente.

Lily miró a su amigo, que estaba enfrascado en la redacción del trabajo de Transformaciones que tenían que entregar el lunes y que ella ya había terminado el día antes.

-Remus, yo...-empezó Lily.

Pero Remus dejó de escribir y miró a Lily.

-No es a mí a quien has de pedir disculpas, Lils.-repuso.

Y, dicho esto, enrolló el pergamino, guardó sus cosas en la mochila y también se deslizó escaleras arriba hasta la habitación de los chicos. Arista y Mary, que habían estado viendo la escena desde una de las mesas de la sala común, se sentaron junto a sus dos amigas en silencio. Lily se quedó contemplando el fuego de la chimenea.

Mientras tanto, en la enfermería James Potter frotaba con un estropajo los orinales. Se secó el sudor con la manga de la camisa, sacó el espejo de la túnica y dijo:

-¡Sirius Black!

En el espejo se formó una neblina que poco a poco fue deshaciéndose, apareciendo la cara de Sirius en él.

-¿Qué hay, Sirius?-dijo James con una sonrisa.

-Por aquí todo bien, James. ¿Qué tal con los orinales?-respondió el pelinegro.

-Tengo el brazo que mañana no voy a poder lanzar la quaffle.-repuso este.

-Ya verás cómo mañana aplastas a esas serpientes.-le animó Sirius.-¿Por cierto, sabías que Minnie tiene una medalla de cazadora del equipo?

James sonrió.

-Cualquiera diría que quiere que ganemos.-ironizó James.

-Oigo pasos, debe ser Filch. Luego nos vemos.-dijo nervioso Sirius, y la imagen de su cara se desvaneció del cristal.

Cuando James y Sirius entraron en la Sala Común ya era tarde. Se sorprendieron, sin embargo, al ver una figura dormitando en una butaca frente a la chimenea. El escaso fuego que aún ardía lanzaba destellos que iluminaban una larga cabellera rojo-anaranjada.

-Voy subiendo.-dijo Sirius, y entró por la puerta que daba acceso a la escalera de los dormitorios de los chicos.

James se acercó a la butaca y rozó con el dorso de los dedos la blanca mejilla de Lily. La joven abrió paulatinamente los ojos, somnolienta, y se desesperezó. Cuando vio a la persona que tenía enfrente, enrojeció de vergüenza.

-¿Todo bien, Evans?-preguntó James.

-Potter, yo...-empezó la pelirroja, pero no le salían las palabras. Pero James sonrió cálidamente.

-Está todo olvidado por mi parte, Evans.-repuso, y le tendió una mano.

Lily miró la mano que James le tendía, y tras ello miró a los ojos del chico, que dejaban ver una sinceridad total.

-No, no, esto no debe ser así.-dijo ella, poniéndose en pie. James retiró el brazo, los puso en jarra y miró contrariado a su prefecta.

-Está bien, pues.-dijo ofendido.-Te escucho.

Lily abrió la boca y la volvió a cerrar. No sabía qué decirle. James esperó un par de minutos, pero viendo que Lily no se decidía, se dio la vuelta y dijo:

-Es tarde y mañana tengo que vencer a la casa de Quejicus. Cuando te decidas, ya sabes dónde encontrarme.

Y subió por la escalera, dejando a Lily sola, enfurecida por ese último comentario y a la vez enojada consigo misma por haber vuelto a dejar que venciese su orgullo.

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