Capítulo 24

Como si percibiera que ella había despertado, él abrió los ojos y se quedaron viendo fijamente como si fuera la primera vez que lo hicieran y al mismo tiempo como dos antiguos oponentes.

- ¿Has dormido bien? – Le preguntó él incorporándose del sillón.

- Tenemos que hablar – Susurró Allyson por toda respuesta.

- ¿Has recordado? – Dijo como si temiera la respuesta.

- Sí. – Y luchó por controlar las traicioneras lágrimas que le escocían los ojos. Se sentó en la cama y se obligó a mirarlo. - ¿Sigues pensando que soy culpable? – Le preguntó sin más.

- Tú misma viste las fotografías – Contestó levantándose y yendo hacia una de las ventanas y recorriendo la cortina se concentró en fijar la vista al parecer en la nada. – ¿Qué se supone que debo pensar?

- Que soy inocente ¿tal vez? – Le dijo con un nudo en la garganta.

- ¡Maldición Allyson! ¿crees que no es lo que más deseo en esta vida? – le dijo con la voz controlada y girándose a verla – A pesar de todo, te he ofrecido empezar de cero. Olvidar todo lo pasado.

- No podemos basar nuestro futuro en la desconfianza. Pasaron demasiadas cosas. Tú nunca me has creído y eso me duele como nunca tendrás idea. Jamás olvidarás mi supuesta infidelidad eso lo sé. Te conozco.

- Estoy dispuesto a hacerlo porque...

- ¿Por qué?

- Por que merecemos otra oportunidad.

- No funcionará.

- ¿Por qué no? – explotó – El agraviado soy yo, y soy yo el que te ofrece dejar todo atrás. Borrar todo y escribir nuestro futuro los dos de nuevo. Tú me amabas o me amaste aunque sea un breve espacio de tiempo no lo sé, eso puede bastar para empezar de nuevo.

- ¿Tú me amaste alguna vez Máximo?

- Sabes muy bien la respuesta.

- No, no la sé y por eso pregunto. Pensé que sí. Pero el amor es confianza, el amor verdadero es a prueba de todo y de todos, sobre todo de demonios como William.

- No te atrevas siquiera a pronunciar su nombre. –Dijo con la mandíbula apretada.

- Permitiste que nos destruyera y no se si eso yo te lo pueda perdonar nunca. –Prosiguió ella sin contemplaciones.

- ¿Tú? ¿perdonarme a mí? ¿No debería ser alrevés? – Le dijo haciendo obvios esfuerzos por controlarse, respiró profundamente y asombró a ambos diciendo:- No te traté bien, cuando me enteré de tu adulterio. La rabia me carcomía las entrañas y no pensaba racionalmente, te pido disculpas por ello.

Una disculpa no era lo mismo que pedir perdón pensó Allyson levantándose de la cama y poniéndose su bata encima del camisón. Una cortina de cabello le cubría la cara y cuando levantó el rostro tenía los ojos brillantes por las lágrimas reprimidas.

- Y respecto a mi supuesto adulterio, ¿Me has perdonado a mí por lo que supuestamente hice? ¿Lo has hecho? ¡Contéstame!

- ¿En serio quieres saberlo?- preguntó Máximo.

- ¡Por supuesto que quiero saberlo! – gritó ella dejándose llevar por lo que sentía en esos momentos.

- No lo sé.

- ¿Cómo?

- Sólo sé que no quiero que te vayas de mi lado.

- Eso es sentido de posesión Máximo, no es perdón, no es amor, es simplemente un macho señalando su territorio.

- Es que eres mía. Quiero que siempre seas mía – Dijo tomándola impulsivamente de los hombros con sus manos.

- No soportas pensar que fui de otro hombre ¿verdad?

- ¡Cállate! – Y la soltó repentinamente que ella se tambaleó hacia atrás. – Por lo que más quieras cállate. – Ella vio que él tenía los ojos brillantes ¿reprimía sus lágrimas acaso?

- Lo que más amaba en este mundo eras tú – Dijo ya sin importarle que a ella las lágrimas le cayeran por el rostro.- Nunca te fui infiel y es la última vez que te lo voy a repetir. William se obsesionó conmigo y me tendió una trampa. En la cual ambos caímos. Él dijo que me despreciarías y así fue ¿verdad? Logró lo que quería. Aun no sé cómo pudiste pensar que lo prefería a él antes que a ti, como pudiste dudar de mi amor, no lo sé...

- Si aceptaras tu culpabilidad todo sería más sencillo. – Dijo sin expresión en el rostro.

- ¿Ah sí? ¿Y cómo? A ver, dime como. Sería exactamente lo mismo: Un infierno. Así que lo único que puede salvar parte de lo que nos queda de alma es que me dejes ir. Es la única solución. No creo en el destino, creo que ese nos lo hacemos nosotros, y tú y yo hicimos imposible permanecer juntos.

 Máximo sintió como si le hubieran movido la tierra bajo los pies. Allyson quería irse, eso él ya lo había previsto y su argumento era irrefutable. ¿Por qué insistía en su inocencia? ¿No le bastaba que él quisiera que siguieran juntos a pesar de todo? No le había dicho que la amaba por que eso sería ponerse en bandeja de plata a sus pies nuevamente. No se sentía preparado para eso todavía. Además ella no lo amaba.

¿Podría dejarla marchar? ¿Debería? Ciertamente no era sano para ella el que estuvieran en esas condiciones. Se veía agotada y enferma. ¿Tendría el coraje necesario para dejarla ir? ¿Qué haría ella una vez libre de él? ¿Buscaría al mal nacido de William? Piensa en su salud se dijo angustiado. Una separación no tenía por que ser definitiva. Pero se habían hecho tanto daño que lo más seguro es que no volvieran a estar juntos.

Allyson se sintió de pronto mareada y se sentó en lo primero que encontró que fue el sillón. Estaba física y mentalmente agotada. Él se acercó y se arrodilló para poder verla a la misma altura y ella empezó a sollozar descontroladamente.

¡Suficiente! Pensó Máximo, no podía verla sufrir así. Se levantó y le dijo:

- Si quieres puedes irte, no voy a impedírtelo. No esta vez. Saldré de aquí pero si al volver aún estás aquí no te dejaré ir ¿entiendes?

Ella asintió y a través de las lágrimas él vio alivio en sus ojos y eso le dolió intensamente. Se levantó y se fue, dejando a Allyson con la sensación de que todo se había terminado.

Minutos después ella bajaba las escaleras sintiéndose la mujer más infeliz del planeta. Había experimentado un momentáneo alivio al ver que él estaba dispuesto a dejarla ir, eso demostraba que no era el hombre cruel que recordaba.

Allyson había hecho las maletas rápidamente ayudada por una chica del servicio. Le fue entregado su antiguo teléfono móvil y también todas las tarjetas de crédito que le había proporcionado Máximo. Las dejó con órdenes precisas de que se las entregaran. Usaría la que ella tenía, no necesitaba nada más excepto... el amor de Máximo y eso era algo con lo que no podía soñar, ni con eso ni con su confianza. Conteniendo las lágrimas se despidió y fue llevada al aeropuerto por su equipo de seguridad que a partir de ese momento dejaría de serlo. Con una sonrisa y apretones de mano les dijo adiós. Iba a casa, su antigua casa en España. La casa de sus padres, ellos no estarían allí y era lo mejor por que así podría llorar sus penas a solas. Compró su boleto y fue a la sala de espera lista para abordar. La cabeza le dolía, su corazón le dolía, no quería irse, no quería dejarlo, no, no podía. Se levantó lista para regresar, pero se detuvo. No lograrás nada volviendo, volverás a lo mismo, a las dudas, a la desconfianza, al dolor, se recordó con fiereza ¿Por qué no anunciaban ya su vuelo? ¿Por qué tardaba tanto? ¿Tenían ellos dos solución? No, no la tenían. Empezó a dar vueltas por la sala, ajena a las miradas de curiosidad de otros pasajeros.

¿Habría alguna solución para ellos? Se repetía incesantemente. Sólo una pensó de pronto. Tenía que encontrar a William y obligarlo a decir la verdad o mejor aún obtener las pruebas de que él mentía.

Pero, ¿eso realmente ayudaría? Solamente probaría su inocencia, no resolvería el hecho de que él nunca le había creído. Ese hecho la enfureció nuevamente, pero esta vez vino acompañado de una inmensa tristeza producto de haber recordado que su corazón estaba roto irremediablemente.

Recordó con facilidad el número que le habían dado de William y marcó desde su móvil, le indicaba que estaba fuera del área. Llamó a una operadora para averiguar a que País correspondía ese número y frustrada comprobó que su dominio del griego no era precisamente el mejor. Sonrió pensando en Jaquie y lo bien que hablaba ya ese idioma, era algo que no había podido eliminar pues antes de conocer a Stefano, Jaquie ya podía hablar en griego. Cosa que encantada hubiera olvidado pues no quería nada que le recordara a Stefano. Eso la hizo pensar en si él ya la habría encontrado. Jaquie lo haría cachitos ¿o no? Era muy probable que su amiga siguiera terriblemente enamorada del arrogante Stefano y no podía decir mucho en contra pues ella estaba en igualdad de circunstancias con Máximo a pesar de todo lo vivido, a pesar de todo lo sufrido.

Anunciaron su vuelo y sus piernas que hace momentos estaban tan inquietas se negaron a moverse. Haciendo un esfuerzo supremo se encaminó a la fila para abordar. Una vez en el avión y sentada cómodamente dejaba vagar la vista por la ventanilla. Cerró los ojos y apretó las manos en puños luchando contra el deseo de salir corriendo del avión y regresar con él. No podía ser tan masoquista, pero lo era ¿el amor te volvía tan débil?

Deseó que fuera él, el que llegara por ella, que la sacara de ese avión y se la llevara. Pero era ella la que quería irse ¿no?

¿Por qué de pronto las razones tan contundentes para dejarlo desaparecían bajo la urgencia y desesperación con que lo amaba? Apretó con fuerza los parpados para impedir que las traicioneras lágrimas resbalaran por sus mejillas.

Dejaba al amor de su vida, dejaba a Máximo.

Sentado con una botella de whisky en la mano y un vaso lleno del líquido dorado en la otra estaba Máximo mirando hacia la nada, sin haber bebido aún ni una sola gota de alcohol pues en realidad lo que sentía le tenía embotados totalmente los sentidos, como si estuviera ebrio, como un autómata había agarrado la botella listo para emborracharse y olvidarse de todo al menos durante el lapsus de su embriaguez. Abstraído en sus pensamientos estaba controlando el fuerte impulso y la necesidad de ir tras ella. Había dado órdenes precisas de que averiguaran a donde se dirigía. En ese momento ella estaba saliendo de Grecia ¿volvería a verla? ¿Volvería ella con él por su propia voluntad? ¿Hizo bien en dejarla ir? No. Se dijo sintiendo lo más cercano al terror, juntos podrían superarlo todo, ya no le importaba lo que ella hubiera hecho, lo único que importaba era que estuviera con él, que la tuviera cerca, que nada y nadie importara salvo ellos dos y el amor que al menos él si le tenía. Se levantó de un salto y tiró al suelo el vaso y la botella, corrió y ordenó un auto que lo llevara al aeropuerto, pero no podía esperar más, salió de la casa y paró un taxi indicándole que no le importaba como, pero rompiera los limites permitidos de velocidad.

Después de decirle cuanto dinero le daría, el taxista obedientemente siguió sus órdenes. Llamó a quien estaba encargado de seguir a Allyson quien le informó que estaba por despegar el avión en el que iba ella y ya no podía hacer nada por evitarlo. Justo en ese momento llegaron al aeropuerto y salió del vehículo corriendo sin al parecer entender que ya no podría hacer nada por detenerla. Las caras de las personas que él hábilmente esquivaba lo decían todo ¿Qué hacía Máximo Vecchio corriendo como loco por todo el aeropuerto?

Divisó en la multitud al guardaespaldas que había mandado.

- Es tarde señor, el avión ya ha salido.

- No puede ser – Dijo con el miedo en los ojos.

- Lo siento.- Susurró el hombre y apartó la mirada al ver la cara de su jefe.

- ¿A dónde fue?

- España, señor.

¿Estaría allí William? No. No podía seguir pensando esa clase de cosas si quería guardar la cordura. La seguiría por supuesto, pero le daría su espacio, permitiría que estuviera lejos de él un tiempo, brevísimo tiempo.

Muchas horas después Allyson llegaba a Madrid sintiéndose la mujer más cansada y sobre todo la mujer más desdichada del planeta. Su aspecto debía ser deplorable a juzgar por la carita de curiosidad que le dedicó un niño que iba del brazo de su madre. Ojos rojos e hinchados no eran precisamente el rostro ideal menos si se le añadía una tristeza infinita. Se desplomó en un asiento se llevó las manos a la cara para ocultarla y rompió a llorar nuevamente.

¡Dios! Todo era un desastre, ella era un completo desastre ¿Desde cuando permitía que las circunstancias adversas la vencieran? Desde que amaba terriblemente a Máximo. Se secó la cara con las manos, esperando no haber llamado la atención, al menos no tanto. Fue por su equipaje y tomó un taxi a la casa que siempre consideró su hogar entre tantos viajes hechos con sus padres e ignoró la protesta de su corazón al decirle que hogar era donde estuviera Máximo y se concentró en recordar por qué era allí donde se sentía realmente en casa, ayudaba el hecho que era en España donde se reunía con Jaquie y donde podía hacer lo que la mayoría de las chicas de su edad hacían, aunque de eso hacía mucho tiempo, demasiado.

La casa era de una sencillez exquisita, ubicada en un barrio tranquilo y que desde hace un tiempo empezaba a ser sinónimo de posición social elevada entre los madrileños, aunque no era así cuando ellos habían comprado la casa. Abrió la puerta de roble macizo de doble hoja y suspiró con melancolía al entrar y observar que nada había cambiado. Por dentro la casa era la delicia de los coleccionadores de arte y conocedores de la historia. Muebles antiguos, cuadros de pintores reconocidos y otros que no lo eran tanto, exquisitas piezas de porcelana antigua, jarrones, cerámica todo ello con una valiosa historia detrás y expuesto de tal forma que la casa no parecía un museo aunque pensó sintiéndose ligeramente divertida que faltaba poco para que lo fuera. Era por el arte que lo había conocido recordó y se dejó caer en un sofá abatida.

¿Qué hacer? ¿Cómo se suponía que tenía que empezar una vida sin él? ¿Podría? No podía estar con él mientras la creyera culpable, acabarían odiándose. Aunque ya habían hecho de su vida un infierno lo cierto era que no había terminado odiándolo, si acaso amándolo tanto o más que antes.

Marcó con decisión el número que tenía de William deseando tenerle frente a frente y sobre todo deseando poder molerlo a golpes por haberle deshecho la vida. No iba a volver con Máximo se decía en esos momentos, pero si le demostraría su inocencia. Nuevamente la mandaba a buzón pero se quedó escuchando el mensaje y enseguida reconoció la voz de ese maldito.

Esta hablando al teléfono de Sir William Carlton, deje su mensaje y si es importante me comunicaré.

Ese cretino gritó furiosa Allyson levantándose de un salto y arrojando el teléfono al sofá.

¿Qué hacer? Tenía que averiguar a que País correspondía el número, marcó a una operadora y enseguida averiguó de que país se trataba o más bien de que Isla ¿Bali? Eso estaba lejísimos y la señal no siempre era la mejor le había dicho la operadora sobre todo tratándose de teléfonos celulares.

Corrió a su antigua habitación para darse un baño que necesitaba para recobrar su energía pues se iba a Bali a hacer que William admitiera su culpabilidad, mientras su mente trabajaba a toda velocidad y marcaba frenéticamente los números del aeropuerto.

Momentos después sumergida en la tina y un poco más relajada en comparación con los días vividos repasaba la lista de cosas que tenía que hacer.

No había vuelos hasta el día de mañana, la posibilidad de retrasar mas tiempo la situación la ponía enferma, pero podía esperar. La otra cuestión era que si Máximo se enteraba que se había encontrado con William inmediatamente pensaría mal y no habría nada que ella pudiera decir para hacerlo cambiar de idea. Seguro pensaría que se habría reencontrado con su amante ¿Pero a quién llevar? ¿Quién le podía servir de garantía al punto que Máximo no dudara? Sentía que él no había dejado de mantenerse informado de sus movimientos, pero claro era por que no confiaba en ella y querría pruebas para su divorcio, después de todo no habían firmado un contrato prematrimonial y la separación de horas antes había sido el punto final a todo ¿no? Recordarlo hizo que las lágrimas amenazaran con salir y furiosa se dijo que nunca más lo haría por él. Ahora más que nunca lucharía por demostrar lo mal que la había juzgado y después se alejaría de él definitivamente, dejándole el corazón pero eso era algo que no pensaba decirle nunca.

El teléfono sonó sacándola de sus pensamientos y estiró la mano para tomarlo pues lo había dejado cerca de la tina.

Escuchó interferencia y estuvo a punto de terminar la llamada cuando escuchó una voz familiar que le llegaba entrecortada.

- ¿Ally?...Soy Jaquie... saliendo...llego mañana.

- ¡Jaquie!- gritó incorporándose de la tina y regando agua por todo el baño. - ¿Dónde estás?

- Troyanos...

- ¿Qué?- dijo quedándose quieta Allyson al oír ese nombre.

- No se como...logré que... no me vio – Y alcanzó a oír risas mezcladas con sollozos ¿o era la interferencia? Se preguntó Allyson desesperada.

- Estoy en casa – dijo Allyson.- Esperaré a que llegues por que salgo de viaje de nuevo...

- Mañana...- Y la llamada se cortó.

- ¿Me oyes? – decía aferrada al teléfono - ¡Maldición! – Increpó cuando se dio cuenta de que la llamada había finalizado.

Sentía que había pasado mucho tiempo y demasiadas cosas desde la última vez que se habían visto y tenía la necesidad de verla, ver a su mejor amiga y de paso descargar un poco la enorme carga emocional que llevaba encima que ya era demasiada para ella.

Salió de la tina y ordenó lo que necesitaba llevar para Bali ¿hacía calor no? No es que importara pero no tenía caso andar con ropa inapropiada y menos si se iba a enfrentar a su peor enemigo. Se cepilló el pelo, se puso su vieja bata y empezó a hacer el equipaje.

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