Capítulo 6
Pero debía aceptar y no sin cierta rabia que nunca había estado con alguien como él, el muy canalla era único en su especie. No tenía comparación con ningún otro hombre ¡maldito fuera!
Tenía esa aura de poder, belleza masculina e inteligencia que difícilmente se encontraban en un solo hombre y claro, dinero mucho dinero ¿un avión privado? ¿Cuándo costaba semejante lujo?
Pero haciendo a un lado todo eso. Lo cierto era que se había casado con él y de lo que estaba al cien por ciento segura es que lo había hecho por amor. Se conocía demasiado bien en ese aspecto.
Pero, si lo amaba ¿Por qué lo había abandonado? Por que eso había hecho ¿no? Abandonarlo. Quizás se había interpuesto en su trabajo que era su pasión. No sabía que pensar. Todo se complicaba más. Y eso que aún no llegaba al lugar que en algún momento había llamado casa.
Un conocido dolor de cabeza empezaba a amenazarla con aparecer de nuevo. Eso se lo debía a las emociones vividas hasta ahora y claro, a Máximo. Se dedicaría a desenmarañar sus meses olvidados, y lo lograría pero por ahora tenía que salir y darle la cara. Demostrarle que lo que había pasado no le había afectado en nada.
Se había puesto un traje de falda y chaqueta que le quedaba perfecto. Femenino, sencillo pero elegante. El traje en color beige resaltaba sus ojos color avellana. Un maquillaje discreto, su pelo recogido ligeramente en un moño suelto para que su dolor de cabeza no se intensificara y estaba lista para enfrentarse al tigre de su marido.
Observó su mano y la movió, ni siquiera había recordado que tenía la muñeca lastimada, abrió la puerta con desición sin darse demasiado tiempo para pensarlo. Alzó la barbilla y se dirigió al primer asiento que vio. No contaba con que él alzaría su rostro de los documentos que examinaba y le lanzara una penetrante mirada, que si no fuera por que ya había llegado al asiento elegido lejos de él, inevitablemente hubiese trastabillado.
Así que se permitió devolverle la mirada y se obligó a no apartar la vista de esos hermosos ojos dorados. Gran error, por que Máximo siguió viéndola y ella adivinó en lo que estaba pensando.
Lo que había ocurrido hacía tan poco. Sintió ruborizarse y su cuerpo tenso, ardiendo como esperando por él y quiso golpearlo por tener ese efecto en ella. Cuando no creía poder sostener por más tiempo su mirada. Una solicita azafata que ella reconoció al instante se acercó a ella y tuvo la excusa perfecta para romper el contacto visual.
Por el rabillo del ojo lo vio sonreír cínicamente y poco faltó para que gritara de frustración.
-Falta poco para que aterricemos – le informó sonriente.
La sonrisa de Allyson se esfumó enseguida ¿tan pronto?. Lo que menos le apetecía era enfrentarse a su nueva situación, sabía que iban a su ciudad favorita en el mundo, Florencia, pero no quería estar al lado de ese hombre. Mientras tanto no le quedaba de otra. Pasados unos minutos llegaron al aeropuerto Amerigo Vespucci y aunque él la tomó del brazo para ayudarla a bajar y no la soltó para nada aunque ella se tensó enseguida seguían sin dirigirse la palabra.
Si supiera el motivo de su tensión, se reiría en su cara. Al tocarla en lo único que pensaba era en las maravillosas sensaciones que él le despertaba.
Se portó como un amante esposo, considerado y atento en todo momento. Ella quería gritarle delante de todos lo canalla y falso que era. Casi creyó escuchar suspiros a su paso entre las mujeres que había a su paso mientras caminaban rumbo al auto que los esperaba ¡pobres tontas! Se dijo con enojo.
De pronto, vio a los guardaespaldas de Max, cubriéndolos de tal manera que no les sacaran fotografías ¿Qué clase de vida era esa? Pero ya se imaginaba los titulares: Máximo Vechio y esposa a su llegada al aeropuerto de Florencia. ¡Él la encuentra después de meses de ausencia y con amnesia! Bueno, por lo que había dicho la azafata, no todos sabían lo que le había ocurrido. Las lectoras seguramente no podrían entender como es que una mujer podría olvidar a alguien como Máximo Vechio.
Para ser honesta su mente de una manera u otra no se lo había permitido. Él había estado presente, aunque sea por medio de sus pesadillas.
Una flamante limusina los esperaba y ella deseó patearla solo para ver la cara que ponía. Pero esas demostraciones de impotencia tenía que reservarlas solo para su imaginación.
Un chofer uniformado los recibió con una agradable sonrisa y ella espontáneamente se la devolvió.
Se acomodó en el asiento y justo cuando la puerta se cerró al entrar Máximo. Ella se fue al rincón más apartado.
-¿Te encuentras suficientemente descansada? – le preguntó.
-Por supuesto – le respondió lo más fríamente posible, sin mirarlo.
-No lo creo. Mírame – le ordenó.
Allyson nunca había tenido que rendir cuentas a nadie y para ser más exactos ni siquiera a sus padres. La habían criado para saber defenderse y valerse por si misma y confiaban en su criterio y en sus decisiones. Así que hizo caso omiso a la orden que de tan mala manera le había dado Máximo y se concentró en observar por la ventanilla, deseando estar sumamente lejos de allí.
-Te he dicho que me mires – gruñó él, con impaciencia – O es que sigues enfadada por que no termine lo que empezamos – concluyó en tono burlón.
Eso bastó para que su hermoso rostro volviera a mirarlo, al hacerlo unos mechones de su precioso cabello castaño rojizo se desprendieron y cayeron sobre su rostro dándole un aspecto de lo más sensual... sensual y de temer por que sus ojos se habían llenado de furia y lanzaban chispas.
Si las miradas mataran, él hubiese caído fulminado. Aunque en realidad se sentía más vivo que nunca con ella al lado.
Todo ese tiempo sin ella a pesar de todo lo que los separaba, había sido un muerto viviente. Entregado al trabajo para tratar de olvidarla y al mismo tiempo obsesionado con encontrarla. ¿Por qué? Se preguntaba ¿Por que no podía olvidarla? Y la respuesta la tenía allí delante, una mujer como ella jamás podría olvidarse por mucho que detestara la idea. Allyson lo había dejado marcado de por vida.
Aún no comprendía cómo un ser en apariencia tan dulce, angelical y encantador guardara tanta pasión pero sobre todo tanta maldad.
Haciendo un esfuerzo sobre humano había logrado apartarse de ella, cuando la había tenido como quería, completamente desnuda y a su disposición.
Pero no, era demasiado pronto y no era el momento ni el lugar. Ella había respondido apasionadamente por que así era su naturaleza, se tuvo que recordar que ella hubiera respondido así con cualquiera, o quizás no con cualquiera, si no con su amante. Ese pensamiento había logrado apartarlo de ella aunque todo su cuerpo protestó dejándolo adolorido y anhelante. Pero viéndola así de enfadada y hermosa, tan sólo quería hacerla suya, una y otra vez.
-Yo no empecé absolutamente nada, fuiste tú el que quiso demostrar su condición de macho dominante ¿no es así? – Le respondió completamente furiosa.
Y gloriosa añadió Máximo con pesar para si. Esa mujer ya estaba ejerciendo su embrujo sobre él. Pero debía reconocer que nunca se había librado de el. Como siguiera así, volvería a salir perdiendo y eso se juró no ocurriría de nuevo.
-No tuve demasiada resistencia por parte tuya. Así que no trates de ponerte como una víctima.
-¿Hubiera servido de algo oponer resistencia? Bien sabemos que no.
-Por supuesto que no, tú misma te hubieras traicionado mas temprano que tarde y bueno, eso fue lo que ocurrió.
-Eso no demuestra nada. Quizás mi cuerpo no ha olvidado ciertas sensaciones y da igual quien las despierte – dijo sin pensar.
-¡Ciertas sensaciones! ¡Te derretías en mis brazos! – le dijo totalmente furioso – Pero tienes toda la razón cuando dices que da igual quien te las haga sentir. Eres una mujer bastante fácil ¿verdad? Tú no lo recuerdas, pero yo sí y por lo visto tu cuerpo también. Eres una mujer infiel y una adultera, en una sola palabra... Una zorra.
Allyson se quedó completamente paralizada, era cierto que había hablado sin pensar cuando le había dicho que cualquiera podía despertar su pasión. Era mentira y eso ella lo sabía pero no quería que él tuviera idea de la respuesta que provocaba en su cuerpo.
Sin embargo no esperaba todo lo que él le había respondido ¿infiel? ¿Adultera? Eso no podía ser cierto.
-Yo no sería capaz de hacer algo así – susurró entrecortadamente.
-Eres capaz de eso y más. Eres una ramera – le dijo con desprecio.
No podía ser cierto, no podía ser verdad. Por ello hizo lo que debía haber hecho desde un principio y que desde luego deseaba hacer, así que acortó la distancia que los separaba y teniendo el ángulo exacto le dio una bofetada. Disfrutó viendo la incredulidad en los ojos de Máximo ante lo que ella acababa de hacer. Estamparle la mano en su bello rostro.
Eso no lo había visto venir, reconoció Máximo si no hasta que su mano estuvo a escasos centímetros de su mejilla y para entonces era ya tarde para detenerla. Había sido muy rápida. Pero se lo merecía, ella no recordaba nada de su pasado, no estaba bien de salud todavía debido al accidente y lo único que estaba provocándole era otro dolor de cabeza el cual al parecer había vuelto y en consecuencia estando ella mal, no podría tratarla sin piedad como se lo merecía. Pero no había podido detenerse. Tenía que encontrar la manera para controlarse, hasta que fuera necesario y no alertarla sobre sus intenciones.
-No debería haberte dicho eso – le dijo para calmar su furia.
-Y yo debería haber hecho esto desde la primera vez que te vi, en el Hospital – le respondió aún alterada.
-Gracias por tu sinceridad, pero te recuerdo que lo primero que hiciste cuando me viste fue desmayarte.
-¿Qué pruebas tienes para decirme que fui infiel? - Sin cambiar de tema como él lo estaba haciendo le recordó el motivo de la discusión.
-¿Qué mas pruebas quieres que el haberte ido de casa sin ninguna explicación? Obviamente me dejaste por otro hombre.
Máximo rogó por dentro para que ella le creyera eso. Tenía las pruebas más obvias y concluyentes contra ella de su infidelidad. Pruebas que lo habían vuelto loco de celos y de ira cuando las había tenido en su poder. Sentimientos que recordaba a la perfección y que hacían que quisiera matar a alguien. Se obligó nuevamente a controlar sus emociones.
La observó y vio que titubeaba, como si le creyera y al mismo tiempo no lo hiciera. Era perspicaz, pero no era raro, Allyson era una mujer inteligente y era una de las cosas que lo habían atraído irremediablemente de ella.
-¿Dedujiste eso solo por que me fui de tu lado?
-Todo estaba bien, al menos es lo que yo creía. De pronto desapareces, te busco como un loco y bueno, no es exagerado pensar que te fuiste con otro.
-¡Eso es completamente absurdo! –Objetó acalorada.
Pero era lo que ella había pensado, lo había dejado y él en su condición de marido dominante había visto eso como una afrenta terrible como si estuvieran en la edad media y por ello la había buscado para hacerle pagar.
No era necesario un estudio exhaustivo para darse cuenta que Máximo era un hombre que no estaba acostumbrado a que le llevaran la contra, de esos que siempre quieren mantener el control sobre todo y todos y que una esposa es algo así como un objeto decorativo, una muñeca sin voluntad dispuesta a lo que le dicte su amo y señor.
Y ella seguramente cegada por su encanto y sus más que buenas habilidades en la cama cosa que no había comprobado en su totalidad pero que no dudaba, le había dejado controlarle hasta que su espíritu independiente había resurgido de nuevo y claro, para entonces era demasiado tarde y la mejor opción había sido la separación. Aunque eso de irse sin ninguna explicación no encajaba con ella.
-Como está eso de que me fui sin ninguna explicación.
-Eso es lo que a mí me gustaría saber. Pero, ya tendrás tiempo de explicármelo.
-Sobre todo dejar en claro que no soy ni he sido nunca una mujer infiel.
-Claro, ya tendrás tiempo de sobra para demostrármelo – le dijo sin poder ocultar su sarcasmo.
-Lo haré – dijo con los dientes apretados y resintiendo las emociones del viaje su dolor de cabeza empezó a aumentar.
A pocos kilómetros de Florencia, según lo que habían viajado llegaron a su destino. Una hermosa villa, del siglo xv probablemente calculó Allyson al asomarse por la ventanilla.
Totalmente restaurada la villa Vechio se erguía en todo su esplendor rodeada de frondosos árboles y en general de una vegetación sorprendente, sus suaves tonos en color crema daban una sensación de paz. En cuanto el chofer le abrió la puerta salió y se detuvo a admirarla. Las villas como esa sacaban a flote todo su interés como la historiadora que era. La historia, la construcción, las estructuras antiguas eran uno de sus delirios. La enorme fachada conservaba parte de la construcción original se fijó Allyson al igual que los arcos de piedra. De pronto su corazón empezó a latir con fuerza.
Esos arcos de piedra ella los reconocía. Una Allyson en el éxtasis de la felicidad los recorría admirando su estructura de la mano de un hombre y ese hombre era Máximo. La imagen se formó en su cabeza y se vio emocionada inspeccionándolos y siendo constantemente interrumpida por los besos y caricias de él. No hacía frío pero su frente se perló de sudor y no escuchó cuando Máximo preocupado se acercaba a ella.
Era la primera vez que ella lo recordaba no como un hombre amenazante si no como el hombre del que se había enamorado.
Cariñoso, atento, divertido, encantador, seductor. Todo eso era mientras paseaban juntos de la mano y le contaba la historia de la villa.
¿Realmente habían estado enamorados? Todo parecía indicar que sí.
Entonces por eso él la había buscado, aunque creía que se había ido con otro hombre. Por eso o por que quería vengarse de la supuesta traición.
Lo que la Allyson feliz y enamorada había sentido mientras paseaban por los arcos, lo estaba sintiendo en ese momento, luchó por contener las emociones de lo que estaba recordando.
-¿Te encuentras bien? – le dijo Máximo preocupado.
-En realidad no, me duele un poco la cabeza – tuvo que decir para que él no le hiciera más preguntas. Aunque no estaba mintiendo del todo.
-En ese caso, entremos para que descanses. Ella es Lola, estoy seguro que no tardaras en recordarla, se llevaban estupendamente – Y le señaló una afable señora de mediana edad con un rostro que inspiraba confianza y que le sonreía dulcemente.
-¡Signora! Bienvenida a casa, la llevaré a su habitación, debe estar cansadísima con el viaje, su recuperación y todo eso – La tomó del brazo y ella deseando escapar de él accedió sin protestar, además Lola parecía una mujer agradable.
-Gracias, Lola – y esbozó algo parecido a una sonrisa mientras la enérgica señora la guiaba hacia la villa.
A su paso se encontraron con muchas más personas encargadas del servicio que la recibieron todo sonrisas y muy amigablemente. Ella creyó reconocer algunos rostros pero nada concreto.
No tuvo mucho tiempo de admirar la villa por dentro, las paredes altas, el inmenso recibidor y los hermosos muebles que conjugaban a la perfección entre lo antiguo y lo moderno.
Un experto decorador debió haber hecho ese trabajo. Era excelente, los pisos de madera brillaban bajo sus pies y a ella le encantaba lo poco que observó. Pero por ahora lo que deseaba era descansar y Lola la llevó hacia una hermosa e imponente escalera de madera, la cual seguro conduciría a su dormitorio.
Recorrieron un largo pasillo y abrió una hermosa puerta de dos hojas y entró a una amplia habitación, los tonos suaves y claros con las que estaba pintada y decorada inspiraban a la relajación. No así la inmensa cama, pensó irónicamente al contemplar sus enormes proporciones. Esa cama con dosel y en color azul con blanco no parecía hecha precisamente para dormir. Pero daba igual, se sentía nuevamente agotada y lo único que quería era quitarse la ropa y sumergirse en las sabanas. Lola se despidió no sin antes decirle que le pidiera lo que necesitara. Cuando le dijo que sólo necesitaba descansar un poco, se retiró. Empezó a desvestirse, cuando se fijó que no habían subido su equipaje. Quedarse en ropa interior bastaría, por si las dudas echaría el cerrojo a la puerta, no quería que la pillara Máximo otra vez en ropa interior y quedara en ridículo de nuevo. Antes de hacerlo se dirigió a los enormes ventanales que daban a la terraza, los abrió y respiro profundamente. Tratando de borrar las sensaciones que le despertaba esa casa y sobre todo el dolor.
Un dolor sutil pero que aumentaba por momentos, no era un dolor físico, eso ella lo sabía. Era una tristeza infinita que no se podía explicar, decepción, resentimiento y... ¿culpa? Apretó los ojos desesperada ¿Sería posible que hubiera sido infiel? No, se dijo con firmeza. Ella jamás hubiera sido infiel ni a Máximo ni a nadie. Era una persona leal y no se imaginaba traicionando a alguien como Máximo. Lo cierto era que si había cometido un error, pero no sabía cual.
Se acurrucó en la cama ya desvestida. No quería tomar más medicamentos, confiaba en que el descanso le ayudaría a mitigar su dolor de cabeza. Puso la cabeza en la almohada y se le llenaron los ojos de lágrimas ¿Qué le pasaba? Se tenía que concentrar en dormir para recuperar sus fuerzas. Poco a poco el sueño la fue venciendo pero no le trajo la calma que ansiaba. Pero si, le desveló cosas que no recordaba.
Su cerebro empezó a recordar mientras dormía, lo hizo de tal manera que ella sentía que lo vivía de nuevo. Las cosas del pasado las experimentaba otra vez. Y se vio en ese enorme salón, esperando su turno mientas William terminaba su discurso y mientras ella pensaba...
Un discurso más se decía a si misma, y a descansar una temporada.
Siempre se ponía algo nerviosa cuando tenía que hablar frente a muchas personas, sobre todo cuando era un público como aquel. Los florentinos sabían mucho de historia y arte. Florencia en si era una ciudad mágica por la mezcla de arte, historia, cultura y tantas cosas.
William, la había incluido en todos los eventos habidos y por haber aunque su presencia no siempre había sido necesaria. Estaba empezando a pensar que él la quería tener cerca siempre, a alejarle los admiradores cosa que fácilmente hubiera logrado ella y a querer controlarla en casi todo, a mirarla de una manera un tanto extraña que la incomodaba pero eran imaginaciones suyas se apresuró a corregirse. William podía ser su padre, de hecho era su mentor. Su amigo y le debía demasiado. Él la tenía que ver como una hija y era así como la veía.
Concluyó William y la sala aplaudió. Era su turno ahora, los nervios los tenía a flor de piel, sonrió recordándose que conforme avanzara en su disertación estos se esfumarían. Hablar de lo que la apasionaba era algo que disfrutaba.
Un murmullo en la sala, llamó su atención y se quedó fija en la silla aguantando la respiración ¿Quién era ese hombre? Ella había conocido en sus viajes por el mundo toda clase de hombres, guapos, guapísimos pero el que se dirigía a su asiento con gesto impaciente y algo irritado era algo mas que eso, más mucho más. Empezó a sudar conforme proseguía con el análisis, sus nervios eran por otras razones ahora.
Alto, moreno, anchos hombros, cuerpo para quedarse con la boca seca.
Era decir poco. Era una conjugación de belleza masculina en todo su esplendor, pero no era una belleza delicada, se adivinaba un recio carácter por su andar, su porte firme y elegante que se imponía empequeñeciendo todo a su alrededor.
Nunca jamás un hombre había tenido ese efecto en ella, al grado de sentir sus hormonas revolucionarse.
Se obligó a concentrarse, tenía que dar un discurso por todos los cielos.
La anunciaron y ella se obligó a apartar la mirada y dirigirse al estrado.
Tenía que concentrarse, no lo mires se repitió una y otra vez.
Empezó un poco desorientada y algo mareada. Pero la profesionalidad y experiencia salieron en su rescate y muy pronto se sumergió de nuevo en el tema que exponía. Era terriblemente consiente de su presencia, casi podía jurar que la miraba fijamente.
Y tontamente quiso comprobarlo le lanzó una rápida mirada que produjo el mismo efecto de antes y tuvo que detenerse para poder hablar sin que sonara incoherente, utilizó la excusa de componer sus notas.
-Allyson, querida ven aquí – la llamaba William con gesto un tanto posesivo cuando todo hubo acabado. Frunció el ceño, pero se acercó.
-Debes de conocer al señor Vechio es uno de nuestros mecenas mas interesados por el arte y su conservación.
Al terminar el discurso ella se había sentido satisfecha. La gente se había reunido en otro enorme salón dónde se habían puesto muchas valiosas obras de arte propiedad de la familia dueña del hotel, los Vechio de quien no sabía demasiado y mientras todos las admiraban, el champán y bocadillos deliciosos circulaban incesantemente. En vano lo había buscado con la mirada, pero no la tenía fácil pues era abordada con regularidad por diversas personas y ella todo encanto y profesionalidad había charlado con todos, no debía olvidar que era un evento para recaudar fondos. Por lo pronto sabía que William ya había recibido numerosos cheques y el evento estaba saliendo mejor de lo esperado.
Fue cuando ella se acercó a William respondiendo a su llamado que lo vio. No se había fijado antes pues otras personas lo cubrían. Y simple y sencillamente se lo quedó mirando, sin decir nada contemplándolo.
Él actuó igual que ella y fue hasta que un William muy enfadado que se esforzaba por disimular su enojo carraspeó. Que Máximo Vechio se presentó.
-Un verdadero placer conocerla Señorita Castillo – le dijo en un excelente español y le besó la mano.
La piel se le puso chinita y retiró su mano inmediatamente para que él no lo notara. No tenía la menor idea de que se trataba de un Vechio pero esbozó su mejor sonrisa profesional y sintiendo que su voz ya no iba a salir temblorosa se permitió contestarle.
-Encantada signor Vechio, debo agradecerle a nombre de Sir William y mío que haya expuesto estas valiosas obras de arte propiedad de su familia y por permitirnos hacer el evento en su hotel. No tenemos como agradecerle por tan amable gesto – No podía creer que hubiera respondido sin tartamudear y que sin pensarlo lo hubiera hecho en el idioma de él, en italiano...
Inquieta por lo que recordaba en sueños, se revolvió en la cama, aun sin despertarse. Máximo se paseaba intranquilo con una copa en la mano por la biblioteca de la Villa, pensando en como apartar de su mente el deseo imperioso que tenía por su aún esposa, si solo se tratara de eso pensó con frustración no sería un grave problema pero a cada instante a su lado descubría que no quería dejarla ir y que su corazón insistía en recordarle lo mucho que la había amado y temía aceptar que aún existía ese sentimiento.
Allyson descansaba plácidamente en esos momentos, o al menos es lo que él esperaba que hiciera. No quería verla vulnerable, quería verla como lo que en realidad era: una mujer sin escrúpulos, infiel, descarada y mentirosa, para así devolverles los golpes limpiamente. Aunque las venganzas de limpias no tenían nada. La utilizaría, se hundiría en su cuerpo cuantas veces quisiera y con ello imprimiría en ella su sello de tal manera que no lo olvidara jamás aunque no lo amara. Después de haberse saciado de ella, no sabía muy bien que hacer ¿mantenerla a su lado? No, si no quería volverse loco.
La tendría el tiempo suficiente para sus planes, no sabía cuanto tiempo sería eso y mientras eso pasara no la dejaría escapar como la última vez. Una vez logrado el objetivo que ella hiciera lo que quisiera, pero lejos de él. En el momento que ella recordara vería que no tendría escapatoria.
Aunque si tenía que ser sincero, debía admitir que no quería que ella recordara todo. No estaba orgulloso de muchas cosas que le había dicho y hecho a Allyson, por mucho que se lo mereciera. Apretó con fuerza su copa y se quedó observando el líquido cuyo color le recordaba los ojos de Allyson. Bellos, tan expresivos y al mismo tiempo parecían tan puros. Emitió una risotada amarga. No olvidaba como lo había impresionado desde que la vio por vez primera y cómo lo había dejado hecho totalmente polvo al descubrir que era una mujer que resumaba inteligencia, ingenio y encanto. Cuando la había escuchado dirigirse a él en italiano por primera vez se había sentido como un adolescente con todas las hormonas aceleradas y a flor de piel.
El evento donde ella había hablado había sido en ingles ya que todos los presentes lo hablaban y había unos cuantos de otros países, por ello no había pensado que ella lo hablara o al menos lo hiciera como si fuera de la misma Florencia. Su acento era impecable y él quiso sacarla de ahí inmediatamente y llevársela muy lejos pero sólo después de haberle dado un puñetazo al cretino de William que lo miraba con gesto de amante furioso por tan solo permitirse mirar a su bella amante.
¿Por qué fue tan estúpido? ¿Por qué le creyó cuando le dijo que entre William y ella no había nada?
Claro, que ayudó mucho el que él fuera el primer hombre de su vida. En cuanto fueron presentados tanto ella como él ignoraron a William y solo se trató de ellos dos en ese salón abarrotado de gente. Se sentó con cansancio en un sofá mirando una valiosa pintura que era una de las favoritas de Allyson y que había estado expuesta esa vez que la conoció. Todo seguía clarísimo en su mente, todo sobre ella estaba grabado en él como por fuego.
Aprovechando lo que ella había dicho, que no sabían como agradecerle las atenciones para el evento. Él la había invitado a cenar y le había dicho:
-Estoy seguro de que William estará complacido de que me acompañe esta noche a cenar. Dado que él aún tiene que atender algunos detalles del evento, será un placer hacerle compañía.
-En realidad Allyson va a ayudarme – había dicho casi atropelladamente William.
-Estaré encantada de acompañarlo Señor Vechio – había dicho Allyson para sorpresa mayúscula de William y para satisfacción de Máximo – No creo que tengas problema alguno sin mí William y estoy segura que tardaras mucho aún como siempre sucede en esta clase de eventos y se que no te seré de ninguna utilidad, así que acepto la invitación del señor Vechio.
-Máximo, no señor Vechio eso es muy formal– Le dijo él con la mejor de sus sonrisas.
Cómo ella misma le había dicho después, lo que en realidad quería era escapar un rato de William, se sentía abrumada por él y claro, Máximo se lo había creído todo.
Lo que sucedía es que estaba aburrida y él había sido una excelente distracción. La cena había sido de las mejores que recordaba en su vida. Ella había tendido el anzuelo y él gustosamente lo había aceptado.
A partir de ese momento, su interés por ella se incrementaba conforme pasaban los días. Y ella supo manejarlo a la perfección. Rechazó muchas de sus invitaciones a salir aunque para ese entonces ella estaba tomándose unos días libres, le decía que estaba investigando para un libro que escribía y no tenía mucho tiempo. Eso era algo nuevo para él.
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