3- Debo confesarte algo
Al día siguiente, Kanon se despertó con una erección furiosa.
La cabeza de Camus descansaba sobre su pecho y sus piernas estaban entrelazadas.
Con cuidado se liberó del abrazo del otro hombre y se dirigió a la ducha, sin olvidar cerrar la puerta del baño detrás de él.
Suspiró cuando el agua caliente corrió por su cuerpo. Instantáneamente sus manos estaban sobre su miembro.
Necesitaba un poco de liberación desesperadamente. Sólo imaginar la cara de Camus y recordar la sensación de su cuerpo ligero presionado contra él lo hizo llegar al clímax después de solo unas pocas caricias. Se apoyó contra las baldosas para controlar su respiración de nuevo.
Luego, rápidamente terminó de ducharse, limpiándose de las evidencias de su lujuria.
Mientras se afeitaba, se examinó en el espejo. Su rostro aún estaba sonrojado. Se gruñó a sí mismo.
'¡Eres un hombre adulto, Kanon! Deberías poder controlarte a ti mismo.'
Camus todavía estaba durmiendo cuando regresó de la ducha, así que se apresuró a hacer las llamadas que había prometido.
Recordó que había habido una solicitud de alguien con las habilidades del francés en su escritorio hacía unos días, y esperaba que el trabajo todavía estuviera disponible.
Lo conectaron directamente con el gerente, Shion Ariens.
Shion y Kanon eran amigos, se habían conocido en algunos eventos relacionados con el trabajo.
Después de conversar un poco, Kanon le preguntó sobre la vacante.
Shion estaba muy contento de que el griego pudiera proporcionarle un buen candidato. Habían buscado uno durante mucho tiempo, y alguien con la recomendación de Kanon Katsaros sin duda encajaría en el trabajo.
Kanon explicó sobre la situación de salud actual de Camus y acordaron dejarlo tener otra semana libre antes de que tuviera que comenzar el trabajo.
Al desconectar la llamada, Kanon estaba realmente satisfecho consigo mismo. Estaba seguro de que a su amigo le encantaría trabajar para esta empresa.
Estaban comprometidos con la protección del medio ambiente, por lo que Camus no tendría ningún conflicto con su conciencia mientras trabajaba para ellos.
Después, llamó a su propia oficina, tomándose el día libre. Era viernes y normalmente no había mucho trabajo en esos días.
Caminando hacia la cocina, comenzó a preparar el desayuno, tarareando una melodía alegre.
Aún no había ningún sonido en el dormitorio después de que terminara, así que abrió la puerta en silencio, mirando a su alrededor.
Camus estaba acostado con los brazos abiertos en la cama, aún durmiendo pacíficamente. Kanon sonrió, pero no tuvo valor para despertar al joven.
Estaba seguro de que necesitaba descansar con urgencia.
Pero cuando estaba a punto de cerrar la puerta de nuevo, escuchó un bajo e inquisitivo
-¿Kanon?
-Lo siento, Camie. No tenía la intención de despertarte.
Respondió el mayor.
Camus luchó por levantarse, gimiendo de dolor. Kanon estuvo inmediatamente a su lado. Juntos lograron que se sentara y el griego colocó una almohada gruesa detrás de la espalda del más joven.
-Está bien, Kan. Necesito levantarme y ocuparme de las cosas.
-No, no lo harás, porque ya lo he hecho yo... Pero antes de que te lo diga, ¡primero desayunarás un poco!
Kanon lo calmó.
Sin esperar la protesta de Camus, el griego volvió a la cocina y regresó minutos después con una bandeja de comida y el analgésico de su paciente favorito.
Le colocó la bandeja con cuidado en el regazo, la comida se veía deliciosa, pero Camus hizo una mueca cuando el jugo de naranja entró en contacto con su labio partido.
-¡Toma, toma tu medicación primero!
Kanon presionó dos pastillas en la palma abierta del menor quién, sin chistar, se las tragó.
Tentativamente, comenzó a comer. Sólo en ese instante, se dio cuenta de que en verdad tenía hambre.
Después de asegurarse de que Camus tuviera todo lo que necesitaba, Kanon también se sirvió a sí mismo.
Comieron en un cómodo silencio. El griego se sintió aliviado cuando vio que a pesar del dolor, no había perdido el apetito.
-Así que..., finalmente prosiguió, -he encontrado un nuevo trabajo para ti. Puedes comenzar allí en aproximadamente una semana. ¡Te dieron tiempo para sanar!
-Kan-Kanon...
Tartamudeó el joven
-No tengo idea de cómo agradecértelo.
Con entusiasmo abrazó a su amigo, sin recordar la bandeja entre sus cuerpos.
-Cuidado, muchacho...
Sonrió Kanon, ajustando la bandeja. No obstante, había disfrutado del contacto corporal con el francés.
El griego le contó algo más sobre el trabajo, lo que esperaban de él y sobre el salario.
Era un buen trabajo, incluso mejor pagado que el anterior.
-Gracias, Kan
Volvió a susurrar Camus, frotándose los ojos para no mostrar las traicioneras lágrimas que amenazaban con caer.
Estaba profundamente conmovido por los esfuerzos de su buen amigo.
Kanon acarició el rostro de Camus.
-De nada. Ojalá hubieras venido a mí inmediatamente. ¡Prométeme que lo harás la próxima vez que suceda algo así!
El francés asintió, pero de repente se dio cuenta de que todavía tenía un problema.
-Kan, tengo que empezar a trabajar de inmediato. Mi familia se quedó sin dinero y se debe el pago de la casa.
Se sonrojó de nuevo, sintiéndose completamente impotente.
Kanon se apresuró a responder:
-Lo siento, olvidé decírtelo. Te están dando un pago adelantado. Sólo necesitas darme tu número de cuenta.
-¿Me están dando un adelanto, sin que yo trabaje para ellos todavía?
Preguntó con incredulidad. Kanon se giró para tomar un cuaderno, realmente incapaz de mentirle a Camus en la cara.
-Bueno... sí...
Murmuró.
Camus no lo cuestionó más. Estaba demasiado contento de que todos sus problemas se resolvieran a la vez.
Ansiosamente, garabateó su información bancaria en el papel.
Kanon le quitó el papel y se lo metió en el bolsillo.
-¿Quieres decirme ahora qué le pasa a tu matrimonio?
Le preguntó sin más.
-Realmente no lo sé, Kan...
Suspiró el menor.
-Ambos hemos cambiado... ya nada es como era al principio. Todavía me gusta mi esposa y amo a mi hija, pero aparte de eso, ya no hay pasión...
Kanon asintió, no queriendo interrumpir al menor.
-Tal vez esto es normal...
Reflexionó el joven y se encogió de hombros.
-¡Tú también has estado allí, Kan! ¿Fue lo mismo contigo? ¿Cuáles fueron tus razones?
Kanon tragó saliva.
-Bueno, ella no era la persona adecuada...
-Sí, sé lo que quieres decir...
Continuó Camus. El griego lo dudaba, pero no podía admitirle a su amigo cuánto había cambiado su vida, al menos no ahora.
-¿Tal vez ambos nos casamos demasiado pronto, Kan? Y no sé qué se supone que debo hacer en este momento...
El parlamento del pelirrojo se desvaneció. Kanon puso una mano tranquilizadora en el brazo del francés.
-Tómate tu tiempo para tomar una decisión. ¡Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras!
Camus lo miró con ojos rubíes tristes y de repente Kanon sintió como si todo el aire hubiera sido sacado de su cuerpo.
Apresuradamente, quitó la mano.
-¿Debería traerte algo de ropa de tu casa?
Preguntó mientras se levantaba, ocupándose de retirar la bandeja.
-Ya has hecho mucho por mí, Kan. La conseguiré yo mismo.
Volvió a intentar levantarse, pero fracasó miserablemente.
-Camie, no estás en condiciones de ir a ninguna parte. ¡Quédate aquí y descansa, y volveré en poco tiempo!
El joven suspiró. Interiormente, sabía que Kanon tenía razón.Y al final se rindió.
Anotó su dirección, llamó a su esposa para anunciar la llegada del griego y se dejó hundir de nuevo en las sábanas, ya exhausto por las pequeñas actividades anteriores.
-¿Hay algo que necesites antes de que me vaya?
Le preguntó, preocupado por su agotado amigo.
Camus se sonrojó de nuevo.
-Necesito usar el baño...
Susurró, mortificado. El otro le sonrió.
-¡No hay problema!
Cuidadosamente ayudó al joven a levantarse y lo sostuvo en su camino al baño. Quería darle un poco de privacidad, pero no estaba seguro de si el francés podría continuar solo.
-¡Sólo grita si necesitas algo!
Le dijo, cerró la puerta detrás de él y se precipitó a la sala de estar. Aprovechando ese momento no observado, rápidamente hizo una llamada telefónica a su banco y transfirió una cantidad razonable a la cuenta de Camus.
Justo cuando había desconectado la llamada, escuchó la voz suave del menor, llamándolo. El pelirrojo estaba parado en el arco, sus manos sujetando fuerte el marco de la puerta.
Obviamente, las náuseas lo habían atacado de nuevo y estaba tratando desesperadamente de mantener el equilibrio.
Kanon lo ayudó a acostarse y esperó hasta que el joven se hubo calmado. Camus cerró los ojos cuando el cansancio se apoderó de él una vez más.
-Solo descansa, pequeño...
Colocó el control remoto de la televisión al lado de la cabecera, en la mesita de noche y también llenó un vaso con agua para él.
Antes de irse besó al joven en la frente, sin saber muy bien de dónde venía esto.
Avergonzado, murmuró
-Regresaré en poco tiempo. Estás a salvo aquí...
Camus asintió en señal de agradecimiento. Al salir del dormitorio, el mayor miró hacia la cama. Obviamente el joven ya estaba durmiendo.
Fue sólo un corto viaje de media hora hasta la dirección que Camus le había dado.
Una mujer atractiva y de aspecto muy amistoso abrió la puerta.
-Hola, soy Kanon...
Se presentó.
-Sofía. Encantada de conocerte, Kanon...
Respondió ella. El griego estaba un poco desconcertado por su amabilidad. ¿Qué había esperado? ¿Una perra furiosa? Podía entender claramente por qué Camus se había enamorado de ella años atrás.
Se sentaron en la sala de estar. Sofía le entregó la bolsa que había preparado para su esposo. Estaba preocupada e hizo algunas preguntas sobre lo sucedido y cómo se encontraba.
Kanon le respondió pacientemente. Después de un rato, agarró su billetera y le entregó unos billetes de cien dólares.
-De Camus...
Le dijo.
Sofía abrió la boca, queriendo decir algo, pero volvió a quedarse callada y simplemente asintió.
-Gracias...
Murmuró ella.
-Kanon, eres un buen hombre...
Sofía lo acompañó hasta la puerta principal.
-Por favor, cuida mucho a Camus...
Le pidió mientras se despedían.
El fin de semana pasó rápido. Las heridas de Camus se estaban curando lentamente y podía pasar más y más tiempo fuera de la cama.
Pero todavía dormía mucho. Y, a menudo, Kanon no hacía nada más que verlo dormir.
Camus era muy cariñoso en su agradecimiento. Abrazaba mucho al griego y todas las noches se dormía en el abrazo del hombre mayor.
Kanon lo sufría todo el tiempo. Tener a Camus tan cerca era muy tentador.
Habían hablado mucho, sobre su infancia común y sobre sus años separados.
Era muy fácil para Camus hablar con Kanon. Y cuanto mejor se iba sintiendo el joven, más le volvía la sonrisa a los ojos.
Era domingo por la noche, la última noche antes de que Kanon tuviera que volver al trabajo.
Estaban discutiendo cosas sobre lo que Camus podría hacer la próxima semana cuando estaría solo, solo en el departamento de Kanon.
Como ya había dejado de tomar analgésicos, Kanon había abierto una botella de vino tinto para la cena y ahora ambos estaban sentados en el sofá, bebiendo de sus vasos.
Camus tenía los pies metidos debajo del trasero de Kanon para calentarlos.
El griego se reía entre dientes sobre la imagen que probablemente hacían, como una pareja de ancianos casados.
Solo que, cada vez que Camus movía los pies, Kanon tenía que reprimir un gemido y sus jeans se ajustaban.
El mayor no sabía si era por el vino o por el deseo en su cuerpo, pero sintió la necesidad de ser honesto con el más joven.
-Cam, hay algo que tengo que decirte...
Comenzó con cuidado. El francés levantó la vista y prestó toda su atención. Se asustó cuando vio la cara seria de su amigo.
-¿Qué ocurre? ¿Quieres que me vaya?
-¡No, Camie, por supuesto que no! Pero cuando me preguntaste sobre mi matrimonio el otro día, sólo te dije la mitad de la verdad...
Continuó.
-¿Qué quieres decir, Kan?
-¿Recuerdas que te dije que ella no era la persona adecuada?
Camus asintió lentamente.
-Bueno...
El mayor tosió nerviosamente
-Habría sido más exacto decir que ella no era del género correcto...
El francés miró a Kanon como si le hubiera salido una segunda nariz. Su cerebro necesitaba algo de tiempo para procesar esa información.
Luego, inmediatamente retiró los pies de debajo del cuerpo de Kanon y se sentó derecho.
-Oh...
Susurró.
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