Capítulo 7
Que una mujer no tuviera tiempo para él era algo totalmente raro. Jamás le había sucedido algo así y aunque se había enfadado. Había descubierto que le gustaba el reto que ella en si suponía.
Poco a poco había ido minando sus objeciones y había logrado que ella aceptara con más frecuencia estar con él. Había sido su objetivo conseguirla como fuera y después había deseado no dejarla ir. Tomando en cuenta que él jamás había querido un compromiso serio, el querer que Allyson se enamorara de él era algo inusitado. Creía que lo había conseguido pero sólo había sido una ilusión.
Sabía que al menos cuando la conoció aún no había sido amante de William, al menos no en un sentido físico. Pero al parecer había sido necesaria su boda para que ella se diera cuenta que a quien realmente quería era al cretino de William ¿para que engañarse? Ella lo había sabido siempre, pero casarse con Máximo Vechio era sumamente ventajoso y beneficioso para ella y sin ser presuntuoso, para cualquiera. Era una mujer ventajosa, interesada y ambiciosa. Aunque William gozaba de prestigio y era relativamente rico, jamás tendría el dinero que ella quería. Así que por eso le había dado a cambio el privilegio de ser el primero. Casi como si se tratara de una transacción. Una vez conseguido el objetivo que era casarse con él, hizo lo que siempre había deseado: estar con su verdadero amor y disfrutar de los beneficios de tan bien habido matrimonio.
No habían firmado un contrato prenupcial y recordarlo en ese momento era un motivo más para que la ardiera la sangre, había estado tan profundamente idiotizado por ella que se habían casado casi intempestivamente y nunca se le había ocurrido hacérselo saber a su abuelo y mucho menos a sus abogados, los cuales se habían quedado atónitos al recibir la noticia. Su abuelo era otra cosa, Allyson fue casi como otra nieta para él, se había hecho querer por su abuelo y eso también lo enfurecía. La había recibido con los brazos abiertos y dado toda su confianza y amor igual que lo había hecho él, otro Vechio mas embrujado por esa hechicera.
Su abuelo sabía a medias lo que había ocurrido entre ellos, no quería preocuparlo y tampoco le hacía mucha gracia que se enterara de lo tonto que había sido, era su abuelo y lo quería muchísimo pero solo lograría preocuparlo y seguramente saltaría en defensa de Allyson, casi podría jurarlo ¿Qué era lo que le hacía a los hombres? Era como esas sirenas de los cuentos, hermosa, hipnotizadora pero peligrosa.
William estaba tan enamorado que no le había importado que ella se casara con otro y la había recibido cuando ella le había buscado de nuevo, no había sido demasiado tiempo en realidad.
La rabia y los celos los sintió con fuerza nuevamente, como cuando comprobó su infidelidad. Arrojó la copa que aún tenía en las manos y la estrelló con fuerza en la pared. ¡Malditos fueran los recuerdos amargos que tenía de ella! Se pasó las manos por el rostro, como deseando borrar todo.
Aunque para su desgracia, su mente aún se los recordaba y también le hacía tener presente los buenos recuerdos a su lado. Con gesto impaciente se levantó y se dirigió al teléfono, había olvidado llamar a su abuelo. Le haría una llamada, seguro le ayudaría a aliviar un poco de su tensión. Pensándolo mejor, iría a verlo a su casa, le diría que su flamante esposa estaba nuevamente en casa, después de haberse ido por una pequeña pelea, eso lo había aceptado su abuelo un tiempo por que sabía que ambos eran de carácter fuerte, pero conforme pasaron los días Máximo se había quedado sin saber que excusas darle, ahora le aliviaría saber que ya estaban juntos, esbozó una sonrisa irónica al pensarlo ¿juntos? Claro, pero no de la manera que su abuelo se imaginaba. No quedaba tan lejos la casa de su abuelo y además Allyson estaba dormida. Dejaría instrucciones precisas de que no podía abandonar la casa bajo ningún concepto.
Se lo dijo a Lola que lo miró con gesto interrogante y un tanto contrariada. Seguro no le hacía gracia. Pero así estaban las cosas. Y se alejó a toda velocidad en su Porsche.
El ruido de un auto alejándose sacó a Allyson de sus sueños.
No había dormido casi nada. Sentía su cuerpo mas descansado pero su mente estaba realmente agotada. Se estiró en la cama, deseando dormir pero sin soñar. Fue entonces cuando la realidad de sus sueños la devolvió a la realidad y se quedó inmóvil mientras su mente le decía que todo lo que había soñado era lo que realmente le había sucedido.
En un evento mientras acompañaba a William lo había conocido. La había dejado prácticamente sin respiración, pero claro, él le producía las más extrañas reacciones, la primera vez después del accidente se había desmayado al verlo y aun sin recordarlo totalmente le producía sensaciones contradictorias. Quería estar lejos de él y al mismo tiempo no, era como si lo odiara y lo amara al mismo tiempo ¿amor?
Era un sentimiento que al parecer albergaba su corazón, aunque ella no quisiera admitirlo o dejarlo salir y se sintió atrapada y confusa. Ella recordaba esa primera noche cuando habían cenado juntos. Todo encanto, todo seducción. La había dejado completamente perdida de anhelo por verlo de nuevo y eso la había asustado por que por primera vez vio el peligro, lo que ocurriría si se enamoraba de un hombre así. Famoso por sus conquistas, las más bellas mujeres habían pasado por su cama sin lograr atrapar al soltero de oro y más famoso aun por su habilidad para los negocios.
Empresas Vechio abarcaba diversos negocios: hoteles, bienes raíces, construcción y software con considerable éxito. Era además un basto conocedor y poseedor de arte tanto florentino como de diversas culturas, siglos y periodos.
Lo único que pensó es que ella no debía dejarse seducir por un hombre con semejante carisma y poder, se enamoraría sin remedio seguramente y luego la dejaría por otra. Era demasiado independiente como para depender del amor o el deseo que le hicieran sentir y aunque nadie había logrado despertar en ella esas necesidades, sabía que Máximo Vechio las despertaría todas. No tenía que ser una experta para saberlo.
Así que le dio largas a sus invitaciones a salir de nuevo. Cosa que él se había tomado como un juego y luego como un reto.
Ella retrocedía y él avanzaba. Hasta que por fin había empezado a ceder. Y habían comenzado a salir. Eso ya lo había recordado. Cuando él la llamaba por teléfono, la excitación y la emoción casi la dominaban y después se recordaba que no era una adolescente tonta. Por eso mismo, aunque le había costado muchísimo ella jamás lo llamó, ella jamás lo buscó. Un recuerdo doloroso se atravesó en ese momento, una amarga discusión. Él le había reclamado como ella había sabido jugar bien sus cartas y lo había mantenido en suspenso todo ese tiempo. Mostrándose intrigante y enigmática al mismo tiempo. Ella le había respondido que jamás había hecho tal cosa, solo para escucharle decir que era una mentirosa y manipuladora.
Parecía muy lejana aquella ocasión en que le había inundado la habitación del Hotel donde ella se hospedaba el hotel Vechio por supuesto, de sus flores favoritas. Cosa que ella había recordado en el Hospital. Fue después de una noche realmente especial. Claro, le había pedido que se casara con él y ella aun temerosa de estar viviendo algo irreal, una ilusión, le había dicho que tenía que pensarlo.
A lo que él medio en broma, medio en serio le había dicho que lo estaba obligando a robársela y a llevársela muy lejos, donde solo estuvieran los dos solos. Ella rió completamente excitada por la idea y prácticamente deseosa de que lo cumpliera, pero aun así le había pedido unos días.
Al día siguiente no había sitio para nada, todo estaba lleno de flores. Y solo una tarjeta que decía: Di que si, o tendré que raptarte. Tuyo, Máx.
Y fue en ese momento que no había tenido mas dudas o al menos las había desechado a un rincón y le había aceptado. Marcó a su móvil, por vez primera en esos dos meses que tenían de conocerse, sabiendo que había tenido que ir a Roma por negocios y él había respondido inmediatamente y mostrándose asombrado de que ella le hubiese llamado.
- A que debo el enorme honor de que me llames, corazón- Le había dicho.
- Quería agradecerte las flores. Son preciosas – Le dijo sin revelarle aun el motivo de su llamada.
- ¿Me llamas por eso? O es que por fin te has dado cuenta que no puedes estar sin mí y necesitas escuchar mi voz todos los días - Había bromeado él.
- Quería saber si es cierto lo que dice la tarjeta.
- ¿Qué si no aceptas, tendrá que raptarte?
- Ajá
- Pues si, es cierto.
- En ese caso lo lamento.
- ¿Qué lamentas? – había preguntado inmediatamente.
- Que no realices tan romántica idea.
- ¿Y se puede saber por que? ¿Vas a huir de mí?
- Peor, voy a aceptar.
- ¿Cómo? – le había dicho, como si no pudiera creerlo.
- ¿Desde cuando tienes problemas para entender lo que te dicen Máximo? – dijo riendo.
- Desde que te conocí, no soy yo mismo debo admitir.
Esa respuesta de él le encantó y se sintió flotar y mas decidida aún le había dicho...
- La respuesta es si a lo que me has pedido anoche, aunque la idea de raptarme me sigue siendo muy tentadora, así que ¿Por qué no hacemos ambas cosas?
- ¿Estás aceptando casarte conmigo?
- Así es – suspiró.
- Eres una mujer cruel.
- ¿Por qué? –preguntó totalmente sorprendida.
- Estas cosas no se dicen por teléfono – gruñó.
- ¿Qué tiene de malo?
- Todo. Deberíamos estar frente a frente, así pudiera haberte comido a besos, hacerte mía de una buena vez por todas y no tener que esperar a verte para hacerlo – dijo con convicción.
- Vaya – susurró en esa ocasión Allyson.
- Me has hecho esperar demasiado y lo sabes, pero esta vez no tienes escapatoria y sabes a lo que me refiero.
- No ha sido intencional – Su voz sonó algo estrangulada, pero era por la emoción.
- Eso no es cierto – dijo Máximo y ella rió.
- Te estaré esperando.
- No demasiado, voy para allá.
- ¿Qué no tenías que estar allá el resto de la semana? – apenas era miércoles.
- He cambiado de idea.
- Perfecto.
Y así había sellado su futuro al lado de Máximo Vechio. No habían hecho el amor aun y era ridículo, tenía que aceptar eso. Pero dentro de ella estaba muy presente la idea de que él se aburriría inmediatamente si ella le daba absolutamente todo, aunque se moría por hacerlo, por compartir noches y días de pasión a su lado. Nunca había demasiado nada con tanta fuerza y sentido tanta pasión frustrada.
Egoísta y tontamente quería alargar el interés que sentía por ella. Y que se temía según ella creía, que gran parte de ese interés era por que aun no habían tenido relaciones. Y con el sexo no tenía experiencia.
Nunca había sido una mujer insegura. Pero en las cuestiones del amor en ese entonces era una completa inexperta. A veces no se podía creer que él estuviera saliendo con ella, habiendo tantas mujeres hermosas que darían todo por estar en su lugar. Sabía que era guapa pero de eso a ser hermosa, simplemente no lo había considerado antes por que no le importaba pero ahora era diferente.
Y cuando se diera cuenta que no sabía nada sobre el sexo, ella creía que se aburriría. No entendía que le había pasado por la mente al momento de pedirle que se casaran. Aún ahora no lo entendía.
Por eso había decidido que esa noche haría el amor con él y después él se daría cuenta que sólo era deseo frustrado lo que hacía que la encontrara interesante y ella por supuesto le daría su libertad. Y no existiría para nada la probabilidad de que se casaran. Ahora recordaba lo que había ocurrido entonces y se arrebujó en las sabanas pues seguía sin levantarse de la cama, el recordar ese amor intenso que había sentido la hacía desesperarse por completar todas las piezas del rompecabezas. Así que rememoró aquella noche cuando Máximo la había hecho tocar el cielo.
Había comprado lencería especial para la ocasión, un atrevido brasiere que apenas le cubría los pechos y una tanga, ambos de encaje y en un tono melocotón. Un vestido que le llegaba suavemente por arriba de las rodillas de vaporosa seda que tenia una gama suave de colores que iban desde el crema hasta el café y que se le pegaba a las curvas sutilmente y en cada movimiento, eso sin contar el escote que a su parecer era de escándalo y que dudaba mucho lo usara para salir. Pero todo eso tenía un objetivo y ese era el de gustarle a Máximo.
Probablemente solo tendría esa noche para atesorar y después quizás nada, sí, estaba hecha una insegura terrible. Así que se jugaría el todo por el todo. Echaría las preocupaciones, los miedos, el terror que sentía si lo perdía, todo lo echaría al viento.
Tembló sólo de recordarlo, esa sensación funesta por no estar con él, por vivir sabiendo lo que no se tenía, la soledad y el vacío que nadie más llenaría ¿Por qué lo dejé entonces? ¡Maldita amnesia! Se lamentaba Allyson en silencio y aún en la cama, abrazada a la almohada como si pudiera protegerla de los dolorosos recuerdos que ya estaban volviendo. Una razón poderosísima la había hecho alejarse de él o quizás nada.
El problema era que ya empezaba a recordar pero no lo que realmente quería saber. Su amor por él seguía presente y ella supo en ese instante que en ese aspecto su corazón no lo había olvidado, no se lo había permitido y al parecer no se lo permitiría jamás. Furiosas lagrimas rodaron por sus ojos, amaba a un desconocido, uno que al parecer la odiaba. Pero al menos no lo había hecho aquella vez y Allyson se refugió en ese recuerdo, cuando había sido la primera vez para ella.
Los nervios, la impaciencia al saber que él llegaría...
La ansiedad, una casi angustia por no ser lo que él esperaba estaba acabando con ella. Se sentía casi enferma y se reprendió con firmeza. Iba a hacer el amor con el hombre al que amaba. Pero el miedo a decepcionarlo la estaba matando. Justo cuando había logrado cierta estabilidad emocional al observar el paisaje que le ofrecía la vista de la ciudad desde su habitación tocaron a la puerta. El corazón se le disparó y pensó que se le iba a salir del pecho. Fue a abrir la puerta y lo vio ahí de pie frente a ella, más guapo que nunca de pantalones negros y camisa beige. Le sonrió y le recordó a los imponente felinos de la sabana africana. Y sucedió lo que menos pensó, los nervios se fueron por arte de magia. Lo observó y no pudo encontrar las razones que su cerebro frenéticamente buscó por las cuales no había disfrutado de la pasión con ese hombre antes. Retrocedió para dejarle pasar y le tendió la mano, que él tomó y la estrechó en sus brazos inmediatamente, besándola a continuación a conciencia con una pasión controlada que amenazaba por desbordarse y que ella rogaba que no controlara mucho tiempo más.
- ¿Me extrañaste?- preguntó entre divertido, tierno y excitado.
- Mmmm, ¿tú que crees? – le dijo sin aliento.
- Yo creo que si – y dirigió su mirada a sus pechos. Su mano buscó uno de ellos y lo acarició lentamente. Ella gimió suavemente mientras él le daba esa maravillosa tortura.
- Algo me dice que no estás cansado por tu viaje de negocios – Le dijo entrecortadamente y el se rió divertido.
- Eres sumamente revitalizante. Déjame verte, estás bellísima- La apartó ligeramente para contemplarla.
- Gracias - Y se ruborizó, maldiciéndose interiormente por ello – ¿Pero podríamos dejar los halagos para después? – se atrevió a decirle, ansiosa por renovar el contacto de sus dedos sobre su acalorada piel.
Él no respondió, no necesitaba hacerlo. La tomó en sus brazos y la besó tan apasionadamente que ella se sintió flotar, su lengua se entrelazó con la suya y la devoró prácticamente. Era una sacudida a todos sus sentidos de tal forma que sentía que a sus piernas le faltaban los huesos y no la sostendrían por mucho tiempo más.
Máximo deslizó las manos por su espalda hasta su trasero, el cual acarició y levantó hacia él, pegándola aún más a su cuerpo si es que eso era posible. Lo que a ella le permitió sentir la fuerza de su excitación.
Tembló ligeramente al comprobar lo excitado que él estaba. Antes que se diera cuenta, él ya le había quitado el vestido y la había dejado en ropa interior. Un calor apremiante sintió por todo el cuerpo, sobre todo entre las piernas, una necesidad, un ansia que sólo el podría llenar.
La llevó a la enorme cama de su dormitorio, la depositó con sumo cuidado. Se empezó a quitar la camisa, mientras ella estaba absorta en cada uno de sus movimientos. Tenía un torso hermoso, los músculos marcados sin ser exagerados que invitaban a ser acariciados.
Automáticamente ella estiró la mano para atraerlo hacia ella, lo tomó por el cuello y enredó sus dedos en su maravilloso pelo del color del ébano para besarlo. Él siguió el recorrido hacia abajo besándola en el cuello y por fin liberando sus doloridos pechos. El deseo de él era más que patente, se adivinaba en su expresión intensa y su mirada de abierta pasión ¡y todo eso era por ella! Pensó extasiada.
- Eres realmente hermosa – le dijo con voz ronca, cuando sus redondos pechos del color de la crema y sus pezones rosas se erguían anhelantes hacia él.
Tomó en su boca uno de ellos, mientras con la otra mano le acariciaba el otro. Con la lengua dibujo el contorno de su seno, mordió suavemente y succionó rítmicamente provocándole una espiral de sensaciones que la hicieron retorcerse de placer, para después hacerle lo mismo con el otro.
Ella sentía que no podía más, que no habría un placer más intenso que ese, pero se equivocaba completamente.
Por que él siguió avanzando, le quito rápidamente lo que quedaba de barrera entre ellos dos. Y hundió su rostro en sus femeninos pliegues, ella que no había experimentado nunca nada así, intentó cerrar las piernas, él con una sonrisa no se lo permitió y su lengua empezó a entrar en sus hinchados pliegues, saboreando, deslizando su lengua con una maestría tal que ella solo podía gemir y arquearse hacia él. Con su lengua la penetró y ella gritó cuando él lo hacía una y otra vez sintiendo emociones tan intensas que no creía probables.
Y después vinieron los primeros espasmos producto de su primer y maravilloso orgasmo. Máximo la besó en la boca y ella sintió su propia esencia mezclada a la de él, sumamente embriagadora. Sentía que le habían quitado el piso de debajo de ella y flotaba feliz.
Pero aún no había terminado. Máximo se despojó de la ropa que aún llevaba puesta y de lo que ella no se había percatado hasta ese momento y se puso un preservativo. Y ella se quedó boquiabierta al verlo totalmente desnudo, era bello en verdad. Un espécimen masculino único en su clase. El deseo se disparó en su interior y también el orgullo de que un hombre como él le hiciera el amor y ella lo amase.
Vio el deseo llamear en sus ojos, lo vio logrando un control aun sobre su cuerpo y notó que respiraba entrecortadamente igual que ella. En cuanto ella vio lo que sucedería a continuación, su cuerpo respondió inmediatamente y sintió que toda ella estaba en llamas, la misma necesidad apremiante que tenía de él volvió renovada y con todas sus fuerzas. A pesar de una leve preocupación por si su cuerpo podría recibirlo en su totalidad, entre sus piernas estaba la prueba de su excitación y estaba más que preparada para recibirlo se dijo a si misma.
- Ahora por favor, no me hagas esperar más – Rogó casi sin importarle parecer desesperada y el sonrió arrebatadoramente.
- No lo haré – le contestó – Mírame – Ella, que había cerrado los ojos brevemente para tratar de controlar un poco las sensaciones y no parecer tan necesitada de él obedeció inmediatamente.
- Quiero que esto no lo olvides nunca, yo no lo haré – Le dijo, ella no tuvo tiempo para responder pues él la penetró de una sola embestida que no pudo detener a tiempo cuando encontró cierta barrera a su paso, se quedó inmóvil y apoyó su frente en la de ella que se había quedado durante unos segundo rígida debido al dolor intenso pero que ya estaba pasando tan rápido como había venido.
- ¿Por que no me dijiste? – le preguntó y la sorprendió pues su tono no fue de enojo o censura, si no tierno.
- No lo creí necesario.
- Eres sumamente apasionada, no me lo imaginé.
- ¿Ni siquiera por que te hice esperar?
- No, solamente pensé que eras una mujer difícil.
- Por favor, continua – Le rogó nuevamente, pues su cuerpo ya se había acostumbrado a la intrusión y esperaba más.
- No quiero lastimarte más – le dijo suavemente, pero se notaba el control que trataba de ejercer sobre si mismo. Gotas de sudor se miraban en su rostro.
- No lo has hecho – y dicho eso ella se movió debajo de él.
- Para o no podré detenerme – le pidió él.
- ¿No me has oído? Quiero que sigas.
- Trataré de no hacerte más daño, te lo prometo.
Y dicho eso, la beso intensa y apasionadamente incendiándola nuevamente y rítmicamente empezó a moverse dentro de ella. Ella le abrazó con sus piernas y lo presionó contra sí.
Juntos cabalgaron hasta que ella volvió a estallar en pedazos y esta vez si que vio las estrellas y subió hasta ellas. Cuando sintió su orgasmo, Máximo se dejó ir y la siguió.
La abrazó contra su pecho y le dijo algo que aún estaba en su memoria.
- Jamás olvidaré el regalo que me has hecho, jamás.
Sumamente satisfecha y creyendo que jamás podría volver a mover un músculo se quedó dormida en sus brazos.
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