LI: Lo Que Vivimos.
“Grábame como un sello sobre tu corazón; llévame como una marca sobre tu brazo. Fuerte es el amor, como la muerte; el celo, inconmovible como el sepulcro.
Como llama divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo”.
Cantares 8:6-7
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1993
Había entrado enojado a la oficina del jefe del burdel cerca del mercado de Mooji, no se encontraba muy a la vista, más bien, era dentro de un edificio deteriorado, que dejaba saber que, cosas muy buenas no suceden allí dentro. Omegas, hombres y mujeres, se le pagaban por una buena noche cumpliendo los sueños más sucios de alfa, ricachonas que llegaban al barrio simple para que nadie supiera de sus gustos y fetiches a espaldas de las clases acomodadas, familias y, sobre todo, esposas.
Para el comienzo del noventa y tres, aun los omegas hombres eran repudiados, vistos como lacras de la sociedad, y si un hombre de una familia adinerada o de familia común y corriente, se casaba o andaba con uno de ellos, era rechazado por la familia; más bien una decepción para todos. ¿Cómo de tantas omegas hermosas elegiste a un pobre diablo? Esas eran las palabras que oía él en la cafetería donde trabajaba de día en el centro de Mooji. Minho se acostumbró a oír a la señora juzgadoras y hombres burlescos refieren despectivamente a un chico que solo se enamoraba, pero para ellos los omegas varones no podía sentir amor, ya que solo debían limitarse a cumplir fantasías sexuales, prestarse para ser usado y dejarse endulzar el oído para pasar un celo.
Asi de triste era su vida. Aunque nunca fue de colores rosas y felicidad.
Desde que tiene uso de memoria, recuerda a vivir en un orfanato para omegas varones. Un lugar atroz, por cierto. Dirigido por mujeres que educaban a los omegas para ser bien portados en caso de que se casaran con algún alfa, a ver si eran aceptados, si se comportaban con clase y demostraban dignidad. A los que iban contra la regla, la ética y la moral, eran castigados con una regla que chocaban contra la piel de sus manos o encerrados en cuarto de dos por dos para pasar los celos, enseñando el "autocontrol".
Apenas tuvo su primer celo, y para poder huir de ese infierno, se adentró a la oscuridad de las calles, en las noches de vicio de los adultos. Saliendo a conocer al hombre que le pagarán por prestarse por unas horas. Asi hasta que logró trabajar en varios burdeles en donde vio mujeres y hombres con el mismo fin que él: salir adelante con lo poco que podía ofrecer. Al cumplir la mayoría de edad, comenzó a dejar atrás los burdeles donde los alfas llegaban con dinerales, pero con los fetiches más extraños que sus esposas no cumplían.
Minho se hartaba de los cuando eran bruscos, casi que unos animales salvajes que lo dañaban. En ocasiones lloraba porque se sentía sucio, roto y una lacra. Cuando no lo soportaba, llegaba, cobraba y se largaba. Hasta llegar a Busan donde en las noches iba a burdel cerca del mercado. No tuvo más opción que esa, hasta ese momento.
La razón de ir con el jefe del local fue porque un tipo dijo que pagaría solo una noche normal, pero comenzó a llamar a más alfa hasta tener a cuatro dentro de la habitación. Minho salió aterrado de la habitación, pero cuando intentó irse, los tipos lo lanzaron contra la cama para obligarlo a hacerlo con ellos. Claro que se libró golpeando un poco a los sujetos, llevándose puñetazos entre medio. Apenas logró salir, fue con el tipo.
Pero una vez más, lo único que pudo oír fue:
—Ese es tu maldito trabajo. Por algo te pagan y te pago yo. Asi que vuelve a esa maldita habitación y abre las piernas, que es para lo único que realmente sirves.
Minho se hartó. Tomo aire, el dinero de la mesa que era su paga del mes y... se largó.
Era invierno, noche fría y nieve. Su abrigo era lo único que lo cubría del gélido ambiente. Apenas salió, vio a la gente caminar de regreso a sus casas, con sus familias, con sus hijos... a la felicidad que a veces le envidiaba. ¿Qué se sentirá ser amado? ¿Esperar en el calor de casa al amor de tu vida? Jamás lo sabría, no estaba ahí para amar, menos para ser amado. Solo estaba para satisfacer, no había otra.
Se sentó en una parada de buses, para que lo llevaran hasta la terminal de trenes y tomar uno a donde sea que se vaya, porque ya, realmente, no le importaba acabar el fin del país y morir solo. Estaba cansado, roto en mil pedazos que no soportaba ya mucho más.
Mientras esperaba, de reojo vio a una chica, de pantalón de jeans, botas de nieve y una chaqueta inflada con un gorro de lana. Se veía divertida, porque era baja y la ropa le quedaba grande. Lo que más saltó a su vista eran unos panfletos en su mano que decía:
“Únete a nosotros”.
“Únete al camino de nuestro señor”.
“Únete a Sawon Mun para estar cerca de Dios”.
Bufó. ¿De qué sirve creer en Dios cuando en momento así nunca aparece? Jamás creyó en él, en una religión, asumió que no podría porque, para empezar, su prontuario de pecados era extremadamente largo como para ser doble cara y ponerse a rezar. Era consciente de ello.
Se quedó con la vista fija en el papel, que la muchacha le sonrió enseguida y le entregó uno.
—Mi-ja, soy de Sawon Mun y bien a Busan por jóvenes que quieren estar cerca de Dios. ¿Te interesa? —Sonrió de oreja a oreja.
—No. —Respondió rotundamente, ignorándola de nuevo.
La muchacha de iglesia bajó la mano y se quedó observando al joven malhumorado. Su rostro estaba delgado, sus pómulos se notaban un poco más que lo normal. Claramente delgado, bajo y pálido, como que le faltaba un poco de comida y sus labios secos, seguramente con sed. Ella abrió su morral y sacó una botella de agua con un onigiri triangular envuelto en papel plástico.
—Ten, ya comí.
Minho arrugó al frente.
—No te pedí nada.
—Lo sé, pero se nota que tienes hambre. Solo toma y come. —Insistió amablemente.
El omega titubeó un poco y lo aceptó. Apenas abrió el paquete y dio un mordisco. Sus papilas sintieron el placer de probar algo luego de haber trabajado todo el día en la cafetería y luego ir al burdel. Bebió agua hasta la mitad, evidenciando la sed, y el onigiri, fue comida en tres mascadas, demostrando que estaban pasando hambre. Se avergonzó un poco al comer de esa manera, pero no podía medirse cuando el estómago le rugía por dentro. Mi-ja río entre dientes.
—Tenemos más en la comunidad. Los hace la hermana Park y los mandó a los jóvenes que reclutan personas.
—Estoy bien. Gracias.
Mi-ja balanceó sus pies.
—¿Quieres venir? —preguntó sin miedo. —Me doy cuenta de qué... quizás quieres ayuda.
—No he dicho nada, y no necesito ayuda. ¿Qué te hace pensar eso? —La miró.
—Las personas rotas vagan solas. —Comentó. —Y vagar solo, es una muerte lenta y dolorosa que alguien como tú no merece. No te ves malo, ni alguien que me haga daño, de hecho, creo que eres como yo... un omega.
Minho se quedó en silencio.
«Vagando solo...»
Sí, lo estaba haciendo, pero le iba mejor así; sin embargo, una mano, una cama, comida, techo y agua no venían mal. Además, era una comunidad religiosa, que nadie sabría de dónde viene. Con decir que vivía en situación de calle, bastaba para ocultar quién era y que ha vivido por años.
—¿Y dónde queda esa comunidad, Mi-ja?
La muchacha se emocionó ante la pregunta.
—A los pies de la montaña de Mooji. —Le dijo. —Sawon Mun es hermosa, tiene gente buena, la madre Park es un ángel junto a las demás monjas. Hay niños, unos tres. Mujeres, hombres, de todo. —Contó brevemente. —¿Acaso te logré convencer?
Minho junto sus manos, mirándolas un poco.
No tenía mucho más que perder. No tenía a nadie de quien preocuparse por dejar atrás, no tenía padres, hermanos, la verdad es que estaba más que solo y Mi-ja pareció verlo sin que le contara toda su trágica vida.
—No tengo nada por lo cual quedarme. —Se enderezó y observó a la joven. —Al demonio... iré contigo.
La joven se tapó la boca ahogando una risilla al oír la palabra. Minho se mordió la lengua, la chica era de iglesia, y asumía que decir esas palabras era malo para sus santos oídos, aunque verla reír de manera ahogada como si fuera algo malo, le causó la misma gracia.
—Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
—Minho.
—Es un gusto. —Sonrió.
Ambos se pusieron de pie al ver que venía el último autobús de la noche. Los dos se subieron y Mi-ja pagó el pasaje de Minho amablemente, obvio que el chico podía haberlo pagado, no tenía problemas; sin embargo, la joven parecía demasiado dispuesta a ayudarle en cada aspecto que necesitara. Él, que apenas se sentaron, le entregó lo que correspondía al pasaje del autobús.
El viaje hacia Sawon Mun comenzó, fue en su mayoría en silencio hasta que quedaban diez minutos para llegar. Entonces la chica le comenzó a contar de las personas que vivían e Mooji, de las monjas, la señora Kang y un tal padre que dirigía todo, respondiendo al nombre de Baek Jung-ki, lo describía como alguien bueno y corazón amable. A Minho le daba un poco igual quienes estuvieran, solo se quedaría unos pocos días y se largaría, quería dormir cómodamente, comer bien y descansar de las noches horribles que pasaba en el burdel.
Apenas entraron, lo recibió la famosa señora Kang, quien por supuesto interrogó prácticamente al omega, sobre quién era, qué hace, si trabaja, de dónde viene, miles y miles de preguntas que Minho evadía o inventaba una respuesta. Jamás podría decir que era un omega que vendía su cuerpo en burdeles, esa mujer quedaría realmente impactada, más sabiendo cuál es la religión de ella.
—Aún nos quedan unas habitaciones. —Caminaron junto a la mujer. —Nos hace muy feliz tener a jóvenes nuevos interesados en...
—Solo busco refugio... por unos días, señora. No me quiero unir a su religión o algo parecido. —Le comento sinceramente.
Kang miró a Mi-ja y esta le asintió.
—Bien... —Suavizó su expresión. —También alojamos jóvenes necesitados, y respetamos tu decisión. Gracias por decirme. —Sonrió.
Al legar a lo que era la casa principal de la comunidad, Minho quedó asombrado. No era una mansión, pero se veía grande con las suficientes habitaciones para las personas que vivían ahí.
Al entrar, el calor del lugar lo abrazó; la chimenea y el olor a madera llenaron sus fosas nasales. ¿Hace cuento que no se abriga junto a una chimenea? En el trabajo, el único claro que podía pedir era el de una cama junto a un alfa desconocido. Se quedó en medio, en el recibidor, a espera del padre Baek quien le daría el pase para quedarse finalmente.
En eso oye paso detrás de su espalda y ve a una persona con cuatro cajas encima de sus brazos. Al parar no ve a Minho y este no alcanza ni correrse, que acaba chocando con todas las cajas. Cada una cayó al suelo, generando un estruendo en la recepción con las cajas que llevaban adornos de Navidad. El chico se queda quieto sin saber si ayudar o solo pedir disculpas.
—Perdóname... —Murmuró el que cargaba las cajas. —No te vi...
—Con cuidado. —Le miro serio.
El muchacho sonrió al verlo, nunca lo vio antes, asumía que era nuevo. Iba a hacerle las respectivas preguntas, pero en ese entonces aparece Baek con una sonrisa de oreja a oreja junto a Mi-ja y Kang. El hombre con túnica ve a Minho y lo saluda amablemente, dándole la bienvenida y preguntando por qué estaba ahí si no se quería unir oficialmente a Sawon Mun.
Minho explicó lo mismo que a Mi-ja y a la señora. El joven de las cajas se quedó oyendo los detalles para evitar preguntar de nuevo.
—Bueno, joven... —Baek unió sus manos con las de Minho. —Puedes quedarte lo que necesites, hasta que resuelvas tus problemas.
Minho sintió una extraña incomodidad. Aparó sus manos de golpe y las metió en su abrigo.
—Gracias.
—Veré qué habitación está desocupada para ti, vuelvo enseguida. —Aviso que tengo junto a la muchacha y la señora Kang. Mi-ja le sonrió emocionada porque había salido todo bastante bien.
Minho se quedó en la recepción viendo que el joven con qué chico seguía ahí mirándolo. El omega rodó los ojos, molesto, odiaba el contacto visual más cuando lo quedaban viendo fijamente. Entonces se acerca al joven.
—¿Qué tanto me miras? ¿Acaso te perturbo?
—N-No... Claro que no, solo que acostumbramos a ver caras nuevas.
—Entonces, ¿qué miras?
—Que hay muchas caras nuevas, pero ni una como tú. —Comento. —¡Digo! ¡Tienes algo diferente! ¡Tú... eres diferente! No digo que ser diferente, es malo, de hecho, es muy bueno... —Bajo la mirada. —Ya lo arruiné, soy malo con las presentaciones.
Bajo las cajas una vez más, pero esta vez con cuidado. Se inclinó para saludar mejor y comenzar de nuevo.
—Me llamo Sung-il. Vengo de Seúl a prepararme para tomar mi lugar como padre en la iglesia de mi barrio.
El omega sonrió al verlo actuar de esa manera, le parecía... encantador.
—Kim Minho. Vengo de... —Mordió sus labios. —De por ahí. —Se encogió de hombros.
—Algo me dice que nos llevemos bien, Minho.
—Eso espero, Sung-il.
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El omega, padre de Taehyung, estaba sentado fuera de la habitación donde se encontraba Yoongi recuperándose. Estaba nervioso, no comprendía bien el motivo de ello, quizás porque llegó unos años tarde y su hijo ya tenía un alfa o porque todo lo que pasó con Baek y Taehyung, lo tenía bastante mal. Haberse ido y no volver con la policía fue un grave error, quizás su hijo estaría bien, sin pasar por todo.
De camino al viejo pueblo donde vivió, el rubio le contó cierta parte de lo acontecido. El mismo Kim sabía que decirle todo de golpe, que probablemente los restos encontrados eran de Sung-il lo destrozarían por completo y también, contarle que sería abuelo, podría ser un golpe más duro aún. Aunque estaba en sus planes hacer, junto con Yoongi, claro estaba. Para Minho oír que Baek crio a Taehyung a bases de pobres mentiras como que lo abandonó, hirieron su sangre de mera rabia. Deseaba ir a la celda donde estuviera ese hombre y encararlo, gritarle, golpearlo y Dios sabe qué más.
Baek siempre fue un aprovechador, un mentiroso y abusador que se aprovechó las circunstancias para arma su propio circo y hacer lo que hizo con él, lo iba a repetir con Taehyung, su hijo, a su propio bebé.
Prefirió enfrentar este proceso solo con el chico, dejar a Minjae y Eun-yeong en Daegu era lo mejor, no deseaba enredarlos, aunque su esposo insistió en ir, le prometió que lo llamaría si las cosas se volvían difíciles de afrontar.
Oyó la puerta ser abierta por la enfermera que lo invitó a pasar. Kim se asomó con su mano e hizo un gesto de que viniera. Minho, aunque no pudieran creerlo, estaba ciertamente nervioso. No quería darle una mala impresión a nadie, sobre todo por ese pasado que ya todos deben de saber. Apenas entró, el joven omega se asomó a la cama de su pareja y le sonrió.
—Quiero presentarte a alguien. —Comentó el rubio corriendo la cortina hacia un lado. La madre del alfa y este mismo se enderezaron. Entonces fue cuando apareció Minho ante ellos dos, quedando casi boquiabierto, aunque Yoongi más molesto por lo que Namjoon le contó del ese desaire que le hizo en Daegu. —Es Minho, mi padre.
Hee-jin se puso de pie para saludar.
—Es un gusto conocerlo, señor Kim. Yo soy Min Hee-jin la madre de Yoongi. —Se presentó.
—El gusto es mío.
—Bueno... él es mi alfa. Mi pareja... —Jugó con sus manos. —Él fue quien supo que tú eras mi padre, se dio cuenta antes que yo.
El omega sonrió al chico y esto solo se tragó la molestia. Ver a Minho era impresionante, luego de tanto buscar respuestas a todo lo que surgían, estaba ahí con ellos, más que nada con Taehyung al fin, como debió ser desde un principio. Verlo en persona confirmaba que a alguien tenía que salir el omega. Poseía casi las mismas facciones, la delicadeza en rostro y la mirada profunda, solo qué diferente color de ojos.
—Así que tú eres el famoso Min Yoongi. —Comentó. —Yo... supongo que estoy agradecido contigo. Bueno, sí que lo estoy. De cierta manera, me ayudaste a ver a Tae, y lo ayudaste a él, aunque por lo que veo no te fue sencillo. —Vio lo magullado que estaba.
—No podía hacer menos, lo amó. Lo hice por él y porque no merecía vivir de esa manera. Baek se estaba pasando de listo y no me iba a quedar de brazos cruzados.
Minho estaba de acuerdo.
—Una vez, yo le dije a Baek que si no podía hacerlo pagar yo... alguien más lo haría, no pensé que ese alguien sería tú, Yoongi.
El alfa sonrió leve.
—¿Cómo te agradezco todo? —preguntó.
Min miró a su omega.
—Solo... Solo estoy con Taehyung. Recuperen el tiempo perdido, encierren ustedes a Baek, yo fui un intermediario y ya. Las víctimas de todo, realmente son ustedes.
—Pero Taehyung me dijo que... casi te mata. Tu igual saliste afectado.
—Lo que tengo es una herida en la cabeza y una fisura que se está sanando con el reposo, pero lo de ustedes es más complicado. No hay un tipo de reposo para curar las heridas del corazón; el dolor, lo que vivieron... Yo ayudé, pero está en ustedes pudrir a ese bastardo en la cárcel.
Sus palabras fueron francas que el rubio quería llorar al verlo tan decidido, no iba nunca hallar el modo de agradecerle, estaría eternamente en deuda con aquel alfa que sí, realmente llegó abrirle sus ojos, traerlo de golpe a la cruel realidad en la que vivía y de paso, encontrando el amor que nunca imagino tener.
Kim sentó un extraño mareo; sin embargo, sabía a qué debían. Se tomó el estómago y se sentó en el borde de la cama del azabache para recomponerse. Min se sentó de golpe al ver tambalear un poco, llevándose una punzada de dolor en la cabeza.
—Estoy bien...
La madre de Min igual se preocupó.
—¿Seguro? —Minho le tomó el rostro entre sus manos. —Estás pálido.
—Sí, es normal... ¿No? —Miro a su padre. —¿Cómo te sentías su cuando me esperabas?
El omega frunció el ceño y la pregunta le abrió los ojos. Sonrió enormemente al tener la sospecha de que Taehyung estaba esperando un cachorro.
—¿Estás...?
—Sí, estoy en cinta. —Sonrió. —Quería decírtelo aquí, con Yoongi presente.
El padre solo abrazó a su hijo. Se trataba de un abrazo que se debían desde hacía años; el último que recibió fue la noche antes de que le dijeran que su bebé había sido sacado de puerperio por un hombre que decía conocerlo. Esa noche, Minho había acariciado la cabeza de su bebé hasta que cayó dormido, le acarició cada rincón de su pequeño rostro con dedo índice, grabando la textura y suavidad de sus mejillas coloradas.
Ahora hizo lo mismo, con sus manos acunó el rostro de Taehyung, y con los pulgares tocó sus mejillas. Estaba grande, todo un chico que tendría una familia con la persona que amaba. Llegó tan tarde que eso no podría perdonárselo.
—Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, volver a verte. Junto con que se me dio la oportunidad de tener otro hijo al que amo como te amo a ti. —Le dijo Minho entre lágrimas. —Te adoro, y no sabes cuánto te extrañé todos estos años.
Kim cedió ante a su padre como si fuera un niño pequeño.
Hee-jin se apoyó en la cabecera de la cama y miró a su hijo de reojo mientras Taehyung y Minho estaban juntos.
—Esos, podríamos ser tú y yo, pero eres orgulloso. —Le murmuró.
—Olvídalo. —Bufó. Luego se cruzó de brazos. —Ni que den medio millón, te abrazo. Luego me atacas por la espalda. —Comentó.
—Por más que me tengas rencor, no va a cambiar lo que mucho que te adoro, mocoso, malagradecido. —Le acarició el cabello como cuando era niño; con las yemas de sus dedos.
Sabía que a Yoongi le gustaba cuando lo hacía dormir de esa forma cuando tenía seis años. El alfa se recostó sobre la almohada, la verdad, si extrañaba el tato materno.
—No lo arruines, por favor. —Le pidió el alfa.
—Lo prometo...
En un instante, aparece una enfermera, la misma que le daba los medicamentos a Min. Ella parecía bastante seria.
—Disculpen interrumpir, pero hay un oficial afuere que desea hablar con ustedes. Dice llamarse Kim Namjoon.
Taehyung y Minho se miraron entre sí.
—Yo iré contigo. —Yoongi se volvió a sentar sobre la cama. Hee-jin lo iba a detener, pero parecía decidido a ir con los dos.
—Señor Min, no creo que...
—¿Puedo usar una silla ruedas? —preguntó, de forma hostil. —No saldré con la cama al pasillo.
La enfermera asintió y le acercó una. Su madre lo ayudó, pero Yoongi no quería más ayuda, no estaba inválido, mantenía una cefalea del horror, aunque podía mover las piernas y apoyarse en el suelo y de esta manera sentarse en la silla de ruedas. Mientras fuera en el hospital, podría estar con su omega y el padre de este. Su madre esperó allí mientras que hablaban con Namjoon.
Al salir de la estancia, el moreno saludó a todos una vez más, mirando a al alfa desde su posición.
—¿En serio? ¿Silla de ruedas?
—¿Sabes lo que es reposo absoluto? ¿O usar ese traje apretado te corta la circulación al cerebro? —Le ataco molesto. —Tengo una jodida fisura en el cráneo, un poco más fuerte y estoy acabado, así que me esté jodiendo.
Minho se mordió los labios ahogando la risa. Taehyung negó con su cabeza.
—Solo se pone de esa forma cuando lo molestan... —Murmuró.
—Me agrada... —Le contestó en voz baja.
Los cuatro fueron hasta la sala común para los pacientes hospitalizados, donde en ocasiones iban para salir del encierro de la habitación. Había mesas, un mesón con máquina de café, algunos vasos, dispensador de agua y máquina expendedora. Namjoon fue a una mesa un poco más alejada, cerca de la puerta que daba hacia el patio del hospital. Se acomodaron un poco mejor y se quedaron viendo cómo el moreno sacaba algunos papales de una carpeta de tono amarillo opaco.
—¿Pasó algo más?
—Citaron a Taehyung a las dos de la tarde para hacer la prueba de ADN.
Yoongi asintió y Minho no comprendió.
—¿Para qué?
Taehyung bajó la mirada, jugando con sus dedos, nervioso. ¿Cómo le iba a decir a su padre que Sung-il podrían ser esos restos? Era el amor de su vida, o más bien lo fue, y aun así marcó parte importante de su pasado.
—Pasa que el día que Baek atacó a Yoongi en la bodega vieja de la comunidad, detrás, encontró restos de un cuerpo. —Comentó Namjoon seriamente.
—¿Restos? ¿De una persona? —No podía asimilarlo. —¿Y por qué le haría pruebas de ADN a Taehyung? No lo entiendo, ¿A dónde quieren ir con eso?
Namjoon tomó aire.
—Que puede que esos restos sean de Sung-il.
Nadie lo vio, pero el corazón del omega, se había roto en mil pedazos.
✶⊶⊷⊶⊷❍ ✟ ❍⊶⊷⊶⊷✶
1994
Ambos miraban el cielo estrellado de esa noche, junto al estanque de la comunidad. Minho estaba reposando sobre el pecho cálido de Sung-il, mientras este le acariciaba la espalda con delicadeza por sobre la camiseta que llevaba. Cerró los ojos sonriendo plácidamente. Jamás se había sentido tan pleno, por primera vez se sentía amado, comprendido, respetado y que lo escuchaban.
Sung-il no lo veía como un omega que debía simplemente satisfacer a un alfa en celo. Él lo escuchaba, lo miraba con atención cada que decía algo o prestaba mucha atención, hasta incluso quedarse perdido en la mirada del omega o el movimiento de sus labios finos cada que os separaba, cuando los besaba era como tocarle cielo; suaves, tersos, rojizos y una calidez inexplicable para el alfa. Quizás esas sensaciones nuevas que experimentaban eran porque, es su primera vez amando de corazón a alguien más, a una persona.
Minho dejó de sentirse sucio al lado de Sung-il. Cada vez que estaba con él era renacer y volver a sentir que valía la pena seguir en pie y continuar para estar con él definitivamente.
Aunque tenía miedo, ay que como la mayoría de las cosas buenas que le pasaban, siempre tenía un final. No quería perder a la única persona que le daba un sentido a su vida.
—Sung-il. —Le llamó. Luego se sentó abrazando sus piernas. —¿Nunca has pesado en qué pasaría si nos alejamos?
El alfa se sentó.
—No.
—¿Por qué? Debes siempre ponerte en esa situación. —Fue serio.
—Es que no quiero hacerlo, porque, no soy capaz de imaginarme sin ti a mi lado, Minho. —Le dijo. —Este año me has hecho muy feliz, me abriste los ojos de lo que realmente quiero para mí.
Sonrió el omega.
—¿Y qué es lo que quieres?
—Estar a tu lado, tener una vida juntos, quizás... una familia.
Minho se ruborizó.
—¿Con alguien como yo?
—Sí, como alguien como tú. —No vaciló.
—¿Qué te gustaría tener? —Le siguió la conversación.
—Un niño, que sea... omega, ojalá.
Minho renegó.
—Sufren mucho...
—Para eso me tendrá a mí, lo cuidaré con mi vida, tal como te cuido a ti. Los llevaré a vivir a una casa, seremos tres. —Contempló el cielo soñando. —Antes creía que ser padre de una iglesia me llenaría de por vida, pero, no lo sé... descubrí otro tipo de amor contigo.
El omega lo besó con delicadeza en los labios.
—Júrame que jamás, pero jamás, en tu vida, me vas a dejar, Sung-il.
El alfa se arrimó, tomando su rostro entre sus manos.
—Nunca te dejaré, lo juro por lo mucho que te amo y por todo lo que vivimos, Kim Minho.
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