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Amarillo era la personificación de las mañanas: demasiado brillante y ruidosa, Sin embargo, cuando se fue, no hizo ningún ruido. Los señores Cortez nos contaron que Amarillo se fue durante la madrugada. Se durmió profundamente, y su corazón simplemente se fue apagando poco a poco con cada latido. No experimentó dolor ni miedo.

Simplemente ya no estaba.

Cuando recibí la llamada sentí que se me cayó encima el mundo.

Recuerdo que grité hasta quedarme sin voz, y mi mamá y Jimmy corrieron hasta mi habitación y me sostuvieron entre ambos. En ese momento recordé el día en que Amarillo me dijo que le quedaban un par de semanas de vida y pensé que fui un tonto al creer que eso había dolido, cuando en realidad no había sido nada.

Lo que sentí esa madrugada era el verdadero dolor.

Ese era el verdadero dolor y yo no era fuerte.

No podía aguantarlo.








• • •








Cuando terminé de vestirme para ir al memorial estaba convencido de que nunca más iba a volver a sentir nada en la vida. Estaba completamente aéreo. No recuerdo ni que me puse. De seguro hubiese ido desnudo si o fuese porque Jimmy y mi mamá no se despegaron ni un segundo de mi lado y me bañaron, me vistieron y me peinaron. No pude ni siquiera negarme. No estaba seguro ni de poder respirar por mí mismo.

Cuando doblamos la esquina hacia la iglesia pude ver un ejército de coches flanqueando la pequeña construcción de madera. Fueron personas que nunca había visto en la vida: gente que vivía en San Francisco, de seguro. Amigos, compañeros, conocidos de los señores Cortez. Todos reunidos porque habían tenido la dicha de llegar a conocer a Amarillo. Quise morir. ¿Cuántas personas? ¿Cuántas personas habían tenido la alegría de tener a Amarillo en sus vidas y porqué yo había sido la última?

¿Por qué no pude conocerla antes? Ahora todo lo que me quedaba era una imagen suya en un cajón forrado de flores. Se veía absolutamente apacible, como un ángel o una ninfa. Algo místico, celestial. Alguien que no era Amarillo. Amarillo se hubiese vestido de colores. Amarillo se hubiese trenzado el pelo con hilos dorados. Amarillo hubiese sonreído.

"Amarillo hubiese" fue la frase que más odié ese día, porque a pesar de que "Amarillo hubiese", Amarillo ya no haría.

Nada.

Nunca más.

—Viejo —me dijo T.J., parándose a mi lado y pasándome el brazo por los hombros—. Esta no es Amarillo.

Volteé. Tenía los ojos rojos y olía a licor del barato.

Lo abracé. Ambos lloramos.








• • •








Después del memorial no volví a salir de mi cuarto.

No recuerdo haber comido o dormido. No recuerdo tampoco haber distinguido los días: todos eran iguales. Estar vivo era un eterno letargo. Pronto empecé a vivir en un limbo. No sabía si estaba despierto o estaba soñando, pero honestamente prefería estar despierto mirando al techo. No creía poder aguantar soñar una vez más con amarillo. Lo llevaba haciendo todas las noches desde que la enterraron.

Un atardecer sentí que la conciencia volvió de pronto a mi cuerpo, y volteé hacia la pared. Su nombre seguía escrito en pintura celeste, y me dolía leerlo. Decidí que si iba a hacer algo con mi vida sería en ese momento. Iba a repintar la maldita pared. Iba a borrar su nombre por completo.

Tomé la brocha y empecé a pintar lentamente. No sé como sucedió, pero cuando me percaté de lo que estaba haciendo había tomado el balde de pintura y lo arrojé a la pared violentamente, manchándolo todo. Un salpicón azul escurría por la pared, tratando de tapar sin éxito su nombre. Hice lo mismo con el siguiente balde, y el siguiente. Empecé a golpear la pared con los baldes de pintura hasta que yo mismo parecía un pitufo. Estuve gritando todo el tiempo, pero solo me di cuenta cuando Jimmy entró a mi habitación de golpe y se tapó los oídos. Todavía tenía el uniforme de JJ's: recién llegaba del trabajo.

—¡Samuel! ¡Samuel, basta! ¿¡Qué mierda estás haciendo!? ¡Contrólate Sam! ¡Contrólate, carajo! ¡Sam, vas a romper la pared!

—¡Pues que se rompa! —grité, temblando sin control— ¡Que se rompa! ¡No quiero ver su jodido nombre! ¡No quiero verlo! ¡No quiero volver a pensar en ella!

—¡Amarillo no querría esto! —me gritó el, tomando mi cara entre sus manos.

—¡Amarillo ya no está! —vociferé con todas mis fuerzas— ¡Amarillo ya no está, carajo! ¡Amarillo se murió y pensar en ella me duele! ¡Ver su maldito nombre me duele! ¡Me importa una mierda lo que ella quiera o no porque ella... ella nunca va a volver! —carraspeé, limpiándome las lágrimas de los ojos—. Déjame en paz, Jimmy... sólo déjame en paz...

Jimmy se aferró a mí y nos deslizamos hasta el suelo. Me abrazó con fuerza mientras yo lloré con todo lo que daban mis pulmones.

—Estas muy mal, Sammy —murmuró con voz quebrada, agarrándome con mas fuerza—. Tienes que comer algo. Tienes que dormir un poco. No puedes seguir así...

—No puedo —confesé—. No puedo dormir, la veo todas las veces que duermo. Amarillo está en todas partes menos aquí y no sé como voy a hacer para vivir sin ella. A veces quisiera no haberla conocido. A veces quisiera estar muerto.

—No digas eso. No digas eso Sammy. No digas eso...

Jimmy siguió repitiendo lo mismo, con la voz quebrándosele poco a poco. Yo no dejé de llorar hasta que caí inconsciente. Jimmy no dejó de abrazarme.

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