8
Terry, Amarillo y yo nos volvimos una especie de trío. Como Luke, Leia y... bueno... técnicamente yo era como Chewbacca o algo, pero eso queda a discreción de cada uno.
Nos encontrábamos cada tarde, en mi casa o en la suya para hacer literalmente lo primero que se nos ocurra. Amarillo y yo teníamos ideas mas básicas, como ir al cine o salir a por batidos o helado. Terry, por su parte, tenía planes un poco más estrafalarios, como saltar al arroyo del Kerrigan Park con una soga o explotar pirotecnia en el cementerio.
—Será una locura —Me dijo una de esas, con una sonrisa medio loca en el rostro—. Lo estoy planeando para el cumpleaños de Amarillo. Es el 3 de octubre.
—Le va a encantar —mentí. No estaba seguro de lo que pensaría Amarillo, pero sí estaba seguro de que era mejor no contarle.
Al final casi siempre optábamos por planes más seguros, los cuales Terry aceptaba con gusto. Si me lo preguntan a mí, era un raro de remate, pero me agradaba y se ofreció a ayudarme con la remodelación de mi cuarto, así que... ¿Quién era yo para negarme?
Decidimos empezar el lijado y la pintura esa misma tarde. Amarillo se unió a nosotros, e hicimos una lista de materiales y herramientas necesarias para empezar mientras degustábamos galletas hechas a mano por el señor Cortez pelirrojo (cuyo nombre real era Reddrick Reynolds) (la mente maestra tras los nombres de colores).
Con lista en mano y dinero en los bolsillos, el siguiente paso era ir a comprar los materiales a la ferretería.
A.
La.
Ferretería.
Cuando Terry lo dijo en voz alta sudé frío.
—¿Sam? —llamó Amarillo—. ¿Estas bien?
—Sí. Sólo un poco emocionado —mentí.
Terry aplaudió y se levantó del piso de mi sala.
—¡Eso! ¡Marchando equipo Tersamarillo!
Resultó que el viaje a la ferretería fue mucho más tranquilo de lo que pensé. Compramos la pintura (azul, por supuesto), las lijas, rodillos y brochas y salimos pertrechados de bolsas amarillas y baldes de pintura, dispuestos a ponernos manos a la obra.
—¡Esperen, esperen! —Terry se detuvo de repente, y nos pasó las bolsas— ¡Iré a JJ's y traeré helado! ¡Los veo en casa!
Amarillo quiso detenerlo, pero Terry ya estaba corriendo calle abajo. Esa familia tenía demasiada energía, se los digo en serio.
—Es un caso serio —murmuró Amarillo, negando suavemente.
—Es tu hermano y se nota —reí yo.
El trayecto se nos hizo corto mientras hablábamos de la supremacía de las peliculas de Fincher por sobre las demás cuando pasamos frente al parque de skate. Miré de soslayo, y me percaté de que estaba vacío, lo cual fue un gran alivio. Quería ahorrarle a Amarillo el gusto de conocer a esos gorilas.
Estábamos a punto de doblar la esquina para dejar atrás el parque cuando Wilson, Dallas y Halloway salieron de un callejón y se detuvieron en seco. Le rogué al cielo que nos dejasen en paz sólo por esa vez, pero el cielo tenía otros planes.
—¡Hotdog! —llamó Wilson. Yo puse los ojos en blanco y seguí caminando— ¿Quién es esta? ¿Es tu nueva novia? ¿Por fin te gustan las chicas?
—No les hagas caso, sigue caminando —le murmuré a Amarillo. Ella asintió y apuró el paso, pero los otros dos gorilas nos cerraron el paso.
—Qué falta de educación, hotdog. ¿Así te vas a comportar frente a tu chica?
Dallas y Halloway intercambiaban miradas lascivas, riendo y balbuceando como hienas. La sangre empezaba a hormiguearme en las venas, así que bajé los baldes de pintura. Amarillo se acercó un poco más a mí.
—¿Por qué no vienes con un chico de verdad, hermosa? —preguntó Wilson, inclinándose hacia Amarillo. Apreté los puños tan fuerte que casi me entierro las uñas en la carne.
—Cepíllate —respondió ella—. Que asco.
—¿Qué mierda te crees maldita zorr-
El primer puñetazo fue un impulso. El segundo, el que lo tumbó, fue por puro gusto. Los que le siguieron a ese ya no los pude controlar, y cuando me di cuenta estaba encima de un Dave con el labio roto, mirando mis manos ensangrentadas, con los otros dos tratando de quitarme de encima de su amigo. Recuerdo que Dallas, o Halloway, uno de los dos, me empujó y me prendió un golpe que me recolocó el cerebro. Cuando me pasé la manga del abrigo para limpiarme la nariz volvió manchada de rojo. Empecé a respirar pesadamente por la boca: si lo hacía por la nariz de seguro me ahogaba con la sangre.
No estoy seguro de qué exactamente había estado haciendo Amarillo, pero si estoy seguro de que estaba completamente horrorizada. Le oía gritarme como si estuviese demasiado lejos, como si estuviese bajo agua. Nada era real. Sólo la rabia que sentía hacia Wilson. Sólo la furia que me provocaba que haya insultado a Amarillo.
—¡Vuelve a decirlo! —le grité, abalanzándome sobre él de nuevo. Le tomé del cuello de la camiseta y le obligué a mirarme a la cara: sus ojos destilaban el más profundo miedo—. ¡Vuelve a decirlo, o siquiera a mirar en su dirección y te mato!
Algo en mi expresión debió asustarlo, porque se incorporó como pudo y salió corriendo junto a sus matones.
Amarillo y yo no volvimos a hablar hasta que llegamos a mi casa, en dónde ella me obligó a sentarme en una de las sillas de la cocina y me limpió la cara con un paño de cocina. Al final siempre terminábamos de esa forma: con ella curándome las heridas.
—No deberías hacer eso —dijo finalmente, sin expresión.
—¿Qué? ¿Defenderte?
—Pelear por cada pequeña estupidez que te dicen. No puedes resolver todo a los golpes. Alguna vez te va a ir mal, Sam, y no tiene sentido-
Golpeé la mesa con el puño, apartando el rostro.
—¿Y a ti que mierda te importa lo que yo quiera hacer o no, eh? —grité— ¡Y ya déjame en paz con esta mierda, estoy harto de que juegues a la enfermera conmigo! —añadí, lanzando un manotazo que terminó por derrumbar el botiquín y todo su contenido al suelo— ¿Qué soy? ¿Un proyecto de salvación para tu grupo de juventud cristiana? ¡Vete a la mierda!
Amarillo tiró el paño y salió de mi casa dando un portazo.
Yo golpeé la mesa hasta que se entumeció la mano.
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