Capítulo 5
¿Por que no le sorprendía que a cada paso que daban, la mayoría dejara lo que estuviese haciendo para detenerse a observarlos? ¿Por qué sentía que ya estaba acostumbrada a que esa escena se repitiera y al parecer con frecuencia? El era un hombre impresionante, de eso no cabía duda, y muchas mujeres estarían preguntándose que había visto en ella.
Casi sonrió al ver como varios rostros femeninos expresaban el querer ocupar su lugar. Si supieran que en realidad quería estar a miles de kilómetros lejos de él, seguramente la tacharían de loca.
El equipo de seguridad que iba con ellos también llamaba la atención, pero podría apostar su brazo derecho a que si hubiera sido otro y no Máximo a quien custodiaran, no hubieran sido observados de la misma manera.
Muy a su pesar se alegró de ir bien vestida, jamás su vestimenta había sido aburrida o pasada de moda. Siempre había tenido un excelente guardarropa. El discreto pero elegante traje pantalón de lino en color crema era idóneo para la situación.
Llegaron a la sala de espera de vuelos privados, se soltó casi bruscamente de su mano y se dirigió a un sofá color chocolate a juego con la elegante decoración que denotaba el estatus de aquellos que esperaban allí. Él siguió hablando por su teléfono al parecer sin prestarle la mínima atención.
Perfecto, si por ella fuera esperaba que la dejara olvidada como si se tratase de una maleta, hojeó unas revistas que había en una mesita y trató de entretenerse y pensar en otra cosa que no fuera el hombre que tenía enfrente y que estaba absorto mirando la pantalla de su pc portátil. ¿Siempre se entregaría así de lleno al trabajo en todo momento? eso, ella no lo sabía, ni eso ni nada.
Pero si fuera una esposa normal, con una vida normal en un matrimonio normal, sentiría la tentación de quitarle el móvil y la pc y estrellarlos contra la pared más cercana para que le diera algo de atención.
Obviamente la situación no era normal y por eso quería hacer añicos algo, pero no si eso significaba que ella quería que él le prestara atención.
Ese pensamiento la dejó intranquila, por un lado una esposa no tenía por que ser tan posesiva, ella jamás lo había sido siempre había disfrutado de su espacio e independencia y respetando los de los demás.
Pero maldiciendo para sus adentros se recordó que ella no era una esposa y mucho menos le interesaba que él no le prestara atención. ¡Rayos! ¿Qué era lo que le estaba pasando? Ese condenado dolorcillo de cabeza era lo que no le hacía pensar con cordura.
Sí, seguro era eso y estar metida en algo de lo cual no tenía la menor idea. Con un hombre que afirmaba ser su esposo pero que la trataba como si ella fuera un reo que hubiese escapado de la cárcel y él fuese el carcelero.
La situación seguía pasándole factura y apoyó su cabeza sobre el sofá cerrando los ojos mientras pensaba por cuales de sus pecados estaría pagando. Sabía que tenía que estar con él para averiguar lo que había pasado en esos "meses oscuros" de los cuales no recordaba nada. Era un hecho prácticamente confirmado que sí estaban casados.
Averiguaría lo necesario y se largaría. Pero, ¿por que tenía la extraña sensación de que él no la dejaría ir así como así? ¿Por qué sentía que debía dejarlo y escapar en cuanto tuviera la oportunidad? Su instinto le indicaba que se fuera lo más lejos posible, ella se guiaba por el en muchas ocasiones, era lo que hacía que sus padres fueran tan buenos en su profesión y ese instinto agudizado era algo que ella había heredado de ellos. Quería verlos, pero por el momento era imposible. Suspiró casi imperceptiblemente, sintió que él la observaba, extraño por que ella tenía los ojos cerrados y deseó lanzarle algo a la cabeza, la delicada pieza de porcelana que tenía cerca podía servir. Sonrió por esa tontería, seguramente él seguía en sus asuntos, pero aun así era muy tentadora la idea. Sintió la cabeza un poco pesada y pasado unos minutos estaba completamente dormida.
Máximo la observaba en silencio, desde que ella había cerrado los ojos, y aunque lo hubiese descubierto mirándola estaba seguro que no iba a poder apartar la vista.
Había sido bien conciente de su presencia desde que había vuelto a tenerla con él. No era capaz de concentrarse en el informe que tenía delante con carácter de urgente.
Estaba conciente e inconcientemente pendiente de todos sus movimientos. ¿Cómo lo hacía? ¿De qué manera lograba reducirlo a ese nivel casi primitivo? En el cuál deseaba saber el por qué de todos sus movimientos, ¿Por qué suspiraba de ese modo, como añorando a alguien? Le invadió la furia, el sabía quién era el maldito por el que suspiraba.
A él lo había olvidado pero seguramente a ese no, le hubiera arrancado la cabeza con las manos si hubiese podido y aun ahora estaba seguro que lo haría si lo tuviera enfrente. Y esa sonrisa ¿acaso estaría soñando ya? ¿Sería con él, el que destruyó lo que tenían? Su vida había sido un paraíso al conocerla para después convertirse en el más cruel de los infiernos.
Se pasó las manos por la cabeza en un gesto desesperado, tenía que controlarse o se echaría todo a perder. Todo su ser clamaba venganza y él se la concedería para poder por fin estar en paz consigo mismo. Pero dudaba que su vida volviera a ser la de antes, ella había acabado con ello para siempre, pero al menos aunque después de haber logrado su objetivo él viviera como un miserable tendría la satisfacción de haberla hecho pagar por todo, por absolutamente todo.
Volvió a contemplarla y nuevamente ella ejerció su antiguo embrujo sobre él a pesar de estar dormida, dormía con la placidez de alguien que no tiene nada por lo cual arrepentirse. Su cara denotaba tranquilidad, aunque se alcanzaba a apreciar que estaba cansada por las sombras bajo sus ojos, y él aunque odiara las reacciones que le provocaba no podía evitar desearla con todas sus fuerzas.
Quería rechazar la sensación de no querer dejarla marchar después de haberse saciado de ella, por que algo le decía desde el fondo de su alma que nunca se cansaría de ella y que en lugar de vengarse y librarse de su obsesión por ella, quedaría más condenado.
Pero no tenía otra opción, tenía que ser más fuerte que ella y por Dios que lo sería.
Sin abrir aun los ojos, se percató de que no seguía en la sala de espera, estaba acostada en una suave y comodísima cama. La sensación era deliciosa, tanto que no se detuvo a pensar cómo había llegado allí. Así que se estiró perezosamente y sonriendo abrió los ojos. Gran error, de haberlo sabido se hubiera obligado a seguir durmiendo o por lo menos fingir que lo hacía. Justo enfrente de su campo de visión estaba Máximo sentado en un sillón, observándola fijamente como si ella fuera su próxima víctima y él un depredador hambriento.
Tragó saliva y deseó no haber despertado jamás. Quiso cerrar los ojos pero seguro que él se daría cuenta de su cobardía.
Por la habitación aun se distinguía la luz del día y eso le dio la excusa perfecta para romper el contacto visual que sentía la atravesaba por completo. Desvió la vista a la pequeña ventana del avión, no tenía que hacer muchas preguntas para saber que iban en camino a Italia en el avión privado de su esposo... su esposo. Recordarlo le produjo un escalofrío. Se obligó a mirarlo de nuevo y a generar palabras entendibles.
-¿Como lograste que pasara por la aduana sin que me despertaran? Preguntó algo vacilante.
-A base de pura persuasión-dijo suavemente- No tenía caso despertarte sobre todo por el estado en el que aún te encuentras. Mostré todos los papeles y debo decir que en realidad no fue tan difícil ¿Qué tiene de raro que un esposo lleve en brazos a su mujer, por que ella está cansada y en estado delicado de salud?
-No estoy delicada de salud. De hecho estoy mucho mejor, me recupero de un golpe en la cabeza, no de una cirugía mayor- Replicó, sin embargo, su salud no era la de siempre a decir verdad, el descanso le había sentado de maravilla, pero aun se sentía débil, débil y temblorosa en cuanto él mencionó que la había llevado en brazos. Le hubiera gustado estar despierta solo para sentir sus brazos sobre su cuerpo. ¡Demonio de hombre! Ahí estaba ella de nuevo, fantaseando como una estúpida adolescente pero, la pregunta era ¿Por qué? Sí, obvio estaba casada con él, pero de lo poco que sabía ella ya no quería estar en esa relación y a jugar por como actuaba él, tampoco.
-No era la apariencia que dabas, ni la que das –le dijo cortante- Parece que estuvieras a punto de quebrarte en mil pedazos. Afortunadamente este avión está perfectamente equipado y creo que estas horas de sueño te ayudaran.
-No soy tan débil, las apariencias engañan.
-Ni que lo digas – sus ojos centellearon de pronto furiosos –Eres experta en aparentar lo que no eres. Esa cara de ángel esconde un verdadero demonio.
Por poco se encogió, al notar toda esa furia. Pero ella no era de las que se echaban atrás.
-¿Podrías decirme de una vez por todas por que tienes esa actitud conmigo? Estoy harta de no saber nada y sobre todo estoy harta de que me hagas sentir como si hubiera cometido un crimen y me haya fugado de la cárcel.
- ¿En serio quieres saber que es lo que hiciste? Pero más importante aún, ¿realmente no recuerdas nada? O es sólo una esplendida actuación de tu parte, como las que siempre me solías ofrecer y yo tenía la soberana estupidez de creérmelas todas, absolutamente todas.
- ¿Es necesario que te lea el reporte médico? – le dijo, tratando que su enfado superara el temor a enfrentarse a la verdad ¿Qué era lo que había provocado la furia de un hombre como aquel? No se veía tan temeraria como para provocarlo sólo por que si. Seguramente el tenía tanta culpa como ella en lo que hubiese sucedido. Ese pensamiento la impulsó a mantenerse firme.
- No, no es necesario. Pero si sé que eres capaz de aparentar lo que sea, por conseguir lo que quieres. No me precio de ser un hombre difícil de engañar, pero tú, querida, lo conseguiste con una astucia digna de aplaudir.
- No soy tu querida, ni tu nada. No recuerdo cuando cometí la estupidez de casarme con un hombre como tú, que seguramente está tan terriblemente enfadado, por que no resulté ser una dócil oveja a la cual podías manipular a toda hora.
Dicho eso, se levantó precipitadamente de la cama, sin detenerse a ver que estaba en ropa interior.
- Lamentablemente querida, yo sí recuerdo con absoluta precisión todo, incluida nuestra estúpida Boda y con más precisión aún tu maravilloso cuerpo – avanzó hacia ella, mientras esbozaba esa sonrisa, esa condenada sonrisa que no podía negar reconocía y que le hacía sentir que se estaba quemando en vida, literalmente quemando.
Tan absorta estaba en la discusión y en sus palabras, que sólo el aire acondicionado le hizo darse cuenta que estaba en ropa interior. Sumamente azorada, se puso roja como un tomate, pero aún así no despegó la vista del hombre que tenía delante y que la miraba como si no hubiera comido en muchos días y ella fuera un bocado de lo más suculento.
Instintivamente buscó con que cubrirse, pero fue demasiado tarde, el la tomó de las manos y la acercó a su cuerpo. Sujetándola con firmeza pero sin hacerle daño. Ella no dijo ni una sola palabra.
Se debatía entre la fascinación al ver esos hermosos ojos del color del oro, y las ganas de salir huyendo de allí. Lo segundo no era una opción. Salir de allí corriendo en ropa interior ¿Qué podía alegar a la tripulación del avión? ¿Qué su marido quería hacerle el amor? Pero no era amor lo que había en sus intenciones, era deseo, puro deseo pero con una intensidad que lucía cruel.
Ella lo sabía y casi no le importaba, casi. Por que era prácticamente un desconocido ¿iba a entregarse a él así como así? Su cuerpo parecía volver a la vida en su presencia, reconocía las manos que la sujetaban y el cuerpo duro y masculino sobre el que estaba pegada.
- No tienes idea de cuanto tiempo he deseado esto- le dijo él con la voz ronca por el deseo y ella se estremeció.
- Esto no está bien – dijo débilmente.
- ¿Por qué? Eres mi esposa – le dijo suavemente pero sin soltarla aún.
- Sí, pero yo no lo recuerdo – replicó – Es como estar con un desconocido.
- Tú quizás no lo recuerdes, pero tu cuerpo no me olvida – y dicho eso, dirigió una mirada burlona a sus pechos, los cuales estaban tensos y erguidos totalmente.
- Tengo frío, es todo – le dijo furiosa.
- Mentirosa, como siempre. Pero no cometeré los mismos errores de antes, déjame demostrarte cuan mentirosa eres – Y se inclinó para besarla.
- ¡No te atrevas a besarme!
- ¿Qué se supone que harás?
- Gritaré, lo juro.
- Grita todo lo que quieras, permíteme recordarte que eso me excita.
- ¿Los gritos de angustia de una mujer que sometes a la fuerza? –preguntó horrorizada.
Él se río con fuerza. Y su expresión se suavizó pero sólo por breves momentos, para luego volverse salvaje.
Ella asustada quiso retroceder y se revolvió furiosa en sus brazos. Logrando que él la apretara con mas fuerza y la depositara en la cama poniéndose encima de ella para no darle margen a huir de ninguna manera.
Tienes una imaginación bastante siniestra. Jamás he necesitado tomar una mujer a la fuerza y jamás lo haría. Me gustan tus gritos, tus gemidos, como jadeas cuando te hago el amor, cuando estoy dentro de ti. Me gusta como estallas en mis brazos al llegar a la cumbre. A eso me refería – concluyó besándola en el cuello.
- No tengo... la ... la menor idea de lo que dices... por que ... por que no recuerdo nada y no quiero tener relaciones contigo- terminó precipitadamente para no demostrar mas su nerviosismo y que él notara cuanto la afectaba, pero esos labios besando suavemente sobre su cuello no la ayudaban en nada.
- ¿Tengo que repetirte que eras una mentirosa? Aunque eso lo sabes de sobra, lo eres, lo has sido y siempre lo serás- le dijo alzando la cabeza para mirarla al mismo tiempo que se acomodaba a su lado y la atraía hacia él.
- No juro en vano, gritaré, lo haré tan fuerte que vendrán a ver que pasa – e intentó salir de la cama. Sin esfuerzo alguno él la volvió a colocar en la misma posición.
- Nadie vendrá aquí, por que he ordenado que no nos molesten, no creo que se arriesgue absolutamente nadie, así como creo que no escucharán nada. Y claro que gritarás- le dijo ferozmente – lo harás y recordaras todo, si es que es cierto que has olvidado.
Dicho eso, buscó su boca y a ella no le dio tiempo de esquivarlo.
La besó casi con violencia y ella tembló, quiso apartarse, pero su fuerte brazo la sujetaba sin darle opción a nada y cuando quiso gritar fue su perdición por que él aprovechó y rápidamente se introdujo en su boca. Su lengua penetró entre sus labios y la usó tal manera que ella empezó a flaquear. Usó su pericia imitando la danza primitiva de principios de los tiempos.
Y ella empezó a responderle. Empezó a imitarle y sus lenguas se enredaron como en una batalla. Las manos de él empezaron a explorar su cuerpo.
Dejó de besarla y ella lo miró contrariada. Sonrió burlonamente y se dirigió a sus pechos, ella estaba sin nada, no se había fijado en que momento se había quedado así. Cuando sus labios se posaron sobre su seno, ella se sintió completamente perdida.
Sabía que si él seguía, no podría detenerlo y realmente gritaría pero de placer.
Él empezó a lamer su pecho y a chuparlo, pasando luego al otro dándole la misma placentera tortura, ella se llevó un puño a la boca para que sus gemidos de rendición no los oyera, mientras una de sus manos bajaba lentamente por su vientre.
La colocó sobre las almohadas, y lentamente sin dejar de mirarla a los ojos le quitó lo que le quedaba de ropa interior. Ella sintió fundirse, su sangre literalmente hervía dentro de ella.
Y una corriente de fuego sintió entre las piernas, una necesidad apremiante que no la dejaba ni pensar.
Cuando por fin la liberó. Empezó a besarla desde las puntas de los pies ascendiendo lento, demasiado lento para su gusto aun disfrutando tremendamente y rió suavemente cuando ella desesperada quiso acortar la distancia hacia el centro de su deseo.
-Tranquila, relájate – le dijo con un brillo peligroso en la mirada.
-Estoy relajada – le dijo casi sin aliento. Demasiado relajada. No recordaba algún motivo para no permitirle nada.
-¿Te das cuenta de lo mentirosa que eres? – le espetó de pronto.
Y ella sintió que le acababan de arrojar un balde de agua helada.
- Decías no desearme y era totalmente falso. Sí, una mentirosa – le repitió burlón.
- ¡Aléjate de mí! – y se retiró sintiéndose estúpida.
- Es demasiado tarde para esos despliegues de drama ¿no te parece?
- Eres un imbécil – le dijo furiosa, tratando con todas sus fuerzas de reprimir las lágrimas de coraje y humillación. No le permitiría verla llorar ¡primero muerta! Se dijo, buscando con la mirada algo con que cubrirse e increíblemente no había ni una sabana o algo a la mano.
- Insisto, no seas dramática. Y por el amor de Dios ¡Busca algo con que taparte! – le dijo con desdén.
- ¡No hay nada! ¿Dónde dejaron mi ropa? Si no sales de aquí, cometeré un asesinato ¡lárgate!
Escuchó su risa y después un portazo. Se quedó inmóvil en la cama y poco después se percató de que su cara estaba húmeda por las lágrimas que afortunadamente había logrado contener hasta ese momento.
Se sentía tan tonta, tan idiota, una completa demente. Sólo había pensado en derretirse en los brazos de Máximo, un hombre que la despreciaba a todas luces. Ella no era así, no podía ser así.
¿Era tanto el deseo por un hombre del que no sabía nada y encima de eso la trataba así? con el cual estaba solamente por que era la llave de sus recuerdos olvidados.
Y sin embargo, nada de eso le había importado y gustosa habría hecho el amor, o más bien habría tenido sexo con él, por que de eso se trataba para él. El amor no entraba en la ecuación evidentemente e igual para ella, puesto que no recordaba nada.
Pero él se había burlado, la había humillado sólo para restregarle por la cara que él tenía razón y ella era una mentirosa. Aceptaba que lo deseaba a pesar de todo y solo su pasado junto a él podría explicarle por que su cuerpo respondía así cuando era tocada por sus expertas manos.
Sí, había mentido al decir que no lo deseaba aunque detestara admitirlo, pero había más, mucho más en la acusación que él había hecho. No se trataba solo de sexo, no podía ignorar lo que había bajo la superficie.
¿Mentirosa? ¿Pero de que? ¿Por qué? ¿En que le había mentido ella? Al grado que la odiaba, por que estaba segura que la odiaba. La había encontrado, no por querer recuperarla como esposa, si no por que la quería hacer pagar. Pero, ¿pagar que?
¿Que ella lo hubiera abandonado? ¿Era eso? Y si era así ¿Por qué ella lo había hecho? Un hombre como él seguramente no estaría dispuesto a aceptar que su mujer lo dejara. Si así había sido, ella tendría razones más que buenas para haberlo dejado. De eso estaba segura.
Él no le diría por que ella se fue, o que lo provocó. Tendría que indagar por su cuenta. Aunque ¿realmente importaba? Ella sólo quería saber que había pasado en esos meses que no recordaba y no creía que esos meses los ocupara totalmente él. Quería recuperar sus escritos, su trabajo de todo ese tiempo. Por que ella nunca dejaba de trabajar. Si durante esos meses oscuros se había casado con un guapísimo hombre dispuesto ahora a la revancha por ser abandonado por su esposa. Le daba igual, recuperaría su trabajo y en cuanto aclarara otros detalles relevantes, se largaría, al parecer de nuevo.
Iniciaría los trámites del divorcio en cuanto pudiera.
Una llamada a la puerta, la sacó de sus pensamientos. Y ella seguía desnuda. Buscó frenética algo con que taparse y por fin encontró las sabanas en el suelo. Se envolvió torpemente y abrió un poco la puerta, segura que no se trataba de Máximo pues él hubiera entrado sin tocar con su arrogancia acostumbrada.
- ¿Señora Vechio? – habló una voz femenina.
- ¿Sí? – Y asomó únicamente la cabeza.
- Su esposo me pidió le trajera esto- Le extendió una pequeña maleta que no reconocía como suya. Aunque en realidad ella no tenía por que reconocerla.
- Gracias.
- Y, también me pidió le ayudara en todo lo que necesite.
- Por ahora estoy bien. Gracias de nuevo.
- Me da gusto que se encuentre bien – le dijo la bonita y elegante azafata sinceramente.
- ¿tú me conoces? – preguntó curiosa Allyson.
- Por supuesto, señora – y le dirigió una brillante sonrisa.
- En ese caso, pasa por favor por que si necesito tu ayuda.
- Encantada señora Vechio.
- Allyson, dime Allyson – y una chispa de esperanza surgió en su interior.
Una vez duchada, cambiada y ayudada en todo momento aunque no lo necesitaba por la chica. Empezó a conversar con ella. Al principio de cosas sin importancia.
- Entonces trabajas para mi esposo desde hace años.
- Así es. El señor Vechio ha sido siempre un buen jefe.
- Me lo imagino – sonrió falsamente, para no despertar sospechas.
- ¿Y cuando fue la última vez que me viste? – le dijo aparentando una conversación normal y disimulando su creciente interés.
- Oh, es cierto. Usted tiene perdida de memoria ¿verdad?
- ¿lo sabes? – preguntó sorprendida Allyson.
- Si, su esposo quería que la tripulación la supiera para no importunarla en lo más mínimo por su estado de salud y al mismo tiempo estar al pendiente de lo que usted deseara en todo sentido. Aunque en realidad- Y sonrió soñadora- su esposo siempre ha sido un ángel con usted, se nota que está completamente enamorado.
No tenía idea que mantener la sonrisa le fuera a costar tanto. Pero haciendo otro esfuerzo la mantuvo y asintió como si en realidad fuese así. Por dentro, ardía de furia. Hacer todo ese despliegue de atenciones para ella, cuando en realidad la detestaba. Y la había llamado dramática. ¡El actor era él!
-Entonces – continuó Allyson, tratando de ignorar la cara de ensoñación de la azafata al hacer referencia a Máximo – ¿Cuándo fue la última vez que estuve en este avión? – Quizás era información no tan importante, pero algo era algo y con un poco de empeño podría reunir poco a poco las piezas de su rompecabezas personal.
- Bueno, de ello hará ya varios meses y no recuerdo con exactitud.
Perfecto, lo que le faltaba. Tenía que buscar en otro lado.
- Y dime, ¿Cómo te enteraste de que tu jefe se había casado?
- La noticia no se supo, si no hasta que usted y el señor fueron fotografiados comprando unas flores y ambos llevaban sus alianzas de matrimonio – le informó gustosa de estar ayudando en algo a la señora Vechio.
Así que eso le confirmaba que su matrimonio no fue algo público. Un momento, ¿fotografiados? Entonces eso también le corroboraba lo que le había dicho Jaquie y las miradas de todos en el aeropuerto su vida era como la de esas personas que siempre tenían fotógrafos pegados detrás todo el tiempo. Un motivo más para dejar esa vida. Ahora recordaba mejor las fotos de las revistas que le había mostrado Jaquie.
- Lamento que te haga estas preguntas – y le sonrió dulcemente – te parecerá raro que no se las haga a mi esposo ¿verdad? Pero verás, él desea que recupere la memoria poco a poco sin forzarme para nada y bueno, yo soy algo impaciente –volvió a sonreírle –
- La entiendo perfectamente. No se preocupe.
- Entonces, mi matrimonio no fue algo que saliera publicado – se sentía aliviada por ello, no quería que sus padres se enteraran así, hasta que volvió a centrarse en la conversación – Pero después ¿fue del conocimiento público?- Se sentía algo tonta repitiendo lo que estaba escuchando pero tenía que dejar en claro la poca información disponible.
- Así es. Pero nadie confirmó la noticia. Simplemente era un hecho que el señor, el soltero más codiciado de Europa había encontrado a la mujer de sus sueños – le explicó, como si estuviera contando un cuento de hadas.
Sería de sus pesadillas. Por que lo mismo le pasaba a ella con él.
De lo que al menos estaba segura es que sus padres debido a su profesión no tenían ni idea de que su única hija se había casado. Seguramente estaban en un lugar remoto, alejado de esa clase de noticias. Gracias al cielo por ello.
- ¿Y cuando se supo lo de mi accidente?
- Oh, eso es algo que muy pocos lo sabemos. Yo ni me hubiera enterado de no ser por que su esposo nos advirtió de su delicado estado de salud. Sabía que usted se encontraba trabajando en otro País, por eso no la veíamos acompañando a su esposo en sus viajes y él era el que iba a verla a usted ¡que considerado y romántico! –suspiró feliz.
- No tienes una idea de cuanto lo es – Sonrió y se guardó la mordacidad para ella misma. Esa chica vivía en el lugar de las fantasías y los cuentos de vivimos felices por siempre. Y aunque sea un poco, le había ayudado.
Ella le había dicho que él iba a verla. Sabía no era así. Más bien, él andaba buscándola. Eso era lo más seguro.
-Has sido muy amable.
-Encantada de ayudarla.
-Te recuerdo que mi esposo no debe saber que te he preguntado. No quiero preocuparle.
-Por supuesto que no le diré nada. Esto queda entre usted y yo –Y se fue satisfecha por haber logrado una conversación con la famosa Señora Vechio.
¿Qué había logrado con esa conversación? No mucho. Es verdad, pero al menos su matrimonio era un hecho. Era algo de lo cual había dudado en su momento. Y ahora estaba mas que confirmado. Había acompañado a su Máximo a sus viajes. No era una posibilidad fuerte que la hubiese obligado a acompañarlo, al contrario, ella seguro no quería perderle de vista. Un hombre así no debe dejarse solo mucho tiempo, las mujeres se le tirarían encima. Si se había casado con él es por que estaba enamorada y una mujer enamorada es posesiva ¿no? Más si se trataba del soltero codiciado. Pero ella nunca había caído rendida a los pies de hombres parecidos a él, ricos, guapos y seductores y jamás en la vida había sido posesiva con nada ni nadie, ella era un espíritu libre y así trataba a los demás.
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