IV - Quiero que sepas una cosa



Sigo dormida. Tiene que ser un sueño. El rostro de Gabriel está justo frente a mí. Siento los pequeños mechones de cabello acariciando mi frente con cada respiración. Me causan cosquillas. Sonrío un poco. Tiene los ojos bien tristísimos y bien bonitos. Son color avellana con toques verdes.

—Gabriel —hablo despacio.

—Azul.

—¿Estoy dormida? —pregunté.

—Estabas —responde—. Oye, ¿estabas haciendo trampa?

Me levanto de inmediato. Sin querer golpeo la frente de Gabriel con la mía y volteo al suelo. Las hojas del concurso de integrales están esparcidas por todo el suelo. Las voy juntando tan rápido como puedo. Me había quedado dormida en cuanto terminé de resolver la última ecuación.

—¿Y bien? —pregunta Gabriel.

—No es lo que... No es—dudo—. ¿Ya terminó el concurso?

Su sonrisa divertida me irrita. No entiendo cómo es que me encontró aquí si se supone que estaba escondida.

—Ah. Sí. Acerca de eso, los jueces vienen para acá.

—¡¿Qué?!

Gabriel me toma de la mano y me jala hacia uno de los rincones de las bambalinas. De no ser por el pequeño hilo de luz que atraviesa las cortinas, estaríamos en total penumbra. Odio la oscuridad, pero no me atrevo a decirle eso a Gabriel. No ahora que me tiene acorralada.

—Las hojas —musito señalándolas—. Van a darse cuenta de que he sido yo.

—Eres demasiado inteligente —habla—. Eso es un problema.

Lo miro con tristeza. Gabriel me odia. De eso estoy segura. Me dejó bien en claro desde el primer día en que cruzamos palabra. Estúpido, corazón, no deberías de emocionarte ahora.

—¿Por qué? —pregunto.

—Porque las personas inteligentes sufren mucho.

—¿De qué hablas?

—Ahí vienen...


¿Perdón? ¿Esta no es la historia que estabas leyendo? No, no creo que haya un error. Porque, bueno, estás aquí. ¿El escritor de antes? No lo sé, yo soy nueva. Soy Nora, ¡mucho gusto!

Ahora yo escribo aquí. Y el fragmento que acabas de leer es de mi obra que se llama «Todos tus secretos». Le ha ido muy bien. ¡A los ojos curiosos les encanta! Y me lo esperaba, porque el cliché del chico malo y extraño con la chica tierna y curiosa pega bastante bien. Que claro, entiendo si no te gusta. Sobre todo si eres de los ojos curiosos que pertenecían al escritor anterior.

¿Sabías que él me leía? ¡Me apoyó desde el inicio!


Mantengo silencio mientras miro los zapatos de Gabriel. Siempre lleva las mismas botitas negras, esas que me gustan tanto. Siento como remueve un mechón de mi cabello de la frente. Me quedo quieta. Aprieto las hojas que alcancé a salvar en un intento por calmar el ruido de mi corazón.

—¿Cómo es que siempre termino cruzándome contigo? —pregunto.

No hubo respuesta de su parte. Él seguía acomodando las hebras de mi cabello, poniendo suma atención al acto. Debería detenerlo.

—No puede ser real —habla.

—¿Qué cosa?

—Tú.

Oprimo mis labios con enfado. No era justo que me tratara de esta manera. Esta escena se había repetido varias veces. Gabriel venía y se comportaba de esta manera. Hacía creer a mi corazón que tal vez sería correspondido. Y luego se escondía. Días sin una sola palabra de él.

Retiro su mano de mi frente. Él vuelve a intentarlo, pero lo detengo con fuerza.

—No lo hagas —reclamo.

—¿Qué cosa?

Levanto la cabeza. Me cuesta mucho sostenerle la mirada. Siento cosquillas en mis entrañas y tengo ganas de llorar.

—Esto. No hagas nada de esto.

—¿Por qué? —pregunta.

—Porque no quiero.

Se acerca un poco más. Me pego tanto a la pared como puedo, pero no hay más espacio. Aprieto mis puños para suprimir el deseo de pasar mis dedos por su oscuro cabello.

—¿De verdad?


¡Ay, otra vez tú! Espera un poquito, ¿quieres? Estamos en el momento más interesante. ¡Se viene una confesión! Por fin descubriremos los verdaderos sentimientos de Gabriel hacia Azul. Hemos tenido unos ocho capítulos llenos de altibajos en la relación. Ahora que me doy cuenta, has llegado un poco tarde. Posiblemente no entiendas nada. ¿Por qué no te quedas leer la obra que está muy bonita?

Voy a darte un poco de contexto. «Todos tus secretos» habla, básicamente, de la relación entre Azul y Gabriel. Verás, Gabriel es el hijo del jefe cazador de criaturas de la ciudad de Shibanbu. Y Azul es una quimera. La mezcla de una humana con un monstruo de los bosques. ¡Y ninguno de los dos sabe esto! Su relación está destinada al fracaso, pero se aman con tortura. ¡Los ojos curiosos los shippean con fuerza!

¡¿No es emocionante?!

Este es el segundo libro, que funciona como una precuela, porque en el primero es cuando casi se matan los dos. Le fue bastante bien a ese. ¡Los ojos curiosos no dejaban de comentar y de votar! Así que supongo que a la saga le irá bien. Tengo planeados cuatro libros, deberían de ser tres, pero no me gustan los números impares. Y Él está contento por ello. Dice que entre más mejor, y estoy de acuerdo con él. De hecho hace poco me felicitó. Estoy muy contenta.

¡Deberías conocerlo algún día! Es un gran sujeto.

Ah, claro. Tú vienes aquí por el escritor. Entiendo, pero, mira, acabo de llegar aquí y me pusieron en esta habitación. Yo no tengo idea de lo demás. Nunca se nos menciona mucho acerca del dueño anterior de estas habitaciones. Y no es como que nos preocupemos mucho por ello, alguien menos con quien competir, ¿no? Ja ja ja.

Ya no me preguntes acerca de él, ¿quieres? Mira, ya te dije que soy nueva, no sé muchas cosas aún. Todavía estoy en observación, ¿entiendes? Pero te soy sincera, me agradaba él... ¡Falta poco para que termine este capítulo! ¿Podrías esperar hasta entonces? Apreciaría mucho si terminamos. Ya sabes que llegaste tarde. Prometo que es poquito, poquito. Dale una oportunidad, verás que te termina gustando.


—¿Azul?

Puedo sentir su respiración contra mi piel. Estoy petrificada. No hay más espacio entre los dos. Me estoy ahogando.

Cierro los ojos.

De repente el lugar tiembla y pierdo el equilibrio. Gabriel me sostiene antes de caer al suelo. Un rugido enorme se propaga por el auditorio seguido de gritos de espanto.

—Y justo ahora tenía que...

No termino de escuchar a Gabriel porque avanzo a trompicones tras bambalinas y atravieso las cortinas. En medio del auditorio está una criatura del bosque, una bola de carne extraña a la que le salen decenas de brazos. El monstruo gigantesco se encuentra atormentando a los alumnos y maestros que aún quedan. Los alza e introduce a su cuerpo sin tregua alguna.

—¡Es un kiwok! —exclamo.

—Sí, sí. Ya lo vi.

—¡¿Y qué esperas?!

Gabriel saca sus dagas de la mochila y me dedica una mirada enfadada.

—No me digas qué hacer.

—¡Ya se comió al profesor de Química! —exclamo.

—Nos hizo un favor entonces...

—¡Gabriel!

Este asiente de mala gana. Da un par de palmadas en mi cabeza y luego mira al monstruo. Avanza un par de pasos, pero inmediatamente se detiene y regresa a mí.

—Tengo que decirte algo, Azul.

—¿Ahora mismo que se están comiendo a la chica? —pregunto.

—¡Siempre es lo mismo! ¡Te importan más los demás que yo!

—Bueno, ¿y qué quieres que diga? Se la están comiendo y me da cosa.

Él me mira extrañado. Permanece ido por unos segundos y por instinto le doy una cachetada en su mejilla izquierda.

—¡¿Y eso?!

—Es que te me perdiste y yo...

—¡No voy a dejarte!

—¿Qué?

—Que no voy a dejarte. No hoy, no mañana, no nunca.

No puedo pensar claramente. Quiero culpar al Kiwok que seguramente sigue comiéndose gente, pero la realidad era que la culpa la tenía Gabriel.

Porque ya tiene mi corazón.

E incluso lo tendría aunque me dejara hoy, mañana, o siempre.

Silencio.

No debería de haber silencio.

—¿Dónde está el Kiwok? —pregunté.

Las cosas suceden demasiado rápido, pero alcanzo a escuchar mi nombre antes de que todo se vuelva oscuro.


¡Holaaaaaaaaaaaaa! ¿Cómo están, ojos curiosos? ¿Qué les pareció el capítulo de hoy? Justo cuando Gabriel se declara, se llevan a su querida. ¡Se vienen cositas buenas! Recuerden que si les gustó el capítulo me ayudan un montóóóóóóóóóóóóón si comparten y comentan. Que yo los adoro mucho.

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¡Muak!



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Mira yo... ¿Qué quieres que te diga? El escritor era muy bueno, pero no se adaptaba a este mundo. Tienes que ser mejor, más brillante, más admirable... No tenía cabida aquí, ¿sí? No basta con solo escribir. Tienes que hacer relaciones, promocionarte, concursos, vender tus memorias. ¡Escribir hasta que se te adormezcan los dedos! Él no quería nada de eso. Le parecía falso. Y mira que a mí me gustaría un montón escribir sobre elefantes chiquitos que puedes llevar en una maleta. Pero a los ojos curiosos no les gustan esas cosas. Y sin ojos curiosos no somos nada nosotros. Lo siento, pero es así. Por eso ahora el escritor no está. Porque si no terminas, Él te lleva a...

No estoy segura de dónde está ahora.

Una pena. Era buen escritor. Yo lo leía.

¿Crees que esté bien?

Mira, tengo sus últimas hojas aquí. Es el final de «Amarillo», las tenía escondidas en un hoyo en la pared y no me atreví a tirarlas. Voy a mostrártelo, ¿sí? ¡Pero tienes que prometer que vas a seguirme y vas a leer mi obra!


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