Capítulo 9
Pero no soportaba el estar lejos de ella, era una especie de amor-odio que rebasaba toda lógica. Eso y por supuesto su afán por provocarle el mismo dolor que a él lo arrasaba. Y jamás se la dejaría a Carlton ¡jamás! Primero muerto. Y si Carlton no había recibido su merecido era por que sencillamente había desaparecido de la faz de la tierra. Cosa que tarde o temprano tendría solución por que no había detenido la búsqueda de ese cretino ¿Qué haría con él cuando lo encontrara? Se imaginaba muchas cosas todas ellas terminando en asesinato. Sabía que no valía la pena mancharse las manos con la sangre de ese tipo. Pero el saber que ese imbécil había hecho suya a su mujer, a Allyson, le provocaba reacciones asesinas.
- Teníamos que intentar arreglar las cosas, antes de pensar en un divorcio – mintió, esperando que Fabricio lo creyera, viendo duda en los ojos de su abuelo tuvo que añadir – Eso, y claro, que no hubo contrato prematrimonial, jamás permitiría que se lleve el patrimonio de la familia.
- Así que la retienes por que no firmó nada que asegurara tu dinero ¿no? Eso es cruel y lo sabes.
- No, no lo es. Crueldad fue el haberme engañado.
- Ofrécele una cantidad justa y ya que no crees en su inocencia y no pretendes ahondar en el asunto, déjala marchar. No la quieres a tu lado por que la amas, si no por que temes por tu dinero, eso no es justo Máximo.
- La vida no es justa – replicó fríamente, dando gracias que su abuelo le hubiese creído eso.
Su abuelo no pudo replicar por que en ese momento entraba Grace, la paciente y encantadora enfermera personal de su abuelo. De unos cincuenta años, pelo del color del fuego y hermosos ojos azules había sido la única que no se había marchado y dejado el puesto. Su abuelo ciertamente era imposible cuando se trataba de sus enfermedades, no le gustaba tomar las medicinas ni acudir al médico. Fabricio Vechio era un encanto, pero no cuando se trataba de doctores, hospitales y medicamentos. Grace era la única que no había salido corriendo, llevaba más de 12 años en la casa y Máximo le tenía especial cariño al igual que ella a él, aunque era otra fan de Allyson, las dos habían congeniado y se habían hecho amigas.
- Hola, cariño – le había saludado afablemente Grace.
- Hola Grace ¿mi abuelo te ha hecho enojar mucho esta semana?
- No tienes idea – dijo Grace y puso los ojos en blanco.
- Eres única ¿lo sabes, verdad? Por que mira, que soportar a Fabricio.
- Sí, lo se – dijo Grace y rió con ganas.
- Eh, que estoy aquí ¿Por qué hablan como si no me encontrara en la habitación? – dijo su abuelo intentando aparentar enojo sin mucho éxito.
- Abuelo, Grace, debo irme.
- Saludos a Allyson y tráela a casa – dijo su abuelo.
- Veré que puedo hacer.
- Nada, simplemente tráela y es una orden.
- Ve con cuidado Max y salúdame a Allyson – Grace intervino.
- De tu parte Grace, nos vemos pronto abuelo.
- Más te vale que así sea – gruñó nuevamente el anciano.
De camino a la villa Máximo pensaba en las palabras de su abuelo ¿y si hubiese sido una trampa? ¿Que tal si el mismo William había preparado todo? No, no podía ser así. Todo indicaba que se veían desde hacía tiempo, algunas de esas veces él mismo había sabido que estarían juntos por que tenían trabajo. Los celos lo habían invadido en esas ocasiones pero había logrado controlarse. Era el trabajo de su esposa y él un simple compañero se había dicho. Ella actuaba con él como una mujer enamorada, ardiente en la noche y cariñosa y entregada a él en el día. La esposa ideal. Pero todo había sido eso: una actuación. Apretó el volante con fuerza y aceleró. Lo único que tenía que hacer era llegar a casa y seguir con su venganza contra su esposa. La excitación le recorrió el cuerpo. Sería suya esa noche.
Sentada en un banco de piedra, teniendo al frente el jardín mas maravilloso y bello que había en su vida se encontraba Allyson tratando de procesar lo que le enviaba su frenético cerebro. Que irónico, se había burlado de si misma, quería recordar por supuesto pero no quería el dolor que acompañaba esos recuerdos.
- Mañana mismo – había dicho Máximo.
- ¡Estás loco! – había rebatido entre emocionada y sorprendida Allyson – No podemos casarnos con tan poco tiempo, mis padres no saben nada, Jaquie me mataría si no le aviso, eso puedo jurarlo.
- Mmmm, en ese caso tendré que convencerte – le había susurrado seductoramente al oído.
La mañana después de haber hecho el amor por primera vez durante prácticamente toda la noche había sido como el renacer de Allyson en todos los sentidos. Se había despertado en sus brazos y la sensación era indescriptible. No se imaginaba estar en una cama sin él a su lado, no se veía sin él en su vida. Los miedos y dudas habían desaparecido, los dos eran más que compatibles sexualmente. Eso era algo que no se podía fingir y recordarlo hacía que su piel ardiera anhelando su contacto, cosa que le enfurecía.
Una vez que hubo salido de la habitación y comprobado que Máximo no estaba, su cerebro seguía proporcionándole información que toda ella procesaba como dolorosa. Le habían informado que él se había marchado y que no tardaría. Puede quedarse el tiempo que quiera en lo que aclaro mi cerebro, pensó Allyson.
De vuelta a sus recuerdos, él la había convencido haciéndole el amor de tal manera que se encontró suplicándole que la poseyera. La Boda sería por el civil habían acordado, sin ninguna recepción. La fiesta sería para cuando se lo informaran a sus familiares y amigos. Embriagados de amor, habían querido pasar el mayor tiempo juntos y a solas, aunque analizándolo bien la que estaba enamorada era ella, él disfrutaba el sexo y el que compartían era increíble lo que seguramente había orillado a Máximo a continuar con su propuesta matrimonial. La enorme fiesta que seguramente querría dar el abuelo de Máximo requeriría tiempo, además de que los separaría hasta que fuera la recepción y ellos no querían separarse ni por un instante.
Máximo ni siquiera había mencionado a sus padres, para él sólo existía su abuelo y ella no había querido preguntar más acerca de ellos, aunque sabía que existían. Obviamente la relación entre ellos no era la mejor a diferencia de ella y sus propios padres.
La ceremonia civil había sido al día siguiente tal como él le había dicho, lo tenía todo arreglado.
Una preciosa y sencilla ceremonia en un clima de absoluta discreción.
Ellos dos, el juez y dos testigos escogidos rápidamente ahí mismo. Sin embargo a su mente no venía el recuerdo de una gran recepción posterior festejando su enlace. Otra cosa que estaba en el limbo de su amnesia. Lo que ya venía a su mente era Fabricio Vechio un anciano adorable al que ella había llegado a amar sinceramente y se encontró deseando verle de nuevo. Seguramente podría encontrar la manera de verlo y quizás hasta él la ayudaría a recordar.
- ¿Tan seguro estabas de que diría que sí? – le había reprochado Allyson.
- Debo admitir que no – admitió – por eso mismo había planeado literalmente raptarte – dijo en broma.
Broma que después cumpliría y muy en serio, sacándola del Hospital casi a rastras. Pero algo le decía que no había sido la primera vez. Desesperada recordó sus sueños, en los que huía de él y aunque no lo recordaba estaba casi segura que ya había tratado de alejarse de él y no lo había permitido.
- ¿Te ha gustado tu habitación? – le preguntó una voz grave, profunda y definitivamente muy masculina a sus espaldas, que la hizo sobresaltarse ligeramente. Permaneció inmóvil sin girarse a verlo, no hasta que a su cuerpo se le pasara la impresión. Se le había puesto la piel de gallina y odió que él provocara todo eso en ella. Tan absorta estaba en sus pensamientos que no lo había oído llegar. Aunque claro, se desplazaba con el sigilo de un felino.
- Sí, gracias. Muy cómoda – le contestó aún sin voltearse y aliviada de que su voz hubiese sonado tranquila.
- Supongo que no te ha traído ningún recuerdo – le dijo acercándose a ella y sentándose a su lado – Sobre todo porque no es la habitación que compartíamos. Pero dime ¿nada de lo que ves te ha ayudado a recordar? ¿la casa, quizás? ¿el jardín?
¿Debería decirle la verdad? Se preguntó Allyson. Fugazmente había visto un brillo de duda y desconfianza en sus ojos, como si el que ella recordara no le beneficiara a él en lo absoluto ¿pero por qué?
Lo mejor sería aparentar que seguía igual. Podría ser de gran ayuda el que aparentara estar con amnesia.
- Me temo que no – contestó mirándolo a los ojos, para que no pensara que mentía, cosa que le costó sobremanera por que esos ojos tenían la capacidad de dejarla en estado de shock. Esos ojos del color del oro líquido que la miraban con una intensidad devastadora y que parecían querer fundirla.
- Lo lamento – le dijo sin el menor rastro de verdaderamente sentirlo- pero muy pronto recordaras todo – Lo dijo con un tono mordaz disfrazado de amabilidad y dicho así parecía casi una amenaza.
- Oh, estoy segura de que si – le dijo sin dejar de mirarlo y alzando inconcientemente un poco la barbilla, ella no era de las que se dejaban amilanar ante nada, aunque no tenía una idea concreta de a que se enfrentaba.
Sonriendo de manera casi letal para cualquier mujer que se preciara de serlo. Se levantó y la invitó a dar un paseo por el jardín y los alrededores cercanos de la casa. No pudiendo negarse ella aceptó.
- La casa ha pertenecido a la familia por muchas generaciones – comentaba Máximo - Ha sido renovada varias veces. Uno de mis ancestros la construyó para su esposa y es casi una tradición el que los miembros de la familia Vechio pasen su luna de miel aquí.
- ¿Nosotros lo hicimos? – preguntó algo nerviosa, el estar cerca de él no beneficiaba para nada su equilibrio mental.
- Así es.
- Por eso me trajiste aquí, para que recordara eso ¿no es así?
Estaban muy cerca de uno de los arcos de piedra, él avanzó hacia ella e instintivamente Allyson retrocedió hasta toparse con el arco que le impidió seguir retrocediendo. No quería que viera lo mucho que la afectaba así que se apoyó en el arco y lo miro decididamente. Él puso sus manos a cada lado de ella sobre el arco de piedra imposibilitándole la salida, estaba tan cerca que sentía hasta el calor que desprendía su cuerpo, sus ojos adquirían una ligera tonalidad verde-dorada y ella sabía sin lugar a dudas que la deseaba, lo peor de todo es que ella sentía lo mismo, pero quería ir con pies de plomo hasta no saber cual era la realidad de su situación como matrimonio, como pareja, como amantes.
Sería tan fácil entregarse a él pero sabía que no debía, no hasta que desentrañara de una vez por todas ese algo que se le escapaba a su mente y a sus recuerdos.
- Sí, por eso te traje aquí. Por eso y por que eres mi esposa, eres mía y de nadie más – él solo deseaba que recordara lo bueno, al menos mientras conseguía la revancha y sacársela de la piel.
- No me siento propiedad de nadie y nunca lo he sido no hay necesidad de recordar algo que se que siempre ha sido así – dijo con ojos chispeantes Allyson - Volvamos a la casa, ya está anocheciendo – le dijo con voz firme, firmeza que estaba lejos de sentir.
- ¿Tratando de huir de mí? – le dijo con la mirada burlona – No conseguirás nada intentándolo, sobre todo por que en realidad de lo que quieres alejarte es de lo que siempre ha habido entre nosotros y eso no es necesario que lo recuerdes, la química, esta atracción magnética y sexual que no puede sacarse aunque se quiera – le dijo ferozmente.
- ¿Y que si la hubo o la hay? No significa absolutamente nada, por que no recuerdo lo que pasó entre nosotros y dudo mucho que tú me quieras dar detalles. Para mí eres un perfecto desconocido – sentía enojo y desesperación por que era cierto lo que él decía, aunque no recordara muchas cosas a él jamás lo olvidaría del todo.
- ¿Eso crees? ¿no significa nada? – le dijo mirándola intensamente y sujetándola por los hombros acercándola más a él y tomando posesión de su boca tan rápido que ella no tuvo tiempo de esquivarlo.
Se retorció en sus brazos e intentó irse, pero él no se lo permitió. El cuerpo de Allyson reaccionó demasiado pronto a la proximidad de Máximo al sentirlo tan cerca de ella deseando como nunca dejarse llevar siendo la lucha mas contra si misma que contra él. Si se quedaba haría de ella lo que quisiera dejándola en ridículo. Abrió la boca intentando hablar y él aprovechó para apoderarse por completo de su boca, incrementó la fuerza del beso, ella sabía que quería demostrarle que estaba equivocada. Su lengua se introdujo entre sus dientes y penetró en su boca haciéndole que se acoplara al cuerpo de Máximo instintivamente. Él deslizó las manos por sus caderas alzándole el vestido sin dejar de besarla. Puso sus fuertes manos sobre su trasero y ella gimió de placer y de frustración, mucha ropa era la que los separaba de fundirse por completo.
El la apretó contra si para que sintiera la fuerza de su erección y Allyson quiso que la tomara allí mismo sobre el arco de piedra. Devolviéndole el beso con fiereza lo mismo que él, le paso los brazos por el cuello y metió sus dedos en sus cabellos negros. De pronto las luces del jardín y de la casa se encendieron, dejándolos sin el amparo de la noche.
Se separaron bruscamente sin dejar de mirarse a los ojos. Ella apoyándose contra el arco temiendo que si no lo hacía caería al suelo. Ambos con la respiración entrecortada. El brillo de triunfo en los ojos de él fue la gota que colmó el vaso.
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